Ambiciones. Sangre entre los escaños. Cap. 7

 

Doy continuación aquí a la saga titulada «Sangre entre los escaños», que mi amigo Antonio Arenas y yo estamos escribiendo a cuatro manos esperando que sea de vuestro agrado.

En el capítulo anterior, vimos cómo los tranquilizantes juegan una mala pasada al presidente Prometeo Nadal. En su entrevista en televisión queda bien patente que le han sentado como un tiro. Dedos acusadores apuntan a su estrecho colaborador, el bachiller Abdón Monegal.

En el presente capítulo inicia su escritura:

(Marcos):

 

Abdón Monegal no daba crédito a lo sucedido. Había diseñado con total mimo aquella entrevista en la cadena de televisión de mayor seguimiento de todo el país. Más de siete millones de telespectadores acababan de contemplar desde sus sofás el fallecimiento inducido de su presidente Prometeo Nadal.

–Tantas pastillas no podían augurar nada bueno –se lamentaba Abdón entre dientes–. A pesar de que desde la tarde de ayer estaba tomando comprimidos de inferior dosis.

Acto seguido, la mano derecha del defenestrado presidente de los granates y de toda la nación, dirigió sus pasos hecho una furia hacia el plató, que en esos instantes rebosaba de gente. Algunos eran miembros del equipo recibiendo instrucciones sobre la marcha, desde sus auriculares conectados a la cabina de Realización del programa; otros curioseaban sin más, como los empleados de la limpieza.

Habían llegado dos de los ocho guardaespaldas que acompañaban al presidente en cualquiera de estos eventos. Era patente el recelo de Prometeo Nadal ante sus salidas al exterior, a las que calificaba sin excepción como de máximo riesgo.

–Lo llevaremos en brazos a una ambulancia de La Moncloa. ¿Has llamado, Paco? –preguntaba uno de los guardaespaldas.

–¡Estoy en ello! –gritaba el otro con el rostro enrojecido por la congoja y la excitación del momento.

–¡Alto ahí, descerebrados! –exclamó Abdón Monegal con sincero gesto de indignación–. No podéis tocar nada. ¡Nadie debe hacerlo! ¿No veis que esto es el escenario de un crimen? A ver, Milagros –indicó bajando muchas octavas el tono de su voz–. ¿Dónde está el maldito papel?

La inteligente presentadora dirigió una mirada dubitativa a su interlocutor.

–Pero… esto debo aclararlo con Moncloa antes de dar ningún paso. Esta nota no le beneficia en absoluto, señor Mone…

Acto seguido, Abdón arrebató con gesto abrupto lleno de odio el inquietante papel que el ahora expresidente por defunción Prometeo Nadal había conseguido leer antes de su deceso.

«Lo lamento, señor presidente. Es necesario cometer este disparate. Necesito su buena suerte para mí.”

Abdón no pudo evitar su gesto de sorpresa tras conocer el curioso mensajito.

–Esto es inaudito ¿Qué significa…?

 

En aquel momento, uno de los guardaespaldas del desaparecido presidente arrebató de un manotazo a Monegal aquel papel enigmático. La presentadora cubría ambos lados de su cara con las manos en gesto de absoluto desconcierto.

En ese instante, el cadáver de Prometeo abandonaba las instalaciones del plató con una nube de periodistas tras él, como un apresurado cortejo fúnebre interpretando un vodevil.

La ambulancia que la delegación de gobierno había dispuesto a los efectos oportunos hacía escasos minutos, esperaba con sus luces parpadeantes a la espera de recibir el ilustre paquete.

–Hay que llevar el cadáver a la clínica Private–Corp ¡Adelante!

Esto exclamaba otro de los guardaespaldas, quien decidió acompañar hasta su destino a lo que quedaba de su expresidente.

 

Milagros Mercé discutía con Abdón Monegal acerca de la inconveniencia de que este abandonara los estudios de la cadena televisiva.

–Debe permanecer aquí hasta que la delegación de gobierno hay cursado instrucciones para…

En ese momento, una atronadora explosión sacudió el edificio de los estudios por entero. Una miríada de cristales, trozos de estructuras constructivas y restos humanos se entremezclaron en una retorcida mescolanza de restos que cubrieron un área de decenas de metros a la redonda. Los daños en el edificio habían sido bien notorios y la espectacularidad de esas imágenes había conseguido congregar al cabo de unos minutos a la mitad de los periodistas de todas las cadenas nacionales y extranjeras que minutos antes perseguían el cadáver del presidente, transportado en una improvisada camilla.

La otra mitad de corresponsales yacía entre los escombros.

 

Varios heridos intentaban arrastrarse buscando auxilio. Otros gritaban emitiendo sonidos apagados tras el fragor posterior a la brutal explosión. Empezaron a escucharse las sirenas provenientes de varias unidades ambulantes de vehículos policiales. Algunos derraparon a unos metros de la entrada a los estudios donde Milagros Mercé aún yacía inmóvil en el suelo de su sala de grabación. Estaba consciente e intentando recuperar la cordura ante una serie tan continuada de hechos horribles.

En un alarde de profesionalidad y espíritu de lucha, probó si funcionaba el micro de comunicación con la cabina de Realización.

Una voz lejana y metálica, interrumpida por ruidos de todo tipo llegó a sus oídos.

–Milagros ¿estás bien?

–Si… eso creo. ¿Habéis recuperado el contenido de la grabación? Dime, Chus.

La pregunta quedó unos segundos sin respuesta.

–¡Vete a la mierda, Milagritos!

Eso fue todo lo que obtuvo como respuesta la presentadora líder de audiencia en esa noche nefasta, aparte de una torcedura de tobillo y un deseo de aparecer en la portada de todas las crónicas posteriores a aquel desastre.

Los televisores de millones de hogares retransmitían los hechos cada vez con más detalle a medida que pasaba el tiempo tras lo ocurrido. Testimonios de víctimas ensangrentadas e imágenes truculentas hasta el extremo llenaban las pantallas. El país entero reclamaba al gobierno que arrojase luz sobre aquellos acontecimientos, que habían producido más de diez muertos y una treintena de heridos de diversa consideración.

Al principio, los miembros del gobierno hicieron escasas declaraciones públicas y se negaban con desaire a contestar preguntas. Una comisión general de carácter urgente fue constituida para atender el problema suscitado con aquel acto que el gobierno en funciones no dudó en calificar de terrorismo auspiciado por los celestes y los diestros, que se habían coaligado para desestabilizar una nación tan democrática y europea como la suya.

 

Fansi Gómez, portavoz oficial del gobierno en funciones, ducho en despreciar en diversas ocasiones a los periodistas en ruedas de prensa, colocaba ahora ante las cámaras una de sus caras más compungidas para expresar la condolencia y la amargura que suponía todo lo sucedido.

–Y no puedo por menos que recalcar que el partido líder de la oposición debe responder ante estos gravísimos hechos que han puesto en jaque a nuestro país. Solo la mente retorcida de gente que es capaz de aliarse con los ultras del partido Diestro, es capaz también de diseñar situaciones como el gran drama que estamos viviendo.

Al terminar la rueda de prensa, Fansi Gómez acude al despacho de Eurípides Pascal.

A medio camino, Cliterminto, el influyente ujier con cuya hija Rosaura compartía lecho y vida Mateo, periodista del Heraldo del Tiempo, pasa una nota a Fansi sobre la que hay adherido un post-it. Fansi se la guarda en la chaqueta sin mirarla. Era costumbre de Cliterminto informarle así de ciertas cosas.

El Secretario de Estado se halla bebiendo grandes tragos de su copa balón reservada para ocasiones críticas en las que necesitaba relajarse de aquella manera.

–No permitas que esto te supere, Abdón, ¡uy!, quiero decir, Fansi, amigo –dice el preboste visiblemente alcoholizado–. Enemigos codiciosos nos miran ocultos desde sus guaridas, atentos a ver quién se desmorona primero.

–No es de recibo que quieras emborracharte en circunstancias así. Tengo yo que salir a dar la cara cuando tu…

La voz aguardentosa de Eurípides le interrumpe sin piedad.

–Tu eres ministro-portavoz del gobierno. Si el secretario de Estado se obliga a comparecer desde el primer momento, el siguiente en tener que hacerlo es el presidente en funciones y ese no existe por ahora. Sería yo mismo en todo caso quien representaría al presidente.

–¿A quién vamos a nombrar, pues, querido compañero? ¿Te vas a proponer tú? Como Dios ¿no?

Pues claro que sí. Ya cuento con el beneplácito de la junta de gobierno y parte del Consejo de Estado…

La voz de Eurípides resonaba tronante por aquella magna estancia, una de tantas y tan ostentosas propias del Congreso de los Diputados.

Fansi Gómez decide tomar cartas de una forma, cuanto menos, poco decorosa.

–Estoy hasta las pelotas de tu prepotencia y tu ambición ¿Crees que seguirías ahí si no fuera porque el hermano pequeño del presidente es tu yerno? ¿De qué vas, gallito castrado?

Fansi agarra las partes pudendas del Secretario de Estado y las aprieta como si lo hiciera con un bocadillo de albóndigas.

–Te vas a arrepentir por no haber querido dar importancia a tus enemigos, maldito imbécil.

 

 

Un todoterreno marca Cadillac Escalade hace acto de presencia en un palacete de las islas Fiji. El buen tiempo en aquella parte del Pacífico sur acompaña a los pasajeros que descienden del vehículo ataviados con prendas informales.

Uno de ellos, a raíz de las últimas noticias aparecidas en los medios, es muy bien conocido en la mayor parte del mundo. Se trata del defenestrado expresidente Prometeo Nadal.

 


 

Y hasta aquí llega el séptimo episodio de esta saga. No os perdáis el capítulo siguiente.

Haz click en el corazón de más abajo si te ha gustado y deja por favor tu valioso comentario.

Te deseo salud y suerte en la vida.

Nota: todas las imágenes de este post incluida la portada pertenecen a la página  bing.com/images/create/ a no ser que se indique otro origen en el pie de foto.

6 Comentarios
  • Miguelángel Díaz
    Posted at 22:35h, 23 mayo Responder

    La trama se complica cada vez más, Marcos. Y el final del capítulo es desconcertante. seguiré atento.
    Un fuerte abrazo 🙂

    • marcosplanet
      Posted at 18:17h, 24 mayo Responder

      Muchas gracias por tu fidelidad a la serie. Hoy he publicado el décimo.
      Un fuerte abrazo.

  • Io
    Posted at 01:51h, 13 mayo Responder

    Esto se está complicado bastante y tristemente todo por poder…..yo como siempre encuentro algo positivo, por muy negras que se pongan las cosas, os diré, que estoy deseando leer ya el desenlace comiéndome ese bocata de albóndigas al que haces referencia y que tan ricos los recuerdo de la infancia jajaja.
    Gracias Marcos y Arenas por tenerme en suspense capitulo tras capítulo.
    Un beso enorme.

    • marcosplanet
      Posted at 20:20h, 13 mayo Responder

      Muchas gracias a ti por seguir fielmente esta saga.
      Un fuerte abrazo.

  • Federico
    Posted at 14:13h, 02 mayo Responder

    La cosa se complica con un atentado que como siempre se echa la culpa al adversario político. Saludos.

    • marcosplanet
      Posted at 15:04h, 02 mayo Responder

      Me alegra que sigas la saga, Federico.
      Muchas gracias.

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