06 Abr CAÑONES, DESFILADEROS Y ESPLÉNDIDOS VALLES DEL PIRINEO ARAGONÉS
Valles del Cañón de Añisclo
Nos vemos de nuevo recorriendo tierras aragonesas, en esta ocasión siguiendo una preciosa ruta enclavada en el cañón de Añisclo excavado por el río Bellós hasta que este funde su curso en el valle dibujado por el río Aso. Los valles resultantes nos emocionan.
Nada es igual sin el acompañamiento de una composición épica mientras caminamos:
El cañón se extiende en plena comarca del Sobrarbe a lo largo de 10 km en dirección Sur.
El cañón de Añisclo forma parte del Parque nacional de Ordesa y Monte Perdido. Al Norte del Circo de Añisclo tenemos el Collado, entre el Monte Perdido y la Sierra de las Sucas, una travesía elevada a 2500 metros de altitud que comunica con el Valle de Pineta. Al Oeste, la Sierra Custodia y el pico Mondicieto separan a este valle del Valle de Ordesa, mientras que al Este, tras otra cresta, se encuentran las Gargantas de Escuaín.
El de Añisclo es un impresionante valle coronado en su cresta por un circo glaciar, que posteriormente se va transformando en un profundo cañón. Este ha sido resultado de la erosión kárstica del agua del río sobre la roca caliza. Nos cautiva una sucesión de llamativos surcos o toboganes acuáticos y cascadas, como el de la Fuen Blanca, un manantial que surge en la pared vertical del Pico de Añisclo (o Soum de Ramond) y se desploma en caída libre sobre el valle. Gracias a la elevada humedad y a estar sumergido el cañón casi a todas horas en sombras podemos disfrutar de tupidos bosques como la llamada Selva Plana.
Inicio de ruta
Hemos partido del precioso pueblo de Torla con rumbo hacia el llamado “Sector Añisclo” tomando un desvío bien señalizado en la carretera de Broto (N-260). A continuación cruzamos el pueblo de Sarvisé en dirección a Fanlo y Nerin por la HU-631. Por aquí discurren el río Aso y el Bellós creando uno más de los espléndidos valles.
Las aguas de color turquesa nos trasladan a otra época y otra aventura, al escuchar estas notas musicales:
Pasado Nerin en dirección Buerba/Vió dejamos el coche en un parking en una especie de rellano junto al valle de Vió, a un lado de la carretera que conduce hasta Escalona. A partir de aquí está todo el recorrido bien señalizado y seguimos las indicaciones hacia la Ermita rupestre de San Úrbez.
Siguiendo con el encantamiento de esta senda, descubrimos que el cañón en la zona de encuentro de los dos rio (Aso y Bellós) se puede cruzar por el doble puente de San Úrbez. Puente antiguo y nuevo, uno debajo del otro, unen las paredes del cañón y permiten el paso al otro lado tal como en su día lo hiciera el santo en su peregrinaje desde Francia.
San Úrbez
Estamos en pleno valle de Vió, en el municipio de Fanlo. Es la cara Sur de Monte Perdido, donde el río Aso se abre paso a través de pinos, fresnos, robles, hayas o abetos, trazando a su paso uno de los paisajes más salvajemente bellos del Pirineo. Realizamos el circuito de San Úrbez visitando el puente y la ermita.
Después, avanzamos un kilómetro a pie por la carretera bordeando un paisaje que impresiona la retina con una intensidad inolvidable.
El quebrantahuesos y el buitre leonado habitan la montaña compartiendo hábitat junto a las truchas o el tritón del pirineo. La madreselva, abedules y fresnos engalanan la ribera.
Una melodía deliciosa invade nuestro paseo:
De manera similar a una cueva esculpida, la ermita se halla encastrada en una imponente pared rocosa. Sobre ella, un inmenso risco domina el valle. Perteneciente al selecto grupo de ermitas rupestres, constituye una excelente “balma”. Se trata de una construcción donde se aprovecha la techumbre natural de la oquedad, por lo que sólo fue necesario crear el muro de cierre para construir el santo lugar. En consecuencia, vemos una planta rectangular, que se abre con una puerta en arco de medio punto sobre jambas. Al interior llega la luz solar gracias a un pequeño vano donde todavía permanecen las huellas de la antigua campana.
Dulces sones musicales nos transmiten su paz:
Valles que sedujeron a los poetas
Mientras tanto continuamos por esta ruta de milenarios valles como el de Vió, descendiendo hacia el río bajo el puente de San Úrbez. En realidad, son cuestas pronunciadas por un terreno pedregoso pero sin dificultad. Desde aquí abajo se observa el río que tiene este aspecto:
Lucien Briet, poeta que conoció bien estos parajes, escribió sobre Ordesa: “… Produce una sensación de sorpresa especial, que arrebata, que lo constituye en una maravilla aparte; con un sello propio e inconfundible, debido quizá a la variedad de acantilados, anfiteatros, cascadas, praderas y bosques (…) que ha servido para conservar la gracia inédita, la frescura sublime que las grandes escenas de la naturaleza ofrecen a los ojos de los bienaventurados mortales que las sorprenden.”
Hay un singularidad que encontramos en esta zona y es la frecuencia con que se producen fenómenos de inversión térmica. Porque estos dan lugar a una situación inversa en los pisos de vegetación. Es decir, las formaciones más secas y sensibles al frío (carrascales) están localizadas en las zonas más altas, mientras que encontramos hayedos y bosques mixtos en el fondo del cañón.
San Úrbez, el Santo que cuida del agua
Seguidamente observamos el bosque mixto que aparece en el fondo del valle entre 950 m y 1.200 m, y cambia a partir de la ermita de San Úrbez dando paso a vistosos hayedos entremezclados con abetos. Después del estrechamiento que antecede a la zona antes mencionada de Selva Plana, nos vemos en la cercanía de la Ripareta.
De esta forma, el terreno, la altura y la humedad reinante en el valle y el Cañón (casi permanentemente en sombra) han producido bosques tupidos como el de la Selva Plana. La zona más estrecha del Cañón está en los alrededores de la ermita de San Úrbez.
San Úrbez nació en Burdeos (Francia) en el año 702 de nuestra era. La tradición cuenta que el santo quiso buscar retiro espiritual dirigiéndose a tierras aragonesas. Atravesó los Pirineos y trabó amistad con los habitantes del pequeño pueblo de Sercué, situado en la ribera del río Bellós. Allí resistían los cristianos los ataques de los musulmanes cuando estos ocupaban la Península Ibérica. Frecuentó varias cuevas durante su vida en esta zona, como eremita, sacerdote y pastor de ovejas.
Cuando contaba unos 30 años de edad, el Santo frecuentó una cueva situada en la entrada el Cañón de Añisclo conocida según la tradición como la Cueva de Sastral
Posteriormente en este lugar se construyó la ermita de San Úrbez, la que conocemos hoy en día.
Se remonta su fundación al siglo VIII y contiene elementos pertenecientes al románico del siglo XII. A la ermita acudían los vecinos en romería a pedir lluvias, envuelta como estaba en la bruma de la leyenda. Se sitúa en el extremo sureste del valle de Vió, en el interior de una sorprendente y enorme oquedad asentada sobre la confluencia de los ríos Bellos y Aso. Sin duda, un recreo para los sentidos.
La leyenda de los valles
Cuenta la leyenda que extendiendo su cayado entre las dos paredes este se transformó en el primer paso a pie. Pudo así el santo llegar a la cueva, donde encontró refugio y paz y lloró sus penas. Unas lágrimas de leyenda responsables, según los lugareños, de la humedad del lugar.
El desfiladero exhibe paredes enormes de roca, a veces formando con el suelo un ángulo inferior a 90 grados.
Esta pieza musical de otro tiempo nos traslada a los orígenes de los primeros en transitar estos paisajes:
Hay tramos que muestran pasillos de vegetación que se cierran por arriba formando túneles translúcidos donde encontramos arbustos como el boj, la madreselva o plantas como el Hipérico o Hierba de San Juan, el romero, brecina y lindos helechitos.
Descubrimos recodos del camino verdaderamente únicos, sin comparación con ningún paisaje que hayamos visto antes.
Es momento de inspirarse escuchando estos acordes de música celestial:
Final de ruta
Inmediatamente después de subir el último tramo de cuesta hasta la carretera, aparece ante nosotros una culebra negra. Como de un metro y medio de longitud, nos sorprende por su escurridiza agilidad. Después de esto, desaparece rápidamente entre la maleza. De hecho, podría tratarse de una culebra de Esculapio, aunque la coloración dorsal del adulto es marrón o en ocasiones grisácea. Es una especie trepadora, que discurre entre árboles o arbustos.
Frecuentemente la encontramos asoleándose en caminos y carreteras, en especial en primavera, y en el periodo estival utiliza ambientes umbríos como regatas y bosques de galería. Debe su nombre al dios romano de la curación y la medicina. Por esta razón se le representa con un bastón donde se enrosca una serpiente, que hoy es el símbolo de la ciencia médica.
Con todo esto, apetece escuchar unos acordes musicales que dan fe de la paz interior con que se puede terminar el camino por los embrujados valles del pirineo:
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Jhon
Posted at 17:19h, 01 septiembreInteresante reportaje con una buena cantidad de fotos. La verdad es que la zona del Parque Nacional de Ordesa es una zona muy chula. Yo estuve hace un par de años concretamente en Oto y es una zona que volveré a repetir.
Un saludo
marcosplanet
Posted at 09:43h, 09 septiembreMuchas gracias por tomarte tiempo para leer y comentar.
Saludos cordiales.
Francisco Fontano Aedo
Posted at 20:24h, 17 mayoIncreíble reportaje e increíbles fotos de un lugar maravilloso.
Anónimo
Posted at 15:31h, 12 noviembreSe puede hacer este viaje mayo o junio?
Fco.Javier Cifuentes Palenzuela
Posted at 10:08h, 10 noviembreImpresionante!!! me encanta la ruta y los paisajes que recomiendas. Sigue así!!!!