05 Jun Ciento tres elegidos
Ciento tres elegidos
El estudio al que se había apuntado Belofonte Puertas suponía estar en la avanzadilla de las pruebas experimentales bioquímicas para tratar un carcinoma de esófago de fase IV, inoperable. Sus compañeros pacientes de experimentación clínica se contaban por poco más de un centenar en el mundo. Todos ellos habían sido informados por escrito para que dieran su consentimiento al programa de investigación hospitalaria.
Una serie de pruebas analíticas habían determinado que Belofonte era apto para someterse a la Etapa A, decisiva a la hora de la selección individual. Quienes fuesen superando las etapas posteriores serían candidatos a una recuperación más que digna de su mal.
En su país, tan sólo cuatro candidatos habían pasado la Etapa A, incluido él mismo. Ninguno de ellos se conocía, es más, ya se encargaba bien el Departamento de Salud de ocultar cualquier dato identificativo del plan al que estaba siendo sometido cada uno.
El gobierno había aprobado varios planes de acción sobre salud pública que implicaban a algunos hospitales como centros de investigación, viéndose involucrados en procesos que se llevaban a cabo en el más absoluto secreto. De hecho, a Belofonte le llevó varios meses conseguir identificar y reunirse con los otros tres aprobados para los tratamientos. Su intención era intercambiar impresiones sobre las experiencias de cada uno en las distintas fases. Ahora los cuatro se encontraban en la Etapa D del procedimiento clínico, unidos por el mismo escepticismo sobre ciertas lagunas informativas que no les convencían.
–Pues a mí me preguntan cada semana cómo he pasado la semana anterior y lo apuntan todo a mano por cierto, pero nunca me explican hacia dónde quieren conducir esta especie de ensayo.
–Es un ensayo en toda regla, no te quepa duda, Belofonte. Los cuatro hemos sido elegidos para… para curarnos ¿no os dais cuenta? –inquirió Anselmo.
–¿Pero no te parece que detrás de esto puede haber otras intenciones? –preguntó Galio con su voz aguardentosa–. A día de hoy no he conseguido que me cuenten todos los efectos secundarios que puede acarrear ese veneno que nos meten en vena ¿A dónde nos quieren llevar?
–¿Quién sugiere una conspiración? –bromea Sigurio acariciándose su abundante barba negra–. A ver, compañeros, los conspiranoicos que levanten la mano.
–Os lo digo en serio –continuó Galio con sus sospechas–. ¿No os habéis planteado que podemos estar sometidos a pruebas paralelas? Nos hacen ver que es para paliar el cáncer y al tiempo somos cobayas para otro experimento. ¿Qué? ¿Os parece fuera de lugar?
–Fuera bromas, yo apoyo a Galio en su teoría –añadió Belofonte–. No sabemos gran cosa de lo que se traen entre manos estas entidades que reciben ayudas del gobierno para qué sé yo qué proyectos.
–Pues por eso mismo –atajó Anselmo–, como no sabemos mucho de esto porque son ensayos experimentales, lo mejor es esperar a que nos vayamos curando, que es de lo que se trata.
La doctora Evoria Evans hizo acto de presencia en el laboratorio del Hospital del Norte asignado al proyecto GAN 103. En el mismo edificio había instalaciones destinadas al tratamiento por quimioterapia de los pacientes allí adscritos. El sistema de salud pública programaba los tratamientos para cada paciente según el carácter de su proceso tumoral. El procedimiento procuraba evitar que coincidieran dentro de un mismo espacio los pacientes del proyecto GAN 103, el último desarrollo científico que el gobierno había puesto en marcha, al menos oficialmente, para encabezar la iniciativa mundial de la terapia génica contra el cáncer.
La razón por la que intercalaban a los pacientes GAN con los de otros ensayos era mantener diluido el secreto de un ensayo minoritario donde no les interesaba el contacto entre los cuatro elegidos. Cuanto menor fuera la interacción, mejor para una evaluación rigurosa de los efectos secundarios.
La sala principal del laboratorio GAN 103, parecía una curiosa mezcla del escenario más avanzado en detección espectroscópica y radioquímica mezclado con un criadero de cobayas y animalitos de similar especie. En dichas instalaciones intercambiaban impresiones dos personas vinculadas íntimamente con el proyecto.
–La tolerancia de cada uno de los cuatro sujetos debe medirse individualmente, de forma totalmente aislada, evitando que confraternicen y saquen sus propias conclusiones –decía Laureano Tribildos, jefe de producción de Ascat Pharmaceuticals, propietaria del laboratorio. Ascat era una empresa privada que ofrecía servicios de investigación a países en vanguardia biotecnológica–. De momento está yendo muy bien con los resultados. Estos cuatro candidatos son el destilado de un total de cincuenta convocados en España. Nadie más aquí ha conseguido superar la Etapa A.
–Así que debemos poner toda la carne en el asador con estos cuatro –comentó la doctora Evoria–, arriesgándonos a perder alguno más por el camino.
–Podemos admitir una pérdida entre esos cuatro –continuó Tribildos–, pero ten en cuenta que están ya en Etapa K, la última y definitiva. Yo creo que los cuatro saldrán adelante.
Una voz profunda que parecía emerger de una criatura del inframundo, resonó entre los altavoces distribuidos por toda la sala. Las muestras de partículas que contenían algunas placas vítreas vibraban junto a los espectrómetros de masas.
–¿Alguno de vosotros ha pensado qué nos dirá el Director de Salud Pública si nos quedamos sin candidatos? Os recuerdo que la subvención millonaria procedente de la Unión Europea para GAN 103 se extinguirá de inmediato si fracasamos.
–No podemos hablar tan a la ligera de fracasos, presidente. Para llegar hasta la Etapa K hemos superado multitud de obstáculos…
–Ellos han superado los obstáculos, doctora –cortó tajante el presidente Lucius Pi–. Pero ellos son tan solo seres humanos, no son máquinas que se puedan reparar fácilmente. Como máximo responsable de Ascat Pharmaceuticals debo exigir total acierto en todos vuestros pasos a partir de ahora ¿entendido?
La ya de por sí intimidante voz del presidente iba acompañada de una velada amenaza. Eso era algo que mantendría en alerta a todo el equipo.
–Estamos siempre prevenidos y actuamos con responsabilidad, presidente. Hasta ahora no…
–¡Hasta ahora no ha habido tropiezos porque habéis tenido suerte! –bramó Lucius a través del sistema de sonido ambiental–. Pero oíd una cosa, nos quedan los pacientes justos para que nos aprueben en Europa el proyecto y la ayuda económica. No admitiré fallos.
En Bruselas, junto al parque de Woluwe, muy cerca de la confluencia entre la Avenida des Fréres Legrain y la Av. De L´Oiseau Bleu, la oficina europea para asuntos aeroespaciales alojaba en una de las dependencias del edificio de su propiedad a lo más selecto del personal a cargo de los proyectos de investigación exoterrestre. Siete personas de rango indefinido en la organización movían los hilos en todo el mundo y cuatro de ellos estaban allí.
–Estos de la Agencia Aeroespacial norteamericana no son muy receptivos –afirmaba Andreas Lobeito, un portugués de adopción nacido en Grecia que a los nueve años ya manejaba ecuaciones diferenciales y asombraba a sus mayores con una destreza innata en matemáticas y física–. No llevo trabajando en este proyecto cinco años para tener que soportar ahora las reticencias de un grupo de descerebrados que…
–No te aceleres, Andry –indicó Carlos Rodero, el único enlace entre científicos y políticos que había en la sala–. Los norteamericanos son reacios a emplear mucho dinero en proyectos que requieran la participación de países extranjeros. Creen que si no lo hacen todo ellos no va a prosperar la cosa. Estarán equivocados, pero son quienes más aportan financieramente y cuentan con un gran elenco de científicos. Aquí tenemos un buen ejemplo.
Uno de los presentes, una mujer pelirroja de ojos verdes como esmeraldas hizo una ligera inclinación de cabeza.
–Gracias por acordarte de mí, amigo Carlos. Espero estar a la altura del gran Andreas, aunque tenga que ponerme zancos –bromeó la mujer. La elevada estatura era un rasgo muy destacable en el griego.
–Querida Diana, con la colaboración de tu gobierno vamos a lograr dar forma con éxito a GAN 103 –continuó Carlos–, de modo que los esfuerzos puestos en ello desde el año 2019 no caerán en vano. En este momento lo más crucial es reclutar los candidatos óptimos que estamos sometiendo a ensayos clínicos en cada país y que no sean un número inferior al centenar que necesitamos. Si alcanzamos el objetivo propuesto por la Agencia estadounidense estaremos en condiciones de programar más pruebas.
Una voz femenina de buen timbre y un tono elevado que no podía pasar desapercibido se dejó oír en aquel instante.
–Hay algo que me tiene intrigada desde hace tiempo y aprovecho esta reunión para sacarlo a relucir. ¿Es posible que ninguno de los aquí presentes haya dudado nunca acerca de las intenciones del proyecto?
Un silencio que duró varios segundos se adueñó de la sala.
–Doctora Berta, confieso que me ha sorprendido su comentario –intervino Carlos rompiendo la perplejidad de algunos de los presentes–. ¿A qué se refiere exactamente?
–Para mí está claro que seguimos instrucciones a ciegas, al menos en mi caso, sin saber nada acerca de por qué sometemos a pruebas a pacientes de procesos tumorales. ¿Vamos a obtener algún gen replicante que inyectado en el organismo de los astronautas les ayude a aguantar mejor fuera de nuestra atmósfera?
–Ya hemos hablado de esto en más ocasiones doctora y ya sabe que yo no guardo la respuesta. Ni tiene por qué importarnos mucho en realidad. Los gobiernos implicados…
–Los gobiernos implicados están acostumbrados a dar solo explicaciones superficiales, –añadió Berta– lo que estiman como mínimo necesario para que los que intervenimos no hagamos demasiadas preguntas. Creo que muchos necesitamos que alguno de los que manejáis el cotarro nos aclaréis qué narices hay detrás de GAN 103.
En ese momento tomó la palabra un señor de larga barba entrecana y pelo liso lleno de brillantina. Su porte ahora que se había puesto en pie era de alguien muy elegante, con aspecto de pertenecer a algún grupo de decisión importante. Gastón Sunier se ajustó el nudo de su corbata de Armani e intervino con voz trémula, lo que contrastaba con su aspecto.
–Yo mismo estuve involucrado en este proyecto desde el primer momento, porque la idea surgió del equipo de la Agencia Aeroespacial, recién aprobado un presupuesto del gobierno de 1000 millones de dólares. Con ese dinero dimos luz verde a la misión espacial más ambiciosa de la historia.
Gastón detuvo su discurso para tomar un trago de agua Perrier directamente de la botella. Todos esperaban la continuación.
–Es una misión –añadió– que nos llevará a los confines de nuestro sistema solar. Lanzaremos una nave de última generación destinada a Ganímedes, el satélite natural más grande de Júpiter.
Y hasta aquí llega la historia, de momento. A continuación el episodio 2.
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Te deseo salud y suerte en la vida.
Nota: todas las imágenes de este post incluida la portada las he desarrollado en la página bing.com/images/create/ a no ser que se indique otro origen en el pie de foto.
Dakota
Posted at 01:21h, 09 junioMuy buena historia y una gran verdad, las explicaciones para los gobiernos están de más. A ver como continúa.
Un abrazo.
marcosplanet
Posted at 13:11h, 09 junioMuchas gracias por tu tiempo y tu opinión, Dakota.
Un fuerte abrazo.
Rosa Fernanda
Posted at 08:12h, 06 junioInquietante y sorprendente historia, Marcos.
Efectivamente, los gobiernos , a la hora de dar explicaciones,» hacen de su capa un sayo»…
Lo peor, es que ellos no profundizan y nosotros tampoco…Estaré expectante esperando la próxima entrega.
marcosplanet
Posted at 10:13h, 06 junioAsí es, Rosita. Los gobiernos disfrutan chapoteando en sus charcas de intrigas y proyectos que resultarían inquietantes para la mayoría de los mortales.
Me alegra mucho que te haya gustado.
Nuria de Espinosa
Posted at 02:39h, 06 junioLos gobiernos implicados están acostumbrados a dar solo explicaciones superficiales…. Una verdad cómo un templo.
A ver cómo termina la misión. Un placer leerte como siempre. Un abrazo
marcosplanet
Posted at 10:15h, 06 junioEstoy dándole forma ya a la segunda parte. Muchas gracias por aportar tu comentario.
Abrazos.