17 Sep Clones en el Centro Nacional de inteligencia. Sangre entre los escaños cap. 20
Bienvenido al capítulo 20 de esta saga que corresponde a la novela «Sangre entre los escaños» que estamos escribiendo mi amigo Arenas y yo. Espero que sea de tu agrado y que dejes tu comentario al final del capítulo. No cuesta nada expresar tu parecer sobre esta obra y para nosotros es fundamental conocer tu opinión.
Ver capítulo anterior.
En esta ocasión, el autor del capítulo es:
(Marcos):
El restaurante Bora-Bora acogía entre sus regias paredes a comensales de diverso origen, aunque todos de elevada posición social. Por sus reservados se dejaban caer en ocasiones políticos como Fansi Gómez, Eurípides Pascal o en otra época el propio Abdón Monegal. Este andaba ahora demasiado ocupado ocultándose tras el suicidio de su clon en la sala de la Audiencia Nacional donde se le juzgaba Ipso Iure por el envenenamiento de quien se suponía era el presidente de la nación, Prometeo Nadal. Este había hollado en alguna ocasión el Bora-Bora, pero la visita quedaba reducida a un rápido entrar y salir después de haber degustado algunos platos del magnífico Arcediano Beltrán, chef internacional con cinco estrellas Michelin y muy amigo de Mateo, el periodista del Heraldo del Tiempo.
Mateo y Ploteo conversaban una vez hubieron solicitado algunos platos de la sofisticada carta de manjares de alta cocina.
–Bueno, amigo Ploteo, ahora me dirás por qué nuestra amiga la inspectora nos pide que hagamos de sabuesos policiales en lugar de emplear ella sus propios recursos. A mí de momento ya me ha partido en dos la cita que tenía prevista con mi querida Rosaura, precisamente aquí.
–¡Vaya, Mateo!, no tenía idea de…
–No tenías por qué saberlo, amigo. Venga, dame detalles de la misión.
–La inspectora Guillermina Conrado es amante de nuestro apreciado José María Índigo, como bien sabes. Pues resulta que Josemi ha contraído deudas de muy alta cuantía con una red de prestamistas, al parecer de origen geruso. Estos extorsionan a personajes de la farándula y la política empeñados hasta las cejas y para quienes se hace insostenible mantener su estupendo tren de vida. –Ploteo interrumpió su exposición para degustar un bocado de codorniz a los tres jugos bajo cristal de azúcar de caña, una de las estrellas del Bora-Bora–. Josemi sufrió como bien sabemos el incendio de su mansión de la sierra madrileña, con el aviso posterior de los extorsionadores de que las deudas se pagan.
–Así que tenemos aquí una conexión gerusa –reflexiona Mateo–. ¿Recuerdas que te hablé acerca del diputado por los celestes Patroclo Peña? Suele estar bien informado acerca de algunos desmanes y asuntos turbios de los ilustres señores y señoras de la Cámara.
–Fue Patroclo de hecho quien te reveló un asunto inconfesable sobre el ministro portavoz Fansi Gómez, gracias a lo cual podemos pedir a Fansi algunos favores…
–Así es, amigo Ploteo. Podemos pedir a Patroclo Peña que el portavoz nos revele información sobre los gerusos extorsionadores. Seguro que lo puede lograr a través del CNIA.
–Bueno, recuerda que también pretendemos utilizarle para que nos aclare la razón de ser del decreto ley sobre clonación humana que acaban de llevar al Congreso. No carguemos excesivamente las tintas sobre él.
–Más a mi favor, querido Ploteo. Es probable que, si el gobierno tiene pensado algo especial respecto a la clonación, el CNIA ande implicado de un modo u otro. Las universidades y centros de investigación no pueden emprender acciones por sí solos. Han de seguir las directrices de los órganos de gobierno establecidos para ello. El Centro Nacional de Inteligencia Artificial puede ser un intermediario seguro para el poder y sus ideas sobre clonación.
–Pues Fansi ha de conseguir dos cosas, no creo que eso sea mucho pedir para ese botarate.
En ese momento hace acto de presencia el laureado con cinco estrellas Michelin Arcediano Beltrán, portando una bandeja ovalada de brillante plata en cuyo interior reposaba un bogavante debidamente troceado, acompañado de crujiente de melocotón y cebollinos con camisa de bechamel, todo ello amurallado mediante una cohorte de endivias de Segovia encurtidas en agridulce de melón.
–Con mis mejores deseos, amigos…
El detalle contó con la comedida ovación del selecto salón-comedor, donde se dejaron oír aplausos ejecutados con la punta de los dedos.
Los dos periodistas del Heraldo del Tiempo asintieron con breves gestos de cabeza a tan inesperada celebración. Ploteo no pudo evitar un rezo de protesta entre dientes.
–Me repatean estas memeces de la sociedad de alto copete. Que nos dejen devorar en paz…
–Verás cómo en cinco segundos termina este minishow. Mira, cada uno ya va yendo a lo suyo.
–Y dime –continuó Mateo– ¿sabes algo de Josemi Índigo?
–Aparte de que vive como un sultán en su suite del hotel Ambassador, parece que espera reconstruir algún día su adorada mansión serrana. La inspectora Conrado me ha insistido que debemos apañárnoslas como sea, que nos tiene confianza plena y todo eso. Por cierto, hay algo más que debo contarte. Mi querida Olivia recibió una llamada de nuestro común amiguete Josemi cuando se produjo el incendio en su casa-palacio. Le vino a decir que necesitaba “amigos cerca de él” y que nos echaba de menos, por lo que Olivia se dirigió a la mansión. Al menos eso es lo que me refirió ella. Lo cierto es que desde que sospecho que me es infiel tengo activados sentidos “arácnidos” que antes desconocía. No sé por qué tardó en mencionarme ese particular, pero viene al caso porque estaba mosqueada con relación a un tiparraco que se mezcló con ella y con Josemi mientras contemplaban las ardientes llamas. El tipo dijo estar contratado por la compañía de seguros para evaluar daños, pero ni a ella ni a Índigo les dio buena espina.
–¿Y qué conclusión sacas? –inquirió Mateo.
–Pues que el individuo era miembro de los extorsionadores. Entregó una tarjeta a Josemi con los datos de contacto de la Compañía de seguros. Josemi llamó al día siguiente y saltaba un contestador con un mensaje grabado con un acento geruso característico.
–Esos tíos seguirán amenazando a Josemi hasta que les devuelva lo que les debe. ¿De cuánta pasta hablamos, Ploteo?
–Más de dos millones, Mateo. La inspectora Conrado me ha revelado también que Índigo ha dejado una estela de deudas de juego como la Vía Láctea. Vamos que si no fueran amantes y amigos de verdad le habría metido en chirona hace ya mucho.
–Bueno, esperemos que Fansi Gómez esté en condiciones de investigar con rigor los dos asuntos, tanto lo de la banda gerusa como lo del interés del gobierno en investigación de clones humanos.
Por el rabillo del ojo, Mateo observó un movimiento inusual en el exótico vestíbulo de entrada al Bora-Bora. Un grupo de inconfundibles guardaespaldas con pinganillo auditivo incorporado acompañaban a una figura de mediana estatura y con el pelo terminado en un flequillo ya en decadencia. Sus ojos claros destacaban en un rostro inconfundible.
–¡Es el presidente de los celestes! –aseguró Mateo.
–¿Que Menelao Sotogrande está aquí? –dijo Ploteo con sorpresa–. Vaya, se ha dignado en respirar el mismo aire que nosotros. ¿Qué se traerá entre manos?
–Pues lo mismo que podemos traernos nosotros, amigo. Cualquier asunto, más turbio que cristalino, lo más seguro.
En el Centro Nacional de Inteligencia Artificial habían preparado intensivamente a los dos sustitutos de Andrés Poveda y Primitivo Pérez, liquidados por la mano asesina de Abdón Monegal tras haber sido artífices del clon de este último. Que el clon se suicidara inducido por los dispositivos marcadores de ondas cerebrales espurias instalados en su cerebro por Poveda y Pérez bajo amenazas de Abdón, formaba parte del plan de este último para mantenerse a salvo de una realidad cada vez más compleja. Abdón Monegal necesitaba de forma perentoria permanecer “muerto” de cara a la sociedad que iba a juzgarlo por ser sospechoso principal en el asesinato de quien solo unos pocos sabían que era el clon del presidente.
De las dos mujeres que se dedicaban al proyecto “Primer Clon” en lugar de Pérez y Poveda, la más joven mostraba una entrega total a la labor de investigación que ambas desarrollaban, como si siempre tuviera que demostrar tener razón. Sonora Travis era californiana nacionalizada española, cosa que decidió tras varios años de convivencia con un investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en un intercambio entre la universidad de Columbia y la Autónoma de Madrid.
Cada vez que Sonora defendía un argumento, su compañera Alejandra Torcaz la miraba con condescendencia, como si su superior edad le diese licencia sempiterna para imponer su criterio. Reconocía en Sonora a una eficaz colaboradora llena de iniciativa, pero entre ellas no había la misma conexión que entre Pérez y Poveda.
–Ya estamos en la última fase –intentaba informar Sonora–. Los nuevos códigos genéticos para programar clones-base estarán disponibles cuando lo ordene el gobierno. Los insertaremos en los cuerpos flotantes y esos somas estarán listos para desenvolverse por sí solos.
–Te falta algo en tu exposición, querida –expresó Alejandra con un gesto exagerado de agotamiento–. Los somas no adquieren personalidad propia si no reciben el injerto biogénico, ese trozo de tejido cerebral vital para configurar a quién se quiere clonar exactamente. Esos injertos los proporciona el interesado en tener un clon.
–Quería dejarte a ti el remate del argumento, Alejandra… para eso eres la mayor.
El retintín con el que dijo esto Sonora no hizo efecto en su experimentada compañera.
En ese instante hizo acto de presencia Claudio Morgandas, director de la “Sección B”, como era designada la sección biónica. Su voluminosa figura abotargada imponía su presencia en toda la estancia, donde varias cápsulas de vida encerraban en su interior los respectivos clones-base que pronto recibirían la impronta del original al que debían copiar.
–He preferido venir hasta aquí para anunciaros que en breve recibiréis un injerto biogénico para dar vida a un personaje bien conocido. Vuestro voto de silencio es inviolable a no ser que deseéis una pena de prisión permanente no revisable, como bien sabéis según nuestro contrato.
Las dos científicas hicieron un mohín de rechazo.
–Seremos tumbas, como Pérez y Poveda –ironizó Alejandra. El brillo en los oscuros ojillos de Claudio le hizo dar un respingo.
–No te extralimites, Torcaz. No debes frivolizar con eso.
Limpiándose sus gafas de enfoque progresivo, Claudio Morgandas expuso el calendario de actuaciones para preparar al nuevo clon, así como una retahíla de actuaciones rutinarias a modo de repaso.
La alarma principal de la Sección B empezó a desgañitarse por los dos altavoces instalados en la sala, cogiendo desprevenidos a los presentes.
–¿Qué leches está pasando? –se preguntaba Claudio con desazón.
–¿Serán los de mantenimiento que están de pruebas? –dudó Sonora, nerviosa.
–No, no, fijaos en… eso que pasa dentro de las cápsulas, las burbujas…
–Se habrá desconectado algún conducto respiratorio de los clones –dedujo Claudio. Con su obesidad manifiesta en sus andares pretendidamente rápidos, intentó manipular los controles de la consola principal–. Las diez cabinas permanecen estables… parece como si, pero ¿qué está pasando?
Las dos mujeres miraban estupefactas el movimiento acompasado que estaba teniendo lugar en el interior de las cabinas. Como si una compañía de ballet se tratara, cada clon en su ubicación desplegaba los brazos y las piernas en una especie de movimiento ceremonioso que parecía obedecer a una serie coordinada de acciones en grupo. Uno de los somas abrió los ojos repentinamente, revelando un globo ocular negro como el carbón de antracita. Los otros le siguieron en el acto y todos comenzaron a desconectarse de los tubos y conductos que les habían mantenido confinados.
–Aún no tienen siquiera los códigos de activación genética, ¡esto no puede estar sucediendo! –Los gritos de Claudio Morgandas parecían traspasar las paredes del laboratorio.
Alejandra se acercó a la consola principal y con más templanza que sus compañeros logró configurar varios parámetros esenciales para guardar el hermetismo de las cápsulas.
–Con esto los mantendremos en el interior de los habitáculos y totalmente inmóviles… ayudadme con las otras cápsulas.
Del mismo modo en que los clones habían iniciado su danza colectiva, dejaron de hacerlo casi de inmediato. La actuación de Alejandra había sido decisiva. Uno a uno, los receptáculos de los somas restablecieron el equilibrio, aunque habría que recomponer las conexiones que los clones habían sacado de su lugar de origen. Uno de los cuerpos, quizá el que lo inició todo, parecía observar con fijación a Alejandra antes de cerrar definitivamente los ojos.
–Vamos, aún no hemos terminado. Esos seres dependen de la reconexión tubular para seguir vivos.
–O no –remató Sonora Travis en tono lúgubre.
Una a una, las cápsulas fueron restituidas a su situación inicial. A cada movimiento que Alejandra, Sonora y Claudio llevaban a cabo en el interior de las mismas a través de los brazos mecánicos, les asaltaba la sensación de que en cualquier momento los somas podrían volver a despertar y provocar una catástrofe.
–Esto hay que reportarlo al resto del equipo –apremió Alejandra–, sobre todo para saber qué demonios ha pasado dentro de estas urnas de clonación. Fue Clodoaldo quien las diseñó. ¡Llamémosle ahora mismo!
Tras la incursión en el edificio del parlamento geruso del agente del CNIA Hipólito Espejero y del clon de Arbidas Sarkov, la colaboradora del CNIA Lara Bresistova les condujo al aeropuerto geruso de Ostinoff para que tomaran el vuelo de la compañía Aeroflot que salía poco más tarde con destino Madrid. Todavía en el interior del vehículo, el clon de Sarkov se disfrazó debidamente para que nadie lo reconociera como el alto cargo a quien habían clonado.
Tras unos minutos de infarto a bordo del BMW de Lara, los nervios iniciales por la necesidad de escapar del Membrin se fueron calmando al verse los dos agentes en el interior de la cabina del pasaje, volando a 10.000 metros de altitud. Lara les había entregado un mini pendrive a modo de pin de solapa donde figuraban las ubicaciones de ella en los próximos meses junto a varios números de móvil de contacto según el mes. Una medida precautoria por si debían volver a intervenir en territorio geruso.
–Me gustaría poder ver la cara de esos gerifaltes del Membrin cuando descubran el cadáver de Robin Vladivostok. El caos nacional y mediático está servido –comentó Hipólito mientras abría un refresco de cola servido por una gentil azafata que más parecía una valkiria del Ballet Bolshói.
–Ten en cuenta querido Hipólito la actitud recurrente del gobierno geruso para ocultar mediante dobles la identidad del verdadero Robin. En este caso me he esmerado en averiguar si era el auténtico el que nos aguardaba en su despacho.
–¿Y estás completamente seguro, amigo clon?
–En esta vida hay tan solo una cosa que es segura, ya lo sabes. Pero por el injerto biónico de Sarkov que llevo encima te puedo decir que hay alta probabilidad de que la persona asesinada en su despacho esta mañana sea el auténtico Robin.
–Eh, un momento, eso lo puedo rebatir, pero no es momento ni lugar para hacerlo. Espera a que hablemos con el jefe cuando estemos en Madrid.
La misma azafata despampanante les sirve unos capuchinos bien calientes con la mejor de sus sonrisas. La sonrisa que brilla en su cara le sirve de señal a Hipólito de que algo interesante podría germinar en ese encuentro.
Hipólito piensa que es una pena no poder relajarse como quisiera, pero la cruenta misión que le ha tocado cumplir le está pasando factura y necesita calmarse. Piensa en qué tendrá que decir el presidente Prometeo Nadal ante el resultado positivo sobre la eliminación de Robin Vladivostok. Sería muy acertado que Nadal tuviera la paciencia de esperar, por una vez en su totalitaria vida, hasta que las aguas turbulentas se asienten en Gerusia. No había querido pensar mucho en ello hasta ahora, pero es probable que una guerra de espías esté a punto de desatarse o algo peor si se piensa en términos de conflictos internacionales. Hipólito cree que lo más seguro es que Gerusia emprenda una campaña de caza de brujas en la que no quedará títere con cabeza. Sabe que de su incursión en el edificio del Membrin junto al clon de Arbidas Sarkov no ha quedado registrado nada en ninguna cámara o al menos se aferra a eso con todo fervor. Si su rostro hubiera quedado grabado en alguna parte sería buscado sin tregua.
Pero para eso estaba bien urdido el plan de escape y la protección que el gobierno español le brindaba. Casas instaladas en ubicaciones que irían cambiando con el tiempo, unos cuantos millones divididos en cuentas opacas y una conexión segura con el CNIA a través del sistema AX8-SAT, que se encarga de bloquear al satélite Teseus de espionaje para telecomunicaciones.
Un aviso emitido por los altavoces de la cabina de pasajeros interrumpió los pensamientos de Hipólito.
“<Les anunciamos que a continuación tendrá lugar una comprobación rutinaria de su documentación de viaje. Rogamos tengan dispuesta la misma para su revisión por parte de esta tripulación.
Hipólito se removía un tanto nervioso en su asiento.
–No pasa nada, compañero –dijo el clon de Sarkov–. Esto era de esperar. Les habrán comunicado lo que ha pasado con su presidente y estarán como locos por identificar a algún sospechoso.
–Vale, ya lo pillo, pero deja que respire hondo.
–Sé lo más natural que puedas. Además, ya eres veterano…
Dos oficiales de vuelo empezaron a recorrer el pasillo de la aeronave con total parsimonia. Se plantaban ante la fila de pasajeros correspondiente y leían con detenimiento uno a uno los papeles identificativos. Tras diez minutos de tensa espera les tocó el turno. El clon iba disfrazado con un rapado al cero de su cabello y una poblada barba canosa que le daba un aire de profesor distraído. Unas lentillas para cambiar el azul acero de los ojos originales por un castaño oscuro y los toques de maquillaje aplicados dentro del BMW por Lara Bresistova, deformaban muy oportunamente varios rasgos faciales propios de Sarkov.
–Su documentación si son tan amables, caballeros –solicitó con voz firme el oficial. No tendría mucho más de veinticinco años, pero la expresión de su cara era de una frialdad que aceleraba el pulso. A Hipólito se le calló el pasaporte sobre el regazo. El oficial lo recogió antes de que el agente del CNIA pudiese hacerlo por su propia mano.
Los treinta segundos que tardó el joven oficial en revisar el documento aumentaron la inquietud de Hipólito haciéndole sudar ligeramente, apenas unas perlas líquidas por la barbilla.
Una mirada de inspección a Hipólito de arriba abajo fue el final de la tensa espera. El joven devolvió al agente del CNIA su documentación al tiempo que recogía la de su compañero el clon.
El procedimiento se repitió segundo a segundo con el clon de Arbidas Sarkov, quien se limitaba a exhibir una media sonrisa que debió sacarla del injerto biónico del auténtico Arbidas instalado en su cerebro. Por un instante, el joven oficial hizo una curiosa mueca con la boca entrecerrando los ojos. Arbidas era un personaje público que salía en televisión, pero no se trataba de ninguna estrella mediática. Así y todo, los dos compañeros del CNIA no respiraron tranquilos hasta que el oficial les hubo dejado en paz.
–Creo que ya podemos hablar, amigo clon. Hay varias filas de distancia entre nosotros y esos odiosos oficiales.
–Ay, Hipólito, créeme si te digo que me he divertido viendo tu angustia ¡Casi podía olerla!
–Vosotros los gerusos sois témpanos de hielo, bueno, en tu caso no sé lo que realmente eres.
Una sombra temblorosa describía movimientos furtivos bajo la escasa iluminación proporcionada por los débiles focos de un largo pasillo. El acceso a los sótanos de la Comisaría Central del Distrito 1 de cuyo mando era responsable Guillermina Conrado, no ofrecía ninguna dificultad para un avezado esbirro del CNIA como Siberio Puga. Su habilidad no conocía límites. No solo se deslizaba sigilosamente por recovecos impensables sino que poseía una extraña cualidad para oler el peligro. Siberio formaba parte de un abigarrado grupo de sicarios que cumplían todo tipo de mandatos presidenciales para ejecutar acciones directas. Ya fuese tanto dar una paliza a alguien como acabar con su existencia o bien recoger el cadáver de un clon como el de Abdón Monegal, que yacía en la morgue de la Comisaria Central del Distrito 1.
Se hacía muy necesario recuperar los restos del clon del temible Abdón tras su suicidio al atravesar un ventanal del edificio de la Audiencia Nacional. La resucitación del cuerpo y la mente de semejante criminal suponía un imperativo para los planes de Claudio Morgandas. Su puesto como director operativo de la Sección B del CNIA, la encargada de las copias clónicas “por órdenes de arriba”, le había permitido el acceso ilimitado a todo registro informático que se guardara en la sala de somas.
Los cuerpos destinados a hospedar injertos de códigos genéticos pertenecientes a determinados personajes poderosos, eran vigilados por varios programas de control que grababan cada segundo de manipulación de las cabinas donde crecían. De este modo, Claudio pudo saber que un mes antes del suicidio del clon del conocido político Abdón Monegal, los operarios de la sección B Primitivo Pérez y Andrés Poveda habían estado desarrollando un nuevo programa de clonación que nunca había trascendido las paredes del laboratorio.
Así pues, Claudio envió al siervo de más confianza para recoger el cuerpo que le esperaba en la morgue. Siberio Puga no había sufrido menos que el propio Abdón en su infancia. Abandonado por sus padres drogodependientes en un piso de Carabanchel cuando era un bebé, la Policía Nacional lo encontró semidesnutrido cuando irrumpió en aquel lugar de desdicha alertada por los vecinos. El llanto del pobre Siberio se dejó oír y mucho.
A su primera estancia en una casa de acogida hasta los cinco años donde no le trataron especialmente bien, le siguió su paso por un reformatorio y dos orfanatos. En ninguno de aquellos lugares encontró Siberio señales de cariño por parte de los adultos. En una ocasión golpeó a su padre adoptivo hasta causarle un traumatismo craneoencefálico que lo mantuvo en el hospital durante un par de meses. El hecho se produjo debido a los primeros intentos de abuso sobre su persona, que se repitieron en todos los lugares donde le hospedaba el Programa Nacional de Acogimiento y Reinserción.
Dentro de ese programa del gobierno estaba apuntado el orfanato “Almas de Dios”, donde Abdón Monegal había pasado parte de su infancia y adolescencia dejando tras de sí un rastro multitudinario de cadáveres asesinados por eventración de sus vísceras.
El último orfanato donde había recalado Siberio también se hallaba adscrito al programa de Acogimiento, de modo que los que terminaban el ciclo formativo eran enviados al CNIA al igual que los egresados del Almas de Dios, para su futuro desempeño en múltiples funciones.
Su fuerte no eran las disciplinas técnicas sino más bien las artes de la esquiva y el boxeo, aparte de una destreza especial para colarse por conductos y laberintos.
Un último recodo que sortear y Siberio habrá alcanzado su objetivo. Su elasticidad muscular le ha servido para encaramarse por una rampa unida a un tejadillo metálico por el que descendían gotas de humedad.
Imposible evitar deslizarse por esa rampa, ni siquiera para alguien tan ágil como el intruso. Un desgarro en su piel produjo el sangrado inmediato, quedando un rastro de color corinto como marcador de ruta.
Unas escaleras mohosas que parecían extraídas de un escenario novelero de Edgar Allan Poe salieron al paso de Siberio. Al final del último tramo, tres rendijas de luz enmarcaban una siniestra portezuela. Tras rebasarla, Siberio entró en la morgue de la Comisaría Central del Distrito 1, los dominios de la inspectora jefe Guillermina Conrado Luque.
Y hasta aquí hemos llegado por hoy. En el siguiente episodio veréis una auténtica revelación. No os lo perdáis.
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Salud a tod@s!
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Miguelángel Díaz
Posted at 22:11h, 09 octubreNo dejáis de sorprender con la trama que habéis creado, Marcos.
A ver con qué novedades vienen las siguientes entregas.
Un fuerte abrazo 🙂
marcosplanet
Posted at 11:09h, 10 octubreMe alegra mucho que te mantengas fiel a esta saga, Miguel Ángel. Me gustaría tanto que hubiese más gente como tu que pueda leer y comentar cada episodio… En fin, que cada vez que te pasas por mi blog un rayo de luz ilumina cada relato.
Un fuerte abrazo.
Federico Agüera Cañavate
Posted at 17:17h, 26 septiembreSólo faltaría que los clones se rebelaran. Saludos
marcosplanet
Posted at 01:28h, 27 septiembreUmm, es muy probable. Saludos
Nuria de Espinosa
Posted at 22:11h, 20 septiembreHola Marcos, más que la vida moderna es la falta de tiempo, el compromiso de leer y comentar a tus seguidores y comentaristas. No es lo mismo cuando te pones a leer una novela, normalmente al anochecer o atardecer en esos momentos tranquilos en los que no haces otra cosa, pero cuando entras a un blog, lo haces en esos momentos en los que también tienes que entrar a comentar y leer otros tantos y si son muy extensos limitan muchísimo tu tiempo. Un abrazo fuerte amigo mío y tú a tu aire. Los demás haremos lo que podamos. Un abrazo grande y feliz fin de semana
marcosplanet
Posted at 13:14h, 21 septiembreMuchísimas gracias por tu comprensión, Nuria. Aquí seguiré con mis historias, que siempre comentas aportando valor a lo que escribo.
Un fuerte abrazo, amiga.
Dakota
Posted at 07:16h, 18 septiembreHola Marcos, el relato está genial, muy original con los clones.
Un abrazo!
Nuria de Espinosa
Posted at 01:41h, 18 septiembreQué dirá Guillermina. Marcos, el relato fantástico con clones incluido está muy bien confeccionado, aunque te confieso que al ser tan largo me perdí un poco 😉 un abrazo
marcosplanet
Posted at 11:31h, 20 septiembreLo mejor va a ser esperar a que publique la novela completa y así ya no habrá (digo yo) esa necesidad de leer en corto. Todos somos capaces de leer por ejemplo cincuenta páginas de un libro del tirón y sin embargo, cuando llegamos a leer en blogs y redes sociales no aguantamos ni diez o quince páginas. En fin, la vida moderna y tal.
Un abrazo Nuria.