El adiós a mi hermano Vicente

El adiós a mi hermano Vicente

 

Os invito a conectar este video antes y cuando empiece a sonar empezáis a leer.

El tres de septiembre del año pasado, mi hermano vio arrebatada su vida por uno de esos problemas de salud repentinos que resultan fulminantes. El sinsentido que supone, la sinrazón que encuentras en semejante situación y la injusticia de quedar una vida zanjada en un maldito instante me hacen reflexionar cada día desde aquel suceso.

Pero las lamentaciones nunca sirven para aliviar tu corazón o tu alma. Para liberarlos de angustia debes mirar hacia la historia, a los buenos momentos compartidos con alguien tan sumamente especial que ha marcado con un recuerdo indeleble bastantes experiencias buenas de mi vida desde que tenía uso de razón.

¿Para qué recordar los momentos malos? Los ha habido, como en todas las familias. Cada uno es como es y todos los hermanos del mundo intentamos adaptarnos a los otros, con mayor o menor afán y mejor o peor resultado.

Con Vicente era fácil reírse, charlar durante horas ante una buena mesa bien servida en abundancia, disfrutar de las cosas mundanas en general y de temas más filosóficos también.

Ya he dicho en otras ocasiones que él era una enciclopedia abierta a los demás, de donde podías informarte casi sobre cualquier curiosidad o detalle. Ya describí su afición desmedida por la automoción, los ferrocarriles o la aviación, campos en los que resultaba insuperable en el conocimiento de cualquier tipo de contenido.

Pero es que él era también la memoria de la familia.

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De izquierda a derecha: Rosi, Vicente, yo (el de expresión alelada) y Rubén

 

El tamaño de su memoria y de su conocimiento era casi tan grande como el de su corazón. Un corazón que es probable que sufriera en alguna ocasión por desavenencias entre ambos. En cualquier caso, nunca me lo hizo notar.

Yo nunca he manifestado afición por las motos, ni he llegado a conducir una. Pero con Vicente disfruté como un enano gracias a su enorme interés y su entrega con pasión a la mecánica en general y a los coches y motos en particular.

Allá por los años setenta, me subí de paquete con él en una Bultaco Metralla 250. En aquella época, la experiencia de probar un modelo de motocicleta de esas características era poco menos que algo astral, como transportarte a otra dimensión. La aceleración, la fuerza, el frescor y el olor del viento con efluvios de esencia a gasolina, me llenaron de buenas sensaciones que no olvidaré. Recuerdo especialmente el momento en que, en Ciudad Real, pasábamos cerca de la gasolinera situada en la Ronda de Alarcos nº 25 esquina con la calle Antonio Blázquez.

En un momento clave se soltó la palanca de mando del embrague, que salió disparada desde su posición en el centro del manillar. No pasó nada, Vicente dirigió la moto al arcén, paró el motor y localizó la palanca sobre el asfalto en dos minutos.

Esto ilustra la paciencia que mi hermano demostraba en muchos momentos de su vida, a pesar de que esta nunca se lo puso fácil para que pudiera tomarse las cosas con calma.

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Los mismos, unos cuantos añitos más tarde.

 

Una vez un amigo le vendió un coche marca Skoda, el modelo Octavia de finales de los años sesenta. El precio fue módico porque había que reformarle tantas cosas que con una simbólica peseta habría sido bastante. Pues Vicente se encargó de revitalizar el vehículo de arriba abajo, cambiarle ruedas, escape y un montón de piezas para conseguir el triunfo sobre el paso del tiempo en aquella antigualla.

El resultado fue brillante. Nadie más se habría atrevido a restaurar aquel turismo de la edad de piedra que parecía haber sufrido un apocalipsis antes de caer en sus expertas manos. Nos dimos muchas vueltas con ese coche, donde yo disfrutaba a cada minuto de la compañía de una persona tan especial.

Vicente también arreglaba bicicletas. Mi padre nos trajo una vez una de segunda mano, de un tamaño ideal para mis 12 añitos y que prometía grandes sensaciones. Vicente la dejó como nueva cambiándole todo lo necesario para que funcionase a la perfección y la pintó de un color naranja vivo (me parece). El resultado fue que el día del estreno iba yo bajando la cuesta de José Luis de Arrese (la popular “Calle Ancha” de mi antiguo barrio) y lo hacía a toda velocidad, dejando que el viento sacudiera mi melenilla, de la que podía hacer gala en aquel período prehistórico.

El resultado de mi imprudencia preadolescente fue un trastazo con un coche aparcado (un Citroen “Dos Caballos” gris, inolvidable) y una herida en el tobillo que tuvieron que arreglarme en el hospital con unos cuantos puntos. A mi hermana Rosi le tocó acompañarme al hospital para que me curaran, mientras cubría la herida un enorme apósito puesto por mi madre.

Cuando me recuperé me costó volver a conducir aquella máquina a pedales preparada para volar.

Esa era la magia de mi hermano. Sabía cómo hacer lo necesario para intentar que disfrutáramos sus hermanos menores. A Rubén le preparó un kart hecho a base de materiales cogidos de cualquier parte pero que daban al final un aspecto bárbaro al cochecito. La invención llevaba pedales. Mi padre, con su buen criterio habitual, no permitió motorización alguna.

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Con mi madre. Esta vez Rubén era el fotógrafo.

 

Especialmente gratos son en el recuerdo los momentos al raso contemplando el cielo desde el porche de nuestra casita en el campo manchego. Rosi, Rubén, Vicente y yo charlábamos con nuestros padres con vivo interés sobre temas trascendentes. Eran conversaciones sin prisa alguna, animadas por el buen humor, enormes dosis de imaginación y una sabia percepción por parte de mi padre de temas de especial interés para unirlos a la tertulia.

Echo de menos esas parrilladas a la luz de la luna o un anochecer en Navidad preparando la cena, imágenes que atraviesan mi memoria como si hubiera sido ayer.

 

Vicente estaba pendiente de todos. Como cuando se acercaba al pueblo bien temprano a por churros deliciosos que todos esperábamos saborear alrededor de la mesa familiar, la que oficiaba como tal para todas las comidas del día, entrañables, llenas de risas, gracias y buenas viandas. Había una cosa que gustaba especialmente a Vicen, y era llamar a sus sobrinas enviando como mensajero a mi hijo Marcos, el pequeño de la familia, que se despertaba antes para poder dar buena cuenta de los churros. Mi hijo se acercaba a la escalera que llevaba a las habitaciones de arriba y les decía a voz en grito: “¡A desayunar!, ya están aquí los churros y quedan muy pocos”.

Vicen, Vicente o Titin, las tres variantes para referirnos a él, era una persona sencilla, que se conducía por la vida sin presunciones, afectaciones o engreimiento alguno. Claro como el agua cristalina cuando opinaba, defensor incansable de sus principios, firme y decidido en sus actuaciones, guerrero ante la adversidad, combatiente de mil batallas, abanderado de su particular campaña para recuperar el sosiego en una vida que le fue esquiva en concederle treguas y que le enseñó los dientes en demasiadas ocasiones. Se merecía más calma y recompensas para un espíritu tan entregado a defender su bastión y todo lo que le resultaba cercano y querido.

 

Una vez salvó la vida a una persona que agonizaba y tras muchos esfuerzos consiguió la reanimación cardiorrespiratoria. Esa persona no lo olvidará el resto de su vida resucitada. Ojalá Vicente hubiera podido disponer de alguna defensa, algún arma poderosa para librarse de esa acometida letal que sufrió el pasado año, un día como hoy, el tres de septiembre.

Desde aquí abajo te saludamos y evocamos los buenos momentos compartidos contigo, tan sentidos; reunidos en torno a cualquier excusa y con cualquier motivo. No había contratiempo, tormenta ni perturbación que pudiera separarnos de nuestros momentos, todos especiales, con aquel espíritu tan propio de los Sánchez, que acogía en su seno tanto aprecio por todo lo bueno que nos había dado la vida.

Cuando nace un hermano tú no le das al acontecimiento un significado concreto, porque para ti supone una mezcla de sensaciones encontradas. Hay una emoción que no sabes definir, reaccionas con la sospecha de que no te estás enterando del todo de la magnitud del hecho y es el tiempo el que decide por ti, te enseña a asimilarlo, a entenderlo y a amarlo.

Cuando muere un hermano tienes bien claro que te han arrancado algo de lo más profundo de tu interior, sabes que el daño será para siempre pero te opones con todas tus fuerzas a reconocerlo. La resistencia a asumir que es una realidad es gigantesca, y nada parece que apoye tu lucha porque ves cada día un vacío que ronda tu existencia, un hueco en la memoria que se niega a reconocer que él ya no está ahí, que no puedes coger el teléfono y llamarle, aunque sea para que te diga que no puede hablar en ese momento porque está en la caja del supermercado depositando su compra. ¡¡Pero llámame luego, Vicente!! ¡¡Por favor llámame!!

Titin, desde aquí abajo te seguiremos añorando y teniendo muy presente, admirando la profunda huella que tu noble humanidad y tu inmenso corazón nos ha dejado.

 


 

Os deseo a tod@s mucha salud y mucha suerte.

 

23 Comentarios
  • Miguel Ángel Díaz Díaz
    Posted at 20:13h, 24 septiembre Responder

    Un saludo muy emocionado, Marcos.
    Es duro perder a un familiar tan cercano que ha convivido tanto tiempo y en tan buena armonía. Recordar esa relación entrañable me ha hecho emocionarme y recordar las que tengo con mis hermanos (afortunadamente están los tres) y pensar que aunque duela que el tuyo no esté, siempre estará en el corazón y en tu recuerdo.
    Un fuerte abrazo 🙂

    • marcosplanet
      Posted at 14:59h, 25 septiembre Responder

      Te quedo muy agradecido por tus palabras y tu sensibilidad al entender mis emociones. Valoro mucho tu opinión, como bien sabes.
      Otro abrazo fuerte para ti.

  • María Pilar
    Posted at 18:26h, 23 septiembre Responder

    Emotivas palabras las que dedicas a tu hermano, Marcos. Esas historias que nos cuentas, podrían haber quedado en eso, simples anécdotas para contar ya mayores, todos reunidos, junto a la chimenea, una noche de invierno. Con su ausencia, los elementos cobran otro valor, se quedan fijos detenidos en el tiempo y nos traen su risa, su voz, la vitalidad que trasmitía junto con esa capacidad resolutiva y creativa en todo momento. Así lo recordaremos siempre. Y al recordarlo comprendemos que, aunque se fue pronto, vivió una vida plena, aunque a nosotros nos quede la pena de no tenerlo.
    La música de Queens me ha llegado al alma. Full of lífe. Yo también perdí a mi hermano mayor.
    Un abrazo

    • marcosplanet
      Posted at 19:06h, 23 septiembre Responder

      Agradezco mucho tus palabras, María Pilar, tan sentidas, transmitiendo tanta comprensión y sensibilidad. Lamento lo de tu hermano. Una pérdida así es siempre algo desolador. Al saberlo también sé que entiendes perfectamente ese vacío crecido dentro de uno cuando un ser tan querido abandona la vida y tu propia vida.
      Aún sigo creyendo que, si le llamo por teléfono, puede ponerse al otro lado. Y si no, me lo invento.
      Un abrazo.

  • Federico
    Posted at 12:32h, 14 septiembre Responder

    Tiene que ser duro perder un hermano con todas las cosas que se han compartido. Por suerte no he perdido ninguno pero ya han muerto mis padres, suegros y abuelos.

    • marcosplanet
      Posted at 16:51h, 15 septiembre Responder

      Son hechos del pasado que te acompañan siempre.
      Saludos Federico.

  • Arenas
    Posted at 14:34h, 08 septiembre Responder

    Yo no he podido disfrutar en mi vida de la existencia de un hermano mayor, pero en la infancia conviví estrechamente con un amigo del alma que me lo prestó. Tú.
    Vicente ejerció de alguna manera el papel de hermano mayor que nunca tuve. Mi relación directa con él fue muy escasa, a penas cruzaríamos palabra unas cuantas veces. Pero su influencia sobre mí en aquellos años del final de la infancia y primera adolescencia fue poderosa. Una influencia que siempre llegó a través de ti.
    Cuando uno es pequeño, la cosas del mundo de los mayores permanecen ocultas en una inaccesible y oscura cueva a la que está vedado el acceso. Los padres nos advierten que todo lo que allí se esconde es peligroso, así que mejor no asomarse.
    Pero los hermanos mayores se llevan a veces a los menores a la entrada de la cueva, y con una linternilla les iluminan algunos de los tesoros que allí se esconden
    Me da a mí que la linternilla de Vicente era más potente de lo habitual, y siempre te agradeceré que algunas de las maravillosas cosas que él te descubría, me las mostraras luego tú a mí.
    Entiendo perfectamente lo mucho que lo echas ahora de menos, pero estoy seguro de que su maravillosa linterna siempre permanecerá encendida para ti.

    • marcosplanet
      Posted at 09:30h, 10 septiembre Responder

      Agradezco en el alma tus palabras, amigo mío.
      Un abrazo.

  • Nuria de Espinosa
    Posted at 02:41h, 05 septiembre Responder

    Unas emotivas palabras para homenajear a tu hermano en este día en el que todo lo sucedido regresa para golpearte. Aunque me hizo gracia como cuentas en trastazo contra un coche aparcado, un Citroen, el famoso Dos caballos y la herida que te dejo unos cuantos puntos, he sentido mucha tristeza al leerte, supongo que porque yo he perdido demasiadas personas que duelen mucho y cuesta no recordarlos a diario pues forman parte de mi. Es muy triste Marcos, pero tus palabras estoy segura que tú hermano desde el cielo estará feliz de recibirlas. Un fuerte abrazo

    • marcosplanet
      Posted at 10:06h, 05 septiembre Responder

      Muchísimas gracias por tus palabras de apoyo, Nuria. Los que ya no están, como bien dices, forman parte de nosotros y eso es bueno.
      Un fuerte abrazo.

  • Anónimo
    Posted at 22:15h, 04 septiembre Responder

    Preciosas palabras las que dedicas a tu hermano. A pesar de que se les echa mucho de menos, siempre en nuestra memoria y a través de los recuerdos, están con nosotros, Un fuerte abrazo, Marcos.

    • Mayte López
      Posted at 22:16h, 04 septiembre Responder

      Soy Mayte López. Sin darme cuenta, salía como anónimo

    • marcosplanet
      Posted at 09:58h, 05 septiembre Responder

      Muchas gracias por tus palabras Mayte.
      Otro abrazo fuerte para ti.

  • Maty Marín
    Posted at 22:05h, 04 septiembre Responder

    Lindo homenaje a un hermano. Evocaciones llenas de calor.. un escrito desde la autenticidad, eso es valioso. He perdido dos hermanos : uno como Vicente y otro está vivo y mira, lo que es la vida.
    Un abrazo Marcos l🙂

    • marcosplanet
      Posted at 10:03h, 05 septiembre Responder

      Muchas gracias por compartir tus impresiones sobre algo tan sensible y que nos afecta tanto.
      Un fuerte abrazo

  • Susana
    Posted at 10:25h, 04 septiembre Responder

    Homenaje muy especial para el tío Vicente, que nos llena de recuerdos y emociones. Gracias por compartir anécdotas tan memorables que nos transportan a otra época, una maravillosa en la que siempre apetece perderse para volver a esos instantes de felicidad que la vida regala. Gracias papá por ayudarnos a poner en valor lo que de verdad importa. Y como bien dices muchas veces, Vicente es inmortal!

  • María Sánchez Palenzuela
    Posted at 22:39h, 03 septiembre Responder

    Qué manera tan bonita de recordar papá….Unos momentos tan sencillos como valiosos, donde lo especial son las personas que aparecen en ellos. Qué bonito es pararse a recordar y hacerse consciente de lo afortunado que uno es o ha sido…. Como te dice Marcos, que nada nuble el amor que sientes por tu familia, ni las ganas, dedicación y entusiasmo que te hacen escribir. 💙

  • Marcos Sánchez Palenzuela
    Posted at 20:38h, 03 septiembre Responder

    Muy emotivas tus palabras hacia el tío Vicente, papá. Tú amor por tu familia es una de las cosas que más destacan de ti además de tu gran inteligencia.
    No dejes que la nube negra de circunstancias oscuras de la vida nuble ese amor que tienes por los demás 💙

    • marcosplanet
      Posted at 21:16h, 03 septiembre Responder

      Claro que no lo permitiré, no te quepa duda. Me ha hecho muy feliz verte por aquí.😊

  • Rosa Fernanda
    Posted at 19:13h, 03 septiembre Responder

    Gracias hermano, por tus palabras, yo no tengo más que añadir, has descrito perfectamente su gran humanidad .
    En este.momemto, levanto una copa de buen vino, como a él le gustaba…Va por ti, Vicente!!

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