El cuerno de la abundancia

 

Los influencers dominaban los niveles más altos de la escala social. Algunos no habían acabado el Bachillerato, otros habían picoteado en alguna formación profesional, incluso en alguna carrera, sin haberla completado. Se lanzaron muy pronto al asalto de las voluntades que son gobernadas mediante las redes sociales, esas personas que habían llegado a la cumbre de sus vidas porque habían recibido alguna contestación personalizada del influencer favorito, por haber disfrutado incluso de un like de alguno de ellos o ellas en el propio perfil o porque simplemente estaban encantados, hipnotizados, por todo lo que publicaban sus ídolos digitales.

El estatus social al que habían llegado centenares de reyes o reinas de las redes era con enorme diferencia mucho más poderoso que el de la mayoría de presidentes de gobierno, millonarios influyentes o entidades empresariales y financieras de todo el planeta.

Disfrutaban de total accesibilidad a la Sanidad privada, las mejores ofertas profesionales para ellos o sus familias, clubes selectos, membresía de honor en fundaciones, viajes gratuitos a cualquier parte del mundo, regalos de todo tipo de cualquier empresa anunciada en el perfil del influencer, inmobiliarias que les prestaban casas de lujo por tiempo indefinido… Sin embargo, esa posición de privilegios sin coste para ellos se quedaba pequeña en comparación con el número de créditos.

Los créditos permitían a los ciudadanos adquirir bienes y servicios de toda clase y condición. Desde alimentos hasta aparatos electrónicos, electrodomésticos, vehículos, viviendas o facilitar el acceso a puestos de trabajo, asistencia sanitaria de calidad o escoger los mejores colegios para los hijos.

¿Y cómo se computaban esos créditos? Muy fácilmente, contabilizando el número de Me gusta de las publicaciones de todo el mundo en las redes sociales. Cada crédito exigía estar respaldado por un Me gusta. Si no llegabas a un mínimo de créditos no podías comprar ni una barra de pan. Además, había Me gusta mejor valorados que otros según la red social a la que pertenecieran. La red Zeta era la que aportaba likes de mayor valor (1,5 veces el like de Locogram). Locogram era el valor de referencia, un like ahí era un crédito, y en Digibuk el like se valoraba en 0,5 respecto a Locogram.

La saturación de uso de la red Zeta por su elevado valor del like, había obligado a los directivos de esa red a restringir su número en función del tipo de contenido que recibía ese Me gusta.

Zeta desactivaba automáticamente mediante un algoritmo aquellos contenidos que mencionaran palabras como derecha, izquierda, machista, feminista, cualquier vocablo malsonante incluidas “cáspita”, “ostras” o “mecachis” y un sinnúmero de expresiones que habían formado parte del lenguaje común desde tiempo inmemorial.

Azalea era el nombre por el que ella, la influencer más grande de la historia, se daba a conocer en el mundo digital. Su canal de “Theytube” acumulaba doscientos millones de suscriptores y varios miles de millones de visualizaciones. Poseía treinta mansiones de lujo repartidas por el orbe terrestre, más diez cadenas de hoteles, cinco compañías aéreas, once entidades financieras que acumulaban el setenta por ciento de las transacciones económicas del mundo en ahorro e inversión, cuatro productoras de cine y era propietaria de la totalidad de la red Zeta.

Un ejército de asesores, sirvientes, abogados, economistas y médicos privados atendían sus necesidades, hasta las más extravagantes como que cuatro doctores especialistas en medicina interna, fisiología, nutrición y cirugía plástica debían estar a su entera disposición las 24 horas del día todos los días del año.

Ese día en especial había sucedido un hecho tan inesperado como desagradable para ella.

Azalea había requerido la presencia de sus amigos del estrellato digital para intentar encontrar solución a esas manifestaciones de la gente que venían sucediéndose desde hacía semanas en varios países, lo cual no encajaba en absoluto en el mundo que habían llegado a crear los amos de las redes sociales en los últimos veinte años.

Se habían reunido los selectos amigos en uno de los ciento noventa hoteles que poseía Azalea dentro de sus diez cadenas hoteleras. Estaba ubicado en la isla estadounidense de Maui, en el archipiélago de las islas Hawai junto al Parque Nacional de Haleakala, que toma su nombre del volcán de 3050 metros de altura ubicado en el este de la isla.

El entorno está conformado por valles evocadores de tiempos prehistóricos, grandes desniveles del terreno, profundas simas y paisajes donde se suceden insólitos espectáculos visuales dada la subyugante belleza de sus plantas y flores, como aves del paraíso, corazones de fuego, Popo Hau, pitósporas enanas, rosas de Sarón, hibiscos púrpuras, anturios o campanillas dominicanas.

Aparte del nombre de una preciosa flor, las aves del paraíso también son una familia de aves de plumaje multicolor que se distribuyen por Oceanía, pero la mayoría de las especies se encuentran en Nueva Guinea. Azalea poseía veinte jaulas con animales exóticos en una de sus mansiones isleñas, cinco de las cuales eran aves del paraíso cotizadísimas por sus espectaculares plumajes, los cuales no podía lucir ninguna otra ave del paraíso en todo el Globo.

En Maui, los bonsáis de Serissa o Rosas de Nieve fueron dignos de admirar gratuitamente en otra época, pero ahora exigen 1000 créditos para poder contemplarlos. Herfusia, una íntima amiga de Azalea, es la dueña actual de Tour Ystic, la mayor agencia de viajes del mundo y explotadora de todas las actividades turísticas dirigidas a las islas del Pacífico.

Romika y Rómulo, también íntimos de Azalea y Herfusia, gobernaban los cinco países que constituyen la Micronesia actual, es decir la conocida subregión de Oceanía tal y como está concebida hoy, en el año 2055. Ambos gobernantes iban acompañados en todo momento por cuatro sirvientes que se encargaban de cualquier necesidad que pudieran demandar.

Zoroastro Petrov ocupaba el número dos del ranking universal de redes sociales con ochocientos veintidós millones de seguidores en total y estaba clasificado como el dueño de la segunda fortuna mayor del planeta. Se hallaba presente en la reunión convocada por Azalea porque había coincidido con un meeting dado por él sobre cómo conseguir mil millones de créditos en menos de tres meses, que había sido anunciado profusamente en Theytube sobre todo y que le acababa de reportarle en publicidad unos ingresos de catorce mil millones de euros.

–Vais a inventaros algo para contener a esas masas de protestones que reclaman libertades y mejor acceso a la sanidad gratuita ¿verdad? –preguntaba Azalea a sus amigos–. Creo que si dejamos que la situación se prolongue puede degenerar en un movimiento mucho más importante que socavará nuestros intereses y nuestros negocios.

–No jodáis, amiguitos –intervino Herfusia con su mal lenguaje característico–. No puede ser que esos capullos callejeros nos presionen tanto como para tener jodidas reuniones como esta. A ver, si yo no estuviera alojada en estos días en este estupendo hotelazo de Azalea, no me habríais visto la jeta hoy. Debo vigilar mis negocios. El turismo contratado en redes sociales da cien veces más pasta que el contratado en oficinas de calle. Mi tiempo es más que oro.

La sensación que producía aquella reunión de grandes privilegiados era la mar de curiosa. Parecía que las caras de todos los presentes habían sido retocadas por un programa de mejora facial como los usuales en todas las redes. Eran imágenes de una perfección total. Aquellos cuerpos cincelados por sesiones de veinte mil euros la hora con entrenadores dedicados al cuidado diario de cada músculo y centímetro de piel, daban la impresión de pertenecer a una secta obsesionada con la excelencia estética.

–Creo que no será tan difícil invocar la presencia de las distintas fuerzas policiales de cada país –apuntó Zoroastro Petrov. Iba cubierto con un traje completamente brillante sobre fondo azul topacio, plagado de diamantes de gran pureza en lugar de las clásicas lentejuelas–, para reprimir esta inútil mascarada en que se ha convertido la “protesta social” –dijo esto último con un retintín de aversión bien obvio.

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–Ja,ja,ja –rió a su gusto Rómulo, el gobernador micronesio. Su cabeza iba adornada con una corona de rubíes amarillos y púrpuras de la Capadocia, variedades de la piedra preciosa que triplicaban el valor del rubí rojo–. No me digáis que os preocupan esos pobres desarraigados del sistema, que no son capaces de reunir ni unos pocos miles de créditos para sufragar sus paupérrimas vidas. No encuentro razón al hecho de que nos hallemos aquí perdiendo nuestro valiosísimo tiempo. En estos cinco minutos de conversación podría haber incrementado mi número global de likes en cien millones ¡Es insoportable!

Romika, su mujer, hacía gala de un cuerpo de un metro noventa de estatura muy bien tonificado por los barros medicinales de la española “Playa de Bolonia” en la provincia de Cádiz, junto a las ruinas romanas de Baelo Claudia.

–Es una grosería intentar despreciar a esa gente como tú lo haces, Rómulo –ella remarcó el nombre exhalando aire profundamente tras pronunciarlo–. No veo por qué los ciudadanos no pueden sentir un poco de alivio en sus oprimidas vidas. No sé, podríamos hablar con los “presis” de la comunidad europea para crear ayudas ¿no estaría bien?

Azalea miró a la cogobernadora de la Micronesia con gesto de disgusto.

–A ver, Romika, nuestra situación en la escala social la hemos conseguido nosotros sin ninguna ayuda ¿ok? No hemos recibido ningún apoyo y si ahora disfrutamos de privilegios es porque nos lo merecemos y ya está, sin complejos.

–Bueno, esperad un poco –Susurró Zoroastro, pensativo–. Quizá pueda volverse a nuestro favor adoptar una actitud condescendiente sobre esos inconformistas llorones ¿Qué os parece si encabezamos una iniciativa internacional de reconocimiento de alguna concesión a esos díscolos como, no sé, regalarles el pan y la leche durante un mes por ejemplo?

–Quedaría guay ante la comunidad en general y aumentaría nuestro número de likes, visitas, reproducciones de vídeo… –señaló Romika entusiasmada.

–¡Esa es la idea! –dijo Zoroastro guiñándole un ojo.

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–Bueno, a mí me da igual de momento –aseguró Zoroastro–. Nada que nos preocupe va a cambiar–. Yo me voy ya, que tengo una conferencia multibanda a las tres. Con la pasta y los créditos que saque de ahí tendría cien millones de créditos para regalar a esos protestones si yo quisiera. Chao amigos, recuerdos a vuestras familias de seguidores. Por cierto, he descubierto una aplicación en la que si pones una clave que cuesta un millón de créditos puedes enviar a la vez millones de mensajes a tus redes de una vez –lanzó una breve risita–. Así que saludar de mi parte a vuestras familias no os supondrá esfuerzo.

–¡Ah, muy bien! –exclamó Azalea juntando la punta de los dedos de sus blanquísimas manos–¿Y cómo se llama la aplicación? Dínoslo por favor, por favor…

Popular dreams –contestó Zoroastro de espaldas mientras se dirigía hacia la puerta.

Los que quedaban en la reunión se miraron los unos a los otros.

–Bueno, chicos, ¿qué vais a hacer? –inquirió Romika abriendo los brazos exageradamente–. Por mi parte puedo llamar a varios dirigentes de países de Europa, a la ONU y al Club Bilderberg ¿Tú que piensas hacer maridito?

–Eh, bueno pues, es interesante lo que ha dicho Zoro acerca de la buena repercusión de su propuesta en nuestras redes sociales –confirmó Rómulo–. Creceremos más que nunca, eso seguro. Me parece bien. Hablaré con el presidente de Influencers for the Universe y con mi lista especial de “los diez más ricos de la Tierra”. Si todo se orquesta bien, los chillones de la calle tendrán pan y leche gratis el próximo mes. Sea pues.

Herfusia había permanecido callada hasta ahora. Mostrar su indiferencia bebiendo largos tragos de Bourbon era suficiente para que los presentes supieran que ella pasaba de todo ese rollo social.

Azalea intervino con cara de satisfacción.

–Este Zoro es fantástico. Sus ideas son grandes como su fortuna. ¡Creceremos, amigos míos!

¡Creceremos hasta los confines del universo!

 

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Tras cuatro meses de disturbios internacionales, los canales de televisión del mundo se hacían eco de la situación cada vez menos sostenible que se había extendido por más de cien países, grandes o pequeños, más o menos prósperos, más o menos politizados hacia el poder de Influencers for the Universe. El caso es que Rómulo, ya instalado en su palacio de la más importante isla de la Micronesia, no paró de hablar con sus contactos selectos, presentes en los distintos poderes fácticos que más voluntades podían doblegar. Pero todos coincidían en que la ley recientemente aprobada sobre regalar pan y leche a los ciudadanos durante un mes, tan solo había contribuido a acrecentar más el número de manifestantes. Estos parecían aún más enfurecidos y reivindicativos que nunca.

Óptimus Clarck, el considerado líder ciudadano reconocido por todos los pueblos a nivel internacional, llevaba dos meses pronunciando discursos incendiarios cada vez más provocativos, más ácidos e incisivos con el poder y el sistema establecidos.

–¡No podemos tolerar más tiempo este abuso! –gritaba hasta desgañitarse en medio de La Grand Place de Bruselas–. Estamos sometidos a un poder que ha ido arrinconando nuestras libertades durante veinte años. No debemos aguantar más esta tiranía. Que nos exijan cien créditos para conseguir una barra de pan o quinientos por un litro de aceite no es admisible para esa mayoría que solo tiene una cuenta en las redes de Internet y apenas puede atenderla.

–¡Es lamentable que nos obliguen a mantener cuentas tan pobres que apenas nos dan los créditos para llegar a fin de mes! –vociferó uno de los concurrentes al mitin.

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–Mis hijos van a un colegio de bajo nivel porque no consigo créditos –protestaba una mujer bien entrada en los cuarenta que vestía un abrigo de pana deslucido por el uso y los continuos lavados–. Esos likes de mierda no deberían gobernar nuestras vidas ¡Nosotros debemos ser dueños de nuestra voluntad y con nuestro trabajo percibir di ne ro, no esos créditos basura!

–Muy bien, amigos –apuntó Óptimus Clarck desde su estrado instalado junto al ayuntamiento bruselense, las masones de Roi y la de Des Boulangers–. Me complace mucho escuchar vuestro desacuerdo con esta situación insostenible. De ahora en adelante formaremos un bloque indestructible contra esos mamones de Influencers y políticos sin escrúpulos que se ríen de nosotros desde sus mansiones exóticas en islas de lujo. ¡No más maldad! ¡Y un viva a la libertad!

Ipso facto, los más de mil congregados en la plaza aunaron sus voces reivindicativas, presos de una ilusión indescriptible.

–¡No más maldad! ¡Y un viva a la libertad! –coreaban todos a una.

Este acontecimiento estaba siendo retransmitido por las cadenas de televisión belgas, holandesas y de toda Europa. La ZNN americana se hizo eco unas horas más tarde y acto seguido todas las presentes en territorio estadounidense. Los países de habla hispana, los asiáticos, orientales y africanos pronto emitieron en sus respectivos canales los discursos que pronunciaba Óptimus Clarck desde sus tribunas cada vez más extendidas por todo el orbe.

Hacía semanas que llevaba forjándose un bloque reaccionario de respuesta a la fracasada “Ley del pan y leche”, como la denominaban los pueblos de los ciento noventa y cinco países de todo el mundo. La presencia de cientos de líderes de actuación similar a la de Óptimus se había hecho presente cada día en todos los informativos. Los gobiernos y grupos de poder, el de los influencers el primero, renegaban de la situación y empezaban a notar el sabor de la desesperación por primera vez en sus desahogadísimas vidas.

“Mis seguidores en todas las redes están cayendo en picado” –era el comentario más común entre los multimillonarios acaparadores de créditos de las redes. Azalea, Zoroastro, Romika, Rómulo, Herfusia y cientos de influencers habían intercambiado sus preocupaciones mediante miles de mensajitos que cada vez reflejaban menos emoticonos, stickers y gifts. Nada de frasecitas de superación con un café perfectamente humeante para saludar al día, al otoño o a la madre que los parió.

–Se puede oler el miedo de nuestros compañeros –afirmaba Azalea cariacontecida–. No sé cómo ha podido escaparse esto de nuestras manos.

–¿Y a qué llamas “esto”, querida Azalea? –preguntaba retóricamente Zoroastro Petrov a la influencer número uno en el interior de la sauna de no sé qué hotel superlujoso–. ¿Es que te extraña que la gente quiera tener una vida mejor? Fíjate, ellos están a años luz de nuestra calidad de vida, muchos no saben qué es tener siquiera una casa en propiedad y menos poder alojarse en grandes hoteles o recibir asistencia médica de calidad. La inmensa mayoría trabaja a cambio de créditos. Solo ciertas profesiones como la medicina, la ingeniería o la abogacía son remuneradas con dinero, lo único valioso que existe para sostener una vida digna. ¿Crees que la caída de “esto” era tan difícil de prever?

–Pues a mí no me da la gana pensar siquiera en vivir peor o que se resienta ni un solo dólar de mis cuentas bancarias ¿oíste? Pues eso.

–Azalea, si quieres salir de esta angustiosa situación, debemos unirnos todos los que manejamos los hilos y encontrar una solución colectivamente. Eso no debería representar problema para gente como nosotros, que sabemos qué teclas tocar y qué botones apretar ¿no te parece?

¿Qué, qué quieres decir? –balbuceó Azalea, todavía irritada por la indignación de verse perjudicada por un despreciable movimiento social.

–Ya estuve hablando con varios contactos de la alta política y con miembros de ciertos clubes poderosos. Está en marcha una auténtica campaña que dará sus frutos muy pronto, ya lo verás.

–¡Ah, sí! Y a quién habéis encargado esa misión, ¿eh? ¿A Papá Noel?

–Tendrás noticias muy pronto y lo celebraremos juntos, querida –remachó Zoroastro mientras rodeaba a Azalea con sus robustos brazos.

 

En esos días, muchas llamadas telefónicas hechas con teléfonos de prepago surcaron los aires de todos los países del mundo. Iban dirigidas con especial precisión a destinatarios concretos conocidos por sus mítines populares al aire libre. No quedó uno solo sin ser tocado por una propuesta que, a los oídos de cualquiera, hasta para el más reacio de la Tierra habría resultado irresistible. Pues en medio de una revolución, nada hay tan eficaz y resolutivo para enderezar una vida en precario como una propuesta que parezca un sueño hecho realidad y de forma inmediata.

–Tendrás en cinco minutos en tu cuenta bancaria un ingreso de diez millones de euros imposibles de rastrear por los mecanismos oficiales de los gobiernos. Tan solo debes desistir de dar discursos, públicos o no, sobre el temita que ya conoces y no aparecer jamás ante una cámara de televisión ni de ningún otro tipo. Un solo comentario en contra del sistema en las redes sociales o cualquier otro medio será suficiente para extraer de tu cuenta el dinero ingresado, no quieras saber cómo.

–¿Qué? ¿Hace o no hace?

 


 

¿Qué pensáis vosotros? ¿Caerán los incipientes líderes del movimiento social ante las fauces de los que manejan los hilos? Dejad vuestra opinión en “Comentarios”. Muchas gracias.

Salud y suerte en la vida.

 

Nota: todas las imágenes de este post incluida la portada las he configurado con la ayuda de la página  bing.com/images/create/ .

2 Comentarios
  • Susana
    Posted at 16:08h, 25 septiembre Responder

    Qué inquietante este artículo. Muchos aspectos de la vida podrían enfocarse de la misma manera, el que tiene el poder tiene la oportunidad de hacer algo bueno, positivo por los demás o utilizarlo solo en propio beneficio. Me ha sorprendido la posibilidad de crear una comunidad de influencers que dominen el mundo, idea que, pensándolo bien, no me parece tan descabellada… Difícil la labor de nuestro querido Óptimus Clarck, que bien podría ser uno de los súper héroes de esta historia (si finalmente no se corrompe). En un mundo en el que la voluntad está sometida al poder de quienes nos gobiernan, ha de reinar la esperanza, nunca se sabe….Gracias por compartir una historia tan reveladora.

    • marcosplanet
      Posted at 17:30h, 25 septiembre Responder

      Me alegra mucho que la historia te haya gustado y te sugiera cosas que no están tan alejadas de la realidad. Óptimus es quien decidirá con su reacción si la historia tiene continuidad o no. Ya veré si la prolongo.

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