24 Jul El desagüe del tiempo
El desagüe del tiempo
Ninguno de ellos sabía que el final de sus vidas iba a quedar sellado en el interior de un supermercado de barrio.
Amanda y su hija adolescente, Charito, solían pasear sin prisa por los pasillos de la tienda recogiendo de aquí y allá los productos que se les antojaba, más a capricho que por pura necesidad.
Amanda había enviudado hacía cosa de un año y desde entonces había descubierto la tranquilidad y la paz interior. El estrés había sido una constante en su día a día gracias a la impredecible forma de ser de su marido, fallecido en extrañas circunstancias. Tras la autopsia, cuando el oficial de Policía la interrogó para esclarecer por qué aparecía una alta concentración de pentotal sódico en el organismo del esposo, Amanda alegó que él llevaba tiempo manifestando una conducta inestable por lo que, entre sollozos, la viuda reconoció que el suicidio era la única razón de su muerte.
El caso quedó cerrado y así empezó la nueva vida de Amanda. Su hija Charito acusó la ausencia paterna durante un tiempo, pero las dos mujeres descubrieron pronto que viajar por el mundo era un buen bálsamo para abrir una puerta al olvido.
El tendero y dueño del supermercado, controlaba a los clientes a través del gran monitor sobre la mesa de su mini despacho. Media docena de cámaras retransmitían lo que hacían en cada momento los visitantes del recinto.
Humberto disfrutaba revisando la actividad de la gente, sus reacciones cuando buscaban algo, las indecisiones a la hora de elegir un producto o ciertas costumbres de algunos como toquetear productos aquí y allá para terminar por no llevarse ninguno.
El dueño de los ultramarinos había descubierto en su público todo tipo de conductas anómalas, como los pervertidos que usaban un espejo acoplado al zapato para fisgar las intimidades de ciertas clientas que llamaban su atención o ladronzuelos de ocasión que enrojecían sobremanera ante el chillido de la alarma al intentar salir del establecimiento. Humberto no necesitaba guardia de seguridad pues él desempeñaba a la perfección el papel.
El culmen de su afición al espionaje lo constituían los audios que grababa en lugares estratégicos de la tienda. Así pudo enterarse de varias noticias enormemente relevantes para él en un futuro muy próximo.
Juan llevaba una década sin perderse una montería. Su afición a la caza había arraigado en él, teniendo por costumbre compartirla con sus amigos de siempre; uno de ellos era el único hermano del tendero Humberto. El día en que sucedió el mortal desenlace en una montería por la Sierra de Gata, Juan llevaba encima una frustración acumulada por no haber podido cobrarse una buena pieza desde hacía mucho. Sus compañeros ya lo habían tomado como normal en él y no llegaban a la mofa, pero los comentarios hacía tiempo que para Juan se pasaban de la raya.
Eran las seis de la mañana y Juan había desayunado huevos fritos con torreznos y migas extremeñas sobrantes del día anterior. Todo ello acompañado por media botella de tinto “Tierra de Barros”, delicioso néctar local. Era el tercer y último día de montería sin que el cazador hubiese cobrado pieza alguna. Tras repartirse los puestos de ojeo, Juan se apostó en el suyo dispuesto en esta ocasión a acertar en el blanco de una vez por todas. Se oían disparos a cada momento, la partida de cazadores daba buen uso a sus armas de fuego creando una disonancia de ruidos explosivos.
Una sombra entre los matorrales se deslizó en un momento dado a cierta distancia entre los puestos. La sombra se detuvo unos instantes y alguien apretó el gatillo de su escopeta de dos cañones del calibre doce, acabando con la vida de Leopoldo, el hermano del tendero.
Luciano realizaba recorridos en su bicicleta de montaña que le llevaban por rutas rompepiernas coronando en ocasiones desniveles de más de ochocientos metros. Sus compañeros de ciclismo le advertían de que se machacaba demasiado con sus exigentes recorridos, pero él seguía empeñado en batirse a sí mismo, por lo que controlaba sus tiempos de ruta al segundo.
En más de una ocasión tuvo que descansar debido a un dolor punzante en el pecho. Tras recibir varias advertencias de ese tipo en su cuerpo y con la insistencia de sus amigos, Luciano visitó al cardiólogo y tras unas pruebas médicas este le diagnosticó una lesión cardíaca inoperable, por lo cual debía guardar reposo durante una temporada y después podría recuperar la práctica del ciclismo pero de forma muy moderada. En esto el cardiólogo insistió con vehemencia en su informe médico. Luciano decidió a pesar de todo que seguiría metiéndose por senderos difíciles.
Humberto el tendero había empezado los estudios de Ingeniería Industrial y no quiso terminarlos. Le interesaba más heredar el negocio familiar de los ultramarinos. Sin embargo, el conocimiento acumulado le había llevado a manejar bombonas de gases a presión desde sus primeras prácticas en la universidad. Parte de estas consistían en visitar empresas que se dedicaban a dicho menester.
Entre ellas hubo una que le llamó la atención pues embotellaban el venenoso monóxido de carbono residual en actividades industriales y una vez comprimido lo llevaban a vertederos oficiales o las vendían directamente para uso exclusivo en desratización y desinsectación. Dos de esas bombonas fueron adquiridas por Humberto y llevaban un par de días en la oficina de la tienda.
El tendero solía hacer reparto de propaganda por los buzones del barrio para lo cual pagaba veinte euros al hijo de un vecino. La oferta de la semana comenzaba los lunes y era el mejor momento para disfrutar de buenos precios en bastantes artículos, por lo que los clientes elegían ese día o el martes para surtirse.
El cazador solía visitar la tienda de Humberto los lunes a primera hora por el tema de la gran oferta. En esta ocasión lo hizo diez minutos después de que Humberto abriera al público y cuando este lo vio acceder a través de su monitor de vigilancia su pulso se aceleró. Una emoción indescriptible se apoderó de él y no lo abandonó hasta que hubo conseguido su objetivo. Hacía cosa de dos semanas, en una de sus escuchas registradas por el sistema de audio distribuido por la tienda, dos vecinas hablaban de la partida de caza en la que fue herido mortalmente Leopoldo hacía ya seis meses.
–Mira Norberta, te lo dije hace tiempo y te lo repito ahora, la investigación de la Guardia Civil llevó a la conclusión de que era imposible identificar de qué arma provenía el disparo pues todos ellos habían estado utilizando sus escopetas en el momento de la desgracia.
–Ya te dije que un amigo de mi marido que estuvo en aquella cacería asegura que fue Juan quien disparó y otros dos más coinciden en lo mismo, aunque ninguno de ellos dijo esta boca es mía a los investigadores.
–Como también te he comentado otras veces, Norberta ¿Quién se va a arriesgar a señalar en un juicio a un compañero con el simple argumento de la sospecha?
El tendero colgó el cartel de “Hoy abrimos a las diez” y cerró la puerta nada más ver al cazador caminando por uno de los pasillos. Al final del pasillo principal Humberto tenía preparada como siempre su “Cabina de los regalos”, una especie de habitacioncita de cristal donde cada cliente podía apuntar su nombre, apellidos y correo electrónico con el fin de disfrutar de una serie de regalos por orden de llegada. Hasta el interior de esa cabina había extendido Humberto una improvisada conducción de caucho por cuyo interior circularía una corriente de monóxido de carbono en cuanto abriera la válvula desde su despacho.
Una vez abierta la espita, el tendero fue en busca del único cliente y amablemente le explicó las ventajas de apuntarse el primero en la “Cabina de los regalos”. A los pocos minutos y cuando una nube tóxica mortal pero inodora e invisible se había apoderado del habitáculo, el cazador y asesino involuntario se tomó su tiempo para escribir todo lo que la oferta requería. Así el gas tuvo ocasión de colapsar las vías respiratorias y el riego sanguíneo del cerebro de aquella primera víctima del lunes.
Humberto sacó de allí el cadáver cuyo rostro se hallaba cruzado por un rictus agónico que lo desfiguraba grotescamente y tuvo el cuajo de esconderlo en el enorme refrigerador del almacén para deshacerse de él cuando cerrara. Esto lo hizo pensando en cómo se libraría uno a uno de los otros compañeros de caza de su hermano que sabían la identidad del asesino y lo callaron.
Después de abrir de nuevo el ultramarinos, lo que aconteció en tan solo unos minutos Humberto jamás lo habría podido imaginar.
Amanda y su hija Charito hicieron su entrada atraídas por la irresistible oferta. Al igual que el cazador y el ciclista, eran vecinas del barrio y acudían al ultramarinos con mayor o menor frecuencia.
Madre e hija no podían creerse tal muestra de generosidad por parte del establecimiento. Salami cochón con pimienta verde, queso Emmenthal y morcilla de León en un pack de tres por uno. Aceite de oliva virgen extra con veinte por ciento de descuento, lomos de salmón fresco congelado a quince euros el kilo y pack de dos paletillas de cordero a dieciocho euros completaban el grueso del cebo comercial.
Enseguida hizo acto de presencia un individuo de mirada aviesa ataviado con una larga gabardina. Parecía afectado por algún tipo de droga y ocultaba algo bajo su atuendo. Se acercó con inesperada habilidad al cuerpo de Amanda y le mostró un enorme cuchillo mientras le pedía la cartera.
Amanda resultó no ser presa fácil e intentó forcejear pero el inestable individuo la acuchilló sin piedad. La adolescente Charito gritó con todas sus fuerzas ¡mamá, mamá!, pero se precipitó de tal manera que tropezó contra unas estanterías llenas de cacerolas y artefactos de cocina. La columna de estanterías impactó sobre la góndola de los jamones y la hija de Amanda murió en el acto aplastada por una mezcolanza de ollas y jamones de diez kilos.
El ciclista hizo su aparición cuando madre e hija sucumbían ante tales adversidades y empezó a notar una punzada aguda en el pecho al contemplar el sangriento espectáculo. Su corazón enfermo no pudo soportarlo y la vida le abandonó en cuarenta segundos.
A todo esto, el ladrón intentaba escapar con la cartera de Amanda en un bolsillo y se topó con el aturdido tendero que tan solo había sido capaz de echarse las manos a la cabeza durante los macabros sucesos. En un alarde de lucidez decidió enfrentarse al delincuente pero este le empujó violentamente contra la cristalera de la entrada y le destrozó el cráneo. Un cristal blindado de triple capa para evitar robos cumplió su cometido frente al testarazo. Pero solo sirvió para añadir una víctima más a un lunes más que aciago.
Para cinco personas infortunadas, el factor tiempo había concluido en un desagüe virtual esa mañana en una tienda de ultramarinos.
Deja por favor tu comentario un poco más abajo y dale click al corazoncito si te ha gustado.
Esta es mi aportación al microrrelato de los jueves, organizado en esta ocasión por El Vici solitari con el título:
«Horror en el ultramarinos»
Se trata de relatar las circunstancias de la muerte de cinco personas en el interior de una tienda de ultramarinos. Deben ser muertes debidas a causas diferentes unas de otras.
Aquí se encuentran las reglas para participar. en este caso no hay límite para el número de palabras.
Nota: todas las imágenes de este post incluida la portada las he elaborado desde la página bing.com/images/create/ a no ser que se indique otro origen en el pie de foto.
Miguel Ángel Díaz Díaz
Posted at 11:41h, 07 agosto¡Qué relato, Marcos!
Con unos antecedentes que nos ayuda a entender las situaciones y una tensión que va «in crescendo» el final es tremendo.
Un fuerte abrazo 🙂
marcosplanet
Posted at 13:52h, 07 agostoMuchísimas gracias por tus palabras, Miguel. Me animan mucho.
Un abrazo.
Io
Posted at 15:39h, 06 agostoMadre mía, se me han quitado las ganas de ir a comprar a un supermercado….
Me parece impresionante el relato, por un lado Humberto, su sed de venganza y el tomarse la justicia por su mano, la trama para controlar y prepararlo minuciosamente todo, para vengarse del fatal accidente que causó la muerte de su hermano y por otro lado es impresionante como has sido capaz de ir hilando acontecimientos trágicos, para convertir un día de gangas y ofertas en el ultramarinos en el día más trágico de este…… Me has dejado ojiplática.
Un abrazo Marcos
marcosplanet
Posted at 11:02h, 07 agostoMe alegran muchos tus palabras tan constructivas, Rocío.
Un abrazo muy fuerte.
Federico
Posted at 05:43h, 05 agostoLa banda sonora de la historia sería la canción de Alaska y los Pegamoides, Terror en el hipermercado. ????. Saludos
Arenas
Posted at 23:42h, 04 agostoCon qué inteligencia entrecruzas unas muertes tan tontas, mi grande amigo.
Si bien lo pensamos, todas las muertes son tontas.
Al igual que todos tus relatos son siempre inteligentes.
Mirella Denegri
Posted at 13:20h, 31 julioTodo el relato ha sido estupendo…pero en especial me ha gustado una parte….quien se puede resistir a ver una buena oferta..¿¿¿.Salami cochón con pimienta verde, queso Emmenthal y morcilla de León en un pack de tres por uno???? dime donde y voy corriendooo….bsss.
marcosplanet
Posted at 16:47h, 03 agostoJa,ja,ja. Ojalá y fuese cierta la oferta de mi invención. Yo también habría ido pitando a por ella.
Muchas gracias por tu opinión, Mirella.
Un abrazo.
Ángel Moya López
Posted at 13:15h, 29 julioBuenos días Maestro,
Creo que como sigas así, un guionista cazatalentos del cine americano te va a proponer algo, como le hagas volar como nos haces a todos al leer tus mágicos y descriptivos relatos tan llenos de realismo escrito .
Gracias mi Maestro de las letras
marcosplanet
Posted at 18:11h, 29 juliomuchas gracias gran amigo.
Mirna Gennaro
Posted at 14:16h, 28 julioExcelente, Marcos! Nos tienes en vilo hasta el final y nos permites disfrutar de las historias de cada uno que se entretejen hasta el horroroso final.
Un abrazo
marcosplanet
Posted at 18:12h, 29 julioMuchas gracias por tu valiosa opinión, Mirna.
Un abrazo.
Mari
Posted at 05:05h, 28 julioMuy bueno el relato, un relato que te mantiene atento al desenlace de sus víctimas! No pude escribir este jueves pero paso a leerlos…Besos por ahí! Mari
marcosplanet
Posted at 13:34h, 28 julioMuchas gracias por tu tiempo y opinión.
Abrazos
gabiliante
Posted at 15:47h, 26 julioHuevos fritos con torreznos?
En la introducción tendrías que poner que contiene material sensible para quien esté haciendo cualquier tipo de regimen»
Muy bien descritas las relaciones, haciendo incluso uso de flashbaks para » justificar» futuras acciones. El tendero es un máquina de la tecnología aplicada con su particular cámara de gas, que no pudo patentar.
Sembrado icurrentes muertes paradójicas, el cazador cazado, , el ciclista muerto del corazón pero no por sus sobresfuerzos, el tendero listo muere de la forma más tonta.
Bien aprovechado el espacio para dejar todas las motivaciones bien atadas.
Abrszooo
Maria Cristina Garcia Carrera
Posted at 06:56h, 26 julioVaya personaje más retorcido el tendero ese. Por una simple sospecha, lo que organiza. Por cierto, los policías que investigaron la muerte de su hermano, fueron bastante incompetentes, solo habían que comparar la munición que le mató con la de todas las armas de los cazadores que le acompañaban. Pero en fin, ha resultado un relato de lo más entretenido.
marcosplanet
Posted at 10:11h, 27 julioLa munición era idéntica para todos pues el de 12 mm es el calibre estándar que se utiliza.
Neogeminis
Posted at 14:04h, 25 julioUn trágico encadenamiento de muertes impensadas a consecuencia de un intento de venganza mal planificada. Muy buen aporte a este reto nada fácil ni usual. Un abrazo. P.d a Charito le salen dos manos del mismo brazo jejeje. Caprichos impensados de la IA . Un abrazo
marcosplanet
Posted at 19:07h, 25 julioMe alegro de que te haya gustado. Ya está corregido lo las manos…
Un abrazo.
Anónimo
Posted at 10:48h, 25 julioBuen relato. Describes con mucha meticulosidad los detalles. El tal Humberto era vengativo. Muy bien resultas las muertes de los protagonistas.
Un abrazo!
El Demiurgo de Hurlingham
Posted at 04:31h, 25 julioTu relato cumple con la consigna, que es todo un desafío.
Lo de los estudios incompletos del tendero me hicieron sospechar que algo saldría mal, por falta de conocimientos. Pero no fue por ahí, la venganza se realizó aunque el vengador no saboréo mucho tiempo su letal venganza.
No previó que un asaltante asesinaría a Amanda, la viuda. Ni que Charito, su hija moriría aplastada.
El tendero quiso detener al asaltante, pero este lo liquidó.
Muy bien escrito. Saludos.
Anónimo
Posted at 22:48h, 24 julioHola Marcos, muy buen relato, el tendero que además de curioso, buscaba una manera de vengar la muerte de su hermano, terminó también muerto por una causa fortuita.
Muy bien hilada tu historia, saludos.
PATRICIA F.
Alma Leonor López Pilar
Posted at 21:25h, 24 julio¡Muy buen relato! ¡Completísimo! Y los vericuetos de las muertes de cada uno, muy bien montados. Ehorabuena 😀 😀 Pd.: Me han encantado los nombres: Humberto, Luciano, Charito… ¡Muy bueno! 😀 😀
Saludos.
AlmaLeonor_LP
marcosplanet
Posted at 21:42h, 24 julioMe encanta tu comentario, Alma. Muchas gracias por tu amabilidad.
Saludos.
Nuria de Espinosa
Posted at 20:47h, 24 julioSin duda un lunes más que aciago. Humberto quiso hacer venganza y acabó siendo una víctima más de los infortunios de ese día. Muy bien gestionado el reto y la coherencia de las muertes. Un abrazo
marcosplanet
Posted at 21:04h, 24 julioMuchas gracias por aportar tu opinión tan positiva, Nuria.
Un abrazo.
eliom
Posted at 20:13h, 24 julioTerribles muertes, muy buen relato me encanta.
marcosplanet
Posted at 21:04h, 24 julioMe alegra que te haya gustado, Elio.
Saludos.
Raiola Networks
Posted at 18:34h, 06 agostoPrueba 2 Raiola
Sylvia
Posted at 19:06h, 24 julioVaya con el tendero espía y vengador!
Muy original tu particular «matanza» de este reto jajaja… Menuda semana llevamos en todos los blogs 😉
marcosplanet
Posted at 21:07h, 24 julioEs verdad, esta convocatoria ha sido muy fructífera. Gracias por tu constructiva opinión, Sylvia.
😉
Anónimo
Posted at 18:34h, 06 agostoPrueba Raiola