06 Nov El dragón, la princesa y la dama de honor
El dragón, la princesa y la dama de honor
Os traigo aquí mi participación en el VADERETO DE NOVIEMBRE (2023). Os dejo el enlace al blog de su genial creador.
Espero que disfrutéis de esta lectura y que comentéis por favor. Aprecio mucho vuestra opinión.
DRAGONES
Un tren de largo recorrido originario de los años setenta del pasado siglo, circula sin prisa por un marco de paisaje estepario propio de las tierras altas de un país nórdico. En su interior, ocupando un camarote privado, viaja una señorita bien parecida, ataviada con un vestido largo que dotaba a su esbelta figura de un matiz antiguo. Es como si la escena perteneciera a una dimensión ajena, perdida en el espacio y el tiempo.
La dama luce un peinado que eleva su abundante cabellera en un moño alto donde el sol ha depositado algunos haces luminosos provocando una cascada de reflejos dorados.
Sobre su regazo, la mujer sujeta con firmeza un cofre del tamaño de dos cajas de zapatos, adornado con un relieve en madera de ébano que recuerda a esos dibujos de los cuentos de Grimm hechos a tinta y a mano.
El tiempo transcurre plácidamente mientras la dama observa el paisaje. A la velocidad moderada y segura a la que circula el tren, el paisaje es un recreo para la vista, sobre todo para la mentalidad de María, la elegante señorita de la caja de ébano.
En un momento dado, unos golpecitos surgen del interior del cofre. Ella suspira sonriente y lo abre sin dudar. En ese instante, un dulce dragoncito asoma su cabecita amoratada y la sacude como si intentara secarse después de un buen baño.
–Hola, hola –dice el dragoncillo con voz atiplada y gesto simpático– ¿Qué hora tenemos?
Ella reacciona con una sonrisa que ilumina su bonito rostro.
–Pues son… las cinco y media. Una tarde preciosa con este sol.
–Nada habitual para la época del año ni para este norte frío y grisáceo. No me acostumbraré nunca a este país.
–Muy bien, Draguis, ya veo que recuperas pronto tu carácter crítico. Me sorprendes una vez más.
–Sí, pues llevamos juntos una buena temporadita intentando hacer buenas migas con toda esa cháchara que me regalas a diario. No debería extrañarte ¿Cuánto tiempo llevas conmigo? ¿Tres meses?
–Algo así –dijo ella mientras cogía cuidadosamente al dragoncillo y lo depositaba sobre sus rodillas.
–Me parece bien que en el orfanato quieran hacer terapia con dragones como yo. Lo que desconozco es para qué. Aún no me has explicado el motivo por el que tú y yo hemos tenido que conocernos.
Por toda respuesta, ella acarició la espalda del animalito. Este se impacientó.
–Venga, explícate ya, María.
–Eres muy especial Draguis, y lo sabes. No por eso voy a revelarte el porqué de nuestro viaje, porque estorbaría el trabajo que me han encargado.
–Así que es un trabajo… qué curiosa forma de definir el período previo de acercamiento que hemos tenido, querida María. Yo te he tomado aprecio, la verdad, y creo que deberías corresponderme con algo más de información ¿no te parece, pequeña?
Lo de pequeña no era un calificativo chocante para ella pues Draguis había cumplido ya cincuenta añitos de existencia.
–Eres un dragón muy especial y sabio. Tu edad y tu tamaño no están para nada relacionados y sabes que lo sé. Tu madurez es precisamente lo que necesito para mi propósito.
–Que sigo desconociendo y me corroe por dentro como un ácido.
–Tu acidez proviene de la comida tan fuerte que degustas a diario. Aparte de dragón eres un tragón –dice ella con una risa franca.
–Bueno, pues si no me revelas adónde y a qué vamos me declararé en huelga de palabra.
María contempla de nuevo el paisaje montañoso a través del limpio cristal de la ventana. Ese tren olía a historia, a tiempos pasados que narran los cuentos de princesas envueltas en tramas misteriosas, sufriendo afrentas injustas por un amor despechado.
No puede creer que ya hubiera transcurrido la etapa de adaptación entre ella y Draguis durante esos tres meses conviviendo en el orfanato. Vuelve a acariciar la espalda del dragón con ternura.
–Sí, Draguis, te mereces una explicación, pero no ahora. No quiero que saques conclusiones precipitadas.
El dragón la miró ladeando la cabeza y frunciendo el ceño.
–¿Cuánto crees que tardará en estallar mi genio y recordarte que no soy ningún animalito blando y desvalido? Me conoces lo suficiente para temer mi reacción.
–Precisamente porque te voy conociendo estoy convencida de que te portarás bien conmigo.
Draguis cerró los ojos y dio un resoplido tan potente que llegó a exhalar una nube de humo desde su garganta.
–¿Ves, María? Este es el preludio de mi mal genio. Igual llego a chamuscarte y todo.
–¿Sabes por qué te escogí a ti de entre todos los candidatos del orfanato? Porque tu mirada me convenció. En los ojos de todo ser vivo, ya sea humano o no, yace una energía y un brillo característico que transmite emociones. A mí me parece que tienes unas dotes excelentes para… hablar con la gente.
–¿Y eso a dónde nos lleva, María? No agotes mi paciencia.
–Has conservado la paciencia durante tres meses, no la consumas en un minuto, dragoncín.
Ella lo coge en brazos y juega a hacerle cosquillas.
–No me manipules, sabes que lo odio, que no soy un bebé ¡leches!
–Pues hemos jugado muchas veces y te gustaba, no intentes ocultarlo –dice María siguiendo el juego. En ese momento se abre la puerta del compartimento y aparece el revisor con los ojos entrecerrados por la rutina de su oficio.
–Buenas tardes, sus billetes por favor.
Por un instante fugaz, el hombre cree haber visto algo así como una mascota sobre el asiento.
–Oiga, señorita, en este tren no están permitidos los animales de compañía ¿Qué tiene ahí?
–¿Aquí?, nada de particular, es un muñeco que llevo a mi sobrina por su cumpleaños ¿lo ve?
Draguis permanece completamente inmóvil, como si fuese una figura de plástico.
–Ah, disculpe, me había parecido… Aquí tiene. Buen viaje a Nordalia –dice llevándose una mano a su gorro a modo de saludo.
Tras unos segundos de silencio, María no puede contener la risa.
–¡Uf! Hemos estado a punto de pifiarla. Será mejor que estemos más atentos.
–Oye, ese hombre ha mencionado Nordalia ¿Así que vamos a la ciudad del castillo?
–Eh, pues… sí, así es.
–¿Y a qué parte vamos, María?
Ella decide que debe retocarse el cabello antes de dar ninguna respuesta, lo que pone más nervioso al dragón.
–Fíjate en esta panorámica estimado amigo. Nunca habías visto algo así ¿verdad?
Draguis opta por hacer caso a la dama y mira a través del cristal. Lo que aparece ante sus grandes ojos color corinto es una sucesión de montañas encadenadas por bosques de hayas, robles y pinos altísimos sobre los cuales revolotean aves rapaces planeando sobre alguna presa o localizando el nido de sus crías.
Tanta belleza sorprende al dragón y lo mantiene quieto ante la escena que sigue el movimiento del tren, como una película pasando ante su mirada, ahora atónita. Por su mente desfilan recuerdos de sus padres, perdidos en un derrumbamiento de la cueva donde habitaban allá en Cordonia, la ciudad de la Gran Montaña.
María le observa y capta en él un cúmulo de emociones que consiguen agitar en ella sentimientos de difícil definición. Su misión es delicada y debe ser exitosa, pues de lo contrario se produciría una tragedia en la vida de una persona muy querida. Y eso era algo inadmisible.
Draguis sacude la cabeza generando un halo de luz violácea a su alrededor. El sol crea efectos casi mágicos en ciertos momentos del día.
–Tu ternura unida a la bravura de tu corazón hacen de ti el candidato ideal para la misión que justifica este viaje, Draguis. Sabrás dentro de muy poco cuál será tu cometido. Solo te pido que esperes, y eso no supone nada después del tiempo que hemos dedicado a conocernos.
Como impulsado por un resorte, el dragón da un salto utilizando sus alitas para mantenerse flotando en el aire. Desde esa posición elevada soltó una llamarada que pasó por encima de la cabeza de María chamuscando parte de la pared.
Armada de paciencia, María intenta bromear.
–¡Buf! menuda cara va a poner el revisor cuando vea la quemadura. Parece que tienes tos, Draguis, toma un caramelito de menta…
El dragón habla con voz de trueno, reflejando su fastidio por desconocer la intriga que María se trae entre manos.
–No podré controlar mi impaciencia, querida dama. Aprecio la compañía que me has prestado en este tiempo en que nos hemos conocido, pero comprenderás que me sienta… importunado –. Draguis cambia a un registro melifluo, cargado de ironía.
–Es precisamente la ignorancia lo que mantendrá a flote esta misión, créeme. No puede haber perturbación alguna en tu mente. Eres demasiado astuto y podrías tener prejuicios antes de tiempo. Mira, te ofrezco este pastelito de espinacas, tu favorito. Seguro que te apetece.
Draguis no tardó ni un segundo en recoger el manjar de un lengüetazo. Lo saboreó entre sus mandíbulas y tragó con intención de probar otro exquisito bocado.
–Me conoces bien, bella dama, pero no por ello vas a calmar mi ánimo. Venga, dame otro…
Tras una opípara merienda, Draguis se tumba sobre las piernas de María y vislumbra a través de la ventana los primeros edificios de la ciudad de Nordalia. Esto sorprende al dragón, que se incorpora de un salto y revolotea por el compartimento, animado por la cercanía a su destino y a su misión.
–¡Ya estamos, ya estamos! –exclama con entusiasmo. ¡Qué lugar tan bonito! Había oído hablar de él como un sitio que inspira a los autores de cuentos para niños. Es hermoso…
María aprecia mucho la alegría del dragón, unida indisolublemente a su carácter amargo en ocasiones, agresivo en otras. En esa variabilidad encontró al candidato que buscaba.
–La escuela de dragones de compañía del orfanato te recomendó para este cometido y creo que harás un buen papel –comenta María señalando hacia un punto del exterior–. Mira hacia allá, Draguis.
Como si emergiera de las páginas de un cuento fabuloso, el castillo más espectacular que nadie haya podido contemplar aparece ante los ojos del dragón. Este da un respingo y bate sus alas con vigor para pegarse a la ventana observando la maravilla arquitectónica de Nordalia.
–Es, es… increíble –comenta eufórico–. Me siento en comunión con mis antepasados. Recuerdo las historias que me contaba mi padre cuando era niño para dormirme por las noches. Es espectacular.
María sonríe y aprovecha para dejar disfrutando al dragón con su descubrimiento. Draguis no vuelve a interrogarla sobre la misión.
Llega el momento en que el pitido del tren avisa de la próxima parada. La dama guarda al dragoncillo en el cofre y ambos pasajeros descienden al andén. María localiza un deslumbrante Rolls-Royce, impecablemente cuidado, pero de fuste antiguo, un anacronismo motorizado que les aguarda junto a la salida de la estación.
–Buenas tardes, María ¿Han tenido buen trayecto? –pregunta el chófer con un lenguaje que suena un tanto decimonónico a los oídos de Draguis, que lo captan todo a pesar de su encierro. Acto seguido, reclama la apertura del cofre dando golpecitos a la caja.
–Mira, Draguis, este es Norberto, nuestro chófer.
–¿Nos va a llevar a ese hermoso castillo? –preguntó ansioso el dragón, con ilusión infantil.
–Pues sí, amiguito –contestó Norberto–. Llegaremos en menos de diez minutos.
Draguis no pierde detalle de las bellas praderas salpicadas de arboledas que flanqueaban su camino. Caballos de crin blanca corren libremente por el llano, donde las vacas pastan en paz con los equinos. El sol comienza a ponerse deslumbrando a los visitantes con su tono ámbar vespertino, llenando el espacio con haces luminosos de pura miel.
La entrada al palacio es majestuosa. Guardan la misma varios criados vestidos de librea que saludan a la dama María con respeto.
El dragoncito va revoloteando junto a la mujer sin separarse de ella. Se encuentra muy cómodo en ese cálido ambiente.
–Vamos, Draguis. Te presentaré a la princesa.
El animalito lo celebra con una amplia sonrisa. Ya imaginaba que el fabuloso castillo y la misión que tendría que llevar a cabo pasaban por conocer, cómo no, a su princesa.
Esta les recibe a la entrada de un salón de invitados donde varios muebles majestuosos de estilo clásico mostraban el lujo imperante en todo el edificio.
–María me ha hablado de ti como el mejor candidato entre los dragones.
–Sí, pero sigo sin saber qué demonios debo hacer aquí ¿Cuál es mi misión?
María dirige una mirada de complicidad a la princesa porque ya la había puesto en antecedentes sobre la peculiar personalidad del dragón.
–Bien, empecemos a conocernos, Draguis. Me presento: mi nombre es Ranais, princesa de este pequeño país que es Samodia. Por cierto, la ciudad donde te encuentras, Nordalia, es la capital. Espero que te guste durante tu estancia en el castillo.
–Vaya –dijo Draguis abriendo exageradamente los ojos–. ¿Ahora por fin vais a explicarme el gran secreto?
Ranais hizo un gesto a María, que resultó ser una de sus damas de honor, para que abandonara el lugar.
Ya a solas con el dragón, la princesa le invitó a sentarse en una suntuosa mesa de té. Sobre ella había varios de los manjares que más gustaban al animalito.
–Agradezco el convite, princesa, pero ardo en deseos de saber por qué estoy aquí, así que, procede.
–Me gusta que seas directo, Draguis –dice ella respirando profundamente. Toma un par de sorbos de su taza de té y la deposita con delicadeza sobre la mesa–. Pues allá voy. He atravesado algo más que una mala racha de salud, con problemas respiratorios, dolores por todo el cuerpo, mareos… Los médicos me han atendido durante semanas y no han sido capaces de encontrarme ninguna enfermedad. Llegué a pensar que alguien había arrojado alguna maldición sobre mí.
–¿Y habéis comprobado si alguien en particular os desea el mal?
–Por el castillo han pasado quiromantes, santeros, impositores de manos, supuestos videntes… y ninguno ha detectado nada, aunque eso querido dragón ya lo sabía yo de antemano. No creo en esas cosas.
–Bueno ¿y se te han pasado ya los síntomas de mala salud? –pregunta Draguis mientras saborea un trozo de hígado de pato bañado en sirope de menta. No había duda que la mesa del té la habían servido conociendo todas las golosinas que agradan al dragoncito.
–Sí, los síntomas acabaron. Tan pronto como habían llegado.
El dragón se queda mirándola con un gesto que refleja certeza. Acaba de verlo más claro.
–Princesa Ranais, habéis sufrido un desengaño amoroso –afirmó sin dudar.
Ella quiso encontrar un motivo para rechazar esa teoría, pero no obtuvo la convicción necesaria y al cabo de unos instantes toma la palabra conteniendo la emoción.
–Mi historia es quizá una de tantas que aparecen en una película o un cuento –respondió la princesa con voz entrecortada–, pero créeme si te digo que hasta que mi dama de honor me habló de la escuela de dragones de compañía, no recuperé el interés por vivir. Estuve a punto de acabar con mi vida por… –Aquí se adelanta el dragón y termina la frase.
–Por un desengaño amoroso.
–Pues así es. Me sorprende reconocerlo sin más, ante ti que eres un recién llegado. No sé cómo lo consigues, pero ejerces sobre mí una influencia tan… cargada de razón, como si practicaras un influjo directo sobre mi mente. Estoy desconcertada.
–No lo estropeemos, princesa, que vamos por el buen camino. Y ahora dime, ¿Quién es el galán que te ha roto el corazón?
La pregunta no puede ser más directa y ella necesita respirar. No puede creer que de esa forma tan rotunda esté confesándose con una especie de mascota de dragón parlanchina. Y lo cierto es que habría estado genial que le hubiera conocido cuando estaba postrada y enferma en la inmensa soledad de su castillo. ¡Qué gran ayuda hubiera supuesto esa fierecilla inteligente!
Ranais decide responder a Draguis tras meditar durante unos segundos.
–El hijo del boticario real dejó de manifestar su amor por mi hace tiempo. Ahora se dedica en cuerpo y alma a la investigación de los fármacos e incomprensiblemente…
–Se ha olvidado de ti– concluyó el dragón–. Eso sucede porque algo ha interferido en vuestra relación y no depende vosotros. Algo que viene de fuera.
–¿De dónde va a venir? –repuso Ranais–. Pasábamos mucho tiempo juntos, caminando por los campos, viajando, conociendo nuestro país a fondo, profesándonos nuestro amor a cada instante… pero eso cesó un mal día y todo terminó bruscamente.
–Y decidme, princesa ¿no sospecháis de alguien en particular que no desee que estéis juntos? No sé, quizá una persona de vuestra propia familia.
Ranais lo miró fijamente y en seguida negó con la cabeza.
–No, no, eso no es posible. Mi madre y mi hermano me quieren con todo su corazón y jamás intervendrían en una cosa así. No, no es posible.
–¿Tu hermano es el hijo menor ¿verdad, princesa?
–Así es. ¿Qué pasa con eso?
–No, nada de particular. Tan solo estamos intercambiando impresiones, niña mia. Quiero enterarme bien del porqué de tu depresión y asegurarme de que te rodea la paz y la concordia.
El tono de voz que usaba Draguis revelaba una fina ironía.
–Ahí también has acertado. Me diagnosticaron un tipo de depresión que califican de “enmascarada”. Te niegas a reconocer que tienes problemas afectivos y ocultas tus emociones, así que el problema pasa a tu cuerpo y puedes llegar a sufrir mucho, como si tuvieras una enfermedad grave. En cuanto a mi hermano, no sé, es que… nunca había pensado hasta ahora…
La repentina inseguridad de la princesa deja el campo abonado para Draguis, quien no desperdicia ocasión para atajar por un buen camino.
–… que no es el angel de la guarda que pensabas que era ¿no es así? –. El dragón pestañea exageradamente mientras habla, mostrando una actitud histriónica que no deja de sorprender a Ranais.
–Yo, nunca, no creo posible que… sea él.
La princesa cesó el balbuceo y empezó a sollozar con una angustia que conmovió a Draguis. Este tomó un pañuelo de la cajita de jade que yacía sobre la mesa del té. Lo extrajo con suavidad y se lo ofreció a la joven. Ella lo recogió y aclaró sus lágrimas luchando contra una sensación de pena y frustración que parecía no poder contener.
–Pero mi hermano Gabriel nunca sería capaz… –. El dragoncito se posó revoloteando sobre uno de los brazos de ella y le habló como si la conociera de toda la vida.
–Él quiere ser el único heredero. Este es uno de los motivos más típico y tópico de todos los cuentos, mi princesa ¿De verdad que no lo habías sospechado nunca? –Ella lo negó con la cabeza mientras secaba su nariz llorosa.
–La verdad es que antes de fallecer, mi padre dejó anotado en el testamento que, si yo no conseguía casarme al cumplir los 21 años, mi hermano heredaría el título de príncipe. En el pequeño país de Samodia el monarca puede cambiar a voluntad su decisión sobre los herederos de la corona.
–¿Y nunca has sospechado que tu hermano estaría muy interesado en que el trono pasara a sus manos?
–Ni se me ha pasado por la cabeza.
–Claro, sientes adoración por él, tu hermano pequeño, le has cuidado como una madre y como la mejor hermana. Por muchos criados que tuvierais, vuestra infancia la habéis compartido como uña y carne, disfrutando de todo lo que os ilusionaba y os hacía felices. Habíais forjado algo que creías indestructible entre vosotros.
Ranais tiene la mirada perdida en los rincones de la gran sala. Ninguno de los profusos decorados de la estancia la distrae. En su mente ha anidado la sospecha más inmunda. Una sombra de traición a sus principios y a sus sentimientos más íntimos se cierne sobre su alma carcomiéndola, como si la oscuridad pretendiese ocupar todo el espacio en su pensamiento. Ni en las pesadillas que la acompañaban durante su enfermedad habría podido imaginar semejante afrenta.
–Está en juego algo muy serio –dice la princesa cambiando el semblante. Su rostro muestra una expresión de frialdad nunca antes vista en ella–. Es la sucesión a la corona de este reino. Y que mi hermano sea el responsable…
Ranais mira a través de un precioso ventanal por donde observa el aspecto algodonoso de las incipientes nubes que han comenzado a dibujarse en el cielo rosáceo de Nordalia. Ahora posee una clara convicción, algo que empieza a tomar forma en su conciencia; quizá es un modo de reconocer que la realidad se impone a la fabulación de hadas que ha presidido su vida.
–Debes ser realista y madurar, mi princesa ¿Veis ahora que no podemos cerrar los ojos ante los cambios que la vida nos pone por delante?
A mí acaba de cambiarme el hecho de saber que el fin que me ha traído hasta aquí era la más bella misión que un dragoncillo de compañía podría jamás desear.
Y acabas de llegar al FINAL de este relato, que no tiene por qué ser el último. Deja tu comentario por favor. Para mí es valioso y me ayuda a mejorar ¡Ah! Y haz click en el corazoncito de más abajo si te ha gustado.
Nota: Las imágenes que aparecen en este post han sido generadas por la IA Leonardo
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Lola Romero
Posted at 12:19h, 08 diciembreEstupendo relato, Marcos, me has metido de lleno en la historia, que es interesante, original y está muy bien narrada. Deseando seguir con la continuación!! Un abrazo
marcosplanet
Posted at 13:59h, 08 diciembreCuenta con ello, Lola. Escribo para personas como tú, que se ilusionan con lo que leen.
Un abrazo.
Anabel Roldán
Posted at 00:34h, 03 diciembreMe ha encantado el cuento. Suerte que hay segunda parte y puedo seguir disfrutando con la misión del pequeño dragoncillo y la princesa. Enhorabuena!
marcosplanet
Posted at 05:18h, 03 diciembreUn abrazo muy fuerte, Anabel.
Muchas gracias.
Anabel Sánchez
Posted at 08:22h, 19 noviembrePrimo cómo siempre todo lo que escribes genial Es un relato tanto para adultos como para niños, tienes que continuar la historia de Draguis y escribir muchos más cuentos, con la imaginación que tienes el mundo lo va a agradecer. Un besazo enorme.
marcosplanet
Posted at 09:56h, 19 noviembreUn abrazo muy fuerte ¡y muchas gracias por animarme a continuar!
Hasta siempre.
marcosplanet
Posted at 03:14h, 25 noviembreMuchas gracias, Anabel. Me alegra y anima mucho que te haya gustado. Por supuesto que seguiré escribiendo historias porque además de otras cosas, descubres que hay personas muy especiales que saben apreciarlas.
Un fuerte abrazo prima.
Rocío Cala
Posted at 17:56h, 18 noviembre¡Hola Marcos! La historia de este dragón es muy intrigante y emocionante. Por como nos presentas el comienzo del relato, parece que esta tan sólo es la primera aventura del dragón Draguis. Seguro que la gran sabiduría que posee y su peculiar carácter le sirven para ganarse la simpatía de más de una persona.
Un saludo.
marcosplanet
Posted at 00:14h, 19 noviembreMuchas gracias Rocío. Ya hay una segunda parte y está en proceso la tercera.
Te dejo el link de la segunda: https://marcosplanet.blog/draguis-la-princesa-y-la-dama-de-honor/
Un cordial saludo.
Arenas
Posted at 18:47h, 12 noviembreExtraordinario cuento, que debe continuar. Draguis es un personaje maravillosamente bien construido, con una humanidad brutal. Un verdadero hallazgo.
Leyéndote tengo la sensación de que puedes escribir de cualquier cosa y hacerlo de maravilla. Enorme pedazo de escribidor.
marcosplanet
Posted at 07:13h, 13 noviembreMuchas gracias, amigo mío. Tus palabras me animan a seguir vertiendo pensamientos y emociones sobre una página en blanco.
Un fuerte abrazo!
Io
Posted at 23:51h, 09 noviembreQuerido Marcos,
Me sigue maravillando tu poder narrativo para conseguir que el lector pueda verse en ese tren, mirando y disfrutando de tan bellos paisajes.
Me has dejado, como se suele decir, «con la miel en los labios», por lo que te animo a regalarnos una nueva entrega…..y saber más de cuál es el cometido del sabio dragón.
Ojalá tod@s tuviéramos la suerte de tener un Draguis en nuestras vidas, aunque para mí, Draguis es una especie de » Pepito Grillo» de nuestra conciencia más profunda, intuitiva y sabía, esa que no siempre es fácil escuchar y que en determinados momentos preferimos ignorar por el daño que nos supone la cruda realidad, como es el caso del desengaño que sufre la princesa con su hermano.
Muchas gracias por tu cuento y regalanos una segunda parte!
marcosplanet
Posted at 00:56h, 10 noviembreMe encantan tus palabras en el sentido literal: me dejan casi hechizado, como sucedería en uno de los cuentos de hadas que tanto nos gustan. Muchas gracias por tu sensibilidad al dejarme estas bellas palabras de aliento que, por supuesto, me animan a escribir la continuación de esta historia.
Un fuerte abrazo, Io.
gabiliante
Posted at 14:26h, 09 noviembreun dragón diferente, pequeñito, que no crece de tamaño, pero sí que crece de intelecto, aunque sus arranques de adolescente no dejan de vincularlo con su tamaño.
El poder adivinatorio de su veterana sorprende a todos al final.
creo que debes continuar porque no creo que Msria lo trajera por que intuía su sabiduría. . creo que aún nos ocultas algo. Y nos quedamos con ganas de fuego
abrazooo
marcosplanet
Posted at 19:04h, 09 noviembreSi, seguiré adelante on esta historia. Me alegra mucho que te haya guastado tanto.
Saludos!
Sergio Bero
Posted at 10:48h, 09 noviembreLa inmediatez y la impaciencia en la que vivimos reflejadas en la ansiedad e Draguis: «esto es lo que quiero y lo quiero ahora».
Es, cuanto menos, paradógico el consejo final que él mismo brinda a la princesa: «no podemos cerrar los ojos ante los cambios que la vida nos pone por delante» que no se aplicó a sí mismo durante el viaje. Un buen aprendizaje para sí mismo ver que la atención al presente sólo puede traerle beneficios.
¡Gracias por compartir tu escritura!
marcosplanet
Posted at 19:06h, 09 noviembreGracias a ti por pasarte y comentar.
Saludos cordiales.
Merche
Posted at 10:40h, 09 noviembreHola Marcos, te ha quedado un cuento muy bonito y entrañable, si se lo contaras a un niño/a, probablemente te estaría diciendo ¿y qué pasó? Cuéntame más… Y, seguro, te pediría un Dragui muñeco, como cuando van en el tren y el dragón se queda parado para que el revisor no lo pille. Continúa con el cuento, lo merece.
Un abrazo. 🙂
marcosplanet
Posted at 19:07h, 09 noviembreMuchas gracias Merche. Aprecio de verdad tu opinión y desde luego que habrá una continuación de las idas y venidas de Draguis.
Gracias de nuevo por tu opinión.
Otro abrazo para ti.
Anónimo
Posted at 09:54h, 09 noviembreUn precioso cuento siguiendo el estilo de los clásicos con princesa incluida y como no, el protagonista de este mes; un simpático dragón. Enhorabuena, contiene todos los ingredientes. Saludos!
marcosplanet
Posted at 19:08h, 09 noviembreGracias por tu tiempo, por pasarte y comentar. Desearía saber quién eres para poder visitarte si tienes blog.
Saludos.
N. de la Flor Ruiz
Posted at 09:00h, 09 noviembreMuy bonito cuento, Marcos.
Tienes un don para la escritura, así que dale continuación a la historia de la princesa y el dragón.
Marlen
Posted at 21:34h, 08 noviembreHola Marcos.
Ya lo anunciabas desde tu frase de inicio del blog: «Marcos descubre la magia de viajar». Y me has tomado de la mano para subir al tren y hacer un placentero recorrido por esos preciosos paisajes de fantasía. He disfrutado mucho de tu cuento. Me he metido en la historia, he hecho cosquillas al charlatán Draguis que, con su sapiencia sabe definir claramente el mal de la Princesa y, sin paños calientes, pintarle la dura realidad.
Quiero más, quiero que Draguis se implique en la resolución del entuerto, quiero que la Princesa madure y se convierta en una sabia Reina, quiero charlar un poco más con María a quien no he tenido ocasión de conocer más, ¡quiero la segunda parte!
Felicidades por tu cuento, espero seguir leyéndote.
Saludos de Marlen.
marcosplanet
Posted at 22:10h, 08 noviembreMuchísimas gracias, Marlen. Es todo un placer leer este comentario tan edificante y que me ilusiona para escribir esa segunda entrega y las que vinieren. Lo intentaré, a ver si el tiempo limitado que nos deja el día a día me permite escribirlo.
Saludos cordiales.
María Pilar
Posted at 15:26h, 08 noviembreHola, Marcos, un cuento maravilloso, al estilo clásico de los cuentos: con castillo. una princesa triste, un hemano envidioso y traicionero y las damas de compañía.
Lo que hace diferente tu cuento a los clásicos es el protagonista, ese Draguis encantador que atrapa al lector desde el primer momento. Es crítico, provocador, divertido, entusiasta… A primera vista te lo imaginas como un niño, pero su sabiduría te hace pensar que la edad de un dragón nada tiene que ver con la de un humano. Y ya te pones de su lado y no puedes dejar de leer. Porque quieres saber, como él, cuál es su misión en el cuento. Mientras disfrutamos de un precioso viaje en tren, donde el relato es más descriptivo, por lo que el tiempo discurre más pausado, la belleza del paisaje trae recuerdos a Draguis sobre sus padres fallecidos. La ternura envuelve todo el relato. Al final, junto a la princesa nos escontramos con un Draguis intuitivo, sabio y gran compañero.
Me lo llevaría a casa.
¡Felicidades, Marcos!
Seguro que nos soprenderás con una nueva entraga.
Un abrazo!
marcosplanet
Posted at 19:55h, 08 noviembreMuchísimas gracias María Pilar. Me agrada mucho saber que te ha gustado y tu resumen es una muestra de que el mensaje que quería transmitir ha cumplido su propósito. Voy a ver lo de la nueva entrega, que el tiempo, ese tesoro, es determinante para el aficionado a juntar palabras y está limitado por el día a día. Lo intentaré, desde luego.
Otro abrazo para ti, María Pilar.
zero psicologos
Posted at 10:42h, 08 noviembreMe encantan las historias de dragones, sobre todo si son tan buenas.!!!
Noelia Cano
Posted at 11:58h, 07 noviembrePor supuesto que tienes mi click, qué imaginación y cuánta curiosidad me inspira esta historia con Draguis, tan tierno y ácido al mismo tiempo.
Una pregunta, ¿haces las ilustraciones con IA? Le van genial al texto. Me has dado una idea para los relatos que escribo yo en ese sentido.
Bueno, te sigo para venir a menudo a seguir leyéndote.
Un saludo
marcosplanet
Posted at 12:39h, 07 noviembreEncantado de que te haya gustado, Noelia. En efecto, las ilustraciones son de IA, la verdades que acompañan mucho. Muchas gracias por seguirme.
Saludos.
Nuria de Espinosa
Posted at 00:52h, 07 noviembreMaría, la elegante señorita de la caja de ébano y su dragón Draguis ha hecho las delicias de un viaje cuyas imágenes en su recorrido son preciosas… He podido ver el castillo, la princesa, el dragoncito, al chófer, Norberto y el país de Samodia, además de la ciudad de Nordalia… Si hasta has introducido un boticario… Menudo cuento más bello, con aventura y hasta con corazón roto incluido… Me encantó. Un abrazo
marcosplanet
Posted at 06:52h, 07 noviembreAgradezco tus comentarios. Me alegra que te haya gustado el cuentecito. Yo he disfrutado mucho escribiéndolo.
Otro abrazo para ti.
Estrella Pisa
Posted at 14:34h, 06 noviembreUn relato maravilloso, Marcos. La història que relatas conmueve. Sus personajes tramiten una energía que traspasa los limites de los párrafos y los escenarios que enmarcan la trama no podían ser más acertados. No hay nada más fascinante que los paisajes que nos van atrapando a través de las ventanillas de un tren. La descripción de esos paisajes me ha recordado los posts de tu blog.
Un lujo poder leerte.
Un fuerte abrazo.
marcosplanet
Posted at 17:43h, 06 noviembreAgradezco de corazón lo que me dices. Espero poder seguir conmoviéndote con mis historias. No dejaré de intentar dar lo mejor de mí.
Otro abrazo para ti, Estrella.
Maty Marín
Posted at 13:03h, 06 noviembreEstupendo, y recalco de nuevo sobre las imágenes, le dan un sabor especial. Ya de lo de que me sorprendes ni menciono, ya te lo he repetido.
Me enamoré del dragoncillo… Aparte.
Felicidades nuevamente Marcos!
marcosplanet
Posted at 14:03h, 06 noviembreTus comentarios son siempre una corriente de energía que me ayuda en esta tarea de juntar palabras que tanto me apasiona.
Un abrazo!
Federico
Posted at 12:51h, 06 noviembreA mis hijas les gustaría tener a Draguis de mascota. Saludos
marcosplanet
Posted at 14:01h, 06 noviembreJajaja, pues me encantaría poder hacer a Draguis realidad. Gracias por tus palabras, Federico.
Un cordial saludo.
Jose A. Sánchez
Posted at 11:26h, 06 noviembreHola, Marcos.
En primer lugar, muchísimas gracias por haber aceptado participar en el VadeReto. Es un grandísimo placer tenerte entre la familia acervolense. Con este precioso cuento ya formas parte de ella.
En cuanto al relato, has cumplido con lo propuesto. Tenemos a un dragón y, además, se erige en total protagonista de la historia.
Usas una de las más codiciadas cualidades de los dragones, su sabiduría, obtenida gracias a su prolija vida. Además, en este caso, lo dotas de una generosa verborrea y sutil ironía.
En el relato también podemos comprobar tu grandísimo talento para narrar los viajes. El trayecto en el tren se nos muestra como en un video cinematográfico. Lo haces con detalles y haciéndonos «verlo» tal y como lo que pueden disfrutar los personajes. Se palma la atmósfera y como van descubriendo el terreno, el castillo, los aposentos. Una magnífica narración.
Tengo que comentarte que el final me parece un poco abrupto. Supongo que esperábamos más acción para el dragón o una misión más extensa. De todas formas, nos dejas con dos buenos mensajes, a modo de moraleja.
Por un lado, la exigencia de abrir los ojos para afrontar la madurez y ver de frente los cambios que nos propone la vida; por otro lado, la necesidad de aliviar la soledad, esa que nos aprisiona, incluso estando rodeados de mucha gente; interesante misión del dragón para con la princesa.
No sé si la historia tendrá continuación. Nos gustaría, me gustaría, saber como afrontan Princesa y Dragón esta misión. Pero sobre todo, seguir disfrutando de la dulzura y hermosura de este cuento. Puedes, si te apetece, engarzarlo con las inminentes Navidades. 😉
Enhorabuena por esta bella fábula y muchísimas gracias por ofrecerla al VadeReto.
Espero que podamos seguir disfrutando con tu participación en un futuro. Como te dije en un comentario, no es obligatorio participar todos los meses, solo cuando tengas tiempo, ganas y el tema te atraiga.
Un Abrazo.
marcosplanet
Posted at 12:22h, 06 noviembreMuchísimas gracias por tu completo comentario, que agradezco de veras viniendo de alguien como tu a quien aprecio en gran medida. En efecto, el final es abrupto porque la continuación del relato me pareció que lo prolongaría en exceso, por lo que he preferido dejarlo así, anunciando una próxima entrega como bien sugieres.
Es una inyección de motivación para mi leer este comentario y te lo agradezco de corazón. Seguiré participando en el Vadereto, no te quepa duda, cada vez que pueda.
Un fuerte abrazo.
Ric
Posted at 09:43h, 06 noviembreEstupendo cuento Marcos
Las mascotas son importantes en nuestra vida, sobre todo en un mundo en el que los humanos vamos pensando en cuidar nuestro ego y la mayoría de la gente aborda su vida pensando en el qué dirán o en su aspecto.
Da saludos a Draguis
Te felicito y deberías de escribir un libro de cuentos, ¡saludos!