El hombre que mejoraba el presente

Aarón es profesor de instituto y tiene que lidiar con alumnos difíciles que someten a otros. Los acosadores son siempre los mismos: dos chicos y dos chicas, tres de ellos repetidores de curso por dos años consecutivos.

–Cuentan con fieles seguidores que aplauden sus palizas, las graban y extienden por las redes sociales –afirmaba el profesor con vehemencia en la reunión del claustro–. En fin, nada que no sepamos todos más que de sobra.

–La dirección del colegio es inoperante –continuó Aarón–. Hay bullying entre los alumnos, pero el protocolo no se aplica. Prefieren el silencio. Algunos padres de acosadores lo ponen más difícil para que desde el colegio puedan emprender acciones correctoras, seguramente por una actitud de sobreprotección que no son conscientes de que daña aún más a sus hijos.

–Los menores de 14 años son inimputables –afirmaba una profesora de Literatura–, y no existen medidas “oficiales” que podamos llevar a cabo.

–Pero tenemos el protocolo anti-bullying –apuntó el jefe de estudios dirigiéndose al director–. Que no lo pongamos en práctica no significa que…

El director lanzó una mirada directa a los ojos de su interlocutor que no dejaba dudas acerca de su postura sobre la utilidad de dicho protocolo.

–Según el Informe Cisneros –intervino Aarón–, uno de cada cuatro alumnos en edad escolar sufre acoso. Pero este estudio es de 2007, por lo que el dato real sobre víctimas de este tipo de violencia es desconocido a día de hoy. Lo más probable es que ese número sea más elevado. Además, la gravedad de las agresiones habrá aumentado actualmente por la mayor influencia de los móviles y las redes sociales.

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En estas diatribas se veía envuelto Aarón en su día a día, soportando mucha presión, tanto de los alumnos en general, como de los padres y de la dirección del centro, inoperante.

Una mañana limpia y brillante del mes de abril, Aarón Benítez decide navegar por internet a la búsqueda de un curso de “Mindfulness”, algo que siempre le había llamado la atención como ayuda para reducir las tensiones de su vida.

El titular de la página web “Mente y presente” anunciaba:

“El Mindfulness nos ayuda a vivir el aquí y el ahora. La mente se dispersa entre pensamientos y emociones del pasado o las que vemos como expectativas de futuro. No pierdas el contacto con el presente”.

Tras varios resultados de búsqueda, el profesor había decidido que “Mente y presente” era justo lo que necesitaba.

Al cabo de unos días de no recibir notificación alguna del comienzo del curso de Mindfulness, Aarón reclamó una respuesta, pero esta no llegaba. Esto, unido a nuevas complicaciones en su vida aportadas por su relación sentimental con Rosa, fue motivo suficiente para que su interés por el Mindfulness se desvaneciera.

Rosa había sido su pareja hasta que una oferta de trabajo la trasladó al Reino Unido. Desde entonces parecía que disminuían las ocasiones para seguir viéndose, atrapados como estaban en sus propias burbujas de vida.

La última conversación entre ambos fue telefónica y en ella quedó patente el distanciamiento.

–Rosa, últimamente estoy sometido a mucha tensión. Son esos casos de bullying que ya conoces.

–Lo sé, Aarón. Y yo llevo meses intentando adaptarme a esta nueva vida en un país extraño. Tampoco lo tengo fácil.

–Ojalá y pudiera trasladarme hasta allí y poder convivir contigo. Ya conoces a mi gran enemigo, el idioma.

–Sé que para ti no es sencillo querido, pero algo debes hacer para cambiar eso, no sé, esas terapias para profes que organizan algunos gabinetes de psicólogos.

–Lo que necesito es una solución para poder lidiar con padres engreídos y ciegos al comportamiento de sus hijos acosadores. En cualquier momento puede ocurrir una desgracia.

–¿Y no es suficiente acudir a un gabinete de esos?

–Decidí apuntarme a un curso de Mindfulness.

–Ah, bien, pues eso me parece acertado ¿Y qué tal te va?

–Resignado a no poder empezarlo nunca. No me han confirmado fecha de comienzo. He reclamado, pero ni caso. Me matricularé en otro en cuanto pueda.

 

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El empleado de la empresa de paquetería a domicilio tecleó en el video-portero automático.

–¿Aarón Benítez?, le traigo un paquete –. El repartidor le saludó con una franca sonrisa –. Gracias por confiar en nosotros.

–¿Qué tal va el día?  ¿Mucho tráfico?

La sonrisa volvió a aparecer en el rostro del repartidor.

–Nada nuevo para mí. Es lo de siempre en esta zona. A veces te estresas más y otras menos. Ya sabe, “los sentimientos van y vienen como las nubes en un cielo ventoso”, que dijo el sabio.

Aarón no fue capaz de mediar palabra.

–Pero si centras la atención podrás ver el mundo de otra manera –remató el empleado de la empresa de reparto.

–Estupenda frase ¿y tu nombre es?

–Romeu, me llamo Romeu.

–Pues encantado, Romeu ¿Vendrás más veces, supongo? Suelo hacer pedidos con tu empresa.

 

Ya en la cocina de su casa, Aarón discurría sobre el encuentro con el repartidor mientras se servía un café bien cargado.

–Qué tío tan curioso –decía para si–. ¿A qué se dedicaría antes? igual era profesor… Lo cierto es que por circunstancias de la vida cualquiera puede verse de repartidor o de lo que sea ¡Qué mundo tan incierto!

 

Eran las tres de la tarde y Aarón seguía corrigiendo exámenes en la sala de profesores. Todos habían marchado a sus casas y era un buen momento para concentrarse en ese trabajo. Cuando Aarón lo dio por terminado, se levantó y recogió su chaqueta de lana del perchero. Justo antes de cruzar el umbral de la sala, un adolescente entraba a la misma con la cara ensangrentada.

–Por Dios, ¿qué te ha pasado, Dani? –consiguió decir el profesor alarmado.

–Ellos, Juan Pedro y los de siempre. Me han dado una paliza –dijo el chaval entre sollozos.

–Vamos, ven conmigo. Llamaré a tus padres para que te lleven a urgencias.

Por suerte, los padres del muchacho no dieron problemas y acudieron pronto.

–No se preocupen que he activado el protocolo –indicó Aarón–. Mañana habrá reunión con dirección y ustedes tendrán más noticias ¿de acuerdo?

Acto seguido envió un email al equipo de valoración para situaciones de ese tipo.

–Lo que me faltaba para rematar el día –se lamentaba.

 

Al día siguiente levantaron acta de la reunión con la dirección del centro y comunicaron las conclusiones a los padres de Dani. El comunicado venía a decir lo mismo que en anteriores ocasiones en casos similares. El instituto recabaría información y volvería a informar a los padres.

–Todo quedará igual –comentaba Fran, el jefe de estudios, a un Aarón pensativo –. Al final nunca se corrigen estas conductas, los niños siguen sufriendo y los padres terminan por cambiarles de colegio. Eh, ¿qué pasa, compañero? Te noto ausente.

–No, no, Fran, es solo que estoy convencido que para cambiar todo esto debemos cambiar nosotros y nuestra manera de afrontar el problema. Los protocolos no sirven porque no hay personal que se pueda encargar de las labores de vigilancia, entrevistas y seguimiento que requieren.

–¿Y qué podemos hacer si el colegio no aporta soluciones?

Aarón reflexionó unos instantes.

–Centrar la atención en el presente, para ver el mundo de otra manera –. Dicho esto, giró sobre sus talones y se despidió de su compañero.

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La segunda vez que Romeu hizo una entrega en casa de Aaron, este se hallaba buceando en internet para localizar cursos serios de Mindfulness. Su experiencia fallida con “Mente y presente” y el caso de acoso a su alumno Dani, le empujaban a reconducir su forma de entender la situación, tanto en el colegio como respecto a Rosa, con quien cada vez hablaba menos.

Al cabo de unos días, otro paquete llegaba a la casa del profesor.

–Hola señor Benítez, este es su pedido –afirmó el repartidor con su irresistible sonrisa.

–Otra vez por aquí, Romeu ¿Qué tal vas hoy? ¿Mucho jaleo?

–Todo es relativo. Si quieres dominar la ansiedad, vive el momento sin interferencias. Lo que nos hace sufrir no es lo que nos sucede sino la forma de interpretarlo.

Esta vez, Aarón no calló.

–Sí, es por la experiencia que hemos tenido antes y lo que creemos que va a suceder mañana si nos pasa esto o lo otro. He leído sobre ello hace poco –confesó.

–Así es. El camino hay que recorrerlo paso a paso, sin que el futuro nos cause inquietud.

–Estoy de acuerdo, así debe ser creo yo. Gracias por tus recomendaciones, Romeu y hasta la próxima.

 

–Curiosa terapia –dijo el profesor para sus adentros.

 

 

En un escenario muy distinto, en un hogar cualquiera, no paraban de oírse voces desaforadas e insultos. Un padre enfurecido amenazaba a su hijo de 14 años con tirar a la basura su videoconsola y el teléfono móvil.

–No vas a volver a ver estos cacharros ¿me oyes? Mira, mira lo que va a pasar ahora –. Acto seguido arrojó los dos artefactos contra la pantalla del ordenador que su hijo tenía sobre la mesa de estudio. Todo se hizo añicos.

La madre se hallaba recluida en un rincón de la casa, tejiendo un bordado de una madeja de lana. No era la primera ni la última vez que surgían altercados. Ella misma debía aguantar el mal carácter y la agresividad de su marido, quien nada más pisar el hogar a la vuelta del trabajo, despotricaba contra todo y todos.

Ese día en concreto, las malas notas de su hijo desencadenaron la furia del padre. Daba igual el motivo. Ese hombre manifestaba una agresividad muy fácil de provocar. Llegados a ese punto, ella optaba por recluirse en su rincón.

–Vas a aprender a vivir sin esas mierdas de ordenadores y móviles ¿oído?

–¡Sí, chef! –dijo el niño burlándose. Llevaba años soportando enfados y palizas. Ahora daba un paso más porque se sentía fuerte para hacer frente a las iras del tirano.

Este lo miró destilando odio, dispuesto a agarrarle por cualquier parte y hacerle mucho daño. El muchacho, sabedor de que era más ágil que el monstruo, se hizo con rapidez a un lado provocando que el padre tropezara con el pico de la mesa. El grito de dolor se oyó por toda la casa.

–¡Juan Pedro! –clamó su madre en un intento de retenerle.

El muchacho cogió su mochila y salió corriendo de allí. Buscó refugio debajo del puente que pasaba sobre el tubo de desagüe por el que circulaban las aguas residuales del barrio y se acurrucó contra la pared húmeda.

Anochecía cuando dejó de sollozar y armándose de valor regresó a su casa a esperar los golpes de su padre.

El hombre que mejoraba el presente

 

No lejos de allí, en otro chalet de la misma zona, María Elena escuchaba tras la puerta de su habitación una de las muchas discusiones entre sus propgenitores. Casi siempre giraban en torno a la excesiva afición de la madre al alcohol.

–Esta vez te has pasado. Te he encontrado peor que nunca, ahí tirada en el sofá como un despojo ¿No ves el daño que haces a nuestro matrimonio? ¿Y a la niña?

–Ella se limitó a apuntar con el dedo índice de una mano hacia arriba y dirigirse al baño contiguo. Cuando terminó de vomitar, su marido la ayudó a caminar por el salón hasta uno de los sillones. Le ofreció café bien fuerte, pero ella lo rehusó.  Él la besó en la mejilla mientras le acariciaba los brazos.

–Tienes que salir de esta, cariño. De una vez por todas.

María Elena odiaba la condescendencia paterna con su madre. No comprendía por qué permitía que, después de una crisis etílica, la madre continuara su autodestrucción.

Sería porque él había conseguido recuperarse de la ruina por su afición al juego y eso le hacía tolerar los vicios de ella. Pero hacía mucho que María Elena había decidido desconectar de todos los problemas. Llevaba tiempo en el grupo de amiguitos de Juan Pedro el acosador siendo la más fiel seguidora, grabando videos de sus palizas y subiéndolos a internet.

 

El hogar donde vivía el tímido Dani, el muchacho que recibía más acoso de todo el instituto, era un campo fértil sembrado de libros, juegos de mesa, colecciones de cine de autor y maquetas de todo tipo. Réplicas de los monumentos más significativos de las ciudades del mundo adornaban mesas y vitrinas. Todas habían sido construidas por él y por sus padres.

Dani tenía un hermano menor que apuntaba maneras como deportista y era el díscolo de la familia, pero aún era un niño y no desequilibraba la balanza de la familia de intelectuales.

Cada vez que Dani volvía a casa con marcas de golpes o heridas causadas por Juan Pedro y sus matones, el padre escribía un email a la dirección del colegio con abundante información sobre los daños sufridos por Dani, pero era como predicar en el desierto. Llevaba tiempo pensando en cambiarle de centro, pero el único que no quedaba demasiado apartado del domicilio era uno privado y no podían permitírselo.

 

Mauro López, director del centro de enseñanza donde trabajaba Aarón, tenía un concepto difuso de lo que debía ser la creación de espacios de convivencia entre alumnos en un centro de enseñanza. Nunca había podido dedicar más de cinco minutos a las entrevistas con padres de alumnos conflictivos o con sus hijos. La prioridad del director pasaba siempre por cumplir un estricto horario “de 8 a 3” y delegar en cualquier otro, como el jefe de estudios, cualquier tarea que excediera ese intervalo.

Además, Mauro estaba orgulloso de seguir al frente del Instituto después de 15 años. En ocasiones, el jefe de estudios o algún tutor de Secundaria le habían llevado la contraria en casos concretos, como el de aquel alumno que hacía pintadas con temas obscenos en la fachada del edificio. Gracias al acuerdo al que llegó Fran con los padres del muchacho, el director no tuvo que implicarse prácticamente nada.

En cuanto a los casos de bullying recientes, Mauro prefería mirar hacia otro lado porque en una ocasión uno de los acosadores a quien había recriminado le rayó el coche. Así, las quejas transmitidas mediante correo electrónico por algunos padres afectados o profesores, acababan reposando en un archivo olvidado en su ordenador.

 

Aarón decidió aplicar un nuevo enfoque a sus clases. Recurrió al visionado de algunas películas clave para ayudar a cambiar a los agresores.

–Os recomiendo la película Gandhi, en la que se cuenta el cambio de vida de un abogado de familia rica que, a los 24 años de edad, es expulsado de un tren de Sudáfrica por ser un indio que viajaba en un compartimiento de primera clase. Y eso a pesar de tener un billete de primera clase. Gandhi se da cuenta de que las leyes excluyen y marginan a los que, como él, son nacidos en la India.

Los alumnos escucharon la propuesta de su profesor con distintos ánimos. Parecía que no había encajado del todo en las preferencias de los conflictivos habituales.

– Gandhi decide iniciar una campaña de protesta no violenta por los derechos de todos los indios en Sudáfrica –continuó Aarón–. Después de haber sido arrestado en varias ocasiones, su imagen se hizo conocida en todo el mundo y consigue que sean reconocidos algunos derechos para los hindúes.

Los alumnos se mostraban indecisos y empezaron a comentarlo entre ellos.

–No os contaré el final, desde luego, pero creo que os va a gustar ¿Qué decís?

 

El hombre que mejoraba el presente

 

El repartidor llevaba meses intercambiando frases motivadoras con Aarón que inspiraban a este. Le servían para intentar afrontar las cosas de otra manera, tanto en el instituto como fuera de él. Pero en lo que más le habían ayudado era en aceptar el cambio de situación desde que Rosa se había trasladado a Londres. En lugar de una relación sentimental de dos años que estaba a punto de desmoronarse, se encontraban en un simple paréntesis con proyección hacia un futuro cercano en el que volverían a convivir.

Aquello de practicar la atención plena o conciencia plena para que te fijes en el presente sin dejarte perturbar por el pasado o lo que esperas del futuro, había sido la solución para ambos. Rosa también lo había puesto en práctica consiguiendo calmar su mar de dudas respecto al fin de la relación.

–Ahora veo a qué te referías, Aarón –dijo ella en su último encuentro en la capital británica–. Supongo que esto servirá para darnos una oportunidad y poder volver a estar juntos sin miedos.

A partir de entonces, cada vez que se veían o hablaban por teléfono, una nueva esperanza se abría entre ellos, como si estuvieran seguros de que recuperar su vida en común fuera un hecho futuro.

 

La última vez que el repartidor llamó a la puerta de Aaron, y tras varios meses de intercambio de reflexiones sobre la vida en su peculiar modo de interactuar, el profesor se extrañó ante la visita.

–Vaya, Romeu, no esperaba ningún paquete. Además, hoy vienes vestido de bonito ¿vas a algún evento?

–Pues sí, precisamente venía a comentarte que… hoy es el día de la revelación –. Ante la cara de sorpresa del profesor, el repartidor le entregó un sobre grande con el membrete “Mente y presente”.

–Hoy ha llegado el momento de revelarte quién soy y cuál es mi objetivo.

Aarón permaneció inmóvil y en silencio.

–Tengo el placer de comunicarte que has superado el curso de iniciación al Mindfulness “Mente y presente”, aquel al que te apuntaste y que pensabas que te olvidó.

Aarón fue transformando su expresión de asombro en sonrisa mientras abría el sobre. Un bonito diploma certificaba su acreditación.

–Vaya forma de impartir un curso, Romeu. Desde luego, inesperada y creo que… sobre todo, muy práctica. En fin, no sé qué más decir.

–Precisamente, para centrarnos en el presente, sin distracciones, es por lo que en la empresa recurrimos al método del repartidor: centrarse en lo que tienes delante, en el presente. Y los repartidores transmitimos frases que hacen reflexionar y ser conscientes de nosotros mismos. Lo de dedicarse a repartir es para que los propios formadores de la empresa de Mindfulness estén con los pies en el suelo y se centren en su presente.

El profesor y el repartidor se miraron por última vez. Romeu dio media vuelta dirigiéndose al ascensor y desde allí saludó a su último alumno.

El hombre que mejoraba el presente

 

Esa mañana de lunes, en la clase de Biología que impartía, Aarón percibió un nerviosismo particular entre los presentes. Dani y otro compañero tenían los ojos llorosos y señales de arañazos en la cara.

–A ver, ¿qué ha pasado aquí hasta que he llegado yo? ¿Quién me lo va a contar? –. Acto seguido miró a Juan Pedro, el acosador. Este le dirigió un gesto despectivo y miró para otro lado.

–Vas a ser tú, Juan Pedro, dime, ¿qué ha pasado?

Al cabo de medio minuto de silencio, el profesor tomó una decisión.

–Bien, hoy tendremos clase en el gimnasio. Todos a la cancha de baloncesto, venga.

Los alumnos se miraban unos a otros mientras se levantaban de sus asientos. Algunos recogían cuadernos y libros de sus mesas.

–No, no van a hacer falta ni libros ni apuntes. Quiero que hoy os quedéis con algo bueno en la cabeza.

El profesor sentó a todos en círculo a su alrededor sobre la cancha de baloncesto. Desde su posición, de pie en el centro del círculo improvisado, miraba uno a uno a los presentes.

–Empecemos la clase de hoy ¿quién tiene algo triste que contar?

Las miradas vagaban de unos a otros. Lo inusual de la pregunta calaba en ellos como esas gotas de agua de cal en el interior de las cuevas. Algunos optaban por mirar al techo. Finalmente, una chica llamada Sonia tomó la palabra.

–Ayer falleció mi abuela –dijo sin más.

De inmediato, una risita brotó de la boca de Juan Pedro. María Elena hizo lo mismo.

–¿Por qué os reís de una noticia así? –apuntó Aarón–. Contesta tú, Juan Pedro.

El chico abrió los ojos sorprendido. No esperaba tener que mojarse.

–Ehh, es gracioso. Se murió de lo vieja que era –soltó el crío sin más.

–No murió por su edad, sino porque no fue bien el trasplante de riñón. Estuvo dos semanas en la UCI y no pudo más.

El silencio reinante a partir de entonces agobiaba a Juan Pedro. María Elena soltó otra risita.

–Y a ti ¿por qué sigue haciéndote gracia?

–Porque… porque primero se ha reído Juan Pedro. Es muy chistoso.

–Ya, ¿qué la gente muera es un chiste, Juan Pedro? –preguntó el profesor.

El chico empezó a fruncir el ceño.

–No sé nada de enfermedades ni de toda esa basura. Ni me importa.

–¿Tus abuelos viven?

–Pues sí, pero muy lejos de mi casa. No les soporto.

–¿A quién más no soportas, Juan?

–¡No me llames Juan! Me llamo Juan Pedro ¿oíste?

–Sí, has gritado mucho ¿Quién más te llama Juan y por qué no lo soportas?

El muchacho se levantó decidido a embestir al profesor con la cabeza, como si fuera un placaje de rugby. Aarón fue más rápido y evitó el empujón.

–Escucha, Juan, cálmate, tranquilo –. Mientras decía esto, forcejeaba con el chico hasta que este decidió desistir.

–Lo repito ¿quién te llama Juan y no lo soportas?

–¡Nadie, nadie! El canalla de mi padre no es nadie.

Un tímido murmullo de sorpresa se extendió entre los alumnos. María Elena intervino entonces.

–No les cuentes nada Juan Pedro, no lo hagas… –gritaba con una actitud muy distinta a la burla inicial.

Juan Pedro parecía sofocado. Miraba a su alrededor como una fiera enjaulada. Sin embargo, algo en su interior le hizo calmarse un poco al volver a hablar.

–No soporto a mi padre. Nos trata muy mal a mi madre y a mí.

–¿Tienes otros familiares que conozcan lo que pasa? –preguntó Aarón.

–Mis abuelos, pero ellos son muy mayores y no pueden hacer nada. Nunca lo han hecho.

–No tienes por qué decir nada más –dijo Mari Elena mirando hacia el suelo.

–No, lo diré todo ahora. Tampoco es mucho. Mi padre solo sabe gritar, insultar y lanzar cosas volando contra las paredes –. Aquí se detuvo unos segundos antes de continuar–. Una vez me tiró un bate de béisbol a la cabeza y acabé en urgencias.

Tras el silencio imperante, empezaron a escucharse algunos comentarios de ánimo hacia Juan Pedro.

–No es justo que haga eso contigo.

–No hay quien aguante eso.

–Tienes que salir de allí para irte lejos con tu madre.

Las primeras lágrimas brotaron en los ojos de Juan Pedro. Este se sentó en el suelo y se cubrió la cara con las manos mientras sollozaba.

–Y tú, María Elena ¿tienes algo triste que contar? –dijo el profesor.


 

Eso es todo amigos ¿Os ha gustado esta historia? Si es así, dadle «like» al corazoncito de más abajo.

Muchas gracias y ¡hasta la próxima!

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25 Comentarios
  • AMAIA LARRREA
    Posted at 20:00h, 26 febrero Responder

    Hola Marcos,
    como siempre genial.
    Avanzamos tanto en tecnología, salidas al espacio sideral, inmortalidad y posthumanismo
    que estamos peor que nunca en lo básico…
    Aplausos y abrazo

    • marcosplanet
      Posted at 12:56h, 27 febrero Responder

      Comparto plenamente tu opinión, Amaia.
      Un fuerte abrazo.

  • Ric
    Posted at 11:49h, 07 diciembre Responder

    He leído una de las historias que más me entristecen, uno de los problemas de nuestra actual sociedad, todos hemos sufrido bullying alguna vez en el colegio y, tal vez, en la vida, Este es otro de las causas que me hacen pensar que esta sociedad está en decadencia, tengo preparado, para próximas fechas, un artículo en el que hablaré de las cosas que hay en nuestro mundo que no me parecen ni medio bien.
    En definitiva, las personas han olvidado los valores y por sus problemas acaban pagando las que no tienen nada que ver con ello, es decir, debemos de cambiar el sistema educativo, algo que no resulta interesante a quienes lo propagan, que grave me parece la falta de empatía, no tenemos en cuenta que cada cual tiene sus demonios.
    Debemos de tratar de conocernos, en ese caso, podremos saber cual es nuestro lugar en este mundo, y, si quieres ayudar a las demás personas, propagar nuestros conocimientos, el problema es que no todo el mundo está dispuesto a escuchar y ahí, no podemos hacer nada
    Saludos y gracias por afrontar estas causalidades de nuestra actual sociedad

    • marcosplanet
      Posted at 12:04h, 07 diciembre Responder

      Tus palabras arrojan luz precisamente sobre esa sombra que se cierne cada vez más en esta sociedad de propagación de la confusión y el miedo, donde los más jóvenes son los más perjudicados. No saldremos nunca de las espirales de violencia si no se empieza desde la base educativa a trabajar de verdad en solucionarlo.
      Un abrazo.

  • Io
    Posted at 00:46h, 04 diciembre Responder

    Querido Marcos
    Que tema más duro y actual nos traes, el bullying…..
    Siempre ha existido, pero no tenía la misma repercusión que en la actualidad con las redes sociales.
    Siempre pensé que la mayoría de personas/ niñ@s acosador@s, eran personas con muchas carencias afectivas y familiares que necesitan humillar para sentirse importante y hacerse respetar a través del miedo y la agresividad.
    Como todo en la vida no se puede generalizar, pero en gran parte, formamos nuestra personalidad y como somos, influenciados por nuestro entorno, circunstancias y cosas que hemos vivido, esto no es exacto como las matemáticas, pero es probable que una gran parte de los niñ@s que sufren maltratos psicológicos o físicos durante su infancia, actúen de la misma forma con sus iguales.
    Es triste los protocolos de los centros educativos en los que parece intocables l@s agresor@s, mientras que l@s afectados prefieren guardar silencio por miedo a las represalias.
    Desde luego un tema muy polémico que tú has sabido narrar poniéndonos en la piel de todos y cada uno de los personajes.
    Enhorabuena por el relato y tocar temas tan delicados, dando una posible solución a través del profesor, buscando los motivos de dichas conductas.
    Un saludo

  • Miguelángel Díaz
    Posted at 13:54h, 09 noviembre Responder

    Un relato muy interesante, Marcos.
    Llegar hasta el fondo, hasta los “por qué” de los problemas y las situaciones es la forma de afrontarlos y encontrar soluciones eficaces que los aborden. Observar y analizar todos los elementos, sus razones desde los diversos ángulos y puntos de vista nos hace entender mejor las relaciones y los conflictos.
    Un fuerte abrazo 🙂

    • marcosplanet
      Posted at 19:05h, 09 noviembre Responder

      Gracias por comentar Miguel.
      Otro abrazo para ti.

  • eliom
    Posted at 12:53h, 13 octubre Responder

    El corazoncito funciona perfectamente, fue un error mio, Sludos y repito excelente nota

  • Estrella Pisa
    Posted at 18:47h, 12 octubre Responder

    Impresionante relato, Marcos.
    Me ha encantado tu protagonista. Un profesor como hay pocos.
    Felicidades.

  • Federico
    Posted at 19:49h, 11 octubre Responder

    Los problemas de los adolescentes y la difícil tarea de los profesores para tratarlos. Saludos.

    • marcosplanet
      Posted at 20:54h, 11 octubre Responder

      Efectivamente Federico. Es una temática repetida a lo largo del tiempo que afecta a esas generaciones, aunque aen la actualidad el problema se agrava.
      Saludos cordiales.

  • eliom
    Posted at 14:52h, 11 octubre Responder

    Muy actual, excelente relato como siempre, que sorprendes. Un a cosita le quiero dar al corazoncito pero no funciona, un saludo

    • marcosplanet
      Posted at 20:56h, 11 octubre Responder

      Muchas gracias Eliom. Lo del corazoncito es porque seguramente le has dado dos veces sin darte cuenta. A veces pasa. He probado con más gente y funciona bien. Prueba si no con otros artículos míos y me dices.
      Saludos

  • Blas Maeso
    Posted at 21:32h, 10 octubre Responder

    Miedo, dolor, abuso. Una realidad callada. Mis respetos

  • Rosa Fernanda Sánchez Sanchez
    Posted at 17:27h, 10 octubre Responder

    Terrible realidad la que sufren algunos niños y niñas, que tu reflejas con maestría en este relato. Muchas gracias de nuevo Marcos

    • marcosplanet
      Posted at 22:17h, 10 octubre Responder

      Muchas gracias por tus comentarios tan constructivos, que me sirven de apoyo para seguir creando.
      Saludos Rosa!

  • Yolanda Mármol
    Posted at 13:14h, 10 octubre Responder

    Gran actitud heroica y llena de sabiduría al luchar por los derechos sin imponer violencia. Un ejemplo a seguir, un espíritu libre, sabio y sin narcisimo alguno. ¡Admirable!
    ¡Un abrazo gigante!

    • marcosplanet
      Posted at 15:03h, 10 octubre Responder

      Tus palabras me dan mucho ánimo. Muchas gracias Yolanda.
      Saludos!

  • Nuria de Espinosa
    Posted at 11:21h, 10 octubre Responder

    Buen día Marcos, un tema candente demasiado a la orden del día.. A veces el propio miedo de quienes padecen el acoso escolar provoca resultados terribles… Muy bien escrito en su desarrollo. Un abrazo

    • marcosplanet
      Posted at 15:04h, 10 octubre Responder

      Gracias por tu tiempo y tu opinión. Sabes que siempre será bienvenida.
      Saludos!

  • Anónimo
    Posted at 10:11h, 10 octubre Responder

    Impresionante relato, me ha enganchado desde el principio, por desgracia una realidad en mucho hogares. Felicidades, me ha encantado.

    • marcosplanet
      Posted at 15:05h, 10 octubre Responder

      Gracias a ti por tu tiempo de lectura y comentario.
      Saludos, Quim!

  • Merche
    Posted at 09:59h, 10 octubre Responder

    Hola Marcos:
    Difícil tema el que tratas y duro, el acoso escolar, el acoso entre amigos, el vulnerar al débil a veces solo viene de otro más débil, no del más fuerte, lo que pasa que cada uno lidia con sus propios problemas de una manera diferente. La sociedad tampoco contribuye a ello, en tu relato han encontrado ayuda, pero a veces es difícil porque ni ellos mismos se dejan ayudar. Buen relato.
    Un abrazo. 🙂

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