23 Sep El juicio de las almas
El juicio de las almas
Estaba yo sumergido en un sueño profundo después de una comida copiosa. Soy habitual de las buenas mesas y no dejo pasar una ocasión sin intentar disfrutar todo lo que pueda con buenas viandas bien preparadas. Mi amigo Dimas me contaba en ese sueño que hace poco había tenido una experiencia curiosa en la cola del supermercado:
“Pues querido Anselmo, me encontraba en medio de una cola considerable donde todo el mundo parecía no tener prisa. El que acababa de ser facturado por el cajero le miraba con ojos llorosos una vez le habían pasado el lector de infrarrojos para valorar su compra. Sorprendentemente, las bolsas que el comprador había acumulado al final de la cinta transportadora estaban siendo recogidas por un ayudante.
El cliente empieza a caminar con los hombros hundidos hacia una salida cubierta de sombras. En sus pasos refleja un pesar que parece infinito.
Éramos muchos en esa fila, Anselmo –me sigue contando Dimas en mi sueño– y podía parecer que nos sentíamos muy cerca los unos de los otros, pero me daba la sensación de que el cliente que esperaba a que el primero de la fila fuera facturado se hallaba muy alejado de él. Como si la cinta transportadora midiese varios metros de longitud para asegurar que el segundo no escuchaba la conversación del primero con el cajero.
El caso es que los que estábamos juntos en la fila iniciamos un curioso parloteo. Uno de ellos, de aspecto serio y de unos sesenta años de edad, delgado y con el rostro marcado por profundos surcos, me comentó que antes iba mucho más por el súper, que lo de hacer la compra se había convertido en un hábito que cumplía con gusto.
–¿Y por qué ahora ya no es igual? –pregunté con ingenuidad.
El buen hombre agachó la cabeza.
–Porque… vaya, creí que no sería tan fácil confesarlo, y menos a vosotros, unos desconocidos. El año pasado me diagnosticaron leucemia. Eso me ha restringido muchas actividades.
–Bueno, mira, yo llevo aguantando un diagnóstico de Covid persistente desde hace dos años y me voy adaptando –comenta un hombre que no llegaba a los cuarenta, bastante pasado de peso y con expresión bonachona–. A veces toso durante varios días, otras me entran sudoraciones… en fin, cada uno lleva lo suyo.
Entonces intervine yo, querido Anselmo, porque las declaraciones de mis inesperados compañeros de charla me animaron mucho a ello. Les confié ese secreto que solo tú y mi mujer conocéis, que padezco esclerosis primaria progresiva. Total, que ahora va y se une otro miembro de la fila de la compra. Era una mujer que, tras un mínimo prólogo para unirse a la conversación, nos relató que en este mundo nunca sabes por dónde te van a venir las desgracias, que ella y su marido tuvieron un accidente de coche esa misma mañana del que “Se habían salvado milagrosamente”.
–Siempre rezamos a la virgen del Pilar cuando salimos de viaje y algo habrá tenido que ver –remató con una expresión sincera de alivio.
Anselmo querido, el señor de expresión bonachona debía ser un buen observador, porque en ese momento miraba perplejo a la persona que estaba realizando el pago en caja, el primero de la fila. Éramos ajenos a lo que estaba hablando con el empleado del súper, pero el talante del joven que había realizado el pago no era de buenos amigos. Yo decidí acercarme a la caja para poder cotillear, pero el señor de sesenta años que me acompañaba en la fila me retuvo.
–Déjelo, oiga. No merece la pena inmiscuirse en diatribas y menos en peleas. Ya se aclarará el asunto. Es curioso, esto me recuerda a una de las muchas historias que he leído cerca de la cultura egipcia.
–¡Vaya! –respondió la señora que comentó el accidente de coche del que se había librado esa mañana–. ¿Y cómo es eso? –inquirió mientras se acariciaba un brazo con el otro, como si de repente ese brazo hubiera sido el principal foco de atención de toda su vida.
–Pues cada vez que estoy parado esperando en una cola me da por pensar en las esperas de los difuntos que aspiraban a pasar a ese paraíso de los egipcios que eran los campos de Aaru, una marisma paradisíaca donde reinaban Osiris y otros dioses importantes.
–En el juicio de Osiris o juicio de las almas –continuó el hombre afectado por leucemia–, los difuntos comparecían para acceder al Más Allá. Un acontecimiento trascendental para el fallecido, según la mitología egipcia.
–En la Duat, el inframundo en el antiguo Egipto, el espíritu del fallecido era conducido por el dios Anubis ante el tribunal de Osiris. Anubis extraía mágicamente el corazón o Ib, que simboliza la conciencia, y lo depositaba sobre uno de los dos platillos de una balanza. El Ib era contrapesado con la pluma de Maat (una diosa hija de Ra y símbolo de la Verdad y la Justicia Universal), colocada en el otro platillo.
–Madre mía que imaginación tiene usted –dijo el hombre de aspecto bonachón diagnosticado con Covid persistente.
–Nada de eso, es pura historia de la mitología egipcia. Al final del juicio –continuó el sesentón–, Osiris dictaba sentencia:
–Si el Ib era menos pesado que la pluma de Maat y la sentencia era positiva, su fuerza vital y su fuerza anímica podían ir a reunirse con la “momia”, conformar el «ser benéfico» y vivir eternamente en los campos de Aaru.
–Pero si el veredicto era negativo, y su Ib era más pesado que la pluma de Maat, entonces este era arrojado a Ammyt, el devorador de los muertos (un ser con cabeza de cocodrilo, patas traseras de hipopótamo y melena, torso y patas delanteras de león), que acababa devorándolo. Esto se denominaba “la segunda muerte” y suponía para el difunto el final de su condición de inmortal; aquella persona dejaba de existir para la historia de Egipto.
Los compañeros ocasionales de charla del señor mayor permanecíamos con la boca abierta. Mientras, el empleado encargado de la caja del supermercado explicaba algo al siguiente cliente de la cola. No pude evitar esta vez arrimarme con la excusa de coger una bolsa grande de las que ofrece el súper en una estantería muy cercana a la caja.
El cliente miraba al cajero con una sonrisa burlona en los labios. Yo me quedé estupefacto tras las palabras del empleado.
–Esas bolsas representan el equipaje que pretendes llevar contigo en tu último viaje –oigo decir al cajero reconvertido en una especie de juez o viceversa–. Un peso excesivo implica que acarreas con una carga demasiado pretenciosa y dice poco sobre tu entrega a los demás. Demuestra que acumulas mucho para ti o tu familia. En el reino eterno prima la condescendencia, la tolerancia y está muy valorado desprenderse de lo material, ¡más que nada porque no te va a hacer falta! ¡Jajaja! –termina por exclamar con estruendo el empleado.
Su joven interlocutor ensanchó aún más la sonrisa sarcástica pero aún sin pronunciar vocablo alguno.
–Para que puedas pasar la prueba, esta compra debe pesar lo mismo o menos que tus pecados –añadió el cajero-juez–. La referencia que usamos es un patrón que llamamos “Maat” que contabiliza el peso de tus pecados. Si la lectura del peso de tu compra excede el peso de referencia del patrón no pasarás el juicio.
La cara del cliente reflejaba una expresión a medio camino entre la consternación y la incredulidad más absoluta.
–Pero… tú estás chiflado, tío. Dame las bolsas ahora mismo o llamo al jefe de tienda –afirma enojado el cliente, un joven ataviado con un traje de motorista y un casco colgado de un antebrazo.
–Soy el juez absoluto. Te preguntaré sobre qué crees que has hecho mal en tu vida. Según sea tu respuesta dictaré un veredicto que, si es positivo y tu compra pesa menos que el patrón, permitiré que te dirijas hacia el camino de salida iluminado con una potente luz. De lo contrario, si el veredicto es negativo o tu compra supera el peso, tus pasos te llevarán hacia la salida oscura a la que nada ilumina.
–Ajá, colega ¿y cómo sabes el peso o la gravedad de mis pecados?
–Lo decide Maat con su sensor de lectura.
El motorista da un golpe sobre la cinta transportadora de la caja y acerca su cara a unos centímetros de la del juez. Su respiración es agitada y sufre una ofuscación que no se transforma en palabras.
–Esa agresividad te ha condenado desde hace mucho, amigo. Es por lo que sufriste esta mañana ese accidente en el que montando tu motocicleta te estrellaste contra un camión al intentar un mal adelantamiento.
¡Ay, Anselmo! el indignado parece recular tras haber contemplado de cerca el rostro imberbe del cajero y escuchar su siniestra afirmación. Yo no puedo evitar dirigirme apresuradamente hacia mis compañeros de fila y me horrorizo al comprobar que la señora del accidente de coche exhibe un cuerpo ensangrentado al que le falta un brazo.
–Ese, ese chico del casco de motorista es quien provocó el accidente –dijo ella señalando hacia la caja con el dedo índice de su único brazo–.
Para mi total estupor, Anselmo, me doy cuenta de que mis recién conocidos compañeros de charla presentan un aspecto macilento, pálido y desprovisto de la vitalidad que tenían antes. Pero lo peor amigo mío es que, yo mismo observo mis manos, me toco la cara y noto la parálisis de una de mis piernas y de mis propias manos. La esclerosis se ha manifestado de lleno, a sus anchas y a traición.
Qué inocente soy, amigo del alma, sin darme cuenta estoy comprobando que pertenezco a los que esperan un juicio de sus almas. Ya te contaré en otro sueño adónde he ido finalmente a parar”.
Responso final:
Ahora me encuentro yo mismo, Anselmo, ante una cola de supermercado, a la espera de que llegue el amable cajero y proceda a sopesar mi idoneidad para traspasar fronteras… que no, que es broma. No veo ningún ayudante que traslade de sitio la compra de los clientes, ni a un cajero con expresión de juez severísimo. Esperad ¿Qué pasa allá al fondo? Hay dos salidas de la tienda, una oscura y otra iluminada. Jamás había visto eso en este súper…
Dejad vuestro comentario, que para mi es valioso, y dadle like al corazoncito de más abajo, no os olvidéis.
Salud y suerte en la vida.
Nota: todas las imágenes de este post incluida la portada las he configurado con la ayuda de la página bing.com/images/create/ .
Federico Agüera Cañavate
Posted at 18:06h, 06 octubreEs un supermercado o el purgatorio o quizás el limbo. Saludos
marcosplanet
Posted at 19:39h, 08 octubreSe abren varias opciones, si. mi preferida es que es un purgatorio de almas.
Saludos Federico.
James M. Brown
Posted at 20:21h, 27 septiembreMuy buenas.
Genial relato y super original la forma de contarlo. Lo cotidiano con lo historico y mitologico. Genial. Un saludo.
marcosplanet
Posted at 21:43h, 27 septiembreMe alegra mucho que te haya gustado, James. Realmente aprecio tu percepción de, como era mi intención, combinar un poco de mitología con la historia y en esta mezclar realidad con otra cosa más espiritual.
Un cordial saludo.
Jose Antonio Sánchez
Posted at 20:56h, 24 septiembreHola, Marcos.
Un gran relato que pasa de contar una historia cotidiana a ilustrarnos maravillosamente sobre una de las mitologías más´interesantes del antiguo Egipto.
Es muy original usar la cola de un supermercado para explicarnos la otra «cola» del juicio del alma. Y esos personajes que primero aparentan vida y luego se muestran en su aspecto final después de la muerte.
El final también nos deja con la intriga de si el sueño siguió o la realidad lo sustituyó.
Me encantan las ilustraciones que consigues. Supongo que sigues haciéndolas con Leonardo. A mí me cuesta una barbaridad obtener lo que tengo en mente. Supongo que tengo que trabajar más los prompts.
Felicidades por el relato. Me gustó mucho, me apasiona la cultura egipcia.
Un Abrazo.
marcosplanet
Posted at 14:57h, 25 septiembreMuchas gracias por tu completo comentario, José Antonio. Las imágenes las hago con bing.com/images/create/
Prueba y verás cómo sale.
Un fuerte abrazo.
Alvaro Arrarte
Posted at 18:02h, 24 septiembreExcelente relato, me gusto mucho la forma en que lo planteas sobre las acciones en nuestra vida, gracias por compartir.
marcosplanet
Posted at 15:00h, 25 septiembreMuchísimas gracias Álvaro. Es un gran placer encontrarte en los comentarios. Me alegra que te haya gustado esta historia en particular, en la que he puesto un empeño especial.
Saludos.
Arenas
Posted at 15:16h, 24 septiembreTodos nos tendremos que enfrentar antes o después con el amable cajero que va a pesar nuestro «terribles» pecados.
De mí sé decir que espero reventar el patrón MAAT.
Me da a mí que algunas cosas igual no van a ser tal como nos las han contado.
Bien pudiera ocurrir que la puerta iluminada sea una añagaza de Osiris, un señuelo para atraparnos en los campos de Aaru, tal vez un aburrido paraíso donde nunca pasa nada.
Exijo que me expliquen bien lo que hay tras la puerta oscura, porque quizá en Ammyt estén escondidos los verdaderos tesoros, todo aquello que merece la pena. Además, puede ser que la luz interior de muchos de los impenitentes pecadores que allí vamos a acabar, consiga hacer que resplandezca tan ¿siniestro lugar?
marcosplanet
Posted at 15:48h, 24 septiembreMe has impresionado con tu cambio de lectura en lo relativo a los mundos de Osiris. Efectivamente, la puerta oscura puede que abra la insospechada entrada a un mundo nuevo de felicidad para las almas que alí recalen. Y puede que los campos de Aaru sean un lugar de aburrida reclusión para las almas que creen haber triunfado. Puede que Ammyt sea el auténtico paraíso, pero no deja de ser un monstruo que te va a devorar.
Arenas
Posted at 16:30h, 24 septiembreLo del monstruo la verdad es que da un poco de miedito. Tal vez haya que llamar (spoiler) al bueno de Jápeto para que dé buena cuenta de él con su inefable guadaña.
marcosplanet
Posted at 16:51h, 24 septiembreEstoy de acuerdo, nada parece resistirse a Jápeto, excepto la acción de Prometeo.
Rosa Fernanda Sánchez
Posted at 15:06h, 24 septiembreConmovedor, inquietante. Tu portentosa imaginación crece y crece cada día…
marcosplanet
Posted at 15:45h, 24 septiembreMuchas gracias Rosita. Me ves con muy buenos ojos me da a mi.
Un abrazo.
Arenas
Posted at 14:51h, 24 septiembreSin palabras.
Impresionante relato que me ha llegado a lo más profundo del alma.
Ángel Moya López
Posted at 19:06h, 23 septiembreQué bueno mi Maestro
No se como será el resultado de mi Máat 😉😉
Ufff, ya veremos 😂
Gracias por tan bonito relato 👍💪🏻👏🏻
marcosplanet
Posted at 11:15h, 24 septiembreMuchas gracias campeón. A ver qué pasa cuando llegue el momento clave.
Un abrazo.