El justiciero de la M-30

 

El justiciero de la M-30

 

Un vehículo militar Humvee puede llegar a consumir 59 litros a los 100 Km. El tanque tiene una capacidad de 452 litros.

En general, un Humvee nuevo puede costar entre 70.000 y más de 200.000 euros, según el modelo elegido y las personalizaciones.

Una altura de 1,99 metros y un peso de unos 5000 kg hablan de su contundencia como automóvil disuasorio si te lo encuentras en la carretera. No es conveniente picarse con un conductor que lleve entre sus manos un Humvee, sobre todo si esas manos son las de Julen Huerta, un ex presidiario del penal de Alcalá Meco, donde había convivido con gente de lo más patibularia durante dos años.

Al cabo de ese período, Julen había aprendido mucho sobre la vida que transcurre al borde de un precipicio, sobre cómo salvar el pellejo navegando entre el ingenio y las habilidades físicas. Sí, lo físico jugaba un papel importante para preservar la integridad. Julen había desarrollado un método propio de defensa personal que dejaba con la boca abierta a sus compañeros del penal, ya fueran afines o enemigos.

Consistía en una especie de danza que despistaba a los contrincantes pues ejecutaba movimientos armónicos e inesperados que terminaban por golpear puntos clave de la anatomía como articulaciones, inserciones de ligamentos o nervios. De ese modo aplicaba Julen sin gran esfuerzo una serie de arremetidas, empujones y codazos que le llevaron a derrotar contrincantes donde quiera que se le enfrentaran y del tamaño que fuesen.

Aquella estancia en el trullo también le infundió ideas para fomentar sus arraigadas aficiones como el coleccionismo, en particular de coches clásicos americanos y algunos modelos europeos de altas prestaciones.

Julen atesoraba media docena de automóviles entre deportivos y turismos, desde un Chevrolet Chevelle Malibú de 1972 a un Cadillac Eldorado Convertible de 1985. Entre ellos, su capricho preferido había tomado forma de Lotus Evora GT, con 416 CV y 303 Km por hora como señas de identidad.

Había encargado a su hermano Amancio que cuidase con mimo de sus autos mientras cumplía su condena.

Pero a Julen le faltaba algo en esa exclusiva colección motorizada. Hacía tiempo que deseaba probar uno de esos vehículos militares que son personalizados para uso urbano. Sabía que el coste no bajaría de los trescientos mil euros, pero las reservas financieras de Julen habían experimentado un crecimiento más que considerable gracias a inversiones acertadas llevadas a cabo en mercados emergentes. Su patrimonio económico se había multiplicado por diez en los últimos años. Y eso a pesar de haber pagado por fraude fiscal una multa abultada y dos años de prisión.

A Julen le produjo una enorme satisfacción regalarse un Humvee NXT 360 tras abandonar la cárcel. Era un proyecto que daba vueltas en su cabeza desde hacía tiempo. Le fastidiaba mucho tener que aguantar a aquellos típicos energúmenos que van avasallando a los demás por las carreteras, incumpliendo normas de tráfico y exhibiendo un comportamiento falto de la menor empatía. Cada vez que ponía en circulación a uno de sus vehículos de coleccionista tenía especial cuidado en no liarse en alguna discusión de conductores provocada por aquellos que seguían una conducta que detestaba.

Necesitaba un acorazado sobre ruedas que fuera disuasorio y a la vez rápido, con el fin de aleccionar a esa gente.

Lo que no le convencía mucho de su enorme Humvee era la potencia, no superior a los 250 CV, que no eran gran cosa para mover ágilmente un vehículo de casi cinco toneladas. Así que Julen lo primero que hizo tras adquirir el coloso fue incorporar un turbocompresor que le aportaba otros 200 CV de potencia adicional. Y de ese modo sí que le compensaba salir a las carreteras de circunvalación para ejecutar sus misiones.

La mañana del primer día de patrullaje parecía que iba a terminar tranquila, pero poco antes de las dos de la tarde, un BMW X6 de color grafito irrumpió veloz en su campo visual adelantándole por la derecha. La maniobra le cogió por sorpresa y decidió seguir al energúmeno pisando a fondo el acelerador.

El empuje del motor de 8 cilindros en “uve” de 6.5 litros reaccionó con inmediatez y se posicionó en paralelo al BMW. Julen había colocado un dispositivo exterior junto a las cuatro ventanillas laterales del Humvee, de modo que al encenderlos emitieran luces giratorias como las de las sirenas acústicas.

El que manejaba el BMW quiso acelerar aún más pero Julen ya le había rebasado lo suficiente para obligarle a apartarse hacia el arcén.

Una vez parados, Julen Huertas se colocó una máscara que imitaba el rostro de un Albert Einstein con expresión de psicópata sonriente. Con tranquilidad manifiesta, bajó del Humvee y se acercó al otro coche. El propietario del mismo lo miraba con expresión de angustia y respiraba entrecortadamente. Tenía ante sí a un enmascarado de conducta impredecible que conducía un enorme vehículo acorazado.

–Yo, no, no sé qué es lo que buscas. No quiero problemas, así que deja que me vaya ¡Te doy la razón en todo lo que digas! –El acongojado conductor temblaba hasta la punta de sus dedos–. Es que… me gusta ir rápido y… además tengo mucha prisa.

–Ah ¿sí? ¿Y eso por qué? ¿Alguna emergencia? –inquirió Julen con sorna.

–¡He quedado para comer y llegaré tarde! No me gusta llegar tarde a ningún sitio ¿entiendes?

Julen se lo quedó mirando dejando claro que no le importaba en absoluto lo que acababa de decir aquel señor de mediana edad, vestido con un traje de Armani sin corbata y aspecto de ejecutivo que trabajase en alguna multinacional del madrileño Paseo de la Castellana.

–Ah, muy bien, sí –apuntó Julen–. Tienes pinta de llegar muy holgadamente a fin de mes, así que no te importará que te deje un recuerdo de nuestro entrañable encuentro, para que lo tengas en cuenta la próxima vez que vayas con prisas.

Sin mediar más palabras, Julen extrajo del interior de su Humvee un bate de béisbol metálico y macizo con el que destrozó en dos certeros golpes la luna trasera del BMW. Su conductor había protegido con sus brazos su cabeza y le miraba de reojo. Parecía un conejillo temblón.

A los pocos segundos, el posible ejecutivo con prisas contempló absorto cómo se alejaban los dos monstruos, el monstruo rodante lo hacía envuelto en los rugidos de su poderoso motor.

 

Después de una comida ligera, el piloto volvió a tomar el mando del mastodonte. Por su cabeza se desgranaban imágenes evocadoras de los años anteriores a su período de presidio, cuando Natalia y él convivían en buena armonía. Lamentablemente, ella decidió que no le convenía compartir su vida con alguien que había pisado un recinto carcelario por oscuras operaciones que él nunca le había querido comentar.

Quizá el insignificante hecho de que ella se enrollara con el hermano de Julen podría haber contribuido al deseo de este de emprender una campaña como justiciero, quizá contra sí mismo.

–«Ella me ha querido muerto en vida, ha preferido sustraerme a Amancio y recrearse paseando esa relación ante mis narices. Nunca lo entenderé, querida Natalia, nunca».

En esas disquisiciones estaba el conductor de la fortaleza rodante cuando decidió desviarse por la carretera comarcal hacia el cercano pueblo de Ajalvir. Conocía muy bien la zona y deseaba retirarse del ruido urbano para abrazar la campiña que rodea la zona norte de Madrid. Antes de acercarnos a las cadenas montañosas serranas, el paisaje ofrece unas bellas panorámicas sobre praderones extensos que cubren de verde el entorno, animando a bajarse del vehículo y caminar por sendas que se camuflan con la espesura.

Tras una serie de curvas y contracurvas, Julen vislumbró un desvío que era el comienzo de un camino de tierra. El Humvee NXT 360 estaba preparado para circular por cualquier superficie.

El chasis incorporaba el sistema CTIS con dos compresores de aire más potentes que varían en un corto lapso de tiempo la altura libre para adaptarse al terreno. Las ruedas que había encargado Julen eran más grandes para mejorar la tracción.

Julen divisó enseguida la salida hacia el camino y también observó la trayectoria errática de otro vehículo que circulaba en sentido contrario haciendo “eses” e invadiendo el carril contrario. El conductor del Humvee se vio obligado a frenar aunque no circulaba a más de 90 Km/h. Sin embargo, el otro coche se cruzó con él a una distancia muy próxima a la de una tableta de chocolate.

Julen no se lo pensó dos veces. Después de haberse detenido, reculó marcha atrás y cambió de sentido justo a la altura del camino por donde había pensado estirar las piernas y relajar su mente.

–«¡Vaya porquería de relajación! –pensó enojado–. Este insensato me va oír».

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A los pocos segundos, el Humvee ya había adelantado al turismo que casi le había echado de la carretera. Julen maniobró para que su coche impidiera el paso del otro y bajó del vehículo.

–¿Qué, amigo? ¿Dándole a los polvos de talco?

El interlocutor salió de su coche y habló con un deje que reflejaba estar bajo la influencia de algún narcótico.

–¿Ehh? No sé qué dices compañero. Ten… cuidado por… porque. Bah, ya no sé qué te iba a decir.

–Pues mira, compañero –dijo Julen en tono burlón–. Te voy a dejar un recuerdo que te espabilará. –Y le soltó tres pescozones que le empujaron sobre el capó de su pequeño turismo. A continuación, Julen le susurró al oído una frase que al otro le hizo palidecer.

–No te clavo las manos en el capó porque tu sangre podrida mancharía mi sudadera y tendría que tirarla a la basura. Pero oye una cosa –mientras hablaba, Julen zarandeaba al otro como si fuera un muñeco de trapo–. No tendrás otra oportunidad. Ahora me dejarás tu carnet para apuntarme la dirección donde vives. Y la matrícula. Sabré muy bien qué hacer con esa información.

 

Eran las seis de la tarde del mes de noviembre y estaba anocheciendo. El justiciero eligió no dar ya ningún paseo y volvió a tomar la carretera de circunvalación. Se aseguró de que estuviera accionado el resorte del salpicadero que cambiaba su matrícula convencional a una personalizada donde podía leerse: “Naturaleza es vida”. Esa era una protección de su identidad imprescindible para preservar su anonimato frente a sus adversarios.

La Guardia Civil de Tráfico y él aún no habían trabado contacto, pero Julen llevaba trazado en la cabeza un mapa de escape por si los del tricornio o la Policía municipal llegaban a seguir sus andanzas.

La noche había caído como una inmensa mancha negra sobre la ciudad y la M-30 se había llenado de luminarias. Parecía un festival de luces entre las de edificios periféricos públicos o privados y los focos móviles de las densas filas de vehículos que poblaban la circunvalación a aquellas horas.

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Un Mercedes 300 SL del mismo color que el asfalto se posicionó a la derecha del Humvee. Julen detectó enseguida un intento de chuleo para rebasarle por la derecha. Sin embargo, una simple aceleración del gigante rodante volvió a situar a su conductor en cabecera. Pasaron varios minutos entre acelerones y frenadas para conseguir que uno de los dos cediera y dejara al otro encabezar la inútil disputa. Pero el ex presidiario no podía permitir que gente prepotente invadiera el espacio de los demás. Aprovechando un cambio de sentido que le vino bien pues conducía a una raqueta escondida bajo el puente, Julen obligó al conductor del Mercedes a echarse a su derecha hasta arrinconarlo al igual que hizo con su primer aleccionado, el trajeado conductor del BMW X6.

El deportivo quedó bloqueado tras el mastodonte. De su interior salieron casi al unísono cuatro jóvenes con pinta de estar de juerga. Uno de ellos se encaró con Julen y casi pegado a él empezó a increparle. Julen le dio un rodillazo en sus partes sin que pareciera haberse movido un milímetro. A continuación le empujó un hombro facilitando su caída pero daba la sensación de que el ex presidiario apenas se había inmutado.

Ya tenía ante sí a los tres acompañantes del conductor del Mercedes haciéndole frente cuando Julen les lanzó sendas patadas a los costados y un par de cachetazos en la nuca. Fue una secuencia perfectamente ejecutada en cuatro movimientos. Una vez que quedaron postrados en el suelo se agachó y les habló lentamente.

–Pensároslo un poquito, amigos ¿Ha merecido la pena daros este revolcón por querer adelantarme? Si es costumbre para vosotros ir haciendo el cafre por diversión mientras ponéis en riesgo a los demás, olvidaos de eso.

Uno de los enviados a besar el suelo se había levantado y quiso pegar un puñetazo al orador. Este lo esquivó con un ágil movimiento y respondió con un empujoncito que volvió a proyectar al joven sobre el firme.

–Como iba diciendo, pensároslo bien. Estaré vigilante.

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Diez segundos tardó Julen en hacer que la bestia se perdiera de vista. Una sonrisa atravesaba su cara satisfecha.

Llegó a su casa cuando el reloj de la cocina marcaba las ocho. Su afición por la buena comida le animó a prepararse un par de rebanadas de pan moreno untadas con aceite de oliva. Sobre ellas extendió unas lonchas de salmón noruego ahumado cubiertas con sésamo tostado, dos huevos escalfados y jengibre en polvo. Encendió el televisor y vio algo en el informativo de las nueve que le puso en estado de alerta.

–«La seguridad en las carreteras es un aspecto que preocupa a este gobierno. Por eso están siendo colocadas cámaras de alta definición en distintos puntos de la M-30 para controlar mejor las infracciones. Esta tarde dos vehículos han protagonizado una discusión en el acceso al puente de Ventas aunque no se ha podido identificar a los involucrados o a sus vehículos. Solo hay el testimonio de los transeúntes que cruzaban la M-30 por la pasarela del puente en ese momento.

–“Vaya, ¿Qué habrá visto esa gente? ¿Habrán identificado el modelo de mi coche? Por la matrícula no me localizarán, pero he de ser más discreto. Bien, mañana continuaré con esta cruzada.

En ese momento sonó su teléfono. Un quejido de voz se dejó oir del otro lado.

–Hola Julen… estoy… estamos… en el arcén de la M-30, es… salida 11. Accidente. Hemos llamado al 112 pero ¿puedes…puedes ayudarnos?

–¿Quiénes estáis allí? ¿Hay heridos?

–Yo, no lo sé. Una furgoneta negra nos ha… echado fuera. Creo que Amancio y yo estamos bien.

Julen Huertas notó cómo un sinfín de punzadas atravesaban su corazón y después el resto de su cuerpo.

 


 

Y hasta aquí llego hoy con esta historia de Julen. ¿Queréis que tenga continuidad? Si es así decídmelo y por favor dejad vuestro comentario al pie del texto.

Muchas gracias.

4 Comentarios
  • Nuria de Espinosa
    Posted at 02:11h, 27 noviembre Responder

    Hola Marcos, tú relato nos presenta una figura enigmática y peligrosa como Julen Huerta, un ex presidiario que ha transformado su experiencia en la cárcel en una forma de vida marcada por la fuerza física y el dominio sobre los demás, destaca su obsesión por el control, ya sea al volante de un imponente Humvee o mediante su capacidad para intimidar. Su carácter impulsivo y violento contrasta con momentos de reflexión, como cuando se prepara una comida gourmet tras un día cargado de tensiones. La dualidad de Julen es intrigante: actúa como un justiciero sin ley, pero también refleja inseguridades y dudas sobre su anonimato y las consecuencias de sus acciones. El final muy acertado con esa llamada llamada de teléfono y las sensaciones que le provoca. Magnífico. Un abrazo

    • marcosplanet
      Posted at 05:58h, 27 noviembre Responder

      Muchas gracias por tu detallado análisis, Nuria. En efecto, Julen es enigmático y podría tener algo de bipolaridad, aunque más bien se trata de alguien que ha de definir aún su verdadero yo. Aunque se haya buscado complicaciones él solito, la vida no le h tratado bien y le ha obligado a defenderse y adaptarse.
      Me animan mucho tus comentarios.
      Un abrazo.

  • Marck Sánchez
    Posted at 23:34h, 26 noviembre Responder

    Este relato refleja muy bien las ganas de pintar el asfalto con la cara de más de un listillo que aparece mágicamente cada vez que te aventuras a coger el coche. Tengo ganas de ver cómo continúa y termina la historia de Julen!

    • marcosplanet
      Posted at 05:59h, 27 noviembre Responder

      Pues cuenta con ello apreciado Marck. En breve será publicada.
      Muchas gracias por tu aportación.

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