11 May El mal de las montañas
Esta es mi aportación al Vadereto del mes de mayo que convoca nuestro amigo José Antonio Sánchez. En esta ocasión se trata de escribir dentro del género de TERROR y con un animal de apariencia dulce y amigable como protagonista.
El mal de las montañas
El pueblo de Monte Vindio se halla cobijado entre montañas de más de 2000 metros de altura, encajado como la pieza final de un puzle que representara el paisaje más bello del mundo.
Los habitantes de Monte Vindio vivían del turismo principalmente y solo unos pocos mantenían la ganadería y el cultivo de legumbres. Las praderías de pasto y los bosques (robles, hayas, alcornoques y encinas) cubrían el rico territorio.
Adán Fuentes era un amante de la naturaleza entregado a su trabajo de apicultor en medio de un robledal. Allí cuidaba de sus veintiséis colmenas, trabajo del que extraía kilos de miel envasada con la etiqueta “Néctar del Vindio”.
Adán vivía en soledad en su casita de madera de haya situada junto al río Albión, que bajaba en torrentera desde el monte Azul y discurría junto al claro de bosque donde el apicultor guardaba el colmenar. Una senda empinada y retorcida conducía hasta el pueblo durante un trayecto donde, con cada hueco que dejaban las copas de las hayas y los robles, aparecían los picos de la cordillera del Vindio luciendo su escarpado porte.
Durante ese mes de mayo, oleadas de visitantes deseosos de hacer rutas de senderismo y degustar la gastronomía local, llegaban al pueblo con la esperanza de disfrutar de buen clima durante su estancia y que las abundantes lluvias o nieblas frecuentes en la zona no les aguasen sus preciadas vacaciones.
El alcalde de Monte Vindio había conseguido preparar el entorno para mantener muy bien tratados a los turistas, con carteles informativos de las rutas de montaña y una completa guía gastronómica y hostelera en su página web. Nada más cabía hacer pues el paisaje y la ubicación del pueblo ofrecían un espectáculo visual incomparable.
Tino Hermida junto a su mujer Carlina, regentaban una tienda de senderismo y alimentación muy concurrida en la localidad. Su amistad con el apicultor Adán Fuentes venía de tiempos escolares, cuando Tino y él compartían camino hacia el colegio, que se encontraba a tres kilómetros de Monte Vindio, en el pueblo de Mordientes. Fue en Mordientes donde Tino adquirió su perrita “Luci”, un ejemplar de raza Border Collie, la que según le dijo su antiguo dueño es la más inteligente de todas.
Los perros de la raza Border Collie surgieron en la frontera entre Escocia e Inglaterra como perros pastores, especialmente de ovejas. Tienen una amplia capacidad de aprendizaje y suelen ser de carácter equilibrado y cariñoso. La ficha no podía ser más benévola, tanto como el aspecto de la perrita, simpática y juguetona.
Tino y su mujer Carlina llevaban un mes disfrutando de la compañía de Luci. Como no habían tenido hijos, el animalito había traído a sus vidas una grata compañía. Luci acompañaba a sus nuevos dueños en casi todas sus actividades. Le gustaba ponerse en el asiento del copiloto de la vieja furgoneta de Tino cuando este se adentraba en la ruta de carretera que recorría los otros pueblos de la comarca para adquirir los productos y alimentos que abastecían la tienda. Panes, legumbres, hortalizas, embutidos y patatas eran su mercancía habitual aparte de todos los utensilios senderistas imaginables. También ayudaba a su amigo Adán en la distribución de la miel que obtenía el apicultor. Eran socios muy bien avenidos.
Esa mañana soleada de octubre, Luci acompañaba a su amo en la visita habitual para recoger los frascos de miel. Adán los almacenaba en un cobertizo próximo a su casa de madera.
–Ya están etiquetados y listos para llevártelos, Tino –explicaba el apicultor a su amigo–. Verás que esta vez hay muchos más de lo habitual.
–Ha sido un buen año de colecta, no hay duda –comentó Tino–. Las lluvias han ayudado mucho y las buenas abejas que cuidas con mimo han tenido abundantes flores de las que libar.
–Así de sencilla es la madre naturaleza. Oye, por cierto, tu perrita es muy cariñosa. Da gusto verla. Mira cómo se deja acariciar…
Luci no dejaba de manifestar alegrías y lengüetazos al apicultor. Sus saludos solían ser de ese jaez. Sin embargo, cuando ya se despedían los dos amigos, el animal se detuvo a observar las hileras de colmenas que reposaban sobre sus soportes en el suelo. Parecía estar analizando el claro de bosque y todo lo que rodeaba al colmenar.
El río Albión circulaba muy cerca de allí, tras haber fluido a través de la compuerta que, unos metros más arriba, dirigía sus aguas. Luci conocía bien el recorrido aguas arriba pues Adán y Tino solían caminar por aquella zona mientras charlaban un rato sobre sus cosas. Lejos de jugar con mariposas o libélulas, Luci extraía información de esa ruta, asimilando donde estaba cada puentecito de madera o piedra, las zonas más anchas del cauce del río y la ubicación de la compuerta. Un empleado municipal se encargaba de abrirla o cerrarla cuando el caudal debía ser controlado. Pedro era el nombre del funcionario con el que recientemente había coincidido en varias ocasiones el trío formado por Luci y los dos amigos.
La última vez que le habían saludado, la perrita había permanecido huidiza, como si estuviera explorando por su cuenta el espacio que ocupaba la compuerta, aprendiendo los movimientos que Pedro realizaba para manipular el sistema de apertura y cierre.
–Siempre me he preguntado cómo sabes el momento adecuado para subir o bajar la compuerta –decía Tino.
–Son muchos años de trabajar en esto, y mi padre ya lo hacía en sus tiempos mozos. Al ver a tu perrita se me ocurre que podría ser una buena ayudante, Tino. Parece muy avispada.
Los amigos se despiden de Pedro y este se dirige hacia su destartalada camioneta, con la que solía desplazarse para visitar a sus ancianos padres, que vivían en Mordientes. El vehículo estaba tan avejentado que Pedro se obligaba a calzarlo por las ruedas delanteras con dos tacos de madera de roble bien resistentes. El freno de mano apenas cumplía su labor.
El funcionario municipal acababa de abrir el maletero para guardar sus herramientas cuando apareció Luci meneando la colita a modo de saludo.
–Pero ¿Qué haces aquí, perrita? Ve con Tino, venga, te estará buscando…
El animal desapareció de su campo visual y Pedro hizo un gesto de negación con la cabeza, pensando que con los perros nunca se sabe qué se traen entre patas.
La cuesta donde la furgoneta estaba aparcada no era muy pronunciada pero sí lo suficiente como para que el vehículo empezase a descender en un momento dado. Pedro se alarmó al comprobar que se le echaba encima e intentó sacar la cabeza del maletero. Ya era tarde. Tras un fuerte empujón recibido en la boca del estómago, la camioneta arrastró a su propietario durante más de diez metros y terminó pasándole por encima de las piernas a la altura de los muslos. Antes de perder el conocimiento por un golpe seco, tuvo ocasión de ver a la perrita Luci en un instante fugaz. El animal parecía sonreír divertido.
Un segundo después todo oscureció alrededor de Pedro.
–¡Luciii! –vociferaba Tino haciendo bocina con ambas manos–. –Oye, Adán, que la perrita no aparece por ningún lado ¡¡Ven Luci, Luciii!!
A los pocos segundos de la última llamada, el animalito apareció haciendo aspavientos con la cola y lamiendo la mano de su amo.
–Eres una perrita mala ¿adónde habías ido? Anda, ven con papi…
Un cuarto de hora más tarde, Tino se despidió de Adán a la puerta de la casa de este. Continuó dando un paseo junto a Luci, que ya no volvió a separarse de su amo, y a los pocos minutos saludó a Luismi, el guarda forestal, que circulaba en sentido contrario con su Land Rover.
–Encontrarás a Pedro allá arriba, junto a la compuerta. A lo mejor está ya de vuelta y os cruzáis.
Luismi hizo un gesto de despedida con la mano y continuó el ascenso hacia la parte alta del río.
–Hola cariño, ¿Qué tal ha ido la mañana? –preguntó Tino a Carlina cuando entró en la tienda que regentaban.
–Ha habido movimiento, y del bueno. Un autobús ha descargado unos cincuenta turistas dispuestos a equiparse con todo. Me han dejado las estanterías medio vacías. Como han visto nuestro delicioso rincón gastronómico, se han llevado también embutido, tarros de miel, latas de conservas… en fin, no me puedo quejar.
–Y casi no hay palos de senderismo ni mochilas. No parece que vengan muy preparados para las rutas.
–Por lo que me han preguntado, tampoco parecían muy duchos en practicarlo. No se han mirado los mapas. Van a necesitar un buen guía, ¡como nuestra bella Luci! ¡Ven aquí, bonita ¿te gustaría hacer de guía? ¿eh?
La perrita no dio muestras de manifestar interés por la sugerencia y tras dejarse abrazar por Carlina se ausentó de la tienda.
–Bueno, Carli, es hora de cerrar el chiringuito y probar ese cocido montañés que tienes preparado en casa. Me estoy relamiendo.
Una vez hubieron llegado a casa y con la mesa puesta, oyeron la sirena de una ambulancia que atravesaba el pueblo en dirección a la carretera principal. El vehículo iba a una velocidad que llamaba la atención.
–Vaya, tendremos que preguntar por ahí para ver si alguien sabe qué ha pasado –dijo Tino mientras servía el cocido.
En la plaza del pueblo había un corrillo de paisanos que parecían discutir con grandes aspavientos. Tino se enteró de que el pobre Pedro había sido hallado bajo su camioneta, en el curso alto del río en estado grave, ensangrentado y gritando de dolor. Fue encontrado por Luismi el forestal y este llamó a la ambulancia que daba servicio a tres pueblecitos de la zona.
Esa misma noche, Carlina iba a preparar el montoncito de leña de rigor para dejarlo junto a la chimenea. Para ello se dirigió hacia la leñera que, como desde hacía ya tiempo, contaba por toda iluminación con una bombilla parpadeante que hacía mal contacto. Al entrar en el habitáculo al que se accedía bajando una corta escalera, no pudo apreciar que por el suelo había desparramada una docena de troncos, una superficie ideal para patinar sobre ellos y provocar una peligrosa caída. Y así sucedió. Un grito ahogado de dolor punzante pretendía salir de su garganta, pero se encontró tendida sobre el conjunto de leños puntiagudos en tan solo un segundo. Entre guiños de luz y sombra procedentes de la bombilla, Carlina creyó ver el rostro de la perrita Luci contemplando la caída como si el animal no quisiera perderse un segundo de la tragedia.
La mujer quedó en shock tras el golpe sintiendo un intenso pinchazo a lo largo de toda la espalda. Al golpearse la cabeza contra uno de los troncos del suelo creyó haber perdido el conocimiento. Entre brumas, comprobó que la perra se acercaba lentamente a su cuerpo tumbado e indefenso, recreándose en la escena. Ella quiso articular unas palabras para solicitar ayuda, pero tan solo consiguió emitir un gemido casi inaudible para un ser humano.
La perra Luci sí oyó el susurro y respondió con un gruñido hostil al intento frustrado de su ama. Parecía que el hecho de que Carlina siguiera con vida había decepcionado al animal. Bajo el tintineo tétrico de la bombilla, Luci decidió que era el momento de abandonar a su suerte a su ama.
Eso sí, antes de salir de la leñera, empujó con sus cuartos traseros la puerta para que quedase bien cerrada.
Cuando Tino descubrió a su esposa desmayada sintió una agitación en su pecho que aceleró su pulso de inmediato. El servicio médico más próximo estaba en el pueblo de Comella y hasta allí se dirigió Tino.
–Ha tenido mucha suerte –le comentó el especialista–. En la radiografía no se observa ninguna lesión. Eso sí, estará entumecida durante una semana por lo menos y tendrá que guardar mucho reposo. He dejado recetados varios fármacos para que los recoja en recepción.
–¿Qué les pasa hoy en Monte Vindio? –continuó el facultativo–. Hemos intentado atender hace unas horas a un vecino suyo que había sido aplastado por una camioneta y lo hemos remitido al hospital de Mordientes. Ese pobre hombre necesitaba una operación urgente. Tenía las dos piernas destrozadas.
Tino se limitó a sacudir la cabeza y despedirse del médico con un sentimiento de alivio y preocupación a la vez.
Hizo un gesto a Luci para que subiera a la furgoneta y acomodó a su esposa en el espacioso asiento delantero.
–Ahora a descansar unos días. Yo me haré cargo de la tienda. Te pondrás bien.
Al día siguiente se formaron corrillos de paisanos de Monte Vindio hablando sobre lo sucedido a Pedro el funcionario y a la mujer de Tino.
Este había decidido cerrar durante un rato la tienda de senderismo y charcutería para ir a ver a su amigo Adán allá en el curso alto del río Albión. Cuando llegó a la casa del apicultor acompañado por Luci, esta se escabulló de inmediato.
–Eh, ¿Dónde querrá ir? –preguntó Adán–. Me da miedo que se caiga al río, es profundo y el agua está bien fría. ¡Toma Luci, toma! –exclamó ofreciendo un juguetito de goma al animal.
Pero Luci había decidido continuar su camino hacia la compuerta. Esta quedaba fuera del campo visual de los dos amigos que debatían despreocupadamente acerca de lo sucedido a Pedro. Cuando este preparaba la apertura o cierre de la compuerta, Luci permanecía tumbada en el suelo sin apenas moverse. Se diría que aprendía por momentos cada movimiento del funcionario.
Ahora vio el momento de aplicar su conocimiento del mecanismo. Con una serie de movimientos de sus patas y del resto del cuerpo, la perra fue desplazando los palos transversales que sujetaban la compuerta hasta conseguir la total apertura de esta. Acto seguido acudió hasta donde se hallaban Tino y Adán, que ahora degustaban unas cervezas bien frías.
–¡Vaya, aquí estás! –exclamó su dueño. Bueno, Adán, debo irme. Tengo que reabrir la tienda. A estas horas los turistas empiezan a llegar sin parar.
–Dale recuerdos a Carlina y que se mejore muy pronto.
Los turistas habían desembarcado en el pueblo en tres autobuses. Tino llevaba atendiéndoles en la tienda apenas una hora cuando vieron el coche de Adán que descendía bruscamente por la cuesta de entrada a Monte Vindio desde el río. El conductor frenó haciendo que derrapase el vehículo en medio de las atónitas miradas de los parroquianos.
–¡Un médico, necesito un médico! –Gritaba Adán con dificultad.
Mientras tanto, intentaba espantar a una voluminosa nube de abejas que lo rodeaban. Estas parecían atacar con ahínco al apicultor, quien exhibía en el rostro y manos una impresionante cantidad de picaduras. Su piel aparecía abultada, sus manos eran como dos globos a punto de estallar; en su boca no se distinguían los labios pues estos se habían transformado en una especie de salchichas vienesas gruesas y deformes, la nariz y las orejas competían por ofrecer el aspecto más monstruoso posible. Una espuma blanquecina se deslizaba por las comisuras de lo que le quedaba de boca.
Tino se ofreció a llevar a su amigo al centro de salud de Comella, pero uno de sus vecinos le informó de que se encontraba la ambulancia allí mismo. El conductor se estaba tomando un descanso después de haber terminado su servicio por los pueblos.
–¿Qué ha pasado, Adán? Dime algo –le preguntó Tino con el rostro desencajado.
–La… la compuerta. No sé cómo ha podido quedar abierta. El agua ha… ha inundado las colmenas y las abejas salieron despavoridas atacándome. No… no puedo hablar más.
Cuando la sirena de la ambulancia dejó de oírse a lo lejos, Tino reparó en que su perrita había desaparecido esa mañana junto a la casa de Adán, situada a poca distancia de la compuerta. Una sucesión de imágenes y situaciones pasaban por su cabeza.
–“El accidente de Pedro… –pensaba–. Ocurrió cuando Luci… Y Carlina me contó que creyó ver a la perra cuando cayó entre los troncos de la leñera. ¿Qué está pasando, Lucy?”.
Tino se encaró con el animalito y recibió un gesto desafiante por su parte seguido por un gruñido. Parecía estar entendiendo a su dueño perfectamente.
Luci sostuvo la mirada unos segundos más encarada a Tino. Acto seguido dio media vuelta y se dirigió a la zona de bosque situada al lado del aparcamiento público.
Al cabo de un rato, una furgoneta hace su entrada en el parking. De ella desciende un hombre de aspecto desaliñado. Quien se fijara un poco en él podría decir que su rostro presentaba el aspecto de un macho cabrío endemoniado.
–Bien, perrita, bien –le susurró con voz cavernosa–. Has cumplido con creces…
Y hasta aquí hemos llegado. Haced click en el corazoncito de más abajo si os ha gustado y sobre todo dejad vuestro valioso comentario.
Salud y suerte en la vida.
Os recuerdo que las bases para este Vadereto del mes de mayo están aquí.
Nota: todas las imágenes de este relato pertenecen a la web bing.com/images/create/ excepto la foto que figura sobre estas líneas, usada por José Antonio para la convocatoria y que va enlazada a su web.
María
Posted at 07:16h, 26 junioQué historia tan entretenida, original y bien narrada, Como dice por aquí algún lector, al nivel de una trama de una novela de Stephen King!! Qué gusto disfrutar de una buena historia de ciencia ficción que además se queda abierta… gran relato!!
marcosplanet
Posted at 20:30h, 27 junioMuchas gracias, María. Qué alegría verte por aquí.
Muchos besos!
Mercedes
Posted at 15:29h, 01 junioEsas amistades de la perra no son muy recomendables… No es un consuelo pero parece que la perra, en sí misma considerada, no era mala.
Saludos.
marcosplanet
Posted at 10:38h, 04 junioHay un resquicio por donde podría eximirse de toda culpabilidad al animal y es que su voluntad estaba dominada por un ser maligno.
Gracias por tu aportación.
Saludos.
Ánxela Sanmartín Eirín
Posted at 23:05h, 27 mayoHa sido inquietante e intrigante.
marcosplanet
Posted at 10:31h, 28 mayoMuchas gracias Ánxela. Me alegra mucho que te haya gustado.
AMAIA LARRREA
Posted at 19:34h, 25 mayoMe ha gustado mucho este relato tan inquietante. Ese rostro de
macho cabrío endemoniado me ha impactado 😉
Aplausos. Abrazo
marcosplanet
Posted at 14:57h, 27 mayoMuchas gracias por opinar y por tu tiempo, Amaia.
Un fuerte abrazo.
Anónimo
Posted at 19:05h, 23 mayoEs que si no se pilla al animal in fraganti, es.muy difícil que alguien crea la historia de un perro comonun Collie, sea maligno.
Ana Piera
Posted at 02:46h, 16 mayoHola Marcos, está visto que no solo los gatos son a veces los malos del cuento. En este caso fue la perra y la verdad creo que da más miedo que una border collie se porte de esa forma a un gato. Al final se revele el porqué del extraño comportamiento de la perrita. Un relato muy bueno e inquietante. Saludos.
Federico
Posted at 08:10h, 15 mayoEl relato de un perro endemoniado está a nivel de una novela de Stephen King. Saludos
marcosplanet
Posted at 08:51h, 15 mayoMuchas gracias Federico. Tu opinión es muy valorada y me alegra que te haya gustado el relato. Tendrá continuidad.
Nuria de Espinosa
Posted at 02:32h, 15 mayoEl ataque de las abejas me ha parecido muy gracioso, aunque no tanto para Adán, jejeje. Abrazotes
Jose Ant. Sánchez
Posted at 21:03h, 14 mayoHola, Marcos.
Excelente relato. Cumpliendo con todos los requisitos y usando como protagonistas a uno de los animales de compañía más nobles, bellos y cariñosos: el Border Collie.
Lo que más me ha gustado del relato, como casi siempre, es la manera en la que nos integras en él. Con la cantidad de detalles narrativos que usas es muy fácil «ver» la historia.
Por otro lado, has dejado la intriga hasta el cierre final en dónde nos explicas el porqué de la actitud del noble animal: la influencia de un macho cabrío endemoniado. Lo que en mi barrio llaman un cabrón(azo). 😉
También has aprovechado muy bien el relato para mostrarnos detalles y distintos puntos de vista de la vida rural. Gentes que se encargan de mantener el equilibrio natural, lo trabajan o lo preparan para el disfrute de los demás.
Enhorabuena. Un buen aporte para el VadeReto.
Un Abrazo grande.
marcosplanet
Posted at 08:59h, 15 mayoMuchas gracias por tu valioso comentario, José Antonio. Para mi es una gran satisfacción comprobar que te ha gustado mi relato.
Un fuerte abrazo.
El Demiurgo de Hurlingham
Posted at 21:45h, 12 mayoGénero de terror, me interesó.
La maldad personificada resultó ser la tal perrita.
Saludos.
marcosplanet
Posted at 20:21h, 13 mayoMuchas gracias, Demiurgo.
Saludos.
Nuria de Espinosa
Posted at 16:23h, 12 mayoExcelente aporte para el VadeReto. Un abrazo
marcosplanet
Posted at 20:04h, 12 mayoGracias. ¿Qué es lo que más te ha gustado?