El Mar de los Sargazos. Segunda parte y final

Tiempo de lectura siete minutos.

 

Ver la primera parte de esta historia

 

Patricio ha fijado el rumbo colocando las velas más sueltas pues su embarcación recibe un viento a favor de 8 nudos (15 km/hora) y la navegación se presenta apacible. Aprovecha para recrearse con el entorno espejado que le rodea ya que el crepúsculo de la tarde vierte un reflejo dorado sobre toda la superficie.

Le quedan entre 15 y veinte días de navegación hasta su destino en isla Dominica.

La habilidad del navegante le hace sortear situaciones comprometidas a lo largo de los siguientes doce días, aunque algunas de ellas le han puesto en verdaderos aprietos. Como cuando chocó contra una ballena, de noche y soportando un viento de 40 km/h, rompiendo sobre el casco olas de 4 a 6 metros. Las crestas de espuma blanca aparecieron por todas partes y le impedían ver con claridad a tan solo unas decenas de metros.

Menos mal que el cetáceo ni se inmutó y prosiguió su camino.

Después de disfrutar de un sueño reparador, le apetece leer lo mismo que cuando le faltaban pocos días para alcanzar Isla Antigua en su anterior travesía en solitario. Algo que versaba sobre el océano Atlántico que surcaba ahora con sumo placer.

Océano Atlántico

 

<<Su nombre hace referencia al titán Atlas, al que Zeus condenó a cargar sobre sus hombros la bóveda celeste o según otra versión, a vigilar las columnas que sostenían el cielo.

«Atlante vigila las largas columnas, sustento del cielo».

Es el segundo océano más grande del planeta (el primero es el Océano Pacífico), tanto que incluye algunos cuerpos de agua como, por ejemplo, el Mar Caribe, el Mar Mediterráneo o el Mar Negro entre muchos otros.

Su origen se remonta a 200 millones de años, en los inicios de la separación del gran y único continente: Pangea. Su superficie abarca una quinta parte de la Tierra y sumergida en la profundidad de sus aguas existe la dorsal Mesoatlántica, que se extiende más de 16.000 km desde el sur de Islandia hasta el sur de África.

La cordillera alcanza más de 1.500 km de ancho y sus montañas pueden llegar a sobresalir por encima de la superficie del océano, formando islas como Azores o Tristán da Cunha.

La cordillera fue descubierta por la expedición científica británica de la corbeta HMS Challenger en 1872.

Este océano experimenta dos movimientos:

Las corrientes en el Atlántico Norte, que se mueven en el sentido de las agujas del reloj.

Las corrientes en el Atlántico Sur, que se mueven en el sentido contrario>>.

–Qué bonita descripción –pensaba Patricio mientras abría el envoltorio de una galleta energética–. En ese instante mira al cielo y ve cómo sobre el horizonte se está dibujando una masa negruzca que avanza amenazante hacia “El indomable espíritu”.

–Vaya, tenemos compañía, querido Indomable.

Patricio se enfrenta a un viento de Fuerza 7, un viento fuerte, el Frescachón, de entre 28 y 33 nudos (de 51 a 61 km/h). Las zonas de espuma blanca son arrastradas en dirección del viento y la mar es gruesa.

Son los imprevistos comunes que obedecen a una realidad incuestionable que nunca reflejarán los diagramas de rutas y pilotos de navegación. Estos dan promedios, pero el clima real puede ser muy diferente.

–Indomable, estamos en medio de lo que será en breve una auténtica olla a presión –decía en voz alta–. A los pocos minutos el cielo pareció rasgarse en una descarga eléctrica que anunciaba temporal fuerte.

–Nos va a arremeter un viento de fuerza 8 como mínimo –continua Patricio, enfrascado en pensamientos tan oscuros como el cielo que se cierne sobre su cabeza.

Empiezan a formarse olas altas con rompientes y la espuma es arrastrada en nubes blancas.

Patricio toma precauciones preparando los aparejos para encararse con lo desconocido, pensando en las peores consecuencias.

El navegante riza la vela mayor y decide poner proa a la mar capeando el temporal. La intención es aguantar disminuyendo al máximo la velocidad del barco.

De repente, siente el impulso absurdo de bajar a la cabina y apuntar en la bitácora los detalles. Consigue hacerlo y aprovecha para buscar refugio interior en la parte de popa, la que experimenta menores sacudidas.

El Indomable se inclina de costado y permanece así durante un espacio de tiempo que a Patricio le parece insoportable. A través de una de las ventanas laterales de cristal reforzado observa la multitud de relámpagos que rajan el cielo produciendo sonidos que se asemejan a gritos sobrecogedores.

En ese momento vuelven a la mente del navegante esos últimos segundos de despedida de sus padres antes del mortal accidente.

–Esa despedida, el adiós que podía haber prolongado durante unos minutos más de sobremesa –decía para sus adentros–… Pero no, yo no quería dilatar más la cena porque… porque debía hablar con el puerto deportivo para preparar el barco. Quería hacer con Sara ese recorrido tan prescindible por la costa mediterránea ¡no, no y no!

Patricio siente arder sus entrañas por el remordimiento, como si fuera el bálsamo que debía calmar la enorme ansiedad acumulada por la tensión del momento. El cielo aparenta estar dividido en franjas que parecen formar parte de dimensiones espaciales diferentes.

El Indomable sigue ladeado amenazando con abandonar la línea de flotación. Todo el barco cruje en estertores que no presagian un buen final.

Lamentaciones, oscuridad. La actitud del navegante es incoherente con el peligro que le rodea. Debería estar vigilando atentamente los datos de los aparatos de medición.

No puede calcular ni remotamente el tiempo transcurrido. La confusión atenaza su mente como si fuera incapaz de pensar.

Sin embargo, un cambio se estaba produciendo durante los últimos treinta minutos.

Al cabo de casi dos horas de temer por su vida, Patricio nota que disminuye la presión sobre el casco; las velas y cables están dejando de crujir.

De los relámpagos solo queda el olor a ozono que han dejado en el ambiente y la lluvia amaina llenando de esperanza su corazón.

 

Cuando consigue subir a cubierta ya ha mirado el GPS y este le informa de que se halla a un par de días de las Islas Vírgenes británicas, en el borde suroeste del calmado Mar de los Sargazos. El tremendo temporal le ha desviado unos tres días de su destino final en Isla Dominica, situada a unos 500 km.

Patricio observa la superficie del océano y detecta la presencia de unas algas parduzcas que se funden en una especie de gigantesca red de pesca, un freno absoluto para el Indomable.

–¡Y ahora esto! Vaya forma de encallar. El mar de Los Sargazos. Menudo panorama.

El aventurero localiza el libro y lee la descripción.

<<El Mar de los Sargazos recorre la Corriente del Golfo, la Corriente Ecuatorial del Sur y la Corriente de las Canarias.

Los sargazos flotantes pueblan de forma masiva la superficie oceánica de las playas del Caribe, entre ellas, el Caribe Mexicano.

El sargazo está modificando la costa de muchas playas cuando llega. Se dice que este mar podría abarcar 5.2 millones de kilómetros cuadrados, 3.200 kilómetros de longitud y 1.100 kilómetros de ancho.

La ‘marea marrón’ invade la costa caribeña y destroza su ecosistema. Es un fenómeno que ya fue documentado durante las primeras expediciones de europeos que atravesaron el Atlántico para llegar al continente americano. Cristóbal Colón en 1492 lo mencionaba en su diario de abordo>>.

 

–Pues aquí no dice cómo desencallar ni nada práctico, qué narices ¿Y ahora qué? –se preguntaba angustiado.

Su esperanza solo es que vuelva el viento a tiempo, antes de que se le acaben el agua y las provisiones. El motor auxiliar no serviría para sacarle de allí porque estaría envuelto por las algas.

Continuó leyendo la información escrita para ver si podía obtener alguna conclusión que le ayudara pero no había ninguna. Debido a que en esa zona el viento es muy flojo y el mar suele estar en calma, el barco había caído en una trampa perfecta.

Transcurrieron dos días interminables en los que intentaba comunicarse sin éxito con el mundo exterior.

–Es increíble la falta de cobertura, ni con teléfono vía satélite lo puedo conseguir –piensa mientras cae en una desesperanza manifiesta.

–¡Ah, vaya! Debe tratarse de esa rara influencia del triángulo de las Bermudas, que no queda muy alejado de aquí y produce distorsiones en la atmósfera de todo tipo. No es posible tener tan mala suerte.

Creyese o no en esa razón, la preocupación de Patricio crece en su interior.

Las enormes distancias y el espesor de la capa de algas se lo ponen muy difícil al navegante. Este tiene que descender del Indomable para desatascar la hélice, completamente enredada por sargazos. Ataviado con el equipo de buceo, apenas puede moverse atrapado en la siniestra red vegetal que abarcaba todo su campo visual. Gracias a la bombona de oxígeno consigue tiempo para desenredar la hélice y protegerla con una gran lona que sujeta firmemente alrededor de la misma.

En ese momento observa algo inaudito. Una sombra de enormes proporciones aparece desde un lugar bajo la superficie con el aspecto de una extensa masa sin forma definida.

–Parece… un descomunal banco de peces –piensa Patricio aterrado. Decide que ha de subir al barco sin perder un segundo, trabajo para el que ha de librar una batalla contra el sargazo. Le da la sensación de que las algas intentan retenerlo con el fin de que lo devore la masa de peces que se acerca cada vez más.

Al fin consigue ponerse de pie en la cubierta del Indomable y contempla qué habitantes de ese fondo marino están rodeando su barco.

 

Comprueba que se trata de un numerosísimo grupo de anguilas que viajan desde los estuarios de agua dulce para desovar en el Mar de los Sargazos, el único lugar donde lo hacen, en virtud de algún oculto mensaje genético.

Desde el estuario, convertidas de nuevo en peces de agua salada, las anguilas inician el mismo viaje que cuando eran angulas (las crías o alevines de la anguila) pero en sentido contrario, hacia el Mar de los Sargazos. Una vez alcanzado el destino final, emplazadas bajo el manto de las algas y con apenas la mitad de su masa corporal, realizarán un último esfuerzo para aparearse y morir.

Ante los ojos de Patricio se está desarrollando una escena sobrecogedora.

–Pero, ¿Qué es lo que… hacen? –se preguntaba asombrado–. Están por todas partes, pero parece que las aguas se vuelven más transparentes. Es, es como si ese banco de peces desplazara la masa de algas. Sí, la están moviendo de algún modo.

–¡El camino se despeja, Indomable!  –grita el navegante a pleno pulmón.

La eficacia del paso de las anguilas se traduce en la liberación del barco. Al cabo de no más de media hora, Patricio repite la operación con la hélice descubriéndola, ya impoluta, para poner en marcha el motor y ayudarse de las velas con el primer viento incipiente.

La travesía desde los sargazos hasta la isla Dominica no registró incidencia alguna. Por fin Patricio gozaba de momentos de paz, que su sueño nocturno agradeció con recuerdos de su infancia no disfrutados desde hacía mucho.

El navegante maniobra para fondear en el puerto de Roseau a la entrada a Isla Dominica. El fondeo de Roseau está regulado con boyas y está gestionado por dos o tres personas que ayudan con su lancha a los veleros a amarrarse a la boya, ofreciéndoles después otro tipo de servicios. Nada de oficinas y amarres.

Pero eso no le importa en absoluto. Está libre, se siente renovado, ha limpiado su mente de culpa porque ve el pasado de otro modo. Si quiere asomarse a él no teme lo que la memoria le devuelva desde su abismo particular.

Una mañana diáfana se abre ante el navegante ya con los pies en la tierra, seguro de pisar ese suelo firme, como su voluntad de compartir con Sara el resto de su vida sin mirar atrás.

 


 

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Salud y suerte en la vida, amigos.

Nota:

Las imágenes de este post han sido obtenidas de pixabayiStockphoto y Wikipedia.

5 Comentarios
  • AMAIA LARRREA
    Posted at 14:57h, 24 enero Responder

    ¡¡Precioso, un relato que me he visualizado a la perfección!! Un buen desarrollo de la historia y un bonito final. Aplausos y Abrazo

  • Federico Agüera
    Posted at 22:04h, 05 enero Responder

    Un muy buen relato con un feliz desenlace. Me recuerda las aventuras que me contaba un amigo que cruzó el Atlántico en una regata con barcos a vela. Saludos y feliz año.

    • marcosplanet
      Posted at 22:14h, 05 enero Responder

      Muchas gracias Federico. Pues tuvo que echarle valor tu amigo. Una aventura para los muy intrépidos.
      Feliz año.

  • Nuria de Espinosa
    Posted at 03:22h, 04 enero Responder

    De repente, siente el impulso absurdo de bajar a la cabina y apuntar en la bitácora los detalles.. Me gustó esta frase y el recuerdo de la despedida de sus padres. Aunque una cosa le quedó bien Clara: pasar el resto de su vida con Sara.
    Un relato muy bien desarrollado desde el principio al final. Cuyos personajes fluyen por si solos.
    Un verdadero placer leerte Marcos.
    Tu evolución es admirable.
    Un fuerte abrazo

    • marcosplanet
      Posted at 06:22h, 04 enero Responder

      Qué puedo decirte, Nuria. Me llenan de tan buenas sensaciones tus comentarios que me emocionan.
      Otro abrazo fuerte para ti.

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