31 Oct El pueblo de la Flor de iris
Flor de Iris es un pueblecito de una región del norte que recibe la bendición de la nieve, cubriéndose de un manto brillante bajo el sol del invierno. Está encajado entre montañas de recortado perfil que decoran con su silueta escarpada el horizonte.
En los meses de verano, lo habitual es encontrar gente de la ciudad ocupando las casas rurales que algunos vecinos han habilitado para el turismo, lo que añade encanto a esta villa agrupada en casonas montañesas de tejados muy inclinados para soportar las nevadas abundantes. Lo habitual en la estación fría es ver a los habitantes de Flor de Iris encaramados a las techumbres limpiando con enormes palas la nieve acumulada y empujándola hacia los aleros.
Manuel y sus amigos adolescentes llevaban años queriendo ayudar a sus mayores y por fin lo han conseguido. Este es un año que no olvidarán, no solo por el logro sino por el asombroso descubrimiento que a los pocos días van a tener ocasión de contemplar.
Solo hay una forma de acceder al pueblo y es por la carretera del desfiladero, estrecha y sinuosa, una experiencia recompensada por lo majestuosas que son las altísimas paredes de la montaña que la flanquean, con sus nidos de águilas resguardados en los recodos del roquedal.
En la lejanía, el visitante percibe un relieve elevado que va creciendo a medida que se aproxima por la comarcal 203 hacia el pueblo de Flor de iris, un enclave privilegiado en pleno valle de la Esperanza.
El agua del río que da nombre a este valle juega alegremente entre los meandros de su curso, llegando a formar cascadas escalonadas en la zona conocida como “Gradas de Iris”. Hay tramos donde la pendiente la impulsa para que discurra con bríos renovados durante varios kilómetros.
Las corrientes saltarinas sirven de hábitat para especies acuáticas como el pez Dorado, el barbo Arcoíris o el barbo Rosado.
Muchos de los habitantes del pueblo viven de la empresa maderera que obtiene pulpa de celulosa para fabricar papel. Sin embargo, una parte de sus habitantes se opone a esta actividad porque contamina el precioso medio ambiente que les rodea. Esto ha mermado el número de visitantes durante los últimos veranos que acudían a Flor de Iris atraídos por sus excelentes zonas de recreo junto al río.
El río Esperanza baña los alrededores y está siendo objeto del vertido de esos residuos aguas abajo. La empresa dice que no hay problema porque las aguas desembocan en el Gran Río que se lleva todo lo malo al mar.
Un estudiante adolescente de nombre Manuel, muy aficionado a la química, quiere investigar los contaminantes que vierten en las aguas del Esperanza. Para ello necesita las instalaciones del laboratorio municipal. El alcalde se alarma y desea taparle la boca con prebendas y regalos. Por ejemplo, que va a dar a su padre un trabajo en el Consistorio para que mejore su situación económica. Un día llamó personalmente a la puerta de la casa de Manuel y le dijo:
–Ten, para que disfrutes con tus padres del parque temático de la ciudad.
El chico lo miró de arriba abajo y se quedó con las entradas, cerrando la puerta de inmediato, impidiendo así cualquier intento conciso del político por hacerle cambiar de opinión.
–Es solo un muchacho… –decía para sí el edil–. Total, no creo que represente un gran problema. Esos juegos de química… nunca los he entendido. Menudo friki.
Manuel y dos de sus amigos más fieles le ayudaban a tomar muestras de las aguas que desechaba la empresa maderera soltándolas en torrentera sobre el lecho del río Esperanza. Habían llenado una veintena de matraces cuando Manuel decidió que ya era el momento de terminar.
–Ahora toca lo más interesante, la investigación sobre los venenos que están arrojando al Esperanza –comentaba Manuel con vehemencia.
–Pero ¿podrá el viejo técnico municipal ayudarte a encontrar lo que buscas? –preguntó su amigo Tomás mientras miraba a través del cristal de un envase cargado de agua sucia.
–Tendrás que dar muchos pasos después de encontrar los venenos que buscas ¿Qué harás, denunciar a la empresa? –dijo Roberto, su otro amigo del alma.
Manuel los miró a ambos sonriendo.
–Tengo todo en la cabeza –sentenció.
Hace más años de los que puede ser capaz de recordar el más anciano del lugar, este pueblo disfrutó de un acontecimiento único: la aparición en el campo de la Flor de Iris.
Con el deshielo del manto blanco que dejaron las últimas nevadas, empezó a asomar a la superficie una capa bien distinta. Miles de flores agrupadas en conjuntos redondeados, como ramilletes pegados al suelo, habían crecido bajo la nieve siguiendo un ciclo ignorado que podría venir de tiempos prehistóricos. Los pétalos de esas flores reflejaban la luz solar de tal modo que parecían cristales luminosos engarzados entre coronas de mil colores.
Lo que la fusión de la nieve dejó a la vista llenó de ilusión a los vecinos del pueblo pues constituía un atractivo irresistible para captar más turistas de los habituales.
–Seguro que esta primavera empiezan a llovernos más curiosos de la gran ciudad que nunca –afirmaba la panadera, muy ufana.
–Y eso se notará en el negocio de todos –comentó el propietario de una tienda de artesanía.
El boticario del pueblo en aquella época realizó un gran hallazgo. Era un entusiasta de la naturaleza y gran conocedor de hierbas y plantas. Antes de abrir la botica había trabajado en la fábrica de papel de la gran ciudad. Tras la regulación de empleo que hubo en la empresa, le indemnizaron con una buena cantidad que le sirvió para abrir la botica en su pueblo natal.
Siempre recordaría aquel último día en la empresa, cuando llegó con su maletín de reactivos y muestras a casa, todo contento con la indemnización. Tenía dos licenciaturas, una en Química y otra en farmacología clínica y decidió que había llegado el momento de utilizar esta última abriendo la farmacia en Flor de iris. Como analista químico en la papelera, disponía de ese maletín tan querido que le acompañaba a todas partes.
Durante unos días en los que se dedicó a trabajar en su hobby favorito identificando plantas, el contenido del maletín no le había hecho falta. Pero cuando se topó con la inmensidad de las praderas cubiertas con la Flor de iris, disfrutó recogiendo unas cuantas con una idea fija en su cabeza.
Decidió destilar la flor y analizar su aceite esencial. Para ello necesitaba un reactivo que guardaba en su maletín. Abrió este, extrajo el envase y mezcló el contenido con el aceite. Para su gran sorpresa, el aspecto turbio del reactivo cambió de tono de inmediato volviéndose transparente. Cuando revisó la etiqueta comprobó que había utilizado una sustancia distinta cuyo envase y aspecto eran muy parecidos a los del reactivo.
Era un residuo de fabricación de la pasta de papel. El boticario escribía por costumbre en un librito de apuntes donde reflejaba sus avances, dejando claro que el efecto del aceite destilado de la flor consistía en dejar totalmente limpio de contaminantes el residuo de la fábrica.
El farmacéutico quiso comunicar su hallazgo al contacto más importante de la fábrica de papel. Fue tan fuerte la oposición que encontró hacia su descubrimiento que decidió desistir y regresar a su botica en Flor de Iris.
–Fin de la tentativa de mejorar el mundo –anotó el farmacéutico en su librito de apuntes.
–No se merecen mi aportación –decía para si–, pero la verdad es que no tengo ni pizca de ganas de pelear por algo que no interesa a los grupos de poder. Estoy jubilado y a punto de iniciar una nueva vida en mi pueblo, así que complicaciones las justas.
Los comerciantes gozaron de prosperidad en ese año por lo fabulosas que llegaban a ser las praderías irisadas y la belleza intrínseca que el amanecer y la puesta de sol vertían sobre ellas. Lo cierto es que los irisanos no sufrieron ninguna invasión de los urbanitas, pero en el pueblo entró mucho dinero ese año. Sin embargo, la flor no volvió a aparecer con ninguna otra nevada… hasta hoy.
No había otra flor más apreciada. Sus pétalos mostraban casi todos los colores del arco iris. El aspecto del campo cuajado de esas maravillas de la naturaleza ofrecía un espectáculo que esta vez atrajo a una multitud de curiosos de la ciudad. Los coches y autobuses llenaban las calles de acceso al pueblo y los turistas lo abarrotaban todo.
Bares, mesones, hoteles y casas rurales estaban atestados y los irisanos contentos por el éxito.
La Flor de Iris ornamentaba todas las praderas, y los vecinos arrimaban el hombro para despejar caminos que las cruzaban con el fin de facilitar el paseo contemplativo a los visitantes.
Era proverbial la belleza de los prados irisados con mil colores. Parecía como si la naturaleza hubiera querido recrearse pintando de tonos luminosos el suelo como un inmenso tapiz multicolor que atrapaba la mirada.
El pueblo recibía con los brazos abiertos la avalancha de turistas.
El joven Manuel investigaba esas flores paradisíacas, las destilaba, extraía su aceite esencial y lo examinaba en el laboratorio municipal. El técnico que lo dirigía estaba a punto de jubilarse y por los muchos años de pasión por su trabajo supuso una ayuda extraordinaria para un muchacho tan afín al conocimiento como era Manuel.
Este había recibido de manos del técnico municipal el librito de apuntes del boticario.
–Toma, por si te interesa echarle un vistazo. Lo encontré en el archivo municipal revisando viejos trastos de la antigua botica que almacenábamos allí.
Tú le sacarás más partido seguramente. Nunca terminé de leerlo.
Manuel siguió a rajatabla las indicaciones apuntadas en el librito del farmacéutico. En efecto, terminó obteniendo de la Flor de Iris una sustancia densa que descomponía la sustancia tóxica vertida al río por la empresa maderera.
El muchacho, el técnico del ayuntamiento y un amigo de este que trabajaba en un importante laboratorio de investigación de la ciudad, consiguieron averiguar cómo sintetizar el principio activo de la bellísima flor a escala industrial.
–Me parece que nos aguarda un reto muy grande y no sé cómo vamos a superarlo –observó el joven Manuel con gesto preocupado.
–Precisamente porque esto no ha hecho más que empezar –repuso el técnico municipal–debemos poner toda la ilusión en lo que tenemos por delante. Ánimo Manuel, lo conseguiremos.
Durante el último mes, la saturación por la llegada de tantos visitantes al pueblo había empezado a hacer mella en la moral de muchos irisanos. Los enfrentamientos empezaban a ser cosa corriente y algunos de ellos casi llegaron a las manos.
–Los empleados de la maderera estamos hartos de esta invasión –decía un pueblerino indignado–. Trabajamos duro para luego esperar un descanso que no llega. Hay tanto alboroto en las calles que el ruido atraviesa las ventanas y acaba con la paciencia de cualquiera.
–Pues mi tienda venderá el triple y eso me va a ayudar a no cerrarla este año como tenía previsto –comentaba exaltado el anticuario.
–Mi hotel no llega a estar nunca ni al cincuenta por ciento de ocupación –aseguraba el dueño del único alojamiento hotelero–. Este mes hemos llegado al cien por cien y no pienso perder la oportunidad de acabar así el año entero.
–Mi restaurante ha multiplicado su facturación en los últimos veinte días –clamaba otro–. ¿Cada cuánto tiempo es la floración de esta planta del paraíso? ¿Veinte, treinta, cincuenta años? Es bastante justo creo yo que saquemos ahora todo el beneficio que podamos.
Tres trabajadores más de la madera se unieron a aquella discusión que tenía lugar en la plaza del pueblo, mientras varios autobuses cargados de turistas acababan de repartir a estos por los alrededores. La mayoría hablaba en un tono de voz demasiado alto para la costumbre de los locales.
–Pero ¿de dónde sale tanta gente? –preguntaban algunos alarmados.
–¿De dónde va a ser? –comentó el dueño del cibercafé del pueblo–. Pues de internet. La publicidad que han conseguido los más jóvenes por las redes sociales ha sido enorme.
–Y seguro que tú has contribuido a ella ¿me equivoco? –inquirió un trabajador de la madera con vehemencia.
Unos minutos más de discusión habrían provocado que aquello acabara como el rosario de la aurora. Una patrulla de la Guardia Civil intervino con acierto y disolvió el tumulto.
–Es la tercera intervención que hemos hecho hoy. Esa viene a ser la media de cada día. No sé adónde nos va a llevar a parar esta situación. Hay que hacer un informe dirigido al alcalde ¿estamos? –comentó a su subordinado el individuo de mayor rango.
Harto de tanto enfrentamiento vecinal, el jefe de la comandancia de zona de la Guardia Civil se personó en el ayuntamiento para ver al alcalde.
–Esto tiene dos opciones –indicaba el comandante después de agradecer al alcalde una taza de aromático café de Colombia–: esperar a que llegue el invierno y desaparezca la flor con las nuevas nieves o limitar el número de visitantes. Pero esto último también traería enfrentamientos, estoy seguro. Yo que usted convocaría una asamblea vecinal y de ahí tiene que salir elegida una de las dos alternativas que le he dicho ¿Qué le parece?
El alcalde estiraba su mostacho con dos dedos de una mano mientras paseaba en círculos por su clásico despacho decorado con muebles de ébano.
–Veo que ya ha pensado usted en todo –dijo en tono amistoso–. Por lo que a mí respecta, rezaré para que la opción elegida sea la de esperar al invierno. En fin, creo que lo principal lo tenemos claro –concluyó el edil estrechando la mano de su interlocutor–. Ahora me gustaría comentarle otros asuntos de seguridad local, sobre todo los robos de ganado que se están sucediendo en este valle…
Ambos representantes de la autoridad permanecieron reunidos un buen rato. Cuando el comandante abandonaba el edificio del ayuntamiento, observó que un grupo de personas agitaban pancartas con leyendas referentes al problema del turismo masivo. La cadena de televisión local “Valle TV” retransmitía la escena y entrevistaba a los manifestantes.
El comandante de zona del Valle de la Esperanza los miraba mientras se acercaba a su vehículo de patrulla.
–Ojalá y todo tenga un buen fin para este valle, haciendo honor a su nombre.
Manuel respiraba más tranquilo después de los altercados recientes en el pueblo. Los últimos meses habían sido duros, hasta que la ajustada mayoría vecinal ganó la opción de esperar a que llegasen las próximas nieves, con las que a buen seguro desaparecerían las flores de Iris por otra larguísima temporada.
Gracias a un permiso obtenido en el Ministerio de sanidad, este supervisó la aplicación a gran escala de la sustancia descubierta por Manuel. Los residuos generados por la maderera jamás volvieron a suponer un problema para las aguas del río Esperanza.
Lo más probable es que la campiña cuajada de flores paradisíacas que refulgía en pleno deshielo, terminara desapareciendo al año siguiente, pero el logro de un muchacho de quince años y de quienes le apoyaron, permaneció vivo para siempre en la memoria de este pueblo.
Epílogo
Terminaba ya el invierno y la primavera había iniciado su labor derritiendo la gran manta de nieve que adornaba el entorno del pueblo más bonito de la comarca. El Valle de la Esperanza recuperaba verdor en los puntos más despejados de hielo, ofreciendo a la vista auténticas lenguas de pasto que servirían para alimentar el ganado. La tranquilidad reinaba en todos los rincones de Flor de Iris en un día que había amanecido fresco y acompañado de un sol radiante.
Un niño de corta edad permanecía quieto observando un hueco bajo un montoncito de nieve. A través de él asomaba un ramillete brillante que mostraba flores de mil colores resplandeciendo bajo los rayos del sol.
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¡Salud y suerte en la vida!
Miguelángel Díaz
Posted at 07:49h, 27 noviembreUn relato ideal, Marcos.
Podríamos catalogarlo como ecoficción y dejar el lugar en nuestra memoria como un lugar utópico y entrañable.
Un fuerte abrazo 🙂
marcosplanet
Posted at 08:59h, 27 noviembreAcepto plenamente tu sugerencia, ecoficción. Suena muy bien. Dentro de ese apartado se puede englobar también otro relato mío reciente «Planeta amigo. Aventura en el valle de Liébana». Si quieres verlo, el link es: https://marcosplanet.blog/planeta-amigo-aventura-en-el-valle-de-liebana/
Te lo recomiendo. Creo que te sentirás atraído por el plan que tiene en mente el protagonista.
Un fuerte abrazo, Miguel.
Jose A. Sánchez
Posted at 12:54h, 04 noviembreHola, Marcos.
Una fábula exquisita con unos personajes muy emotivos. Ojalá se contagiara por todos esos bellísimos pueblos que suelen ser arrasados por empresas nocivas y también, por qué no decirlo, por el turismo descontrolado. Es evidente que ambos dan un suculento dinero, pero si no cuidamos de nuestro entorno, si dejamos que expriman el planeta, ¿qué nos quedará?
Felicidades. Excelente y bella narración.
Un Abrazo.
marcosplanet
Posted at 13:33h, 04 noviembreMuchas gracias por tu valiosa aportación Jose Antonio. Es un placer tenerte por aquí, presente en las historias que cuento, que son para mi muy queridas. Y si encuentro comentarios como el tuyo, me sirven de motivación para seguir escribiéndolas.
Otro abrazo para ti.
Arenas
Posted at 18:59h, 02 noviembreBravo por el químico Manuel, harían falta más como él. Y también más escritores de tu sensibilidad.
Enhorabuena por tu preciosa historia. Estoy deseoso de visitar la próxima primavera el valle donde se ubica Flor de Irís. Y no me digas que no existe, porque me llevaré una desilusión muy gorda. En todo caso, si es así, habrá que inventarlo.
marcosplanet
Posted at 20:10h, 02 noviembreMuchas gracias por tus hermosas palabras, gran amigo. Complaceré ese deseo de encontrar el escenario adecuado para el pueblecito de Flor de Iris.
Un fuerte abrazo.
Marta Colomer Sánchez
Posted at 09:19h, 02 noviembreMe encanta la apacible vida de los pueblos…y en España tenemos la gran fortuna de contar con miles de ellos, aldeas casi deshabitadas, con similares características a flor de iris. Gracias Marcos por tu gran sensibilidad y modo de hacerme viajar. ¡Un fuerte abrazo, mi amado tío!
marcosplanet
Posted at 20:12h, 02 noviembreGracias por tu aportación, que como siempre supone para mí un soplo de aire puro que alimenta mi afán de seguir escribiendo.
¡Un fuerte abrazo para ti también!
Froi
Posted at 20:36h, 01 noviembreUn largo recorrido por un lugar encantado. Lo mismo que los lirones, que crecen en mi tierra, Hace años subí al blog una historia similar que llegó a los medios nacionales y que te invito a leer en el enlace que dejo en la Website: El curioso fenómeno de las “flores de hielo” que crecen sobre el océano Ártico. Es el mismo proceso por el que se forma la escarcha en las paredes de nuestra nevera. Pero desde luego, este post está lleno de sensibilidad y de fotos preciosas que invitan a un viaje.
Gracias, Marcos. Un abrazo.
marcosplanet
Posted at 20:58h, 01 noviembreMuchas gracias a ti por tu tiempo y por el edificante comentario. Miraré sin duda tu enlace, suena fascinante lo de las flores de hielo.
Un fuerte abrazo, Froi.
Federico
Posted at 18:54h, 01 noviembreUn relato muy ecologista que falta nos hace. Saludos
marcosplanet
Posted at 20:59h, 01 noviembreMuchas gracias por tu aportación, Federico.
¡Saludos!
Anónimo
Posted at 18:31h, 01 noviembreHola Marcos, muy buen relato, te va absorviendo, abrazo grande
eliom
Posted at 17:42h, 31 octubreLo compartí, ya que me encanto tu historia y el pueblito Flor de Iris me recuerda a mi querida Bariloche.
Io
Posted at 16:46h, 31 octubreImpresionante relato!!!!
Gracias a tu poder narrativo, la imaginación me ha trasladado fácilmente a ese bellísimo paraje, pudiendo casi escuchar el sonido del agua corriendo por el rio, el frío gélido en el rostros y la inmensidad de tanta belleza en la retina de nuestros ojos.
Es difícil encontrar un punto intermedio en esta cultura donde premia la economía a preservar los lugares tan bellos que esconde la naturaleza.
Afortunadamente la ciencia y la investigación en muchísimas ocasiones son de gran ayuda para «arreglar» o al menos mejorar el «mal» que nuestros avances suponen para la naturaleza .
Me ha encantado el relato Marcos!!!!
marcosplanet
Posted at 17:23h, 31 octubreCon todo lo que has comentado necesito tiempo para digerir tan bellas palabras y pensamientos que te salen del alma. Te quedo muy agradecido por tu reflexión tan bella y constructiva.
Un fuerte abrazo, Io.
Nuria de Espinosa
Posted at 16:10h, 31 octubreHola Marcos, un pueblo llamado Flor de Iris y un río llamado esperanza. Qué preciosidad de texto. Quedé maravillada. Te aplaudo. Un abrazo y feliz Halloween ????
marcosplanet
Posted at 17:16h, 31 octubreMuchas gracias por tus palabras, Nuria. Un placer.
Saludos cordiales.
Rosa Fernanda Sánchez Sanchez
Posted at 14:38h, 31 octubreMarcos…me parece tan bonito tu relato….yo diría que es un cuento, con todo el encanto que caracteriza este género. Felicidades una vez más mas
marcosplanet
Posted at 15:28h, 31 octubreMuchas gracias por tu aportación, que me alegra mucho el día.
Opiniones así contribuyen a mis ganas de seguir escribiendo.
Saludos.
Merche
Posted at 09:31h, 31 octubreHola Marcos, muy bonito, no sé si la foto es real o creado con IA, pero si es real es una maravilla, desde luego.
Un abrazo. 🙂