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Fin de fiesta en el Ferry del lago Leman

 

Fin de fiesta en el Ferry del lago Leman es el capítulo 14 que continúa el episodio 13 anterior de El Primer Clon, por Marcos Manuel Sánchez Sánchez.

 

A Van Möeller le inquietaba desde hacía tiempo tener un exceso de embriones clónicos almacenados esperando que gobiernos de países todavía en desarrollo (sus clientes habituales) se decidieran a adquirirlos.

–Con lo bien relacionado que estás… te interesa pulsar esas teclas –sugirió Lisa, mientras bebía un sorbo de su cóctel de frutas exóticas, dejando el rojo corinto de los labios marcado en el borde; su mirada se paseaba por la ribera meridional del lago. Pronto alcanzarían el muelle de Aux Vives y después Vevey. Ambos municipios poseían terrenos que ocuparía el parque temático; el alcalde de uno de ellos viajaba a bordo.

–No es tan fácil como imaginas, pero algo se hará… continuó Eric.  Bien Lisa, me apetece caminar un poco…

En ese momento, Lisa se sintió reclamada por el alcalde de Vevey, quien la saludó alzando su copa.

–Okay, Eric –dijo ella–. Te veré más tarde ¿Vienes Fabio?

–Es un placer.

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Ambos se dirigieron al encuentro del alcalde, Monsieur Lecarnac, quien debido al alcohol trasegado exhibía en su prominente nariz un color rojizo característico. El tamaño del apéndice nasal acrecentaba aún más el efecto.

–Querida Madame Bouquez –saludó el político con excesivo movimiento de brazos y besuqueando la mano que Lisa ofrecía.  En su afán cumplidor de protocolos el alcalde aplastó la nariz contra el dorso de la mano tendida, produciendo en su propietaria una cierta repulsión.

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–Qué placer encontrarme en este agradable evento –babeó el legislador municipal–. Sobre todo, al contar con una anfitriona de excepción como usted, Madame.

–Es un honor, alcalde. Pero llámeme Lisa. De lo contrario, me hará sentir mayor.

–Faltaría más madame…  Lisa, sí. Y su acompañante es…

–El señor Rocco –respondió ella.

–Encantado –murmuró desganado Fabio.

Lisa aguantaba estoicamente la mano flácida del alcalde estrechando las suyas. Este persistió en retener su presa hasta que un reflejo plateado procedente de una bandeja en movimiento entró en el campo visual del político, que tomó al vuelo un canapé de hígado de oca.

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A Lisa no sólo le repelía de por sí el personaje sino que además resultaba totalmente predecible. Tras haberse entrevistado con él para pulir detalles acerca de los terrenos destinados al parque temático, Lisa había ordenado directamente una transferencia bancaria a su nombre. Desde aquel momento contaba con el apoyo incondicional de Monsieur Lecarnac.

–Oh, mon ami –se tomó la licencia de decir el honorable edil dirigiéndose a Fabio –Lisa es un manantial de virtudes y siempre encontrará en ella una mano amiga dispuesta a ayudar–. Tras beberse de un segundo trago su “Dry Martíni”, anunció:

–Excusadme, pero debo ir a un sitio para hacer algo que otros no pueden hacer por mí –la risotada que emitió al final de tan original gracia resonó por encima de la música, de las voces de los presentes y del fragor de los motores del Ferry.

 

–Curioso ejemplar –comentó Fabio.

–Es muy… efusivo –indicó Lisa. A continuación, miró a Fabio con sus bonitos ojos color miel.

–Fabio, quisiera que me aclarases una cosa. Cuando hablábamos con Eric comentabas que el Instituto Marzens ha conseguido algo que los demás no tienen. Me ha parecido ver que te ha interrumpido enseguida para aclarar tus palabras a su conveniencia.

Algo turbado, Fabio intentó despejar dudas. –No, no. Es lo que Eric dice. La tecnología con la que cuenta el Instituto es la más avanzada. Ahora bien, no me hagas entrar en profundidades técnicas, ya sabes que no es lo mío.

–Querido, no te vayas por las ramas. Me conoces y sabes que siempre llego hasta el final –se acercó sensualmente a él y acarició su largo cabello con el dorso de la mano–. Sé que una idea distinta rondaba tu cabeza. ¿Qué ha logrado el Instituto que otros no tienen?

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Fin de fiesta en el Ferry del lago Leman

Una oleada de aplausos se dejó oír en ese momento. Los invitados expresaban así su reconocimiento a la encomiable labor de la orquesta. Acababan de interpretar el primer movimiento de la quinta Sinfonía de Schübert.

–Bien Fabio. Cuando quieras ser sincero conmigo… –el siciliano sonrió ligeramente.

– ¿Sabes Lisa? Tengo hambre. Mi estómago reclama una compensación. ¿Te apetece un poco de omelet au cheese? O como dicen en mi tierra Tortelle al parmesani.

–Um ¿Cómo no? Veamos si podemos encontrar una buena mesa–. Lisa pensaba en una que no admitiera más de dos personas.

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Fin de fiesta en el Ferry del lago Leman

Una señora de unos cincuenta años ataviada con un sencillo vestido largo de tafetán se aproximó a la pareja. La diadema dorada cuidadosamente colocada sobre su pelo relucía al sol del mediodía.

–Hola Lisa. Qué espléndida orquesta. Francamente acertado por tu parte.

–Gracias Berta. Fabio, te presento a la señora Tellemann. Berta, el señor Rocco.

–Es un placer señora.

–Verdaderamente original este mini-crucero, ¿no es cierto? –comentó la señora Tellemann con voz algo chillona.

–Es un día espléndido para navegar por el lago… –continuó Fabio.

–Noto por su acento que proviene de Italia. Mi marido y yo solemos ir a Capri a disfrutar de sus cortas vacaciones de verano. Tenemos allí una casa –Berta emitió una risita– al pie del monte Solaro. Se disfruta de un paisaje maravilloso.

–Lo que más aprecio de la isla es su gastronomía: los ravióli de Ricotta o la Insalata Caprese–afirmó Fabio.

–Y el vino blanco, que lo llaman blu. O el licor. Como el limoncello de Tiberio, inmejorable digestivo–remató la esposa del banquero.

–Sois buenos gourmets, no cabe duda. Berta, en este momento nos disponíamos a tomar un bocado ¿Vienes con nosotros?

–Oh, no. Acabo de hacer los honores a tus magníficos patés. No puedo más. Me vendrá bien un paseo por cubierta.

Ambos se despidieron de la mujer y continuaron hacia el restaurante de abordo. Subieron a la cubierta superior y escogieron mesa para dos.

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El Ferry avanzaba imperturbable hacia su destino en Lausanne, con paradas previstas en diversos puntos del cantón de Vaud.

A lo largo del recorrido se cruzaron con varios practicantes de piragüismo que se entrenaban para algún acontecimiento deportivo, y a lo lejos un barco de vela se deslizaba rápidamente aprovechando las corrientes de aire. Les saludó una pareja que navegaba en barca de remos, balanceándose sobre las ondulaciones producidas tras el paso de un practicante de esquí acuático.

Lisa devolvió el saludo a los comensales de la mesa de al lado entre los que se encontraban los dos arquitectos responsables del diseño del Parque Romandé y el concejal de obras y urbanismo. Podían ver a Eric sentado en la mesa central, rodeado por el banquero Tellemann, Teresa Craig y el turco Tarik Sabbaht que parecía sentirse el hombre más feliz sobre la tierra, con su cheque de muchas cifras a buen recaudo en el bolsillo interior de su chaqueta de punto inglés. La Sinfonía americana en La Mayor de Antolin Borzack, llenaba el aire con una agradable melodía.

Lisa volvió sobre el tema que la intrigaba:

–Es sorprendente lo que la ciencia genética ha logrado. Quién iba a pensar hace unos años que al día de hoy sería factible clonar seres humanos. Hasta el momento, las investigaciones con animales han abierto muchas puertas para intentar la clonación humana aunque ningún país la ha aprobado, hasta que el Reino Unido dio luz verde…

–… a la ley de Fertilización humana y Embriología –concluyó Fabio–. Pero Lisa, esta sólo se aplica a los casos de clonación con fines terapéuticos. Por lo poco que he llegado a saber, el embrión humano se destruye al cabo de cinco días y entonces se utiliza para obtener… no sé qué células…

–Células madre, que se multiplican después para formar tejidos diferenciados. Estos serán de gran utilidad en transplantes, por ejemplo.

–Hasta ahí, bien. Pero con la prohibición en USA se ha retrocedido en las últimas fases, como la gestación del clon y su posterior desarrollo tras el nacimiento. Afortunadamente, en el Instituto Marzens contamos con la colaboración de genetistas eminentes, que han descubierto una vía revolucionaria para acelerar el crecimiento del bebé-clon –. Fabio observó cómo los ojos de Lisa se agrandaban por momentos.

–Sorprendida ¿eh? Mira, no hace falta que intentes sonsacarme. Ese es el avance que otros no han logrado, la clonación rápida.

–Eso es magnífico. Una auténtica revelación.

–No te ilusiones demasiado Lisa. No sé nada más. Mi trabajo no es precisamente la genética –indicó el italiano intencionadamente.

–Tú sabes más de lo que quieres aparentar.

– ¿Por qué no hablas con Eric? En otro tiempo fuisteis… amantes. Pregúntale abiertamente.

–Digamos que hemos perdido confianza el uno en el otro. Ya viste su actitud al no querer hablar de ello esta mañana.

–Aclárame una cosa –repuso el siciliano–. No acabo de entender tu interés por lo que hacen en el Instituto. ¿O me vas a decir que es simple curiosidad femenina?

–Nada de eso querido. Dirijo una clínica de rejuvenecimiento. Siempre he tenido interés por la Genética. Todo lo que pueda llegar a saber para mejorar los resultados sobre mis pacientes me beneficiará a mí.

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Fin de fiesta en el Ferry del lago Leman

Tras la comida, se encaminaron hacia los bancos de la popa. Lisa se excusó para saludar a otros invitados. Fabio se apoyó sobre la borda observando la maniobra de atraque del Ferry en el muelle de Lausanne-Ouchy, última parada del recorrido previsto por Lisa. El plan incluía el alojamiento esa noche en el Hotel Lausanne SPA y regreso al día siguiente mediante el mismo Ferry hasta Ginebra. El viaje de ida y vuelta y la estancia en Lausanne darían tiempo suficiente a Lisa para sacar provecho de unos y otros.

– ¿Cómo te ha ido Fabio? –preguntó Eric al siciliano mientras tomaba asiento en uno de los bancos de madera.

–He comido con Lisa. Ya vi que te relacionabas con la banca suiza y la diplomacia turca. Aprovechas bien el tiempo.

– ¿Acaso tu no?

–Simplemente hemos pasado el rato–contesto Fabio, lacónico.

Eric sacó el pañuelo que alojaba en el bolsillo de su camisa, lo extendió y comenzó a sacar brillo a su bastón de acero.

–La semana pasada estuve en Madrid –comenzó a decir pausadamente– para asistir a la reunión con Red de Ferrocarriles y ese… Carlo Capossi. Ya sabes,  el proyecto de la zona Sur.

–Lo recuerdo. Conseguiste la adjudicación de aquellas obras para construir viviendas en los terrenos que subastó la compañía Ferroviaria. Sería lo más indicado para lavar la pasta de la tabaquera –aseguró Fabio, mientras aspiraba una densa bocanada de aquel purito marca Tilde, elaborado en Yukka Hollander Gmbh.

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Eric desviaba el dinero a la tabaquera holandesa, como a otras empresas del grupo Marzens con cuentas en paraísos fiscales, de modo que no quedaba rastro de sus turbios negocios. Quería hacerse él solo con el proyecto de Red de Ferrocarriles. No podía dejar pasar más tiempo después de la operación de venta de aquel cargamento de cocaína en la que también intervino su socio Fabio, un negocio de veinte millones de dólares que la tabaquera ingresó en sus arcas. El comprador, un turco conocido por Admir Gutras; escurridizo como una anguila.  El origen de la mercancía, un lugar de Colombia.

En plena crisis de la economía turca, con la moneda por los suelos y la inflación por las nubes, resultaba duro buscarse la vida de forma decente. Sobre todo para alguien como Admir Gutras, la anguila, habituado a llevar un nivel de vida inalcanzable para los mortales. No en vano, llevaba nueve años ejerciendo de narco.  Más de ochenta millones de dólares reposaban en su cuenta de Zürich.

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Eric le había tratado por teléfono, no lo conocía personalmente. Diez millones antes de la entrega de la mercancía y otros diez después del «chequeo» de la misma. De no ser por el estrecho cerco trazado por Eric para seguir los movimientos del turco durante los últimos meses, no habría decidido abordar un negocio semejante. En ocasiones utilizaba esa estrategia, daba igual haber tratado en persona o no con la otra parte implicada. Lo importante era conocer su organización.

Cuatro mil kilos de cocaína cambiaron de manos de forma satisfactoria.

El dinero ingresó en otra cuenta de Zürich ¿El titular? Yukka Hollander Gmbh. Sin embargo, Eric no deseaba que permaneciera allí.

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El Ferry acababa de atracar en el muelle de Lausanne. Empezaba a anochecer y la temperatura había descendido casi cuatro grados durante las últimas horas de la tarde. En el ambiente se notaba un frescor húmedo característico procedente del lago.

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–… y ese Carlo Capossi empezó a poner trabas a la participación de la Marzens en la ejecución del proyecto inmobiliario, porque sospecha que tu dinero no es trigo limpio ¿no es cierto? –inquirió Fabio–. Eso es porque le presionaste demasiado para que abandonara, Eric.

–No es así. Hace un par de días, mi contacto en la Polizia di Stato en Palermo me informó de que Capossi había alertado al Inspector Sparza sobre mi presencia en Madrid. Al parecer Capossi había estado colaborando no hace mucho con ellos para detener a los asesinos de Guettara, el juez antimafia, quien había reunido pruebas que les implicaba en el narcotráfico internacional. Creo que era tío carnal de Carlo. Este tuvo que revisar algunas fotos que le entregó Sparza del fichero de la Interpol y ¡voilá!, entre ellas aparecieron varias mías, desde todos los ángulos y en distintas épocas –mientras hablaba se dedicaba a sacar brillo a su bastón. De cuando en cuando lo miraba al trasluz, como intentando detectar algún resto de polvo bajo la tenue luz crepuscular–. Sabes que siempre me han seguido.

–Y nunca has llegado a pisar una dependencia policial. Lo que tienen son fotos hechas a distancia. Debe ser un águila ese Capossi para haberte identificado.

–Bueno, la calidad de una ampliación digitalizada puede ser casi perfecta –Eric guardó su pañuelo con un movimiento de prestidigitador y continuó–. Después de conocerme en persona en la reunión de Madrid le faltó tiempo para decírselo a Sparza, que está deseando echarme el guante.

–Tu amigo de la Polizia ¿no había borrado tu rastro de los ficheros?

–De la Polizia di Statto sí, pero no de la Interpol.

Una voz emitida por megafonía anunció con potencia: “Señoras y señores, hemos llegado a Lausanne–Ouchy. Próximo al muelle se encuentra el autobús que les transportará hasta el Hotel Lausanne Palace Spa donde, como algunos de ustedes saben, se han alojado personajes como Igor Strawinsky, Coco Chanel, Toscanini o Pau Casals. Esperamos que disfruten de la magnífica vista sobre el lago”.

 

–Suena bien la voz de Lisa, aunque sea a través de un megáfono –comentó Fabio.

–Bueno, estimado socio, para terminar te diré lo que quiero hacer. Carlo Capossi ha llegado tan lejos como alertar a la Interpol para que me investiguen. Lógicamente no puedo revelar que lo sé. Por lo que he decidido actuar como quien busca sobornarle con un buen regalo para que permita que la Marzens Corporation se quede en solitario con el proyecto de Red de Ferrocarriles.

–Aja, indicó Fabio pensativo – ¿Y crees que eso funcionará?

–Sí, porque voy a premiarle con un flamante ejemplar de Ferrari F 60 al que alguien habrá manipulado los frenos. Una vez que se suba para probarlo no volverá a salir vivo de allí.

– ¿Cómo lo vas a hacer? –inquirió el siciliano.

–Di mejor cómo lo harás tú. Te encargarás de encontrar un experto que conozca a fondo la mecánica de ese modelo; se reunirá conmigo en Madrid el próximo Lunes. El resto corre de mi cuenta.

La voz de Lisa vibró de nuevo a través del altavoz: –”Rogamos que recojan sus pertenencias y desalojen el barco. Nos vemos directamente en el hotel. Muchas gracias a todos“–.

 

Continuará en una próxima publicación…

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2 Comentarios
  • Keren
    Posted at 15:01h, 24 marzo Responder

    Me ha recordado a la película, mon amie. Por la forma de expresarse y bueno, es francia en la película pero tiene ese toque distinguido. Escribes muy bien. Yo te dije, tardo en venir, pero vengo y dejo algo. Sigue así. Un saludo!!!

    • marcosplanet
      Posted at 20:14h, 24 marzo Responder

      Muchas gracias por tus palabras. Comentarios así me animan mucho. Tu también publicas unos relatos entretenidos y diferentes a lo convencional.
      Saludos cordiales!!

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