Inesperado final de un líder. Cap. 18 de «Sangre …»

 

Os invitamos a leer «Inesperado final de un líder», el episodio nº 18 de «Sangre entre los escaños», historia de actualidad que mi amigo Antonio Arenas y yo escribimos a medias. Nos ilusiona mucho que sigáis con interés esta saga sobre el destino de algunas personas que encuentran su némesis en otros que les hacen frente, sea cual sea el propósito o porque estorban en su camino.

Ver episodio anterior.


 

Inesperado final de un líder

 

Los periodistas de investigación Mateo Santesmases y Ploteo Hermida, cuyo palmito estaba en alza después de haber publicado varios editoriales de infarto en El Heraldo del Tiempo, decidieron incluir en su agenda de prospectos el seguimiento de los avances en clonación de tejidos humanos.

Llamó la atención de los dos reporteros el repentino interés mostrado por el gobierno en aprobar una ley que permitiera obtener en España los mayores avances en clonación humana. Esto era parte del plan del presidente Prometeo Nadal para preparar su regreso al ruedo político-presidencial. Dado que se hallaba recluido en las islas Fiji desde hacía tiempo, Nadal se impacientaba por volver “a su país” como solía llamarlo, para recuperar la presidencia del gobierno cuyo candidato oficial tras la muerte del clon del presidente era ahora Eurípides Pascal, antiguo secretario de Estado.

Mateo y Ploteo observaban el enorme televisor que presidía la sala de eventos de El Heraldo del Tiempo mientras estaban emitiendo las noticias de las 14 horas.

 

<<” La clonación entra a debate en la Cámara Baja este lunes 10 de junio, justo un día después de que se hayan conocido los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo. Parece ser que el gobierno da por perdida su candidatura frente a los celestes y piensa que no obtendrá mayoría en el arco parlamentario bruselense. De este modo, los granates ponen en marcha una estrategia para tapar malos resultados en los comicios llevando al Congreso la posible aprobación de un decreto ley más que polémico”>>.

<<” La clonación de seres humanos ha estado siempre ahí, flotando sobre las cabezas de todos los ciudadanos como un problema que plantea cuestiones éticas y morales por un pretendido deseo de ejercer de dioses y poblar el mundo con especímenes de dudoso comportamiento. La confrontación entre conservadores y progresistas está garantizada”>>.

 

–Esto va tomando un color cada vez más oscuro, amigo Ploteo. Lo que sea que esté planeando el gobierno para ir a la cabeza de los avances mundiales en clonación me resulta de dudosa credibilidad. Creo que debemos indagar entre nuestros contactos en el Congreso, a ver si sacamos alguna conclusión.

–Eso es, ha llegado el momento de hablar con tu suegro el ujier. Lo tienes muy fácil al convivir en la misma casa ¿no crees?

–Vale Ploteo, pero yo había pensado que es mejor contactar con Patroclo Peña, un miembro del partido Celeste que conoce “debilidades” de varios representantes del partido Granate. Ha llegado a mis oídos que el faltón maleducado e irrespetuoso con la prensa Fansi Gómez, tiene cosas que ocultar por las que estaría dispuesto a negociar a cambio de lo que sea.

–Si, como portavoz del gobierno, Fansi es un impresentable. De paso podríamos aprovechar para que a cambio de nuestra discreción nos favoreciera invitándonos a asistir a las ruedas de prensa. Hasta ahora apenas se ha acordado de nosotros.

–Bueno, pues si Fansi puede informarnos sobre lo que hay detrás de ese repentino interés por la clonación ya me daría por conforme.

–Pero no olvides que es mejor matar varios pájaros de un tiro –sentenció Ploteo.

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Al llegar a casa, Mateo encontró a Rosaura ataviada con una sedosa bata semitransparente que insinuaba una sensual propuesta de realización inminente a la que el periodista no se habría podido negar, si hubiera tenido una jornada menos intensa que la de aquella mañana de reuniones en “El Heraldo del tiempo”.

–Estoy molido, cariño. Apenas me aguanto el trasero después de horas soportando reuniones interminables y… –Rosaura le interrumpió con un beso en la boca y cogiéndole de la mano con ansia, como si tuviera que hacerle partícipe de algo importante. Cuando llegaron al dormitorio, Mateo encontró allí un escenario poblado de velas, olor a incienso y pétalos de rosa por todas partes. La bañera era visible al fondo, bajo una luz tenue de color miel que dejaba ver una botella de champán y dos copas sobre una bandeja plateada.

Las dos horas siguientes sirvieron para relajar completamente a Mateo, quien había propuesto a Rosaura ir a cenar al restaurante del chef de moda en Madrid en esos momentos.

–Venga cariño, me has animado y mucho. Tengo pase especial para cenar en el Bora-Bora. El dueño me dio carta blanca hace tiempo para que acudiera allí cuando quisiera. Ya sabes que la reserva es cuestión de meses.

–Por mi encantada, campeón. Y después un paseíto por la Cava Baja…

En ese momento sonó el móvil de Mateo.

–¿Interrumpo algo, amigo? –dijo Ploteo con un tono sarcástico.

–Llegaste tarde, compañero. Así que puedes decir lo que quieras que no molestas.

–Pues agárrate con las noticias de última hora. Me ha llamado la inspectora Guillermina Conrado sofocada porque a su queridísimo José María Índigo le ha llegado una nota de reivindicación.

El silencio cayó repentinamente sin que Ploteo diera señales de continuar.

–¿Estás bien, amigo? –preguntó Mateo extrañado.

–No pasa nada, es que quería comprobar el efecto de una noticia así.

–Pero ¿una reivindicación de qué? Anda guapo, deja de jugar a los acertijos.

–La nota decía que el responsable del incendio de la mansión serrana de Índigo es una organización que presta altas sumas de dinero a sus clientes. Al parecer operan exclusivamente con personas de elevada posición social en apuros económicos. Y Josemi Índigo es una de esas personas, así que…

–… al no haber pagado la deuda le han quemado la casa –concluyó Mateo–. ¿Y eso qué tiene que ver con nosotros?

–Guillermina me ha pedido que investiguemos el origen de esa banda de extorsionadores…

–Oye, ¿no se está pasando más de la cuenta la inspectora? Ya nos pidió una lista de trapos sucios de los políticos del Parlamento por nuestros contactos en el Congreso.

–No te sulfures, Mateo, recuerda que Guillermina nos da carta verde para que accedamos a toda la información filtrable de las pesquisas policiales en los crímenes del “asesino del disparate”. Gracias a eso catapultaremos nuestras carreras, lo sabes de sobra.

Tras unos segundos de reflexión, Mateo tomó la palabra.

–¿Y qué tenemos que hacer entonces? ¿Sabes por dónde empezar?

–Te invito a cenar y te lo cuento todo en el Bora-Bora, no sé si lo conoces…

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En el aeropuerto de Ostinoff, a las 15:00 a.m. hora gerusa, el agente del CNIA Hipólito Espejero y el clon del alto mando ruso Arbidas Sarkov acababan de conocerse. El clon iba ataviado con el uniforme de su rango, plagado de condecoraciones e insignias militares propias de un alto cargo del Membrin. Sarkov era un hombre de mediana estatura, perfectamente afeitado, de pelo broncíneo sin ningún rasgo físico destacable a excepción de sus ojos, de un tono azul oscuro como el mar de Bering.

Hipólito planteaba varias dudas al clon de Arbidas.

–No quisiera resultar descortés, ya tendremos tiempo de conocernos más a fondo, pero me gustaría saber cuanto antes cómo vamos a obtener acceso al despacho privado del mismísimo presidente Robin. No he recibido instrucción alguna al respecto, pues el CNIA lo ha dejado todo en tus manos, Arbidas.

–Como podrás imaginar, circular por el interior del Membrin es algo rutinario para todos los funcionarios del gobierno que trabajamos allí, así que no representará ningún problema sobrepasar los distintos accesos y controles hasta el mismo despacho del presidente. El auténtico Arbidas es el segundo mando de más autoridad del edificio después del presidente y el cuarto en jerarquía de todo el ejército geruso; esto hace que nadie ponga en duda las intenciones de Sarkov cada vez que se introduce en el palacio. Para ser sinceros, existe una tendencia cada vez más acusada a la relajación de normas y protocolos dado que el presidente se ausenta con frecuencia durante largos períodos. Prefiere atender citas internacionales por ahí fuera antes que encerrarse en su despacho del Membrin.

–Pero se hallará hoy en su despacho ¿verdad? –inquirió Hipólito–. Supongo que tendrás eso bien controlado.

Un aviso dictado en geruso por una grabación automática partió de una docena de altavoces situados en las proximidades de las puertas de embarque internacional. Anunciaban la inminente salida de un vuelo de la compañía Aeroflot con destino a Madrid.

Cuando creían que había terminado el eco de aquellas palabras grabadas, el aviso mecanizado fue repetido en inglés.

–Eh, Arbidas, busquemos un lugar más alejado de los altavoces. Menos mal que te expresas en perfecto español porque con este jaleo no me siento capaz de entender mucho en inglés y menos aún en geruso.

–Sígueme, hay una sala Vip cerca de aquí que está insonorizada.

A los dos minutos se hallaban en una especie de cabina grande sin ventanas que parecía sacada de una sala de interrogatorios si no fuera por las dos máquinas de café y otras tantas de bebidas y sándwiches que llenaban algunos espacios.

–¿No habrá micrófonos escondidos? –soltó Hipólito, medio en broma.

–Estás seguro pues estás conmigo –contestó el clon–. Yo sé dónde podemos permanecer a resguardo. Bueno, en realidad podía haberte informado telefónicamente, pero ya no hay líneas seguras, sobre todo a partir del renovado programa Teseus al que han incorporado dos nuevos satélites de comunicaciones capaces de rastrear cualquier conversación alrededor del planeta. Tampoco he querido usar ningún medio de transmisión de documentos por razones obvias. Hoy día estamos regresando al contacto físico, a lo personal. Es más seguro.

–Siempre que uno de los que intercambian información no lleve un micrófono –apuntó Hipólito guiñando un ojo.

–Eso también está controlado y se hace con los inhibidores. Aparte de que en nuestro caso no tendría sentido grabar lo que estamos diciendo ¿verdad? Se trata de un plan donde solo cabe la fidelidad mutua pues yo no soy Arbidas sino un clon vuestro, una copia biónica propiedad del CNIA.

–Eso está absolutamente claro, Sarkov. Venga, continúa con el plan que has trazado.

–Una vez pasados los controles de entrada por la puerta Este del Membrin, vienen los controles internos del vestíbulo principal y de cada vestíbulo de los tres que se abren después. Eso está pensado para distribuir a la gente por tres vías de entrada únicas y así poder controlar mejor los accesos. Cuando el propósito de Arbidas es reunirse con el presidente, para llegar hasta su despacho dispone de un pase que ha de renovar el día anterior a su entrada al edificio. Para las reuniones urgentes ya se encarga el propio Robin Vladivostok de llamarle y facilitar la accesibilidad.

–¿Hay alguna zona concreta donde nos puedan complicar la vida? –quiso saber el agente del CNIA.

–Si llevas en regla el pasaporte no tienes de qué preocuparte. Ir bajo mi tutela es garantía de acceso seguro.

–Oye, ¿no nos jugará una mala pasada el presidente ausentándose antes de entrevistarnos con él?

–Eso es imposible de saber. En teoría hoy no recibe a nadie ni hay convocada reunión parlamentaria alguna, por lo que debe permanecer en su despacho hasta la hora de comer.

–Parece que tienes todas las piezas encajadas en su sitio, estimado clon –comentó Hipólito Espejero mientras se servía un Capuchino bien caliente con panela–. ¿Quieres uno?

–Prefiero un té verde. Ya lo cojo yo…

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–Por cierto, una última cuestión, Arbidas ¿Cómo te planteas tú el hecho de acabar con la vida del presidente de Gerusia?

–Yo no voy a ejecutarlo, para eso te tengo a ti, pero si lo que quieres saber es si guardo inconvenientes éticos o de otro tipo te informo de que mis genes no me impedirían en absoluto hacerlo con mis propias manos, mejor con un arma de fuego porque no sé nada de artes marciales.

–Vaya, así que Arbidas Sarkov no tiene muy buena imagen del jefe supremo. Nunca dejas de sorprenderme.

 

Un trasiego de pasajeros esperando en las salas de embarque y ciudadanos que circulaban por las amplísimas instalaciones, aportaban al entorno una sensación de movimiento permanente. Al más puro estilo occidental, poblaban el aeropuerto cafeterías, Snacks Bars, tiendas de Duty Free y escaparates mostrando todo tipo de productos de comercialización aprobada por el gobierno geruso.

Alguien observa discretamente a dos hombres que acababan de abandonar la sala Vip y decide seguirles. Su ropa informal formada por pantalones vaqueros oscuros, camisa blanca y abrigo negro de lana plegado sobre un brazo, le permite camuflarse entre las decenas de transeúntes que circulaban por el aeropuerto Ostinoff.

Hipólito Espejero y el clon de Arbidas Sarkov se encaminan hacia la zona exterior donde los taxistas pugnan por recoger clientes. Los galones de Sarkov se imponen a los mortales que hacían cola esperando un vehículo que los acogiera. El conductor del primer coche libre les abre la puerta.

–Buenos días general –saluda algo azorado el taxista.

–Llévanos al kremlin, entrada Este.

 

Las ocho cúpulas en forma de cebolla del templo ortodoxo de San Basilio, las cuales se cree que simbolizan el octavo día de la resurrección de Cristo, mostraban su singularidad estética junto al gigantesco edificio del Membrin. La forma de las cúpulas imita a una vela encendida, lo cual ayudaba grandemente a evitar la acumulación de nieve.

Los puestos ambulantes cercanos al Museo de la Historia recibían un constante fluir de paseantes, curiosos y turistas ávidos de adquirir a precios regateados los recuerdos típicos de la capital gerusa. El mausoleo de Zenin y la Necrópolis, ambos pegados a la muralla del Membrin, estaban acompañados por monumentos a héroes de guerra esculpidos en bronce que transmitían ecos del pasado. Casi a mitad del año el clima no era excesivamente gélido, pero exigía ir vestido con al menos dos capas de ropa de abrigo. Tanto el clon como Hipólito Espejero iban bien ataviados.

Las puertas oficiales de entrada al Membrin se hallaban vigiladas por media docena de soldados de rango medio de las fuerzas de “alto adiestramiento” como las llamaba el ejército geruso. Ir acompañado por un oficial de tanta autoridad como Arbidas Sarkov suponía para Hipólito un seguro de entrada a aquel edificio de enormes dimensiones dotado con cámaras y vigilancia permanente casi en cada tramo de pasillo.

El pasaporte de Hipólito pasó sin contratiempos los tres primeros controles.

–No había visto tipos tan altos en mi vida –dijo a Sarkov expresando en voz alta sus pensamientos–. Robin Vladivostok alimenta muy bien a sus soldados.

El clon le dirigió una mirada burlona.

Después de haber recorrido varios pasillos y haber cambiado de dirección media docena de veces, el clon señaló una puerta al final de un largo corredor.

 

–Esa es la entrada al despacho presidencial. Verás que no hay guardias, tampoco los hay en el interior. El sistema de vigilancia instalado aquí es perfecto. Nadie conseguiría burlar la observación de monitores que llevan a cabo de forma permanente desde la sala “Y”. Nada escapa a los vigilantes.

–Entonces, ¿cómo vamos a conseguir hacer algo ahí dentro? –quiso saber Hipólito extrañado.

–Ah, amigo, debemos dar gracias al sistema Teseus y su última versión en manos del CNIA. Hace más de media hora, según lo programado, han quedado interrumpidas en bucle las cámaras del despacho presidencial y las que cubren todo el recorrido que hemos hecho desde que pusimos el pie en la entrada Este. El bucle ha sido preparado con imágenes de un día de rutina cualquiera de este mismo mes.

–¿Y cómo puedes estar seguro de que se cumple con lo programado? ¿No se estarán comunicando contigo por el móvil desde el CNIA?

–Nada de eso, por supuesto. Se comunican a través de un buscapersonas ¿recuerdas los famosos “Busca” de hace años? Gracias a Teseus hemos conseguido extender su poder de comunicación a distancias sin límite. Y es una frecuencia que está fuera del espectro de vigilancia de cualquier aparato.

En ese momento, otro oficial de alto rango se acercó a los dos hombres esbozando una sonrisa.

–¡Querido Sarkov! Estaba deseando hablar contigo. Voy a ver ahora mismo al presidente y necesito cambiar impresiones contigo después de esa reunión. Nos vemos en tu despacho en media hora ¿si?

–Me temo que no vas a poder ver al presidente ahora, Grigori. Yo estoy convocado con carácter de urgencia y no puedo retrasarlo ni medio minuto. No creo que me lleve más de veinte la entrevista. Te veré pues en mi despacho después de tu reunión con Robin. ¿De acuerdo?

El oficial miró al clon de Arbidas con cierta sorpresa, pero decidió no poner pegas a alguien que le superaba en el mando por dos estrellas.

Acto seguido, Sarkov agarró por el codo a Hipólito y le hizo un gesto inconfundible. Entre ambos empujaron a Grigori a través de una puerta providencial situada a espaldas de ellos. Era la entrada al rellano de una escalera.

–¡Encárgate! –indicó Sarkov de forma inequívoca. Hipólito deslizó un golpe seco sobre la nuez del desgraciado Grigori, mortal de necesidad. La base del cuello emitió un chasquido característico al que el agente del CNIA estaba más que acostumbrado. A continuación, empujaron entre los dos al oficial ruso escaleras abajo. Un cadáver desmadejado con los ojos muy abiertos les observaba con una expresión de aflicción en la mirada. El cerebro de Grigori había quedado invadido por varios fragmentos del cráneo, destrozado desde el occipital al parietal, con lo que fue una nariz luciendo ahora un aspecto gomoso sobre la boca ensangrentada y la mandíbula partida en tres trozos.

–Un típico accidente de escalera –susurró el clon mientras se daba media vuelta–. Volvamos a ese pasillo. Nos quedan según mis cálculos treinta minutos para que termine el bucle de imágenes y no podemos dejarnos sorprender hasta haber abandonado el edificio.

–El Membrin tiene ojos por todas partes pero por ahora está ciego –añadió Hipólito. Aunque estaba tenso por las circunstancias, sus pulsaciones no pasaban de noventa.

 

El pasillo aparecía vacío ante sus ojos. La codiciada puerta del despacho de Robin Vladivostok quedaba a unos cincuenta pasos de ellos. Al llegar al umbral, el clon de Arbidas llamó con los nudillos de una mano.

–¡Adelante! –les animó una voz desde dentro.

–Hola, Arbidas ¿cómo te va? –preguntó el presidente sentado en su sillón de enorme respaldo imitando el estilo de la época de los zares –Ese es tu amigo español, ¿no? Hipo-lito…

–Hipólito, señor Robin– aclaró el agente del CNIA. Le resultaba difícil apartar la mirada de la persona que acompañaba a Robin en aquel momento. Un imprevisto como una catedral. El tamaño del individuo era más que considerable. Dos metros de estatura de puro músculo.

–Ha venido a verme Boris por un tema de seguridad. Les presento, Hipólito, él es el jefe de seguridad del Membrin. Boris, te presento a un hombre de confianza de Arbidas.

Hipólito estaba estudiando algún punto débil en aquel corpachón geruso. Había que solucionar ese imprevisto de inmediato. Cada vez quedaba menos tiempo para que finalizara el bucle de imágenes de vigilancia. El clon de Arbidas se limitó a hacer un gesto de saludo a su viejo conocido Boris Pelenoff.

–Muy bien, ya me pusiste al tanto ayer sobre el tema de fondo de esta visita –dijo el presidente–. Parece que este señor español viene a ofrecernos una mejora del servicio de Teseus ¿verdad?

Robin gustaba de ir al grano apurando el tiempo. Cada palabra que pronunciaba resultaba inquietante por la frialdad de su expresión facial, a pesar del tono de cordialidad que pretendía aportar el presidente de todas las gerusias.

–Si, tengo grandes ideas para que mejoren las comunicaciones cifradas, y esta es una de ellas.

Sin mediar más palabras, Hipólito obtuvo ventaja de su velocidad de movimientos y asestó tres golpes mortales consecutivos sobre otras tantas partes vitales de la gigantesca anatomía de Boris. El coloso geruso tuvo tiempo de agarrar de la garganta con sus dos manos a Hipólito oprimiéndole el cuello con enorme fuerza por un par de segundos, justo el lapso de tiempo que tardó en expirar con un denso vómito al caer sobre la mesa del presidente.

Mientras esto sucedía, Robin Vladivostok intentaba extraer un arma de su cinturón. La pistola Makarov de 9,2 mm cayó sobre el linóleo del suelo antes de que su propietario pudiera hacer nada con ella. Acto seguido, Hipólito Espejero descargó un certero golpe mortal idéntico al ejecutado sobre el oficial Grigori, ahogando los gritos de auxilio del presidente.

El cuerpo de Robin experimentó varios estertores de muerte antes de abandonar definitivamente este mundo.

–¿Qué hacemos ahora con los cadáveres? –preguntó sofocado el agente experto en artes marciales.

–Ya te expliqué que con Robin no había problema, por la naturaleza de tu golpe maestro que parece provocar el mismo resultado que la asfixia por atragantamiento. Ese canalla era muy aficionado a picar entre horas. Sin embargo, el escenario ha cambiado.

 

–¿Qué pasa con el gigante?

–Es el asesino ¿no te das cuenta? De todos es conocida la buena preparación física y formación en artes de lucha cuerpo a cuerpo del presidente. Hubo un enfrentamiento y ambos resultaron muertos. La Providencia está de nuestro lado. El jefe de seguridad del Membrin se ha enfrentado con el presidente por motivos desconocidos. Sería un agente enemigo infiltrado…

–¿Cuánto tiempo nos queda?

–Quince minutos para el fin del bucle. Déjame ultimar detalles de este escenario para que parezca que ha sucedido lo que te he contado.

Con extraordinaria habilidad, el clon de Arbidas Sarkov dispuso todo para conseguir su propósito.

Satisfechos y nerviosos, los dos colaboradores del CNIA salieron rápidamente del despacho del defenestrado presidente de Gerusia. Un largo recorrido hacia la libertad les esperaba sin garantía alguna de que pudieran llegar con vida a la meta.

 

 

Una sombra había acompañado a Hipólito y al clon de Sarkov desde que habían abandonado el aeropuerto Ostinoff. Se había apostado en el interior de un deportivo marca BMW a pocos metros de distancia de la entrada Este del Membrin y había permanecido allí desde que los dos individuos a los que seguía habían entrado en el monumental edificio.

Lara Bresistova llevaba años colaborando con el CNIA y su misión ahora consistía en cubrir el plan de escape del clon de Arbidas y de Hipólito. Faltaban diez minutos para recibirles en su deportivo y trasladarles cuanto antes de vuelta al aeropuerto.

El auténtico Arbidas Sarkov debía incorporarse esa misma mañana a su despacho del Membrin para no levantar sospechas. Las pruebas contra él por su turbio pasado que estaban en poder del CNIA habían servido para organizar todo el montaje de la intervención del clon. El deseo prioritario de la agencia de inteligencia española era colocar cada vez más ejemplares clónicos en las misiones para ir perfeccionando esta técnica de cara a próximas misiones de toda índole por todo el mundo. Un ejército clónico de agentes del CNIA se estaba perfilando poco a poco. De este modo evitaban las reticencias a cumplir misiones y los posibles fallos de los auténticos humanos que habían sido clonados.

Hipólito y el clon de Arbidas estaban a punto de llegar a los vestíbulos de control de salidas del Membrin. Una acumulación inesperada de personas guardaba cola mansamente para pasar los arcos magnéticos de seguridad. Al parecer era una hora de mucho movimiento. Cinco minutos más y se cruzarían con el auténtico Arbidas Sarkov. Si alguien se daba cuenta del duplicado podría haber un problema.

–Vamos Sarkov, demuestra otra vez lo que valen tus galones –dijo Hipólito ocultando los nervios.

–A ver, agente, tenemos prisa, no me haga esperar –espetó el clon en su mejor interpretación de un Sarkov con carisma y cabreado. El agente reaccionó al instante dejándoles el paso libre.

Lo mismo sucedió en los controles posteriores. En el momento en que el verdadero Sarkov entraba en el edificio, ellos salían de él a la velocidad del rayo. El tiempo del bucle había expirado.

Lara Bresistova apretó con fuerza el acelerador de su BMW con los dos agentes a buen recaudo en su interior.

–Vuestro vuelo sale en treinta minutos. Vamos muy justos –dijo con apremio.

–Vaya misión la que me ha tocado –se quejó Hipólito–. Tengo el corazón a punto de salirme por la boca.

 


 

Y hasta aquí alcanza el episodio nº18 de la saga «Sangre entre los escaños». Os invitamos a continuar en el próximo capítulo .

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Salud y suerte en la vida.

 

Nota: todas las imágenes de este post incluida la portada las he configurado con la ayuda de la página  bing.com/images/create/ .

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