Inspirado en un hechizo real

Inspirado en un hechizo real

 

Inspirado en un hechizo real

 

Se va a celebrar un cumpleaños en la familia. El protagonista va a cumplir 63 en noviembre. Por un error fortuito, la persona encargada de comprar las velas falla y compra un 4 y un 3. Tuvo que acudir a otra tienda para rectificar el fallo y finalmente, sobre la tarta aparecían un seis y un tres, para alivio del comprador. Pero ella estaba segura de que el envoltorio exterior de ambas velas mostraba un seis y un tres.

Cuando llega la celebración, en la casa hay congregadas dos decenas de personas dispuestas a contemplar cómo, un año más, Heriberto Cruzadas añade cuantía a su edad conservándose como un roble. Su hija Ernestina ha trasladado la tarta desde la cocina hasta la gran mesa del salón, donde lucen atractivas guirnaldas de rosas blancas y amarillas. Varios ramos de acebo coronan los extremos de la mesa, a cuyo alrededor se sientan los invitados preparados para rematar el ágape con gran placer.

Nada más soplar las velas, el público reaccionó con un ¡Oh! producto de lo que acababan de contemplar. El rostro y aspecto general del cumpleañero habían rejuvenecido. Heriberto parecía tener ¡veinte años menos!

En otro cumple, Mariona Calas comprueba que su marido se había equivocado al adquirir las velas. Cumple 38 y lo que compra es un 5 y un ocho. Aunque él está seguro de haber cogido la vela en cuyo envoltorio aparecía el tres. El error se corrigió antes de presentar la tarta y las velas reflejaban las cifras precisas, pero ya era tarde.

En el momento de soplar sobre ellas, Mariona experimentó un cambio que la hizo envejecer dos décadas.

–¡Demonios! ¿Qué es esto? –exclamó su marido quedándose con la boca abierta–.

–No… es… posible –dijo su madre llevándose ambas manos a la cara–. Hija mía, no puedo… –y acabó cayendo cuan larga era sobre la blanca alfombra sintética de la habitación.

 

Dos compañeros de la Brigada móvil de la Policía Nacional que trabajaban codo con codo en la Comisaría de Zona, habían celebrado sus respectivos cumpleaños con resultados similares. Esto puso en alerta a todo el cuerpo policial, que decidió pedir a Jefatura la autorización para investigar los hechos.

Compañeros de los dos sufridos policías los interrogaron a ellos y a los demás afectados, que sumaban un total de veintiocho personas. Los síntomas eran tan sencillos de interpretar como cambios evidentes en la apariencia física y también en una sensación revitalizante para los que habían perdido años y un empeoramiento físico en los envejecidos.

–Voy a denunciar al Centro de Salud donde me inyectaron un calmante el otro día cuando ingresé por una subida de mi tensión –decía a los investigadores policiales uno de los afectados, que había envejecido veinticinco años.

–¡Esto lo voy a filtrar a la prensa! –aseguraba una señora de unos sesenta años que unos días antes iba a soplar las velas por su vigésimo cuarto cumpleaños–. No permitiré que esta… cosa que me ha pasado quede así. No sabemos qué contaminantes hay en el aire que respiramos y no hay derecho ¡Soy más joven que mis hijas!

–No señora, le aconsejamos que no haga trascender la noticia por el bien de todos –le aclaraba uno de los sabuesos–. Estamos intentando reunir información para saber qué puede estar pasando. Entienda que, si esto se hace público, el gobierno tomará medidas y la ingresará en un laboratorio clínico para analizarla de arriba abajo.

En una humilde casa baja del barrio antiguo, otra mujer que aparentaba unos setenta años se lamentaba de su situación ante la brigada.

–Anteayer tenía veintinueve años. No puede ser que mi hijo con dos semanas de vida tenga una madre que parezca su abuela, que no puede trabajar para alimentarlo. Con mi nueva… edad no podré hacerlo igual que antes, y menos en un almacén de hierros como es el caso.

–¿Y cuándo sintió usted el… digamos, cambio en su aspecto? –preguntó uno de los policías.

–¡Al instante!, nada más soplar las velas.

 

En las oficinas de la Comisaría de Zona, los policías Martina Serna y Eulogio Muñiz, daban parte de sus indagaciones al capitán Andalias, un hombre de rostro enjuto plagado de las cicatrices que deja la viruela en mucha gente. Su voz resonaba potente en su despacho de aire retro, donde un enorme retrato del rey de España presidía la escena.

–Así que habéis realizado veintiocho entrevistas y en todas ellas los afectados confirman que la… conversión se efectuó en el momento de soplar las velas.

–Es lo mismo en todos los casos, sí –afirmó Martina mientras su tez morena iluminaba toda la sala–. Y lo más curioso es comprobar que cada cual aporta su teoría sobre las posibles causas del problema. Desde un virus que se le ha “escapado” al gobierno hasta una sustancia que nos meten en los alimentos. Muchos piensan que les ha tocado ser una rata de laboratorio y la sensación de conspiración está creciendo.

Eulogio extrajo su teléfono móvil de trabajo y lo puso sobre la mesa de su jefe.

–Aquí hay más de ocho horas de conversaciones, con todos los detalles y… si quiere ahorrarse tiempo, capitán Andalias, le podemos resumir el resultado.

El jefe les hizo un gesto de que continuaran. Se dirigió hacia la cafetera y se sirvió un café sin invitar a ninguno de los presentes.

–Pues bien, todos los afectados por esa especie de milagro ya sea malo o bueno coinciden en que la transformación se produjo después de soplar las velas –aseguró Eulogio con gesto marcial, casi en posición de firmes–. Algunos apuntan a las propias velas como causa probable.

–Y también coinciden en que las compraron en una discreta tienda de los chinos que hay en el barrio –añadió Martina.

 

El capitán Andalias levantó la mirada dirigiéndola hacia sus interlocutores.

–Bien pensado. Si podemos agarrarnos a algo realista, como es el caso del origen de esas velas, mejor que mejor. A ver si el humo de las candelas es el causante de alguna… ¡Bah!, esto es imposible de encajar en un esquema lógico. ¡Vaya locura de… metamorfosis o lo que sea esto!

Acto seguido bebió lo que le quedaba de café de un sorbo, soltó con un golpe seco la taza sobre la mesa y habló por el intercomunicador del despacho.

–Anita, ponme con el jefe provincial ahora mismo. Habrá que escalar el problema.

A los pocos segundos, la voz de Ramiro Almonte sonó radiante por el interfono.

–Hola amigo mío, ¿Qué novedades te cuentas?

–Mira, Rami, estoy en medio de algo que… que parece… una historia de ciencia ficción. No me juzgues demasiado deprisa. Es algo que debemos tratar en una reunión personal con los de arriba. Esto es cosa de locos.

–Pues dime, a ver si soy capaz de entenderlo, amigo Andalias. Me tienes sobre ascuas.

–Antes de nada, te aseguro que hemos recabado información de los… afectados y en todos los casos coinciden. Son veintiocho entrevistas con declaraciones como para volverse loco de repente.

Cuando el capitán hubo terminado de relatar lo que sabía, su superior quedó en silencio. Pasaron varios segundos hasta que consiguió hacer un comentario.

–Bien, Andalias, llevamos trabajando juntos más de diez años y siempre he visto en ti a una persona cabal, por lo que no voy a poner en duda por qué has decidido dar credibilidad a las… víctimas. Aun así, he de personarme allí una vez analizadas las conversaciones que habéis grabado con esa gente. Quiero comprobar a pie de calle en qué consiste ese cambio drástico que han sufrido en sus vidas.

–Supongo que se irán sumando más casos a medida que vaya pasando el tiempo –postuló el capitán–. Los agentes Martina y Eulogio estarán al tanto de las consultas que nos hagan los vecinos de este distrito. Lo que no sé es si en otras zonas estará pasando lo mismo.

–¡La leche! –exclamó Ramiro con un tono que distorsionó el sonido del intercomunicador–. Esto es algo que los de Inteligencia calificarían de alto secreto o… ¡qué sé yo! Mira Andalias, mándame ya los audios. Esta tarde me pasaré por allí para intercambiar impresiones, pero voy a tener que poner sobre aviso a Jefatura Superior. Esto me costará poner en riesgo mi puesto y atraerá muchas dudas sobre nuestra cordura.

–Si, Rami, eso es evidente. Tendré a mis agentes pendientes de cómo evolucionan los afectados y te iré informando.

–Bueno chicos, esto es lo que nos ha tocado en suerte –comentó el capitán tras desconectar el interfono–. No podemos hacer otra cosa que investigar esa tienda de chinos. Para las pruebas de las velas será mejor que las hagan los de la división científica. Esto va a ser un maldito caos.

 


 

Y hasta aquí he llegado, por el momento. Podréis leer la continuación en breve.

Por favor deja tu comentario en el espacio reservado más abajo y dale like si te ha gustado.

¡Salud y suerte!

 

Nota: Las imágenes que he publicado en este post las he diseñado con la ayuda de una IA.

11 Comentarios
  • Anabel Roldán
    Posted at 17:53h, 06 diciembre Responder

    Deseando saber en qué queda esta divertida historia y qué final le das… ¡Intrigadísima estoy!

  • Rosa Fernanda Sánchez
    Posted at 23:56h, 04 diciembre Responder

    Sorprendente y original historia!. Este argumento promete, estaré expectante ante la continuación

    • marcosplanet
      Posted at 10:17h, 05 diciembre Responder

      En breve publicaré la siguiente entrega.
      Un beso!

  • María
    Posted at 21:52h, 04 diciembre Responder

    Qué interesante posibilidad la de cumplir de más o descumplir años…, especialmente si se rejuvenece… o no? Quizás ansiamos la eterna juventud y en verdad vivir una vida es ‘suficiente’ y debiéramos estar orgullosos de aquello por lo que hemos pasado, tratando de vivir el presente, evitando pensar también en esos posibles futuros…. ¿O realmente seríamos felices siendo eternamente jóvenes? Volviendo al relato…. qué estará ocurriendo en realidad con esas velas?? Muy entretenido e interesante!!

    • marcosplanet
      Posted at 22:54h, 04 diciembre Responder

      Muchas gracias Meri por tu análisis, que comparto plenamente.
      La incógnita sobre las velas quedará revelada en la siguiente entrega…

  • Miguel Ángel Sánchez Gárate
    Posted at 19:53h, 04 diciembre Responder

    Eso de cumplir o descumplir años puede ser una faena o una ventaja según lo que te toque. Hay algunos que como Ponce de León al soplar las velas, encontrarían el elixir de la eterna juventud, pero los que acelerasen el proceso con el soplido parecerían una especie de progeria, que no se la desearía ni al peor de mis enemigos. Uno no sabe ya que atenerse en estos tiempos de robótica, IA y enfermedades de laboratorio, o en este ocasión casi de obrador de pastelería. A no ser de que la cera de las velas tenga propiedades acelerantes o desaceleradoras en el crecimiento. Vaya, usted a saber.

    • marcosplanet
      Posted at 22:56h, 04 diciembre Responder

      Interesante comentario sobre la posibilidad de que la cera pueda tener un poder sobre el crecimiento.
      La incógnita quedará desvelada en la próxima entrega.
      Un abrazo…

  • Arenas
    Posted at 19:40h, 04 diciembre Responder

    Estupenda historia la que has iniciado hoy, con un montón de posibilidades. Interesantísimo arranque, que nos deja en ascuas y con ganas de saber más. A ver si me dices dónde para ese chino, que me voy a comprar ahora mismo un 1 y un 8.

    • marcosplanet
      Posted at 22:57h, 04 diciembre Responder

      Jajajaaj. Ya te lo diré más adelante, cuando haya escrito el siguiente episodio.

  • Ángel Moya López
    Posted at 14:11h, 04 diciembre Responder

    Es muy bueno, muy ingeniosa, curiosa e inclusive necesaria manera de cumplir años con tan mágicas velas
    Me he reído mucho
    Gracias Marcos 👍👍💕💕

    • marcosplanet
      Posted at 22:59h, 04 diciembre Responder

      Me alegra mucho que te haya divertido. Ya verás cuando leas la siguiente entrega, bien distinta.
      Un abrazo, amigo.

Publica un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Translate »
Share This
×