La caverna de Pelatón. Cuentos de Navidad

La caverna de Pelatón. Cuentos de Navidad

 

La caverna de Pelatón. Cuentos de Navidad


 

Pelatón comenzó siendo un borreguito que seguía fielmente al líder del rebaño, a quien adoraba, como todos los demás compañeros del redil. Toda la luz que iluminaba su vida provenía de la consulta al gran líder, Borregus se llamaba, quien respecto a aquello que ocurría fuera del recinto, se ocupaba de informar a sus acólitos sobre lo que considerara oportuno. Su confidente don Búho le ponía al tanto.

Había una figura humana a la que el rebaño también seguía obediente a diario, pues cuando hacía buen tiempo les sacaba a pastar por esos bosques y praderas que tan bien les alimentaban. Y cuando el mal tiempo se manifestaba era el encargado de rellenar los pesebres y recogerles a todos a buen recaudo.

Borregus tenía una gran obligación en su ovina vida y era la de evitar que sus colegas recibieran informaciones consideradas falsas por él, porque no debían contagiarse de las maledicencias de los animalitos que de vez en cuando se acercaban al redil para dar charla al grupo.

Lo que más aterraba a Borregus consistía en las conversaciones que pudieran mantener sus ovejas con los animales cuando Pastor las sacaba a comer fuera. Entonces no podía vigilar qué hablaban los unos con los otros.

–Oye, jefe de grupo. –de este modo se dirigía Don Búho a Borregus y eso a este le complacía mucho–. Me gustaría hacer un anuncio público a todos tus compañeros sobre algo muy importante que ha sucedido en…

Acto seguido, la oveja mandamás alzó una pata impidiendo que el ave continuara.

–A ver –se dispuso a comentar Borregus, todo lo estirado que pudo– ¿cuándo he dicho yo que las noticias importantes de estos andurriales deban ser conocidas por mis compañeros? Con ellos tan solo debéis hablar de temas escabrosos, como las guerras que pululan por ahí, los incendios, inundaciones, asesinatos de animales del bosque por humanos cazadores, amenazas de los lobos a los rebaños mal cuidados o calamidades en general. ¿Te sirve el recordatorio, amigo Búho?

 

Don Búho se limitó a agachar la cabeza y una vez más asintió ante la declaración del jefe ovejuno. Algún día –pensaba mientras giraba la cabeza trescientos sesenta grados–, volverá nuestro líder bien amado, Doña Águila Real y traerá consigo la solución a este conflicto que aflige a todo este vasto territorio. Algún día nos dará a conocer al Mensajero.

 

El borrego Pelatón asistió una vez más a aquella conversación del jefe con un animalito del bosque circundante. En la mente aún no del todo madura de su joven cabecita, aquellos tira y afloja no le animaban a ningún análisis contrario a las costumbres del jefe quien, para el hasta hace poco corderito, encarnaba la razón y el razonamiento más clarividente.

Sin embargo, entre los noventa y siete miembros de la comunidad ovejuna, un tal Becerrin pugnaba por abrirse paso, no sin esfuerzo pero con pasión, intentando comunicar a sus compañeros que las cosas debían cambiar, que no podían continuar escuchando la voz única de Borregus con sus noticias oficiales. Pelatón se había fijado desde hacía tiempo en ese compañero tan especial que empezaba a perfilarse ante él como alguien diferente, digno de ser escuchado.

–La lástima es que no queráis hacer caso de mis quejas –afirmaba Becerrín con un lamento ovejuno–. Sabéis que nos están manipulando, al menos la mitad de vosotros, pero la otra mitad es partidaria a ciegas del líder, y eso nos está metiendo en una burbuja de ignorancia que nos hace débiles. No creo que el mundo sea tan feo como nos lo pinta él, lleno de malas noticias, catástrofes y muertes.

Berrendo, un borrego de gran tamaño, hizo acto de presencia con cara de pocos amigos. Su ceño estaba tan fruncido que parecía que sus ojos se habían fundido en uno solo.

–Lo que dices tendrás que demostrarlo –dijo el grandón–. Y eso solo puede suceder ante el tribunal, así que, si lo deseas… –continuó cambiando la voz para que se notara una finura burlona– ¡me acompañas para contárselo al jefe! –volvió a cambiar la voz para que sonara a grito amenazante.

–Esta vez te equivocas, Berrendo, si piensas que no voy a atreverme –respondió Becerrín con inesperada resolución–. ¿quién quiere unirse? ¿quién me apoya?

Pelatón dudó por un instante, pero acabó agachando la cabeza como todos los demás.

Un conjunto de miradas perdidas en la nada es lo único que encontró Becerrín entre sus congéneres, al menos los que suponía que eran de su bando, de su misma forma de pensar expresada en balido de bajos tonos y en momentos especiales de confidencialidad.

–Bien, Berrendo, vamos pues a ver al líder.

En un rincón privilegiado del corral, que era el lugar a cubierto en el que Pastor resguardaba el rebaño, Borregus degustaba el pasto húmedo recién servido por Pastor en los pesebres. Cuando detectó la presencia de los dos siervos detrás de él, los miró con desdén, deseando que la consulta fuese breve.

 

–¿Qué queréis? Pensaba dormir una buena siesta de un momento a otro, así que, aligerad.

–Ejem, buen líder, este que tengo al lado quiere proponer al grupo algo bastante irregular. Le he sorprendido contándole a otros algo subversivo.

–Umm, ¿a tanto has llegado ya, querido Becerrín? –exclamó Borregus con voz meliflua–. ¿Por qué no te vuelves por donde has venido y me dejas en paz? Anda, haz honor a tu nombre y espera a hacerte un borrego de provecho, Aún estás muy verde.

–Nada de eso. Ha llegado el momento de decir ¡basta ya! Borregus. Nos tienes anestesiados, encerrados en una especie de cueva de donde no quieres que podamos salir porque de lo contrario perdería el sentido esta vida que te has montado, con tus privilegios y tu poder.

El líder permaneció callado durante el discurso de Becerrín. Enseguida esbozó una sonrisa siniestra que le nubló el rostro.

–No pretenderás encabezar una revolución porque haré que te descabecen ¿sabes lo que eso significa, ¿verdad?

Becerrín no se intimidó.

–Lo mismo que sucede dentro del redil ocurre fuera, donde cuentas con un ejército de animales donde a unos das más autoridad que a otros para mantener el miedo entre todos y conseguir la confusión, las rencillas y el odio. Pero eso te ha servido bien hasta ahora. No podrás gobernar durante mucho más tiempo.

–¡Estáis en inferioridad de condiciones! –gritó Berrendo, en una fiel representación de lo que era servir a los intereses de su amo–. Somos muchos y mejor preparados. No tenéis armas, no poseéis nociones suficientes ¡no sabéis nada!

–Por más que chilles no vas a tener razón, Berrendo. Modérate, compañero –dijo Becerrín cargado de ironía.

Dentro del corral se había ido formando un nutrido grupo de oyentes que casi llenaban el recinto. Ahora que el ambiente se había caldeado parecía haber crecido su interés.

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Berrendo estalló en un ataque de ira y se abalanzó contra Becerrín pretendiendo darle un testarazo. Pero su contrincante era más ágil que él y se apartó a tiempo, consiguiendo que el borrego grande estrellara su testa contra una valla que hacía de soporte al pesebre del líder. La hierba que atestaba aquel contenedor se vertió en gran parte sobre la cabeza de Borregus, quien entre sus ojos ahora anegados de verde pasto consiguió detectar muchas risas mal contenidas.

La escena sería recordada por mucho tiempo para regocijo de todos los presentes, entre los que se encontraban los seguidores fieles del amo.

Sin embargo, la situación aún estaba lejos de resolverse a favor de los díscolos. Por lo pronto, Becerrín había decidido a partir de ese día reunir a miembros del redil que estuvieran dispuestos a apoyarle de verdad y formar una piña cada vez más grande. Acababan de ver todos ellos que se podía hacer frente al líder, que este era un mal bicho y peor influencia en el día a día del rebaño y que debían aprender a tratarle como se merecía: un indeseable que debía ser expulsado del grupo.

Pero algo se imponía en casi la mitad del rebaño, reticente a los cambios. Lo que cegaba los ojos y la mente del grupo hostil a Becerrín y quienes osaran seguirle, era el deseo de querer ser siempre miembros aceptados por la mayoría del grupo, hiciera lo que hiciese este. Que tocaba aplaudir a tal o cual tendencia de opinión, pues ahí estaba la oveja complaciente apoyándola con ahínco.

Igualmente, si había que oponerse a algún osado que empleara un tono discordante con la opinión oficial, la oveja complaciente se enfrentaba al atrevido con encendidos argumentos para defender la viña.

El temor al que esa voluntad poderosa del líder les tenía sometidos constituía un nexo de unión infalible, o eso pensaban ellos.

Fuera de aquel entorno casi nadie concebía un mundo diferente.

Llegada esta tesitura, Becerrín quiso reunir a todos sus seguidores, verlos retratados para poder contarlos y saber cuánta fuerza podían ejercer contra sus oponentes. Ya eran mayoría.

Al día siguiente al episodio del baño de verde pasto que cayó sobre la cabeza del líder, Becerrín fue murmurando consignas a los oídos de todo aquél miembro masculino o femenino del grupo que quisiera escucharle, para animarles a reunirse en el punto del corral donde solían cohabitar en los días fríos, cuando Pastor los cobijaba a puerta cerrada.

Los cuidados que este les dispensaba no pasaban desapercibidos al grupo, pero para sus miembros ovejunos, aquel ser pertenecía a los humanos, una especie con la que no podían comunicarse pues utilizaba un lenguaje imposible de descifrar. Tan solo se entendían intercambiando unos pocos gruñidos.

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Sin embargo, había algo que resultaba vagamente familiar al grupo. Un son musical que cada año se repetía por las mismas fechas y con el que Pastor parecía disfrutar mucho. Blanca Navidad era una canción habitual, como otras de parecido corte, que el cuidador del rebaño dejaba escuchar a través de un reproductor de música. El frío propio del mes de diciembre iba acompañado por un cálido sentimiento que tendía a apaciguar los impulsos de los presentes.

Pelatón había decidido integrarse en el grupo de seguidores de Becerrín, pues empezaba a ver en él a un nuevo líder. De hecho, le apoyaba en sus comentarios para animar a los presentes a adherirse al nuevo grupo.

–Así que quieres formar un rebaño de disidentes, para arriesgarnos a sucumbir a la ira de Borregus ¿sabes lo que eso supondría? –inquirió uno de los presentes con gesto hostil.

–El destierro de este hogar, sí… pero no podemos ser tan miedosos. Tenemos que despertar del letargo y obrar siguiendo a nuestra conciencia, con la voluntad de imponernos a la manipulación de este líder cruel y abusivo.

–¿Y qué propones para escapar de Borregus? –preguntó otro miembro del rebaño–. Primero debemos ponernos de acuerdo para saber si somos mayoría, pero para ello hay que saber qué plan tienes para salirte con la tuya.

–No se trata de salirme con la mía, sino de exponeros un plan para todos, para que podamos conocer de verdad nuestro mundo y no solo las patrañas que nos cuenta Borregus.

–A ver, yo he oído a Don Búho, a varios conejos y a ciertas aves, que por ahí fuera no solo hay guerras y miedo –expuso un borrego muy bien parecido–. Parece que el ser humano domina todo para bien y para mal y que viven entre multitud de edificios en lo que llaman ciudades, dispersas por un espacio gigantesco conocido como planeta Tierra.

–Sí, nosotras también hemos oído eso ¿Verdad chicas? –comentó una graciosa borrega a un grupo cercano del mismo género-. Parece ser que hay muchísimos ejemplares machos y hembras humanos, que se reproducen como cualquier animal; en fin, lo clásico ¿no?

–A mí no me convenceréis de seguir a nadie que no sea a nuestro líder, su excelencia Don Borregus Magnus –aseguró Berrendo con una expresión burlona–. Venga, que lance un balido fuerte quien esté conmigo. Estos memos no van a encontrar en ti un nuevo líder, Becerrín, je,je, con ese nombre tan ridículo.

Un silencio sepulcral acompañó la propuesta de Berrendo. A los pocos segundos se dejaron oír varias voces ovejunas a la vez.

–¡Fuera de aquí, Berrendo! Este ya no es tu grupo.

–¡Vete con tu jefe!

–Llevo muchos años queriendo hacer esto –dijo otro miembro del cónclave cogiendo carrerilla antes de propinar un sonoro cabezazo al siervo de Borregus.

–Pues creo que hasta los más reticentes se han vuelto del lado de quienes pensamos con la cabeza, querido Borregus –afirmó Pelatón, aunque la tuya no está ahora en condiciones de pensar mucho ¿verdad?

–Eh, cuidado con eso, amigos. La violencia nunca jamás podrá ser usada por este grupo. ¿De acuerdo? –aclaró Becerrín–. Ni lo penséis. En fin, de momento vamos a ver qué pasa con Borregus. No lo he visto por aquí.

En ese momento, el denostado líder hablaba en el exterior con Don Búho ante la imponente presencia de un Águila Real que se había posado sobre la valla.

–El Águila Real ha regresado de su larga ausencia porque ha sabido ver desde las alturas que por aquí las cosas no iban bien.

–Es tiempo de Pascua, la Navidad que los humanos celebran cada año. Es una tradición que pretende llenar de felicidad los corazones. Pero he podido captar mucha energía negativa procedente de esta zona y en especial de vuestro rebaño –dijo el ave en tono solemne–, así que he decidido revelar un secreto que hasta ahora tenía reservado para una ocasión única, como lo es esta.

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Un murmullo se extendió por todo el rebaño. Voces de todo cuño se abrían paso en el grupo.

–¿Es que el águila tiene poderes o algo así?

–¿Dónde ha estado todo este tiempo?

–¿Va a cambiarnos la vida por arte de magia?

–Pues de eso se trata, amigos –aseguró Doña Águila desplegando sus enormes alas. El color del conjunto de plumas oscilaba entre el naranja tostado y el azul oscuro, pasando por un intervalo lleno de matices asombrosos–. Os voy a contar algo que cambiará por completo vuestra existencia o así debería ser, y para bien.

La expectación que había conseguido aquella ave casi desconocida para la mayoría había producido un silencio reverencial. Un cántico coral típico de las fechas navideñas de los humanos dejaba escucharse flotando sobre el redil a través de un aparato de radio de Pastor.  Villancico lo llamaban. Las notas iban acompañadas por el olor a incienso que el cuidador de las ovejas había prendido en su casa hacía un buen rato.

–Acabo de infundir sobre Pastor la cualidad de entender el idioma de todos nosotros, los animales que habitamos este territorio donde la discordia, los secretos mal guardados y el abuso han conquistado vuestras almas. Pero ahora tenéis con vosotros al pastor de todas ellas y a quien debéis oír pues tiene algo importante que decir.

Pastor empezó a hablar como si nunca hubiese ignorado el lenguaje de los animales. La fluidez y un influjo poderoso acompañaban su discurso.

–Bien, de ahora en adelante viviréis en grata compañía, os olvidaréis de rencillas y liderazgos y os veréis como realmente sois. Miraos los unos a los otros y decidme lo que veis.

Envueltos en el aroma a incienso que salía de la casa y en la melodía cantarina del villancico, los miembros del rebaño empezaron por vez primera a darse cuenta de que eran seres humanos. Habían estado tan ciegos a los comportamientos impuestos y a las órdenes tajantes, obligados a una obediencia servil y cruel, que no habían sido capaces de salir del embrujo, de esa especie de hipnosis que les había mantenido atrapados tanto tiempo en su redil de la ignorancia.

Habían visto luz verdadera, aquella que les orientaría por un buen camino, al menos en teoría.

–Procuraré daros consejo a través de mi pensamiento –afirmó Pastor–, con el que os conectaréis mediante un acto de fe. Es decir, si creéis en mi me entenderéis y sabréis por dónde ir para conduciros con bondad en vuestras vidas.

» Eso no evitará que haya quienes sean ciegos a mis indicaciones. Pero ellos no podrán seguir mis pasos ni pretender que algún día alcanzarán el paraíso.

 


 

Bueno, pues este es mi segundo cuento dedicado a la Navidad. Aquí tenéis el primero.

Espero vuestros comentarios, para mí son muy valiosos.

¡Salud y suerte en la vida!

7 Comentarios
  • Buscador
    Posted at 17:27h, 03 enero Responder

    Mas que un líder, todo el mundo debe de tener acceso a una educación para madurar su pensamiento. Como dice aquel dicho: Enseña a pescar y no quites el hambre con un pescado. Todo el mundo tienes derecho a vivir en libertad y así formarse como persona.
    Un saludo de Buscador

    • marcosplanet
      Posted at 14:21h, 04 enero Responder

      El líder dirige a un grupo. Si eres un individuo con libre albedrío y quieres permanecer dentro de ese grupo, es tu voluntad, experiencia y formación la que decide. Así vamos afrontando los avatares de la vida.
      Saludos cordiales, Buscador.

  • Buscador
    Posted at 19:47h, 02 enero Responder

    Cuando la educación se haga libre pensamiento, mucha gente tendrá calidad de vida. Olvídate de gobiernos ni consejeros y afiánzate en ti mismo con el buen corazón que tienes para aprender a escuchar y a escucharte. Entonces, el mundo será diferente…puntos suspensivos.

  • Los libros de Baker Street
    Posted at 10:45h, 29 diciembre Responder

    Muy educativo. Excelente cuento. Felices fiestas y que tengas un año nuevo exitoso.

    • marcosplanet
      Posted at 11:08h, 29 diciembre Responder

      Muchas gracias por tu opinión y que disfrutes de un año 2025 lleno de alegrías y buenas sorpresas.

  • campirela_
    Posted at 14:29h, 28 diciembre Responder

    Un cuento con una moraleja importante todos alguna vez nos hemos sentido borregos de una manada, pero nunca es tarde para salir de ella y vivir con nuestros principios y valores
    Muy bueno, te felicito.
    Abrazos, y muy feliz Año Nuevo..

    • marcosplanet
      Posted at 11:17h, 29 diciembre Responder

      Muchas gracias Campirela por dejar aquí tus impresiones tan positivas.
      Que tengas un muy feliz año 2025, lleno de vivencias bonitas.
      Un abrazo grande.

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