LA CONFERENCIA DE KOPPENTAL. El primer clon. Ep. 10

 

La conferencia de Koppental o cómo la ciencia dirige los destinos de los mortales

En el Instituto Marzens para estudios oncológicos se desarrollaba principalmente la producción de paneles de embriones, con la finalidad de venderlos a todos los países que necesitaban disponer de los mismos para desarrollar técnicas de fecundación in vitro.                                                                                                                                                                                                                                                                         (Ver capítulo anterior)

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Pero el proyecto de Eric Van Möeller pretendía algo mucho más ambicioso. Para llevarlo a cabo fichó al doctor Koppental, procedente del Instituto Biomédico de Minsk, quien trajo consigo media docena de colaboradores.

Después de la tragedia de Antonov, Scropoff y Penko, Eric supo aprovechar el potencial que ofrecía aquel Centro como fuente de investigadores de primera magnitud que realizarían su proyecto de clonar humanos en serie; y Koppental representaba la persona más indicada para ello.

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Hubiera querido descubrir la identidad del contacto de este en los Estados Unidos en la época en que Scropoff y sus socios comerciaban con los embriones por todo el mundo. Sin embargo, después de ocurrir la tragedia fue como si aquella persona hubiese desaparecido de la faz de la Tierra. Pero a Eric le resultaba indiferente. El eminente ruso serviría con creces a sus propósitos.

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Las cuatro plantas del Instituto Marzens, construido en forma de letra “U”, albergaban en su interior multitud de salas. Eric Van Möeller puso especial interés en equipar una en concreto: El Aula. De forma circular, con los asientos dispuestos en escalinata, contaba con los más avanzados medios audiovisuales. Allí tendría lugar la presentación que el científico ruso había preparado para el equipo de personas que trabajarían con él en el proyecto de clonación múltiple.

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La conferencia de Koppental. El primer clon. Autor: Marcos Manuel Sánchez

 

Koppental, de rostro ajado por los muchos años de trabajo al servicio del Centro Biomédico de Minsk, se explicaba en inglés con un marcado acento que revelaba sus orígenes.

Hablaba con voz potente y bien templada ante un auditorio compuesto por sus seis colaboradores y una treintena de investigadores, en su mayoría de nacionalidad americana.

 

–Aunque para la mayoría somos recién llegados –aclaraba Koppental– hace varios años que empezamos a experimentar con embriones humanos en nuestro país. En los últimos meses he mantenido personalmente una estrecha relación con el señor Van Möeller y algunos miembros del equipo del Instituto. Veo algunas caras conocidas entre ustedes. Ellos saben que el resultado de nuestro trabajo en este campo puede revolucionar el mundo que conocemos.

En sus inicios se trató de aislar un gen que codificara una proteína especialmente activa en el proceso de división celular. Ello conseguiría clonar embriones en la mitad de tiempo que el procedimiento habitual. Pero no se conocía nada que pudiera activar la etapa posterior a la implantación del embrión en el útero materno–. Uno de los asistentes levantó una mano para intervenir.

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La conferencia de Koppental. El primer clon. Autor: Marcos Manuel Sánchez.

 

–Dígame Señor…

–Estévez. Manuel Estévez –indicó un joven de unos treinta años de aspecto robusto con el pelo cortado a cepillo–. He de decir que el período de gestación no se puede alterar salvo que se quieran correr riesgos de todo tipo que afecten al normal desarrollo del feto.

–Muy bien mi querido amigo –repuso en tono distendido el doctor–. No se preocupe por el desarrollo del feto pues no se trata de acelerarlo. El ciclo de gestación que se contempla es de nueve meses, el de cualquier hembra humana.

 

–Entonces. Qué es lo que…

–Lo que pretendemos, Señor Estévez, es desarrollar un ser humano adulto… –aquí se detuvo deliberadamente el ruso. Volvió a hablar cuando el silencio producido por la expectación dejaba oír sólo el suave ronroneo del aparato de aire acondicionado–. Y lo llevaremos a cabo en un plazo de tiempo inferior a… dieciocho meses.

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El revuelo que se produjo en la sala fue monumental. Un joven saudita exclamó algo en su lengua natal, levantándose de su silla. Estévez se quedó boquiabierto y una sonrisa de incredulidad se dibujó en su cara. Los que estaban en las filas delanteras se volvían hacia atrás gesticulando hacia sus compañeros. Hablaban todos a la vez sin escucharse unos a otros.

 

–No es posible –decía uno–. El crecimiento celular tiene su “tempo”.

–Koppental bromea. Es una táctica para amenizar la conferencia, estoy seguro –murmuraba un hombre moreno y grueso, con acento dominicano.

Solo los seis rusos permanecían en silencio.

 

Continuará en el siguiente episodio.

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2 Comentarios
  • Maty Marín H
    Posted at 21:12h, 17 noviembre Responder

    Espero la continuación! Felicidades, interesante y lo he compartido.

    • marcosplanet
      Posted at 08:51h, 18 noviembre Responder

      Muchas gracias por leer y compartir, Maty. El siguiente capítulo llegará en breve.
      Espero que también te guste.
      Saludos

      Marcos

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