La fórmula de la inmortalidad. Relato breve.

Sebastián acostumbraba a recorrer de noche la callejuela empedrada que comunicaba su hacienda con la iglesia del pueblo.
El trayecto consistía en subir la pendiente que conducía hasta el templo para bajarla después en sentido contrario. Eso suponía para su mente una relajación que le permitía afrontar su monótono trabajo en el laboratorio del ayuntamiento.