07 Jul La Leyenda magna del Cares. Final de etapa.
La liturgia de la Senda del Cares
Continuamos la ruta que iniciamos en el lago Ercina en Covadonga, concejo de Cangas de Onís, Principado de Asturias. Sabes que no será fácil encontrar una localización igual, donde concurren la armonía del canto de las aves con aromas naturales y un espectáculo visual irrepetible. Percibes esencias de la vegetación circundante, de las praderas húmedas, de las aguas circulantes allá abajo: es el río Cares bañando de vida la Garganta Divina.
Calificativos como: impresionante, pavoroso, turbador, sorprendente, portentoso… se dan cita en la mente al contemplar este regalo de Dios.
Hay tramos con un desnivel vertical de al menos 100 metros hasta alcanzar el río Cares. Partes de la ladera junto a la cual circulas producen desprendimientos de pequeñas piedras. Hay que estar alerta.
Salvemos los sobresaltos del camino escuchando una melodía sin igual y después leeremos lo que el geógrafo Casiano del Prado allá por el año 1860, decía de la Garganta del Cares:
“Los lobos mismos miran con respeto aquellos pasos (montañosos) y no se aventuran a salvarlos”
Una bella evocación sin duda hacia lo que representan estas montañas llenas de vida y misterio.
Un poco de mitología sobre los Picos de Europa
Corrían los tiempos de Agénor, rey de Tiro (Canaán), hijo de Poseidón y Libia. Por entonces, Zeus, dios del Olimpo transformado en toro, raptó a la hija del rey Agénor, de nombre Europa. Agénor ordenó a sus hijos que la buscaran y no retornaran sin ella. No pudiendo conseguirlo, los hijos se instalaron en distintas regiones lejos de su tierra natal, fundando, por cierto, prósperas ciudades.
Pues bien, el mito relata que, como decíamos, Europa fue raptada por Zeus transformado en un toro blanco, quien la llevó a Creta sobre sus lomos. Zeus diseñó su plan de este modo: cautivado por la belleza de Europa, se mezcló con las reses que tenía el padre de la muchacha. Mientras Europa y sus sirvientes recogían flores cerca de la playa, ella se sintió atraída por lo manso que se mostraba el animal a sus caricias. Así pues, se montó sobre él. Y Zeus aprovechó esa oportunidad.
Es la oportunidad idónea de escuchar esta maravilla:
Y así dice el mito sobre el rapto de Europa:
“Europa sentóse sobre el toro y trepando por el mar océano, Zeus se la llevó a Creta”.
Ya en la isla de Creta, Zeus reveló su verdadera identidad, convirtiendo a Europa en la primera reina de la isla.
Zeus dio a Europa un collar hecho por Hefesto (el dios del fuego y la forja) y otros tres regalos: Talos (un autómata de bronce), Lélape (un perro que nunca soltaba a su presa) y por último, una jabalina que nunca erraba. Más tarde Zeus recreó la forma del toro blanco en las estrellas que actualmente se conocen como la constelación de Tauro. Algunas leyendas cuentan de ese toro que es el mismo con el que se topó Hércules y que es quien engendró al Minotauro.
Y terminamos con el mito del rapto de Europa
(Comentarios y textos extraídos del libro “EN TORNO A LA PEÑA SANTA”, de Guillermo Mañana, pags. 23, 24 y 26).
Jose María Escandón y Lué, en el siglo XIX , explica el origen del topónimo Picos de Europa, en el libro Historia Monumental del Heroico Rey Pelayo, 558, y nos ilustra con un comentario. Antes de todo os invito a escuchar esta composición mágica:
Y José María Escandón y Lué dijo nada menos que:
“<< Astur, rey de Creta, se convirtió en el protector de Europa y de sus hijos, se casó con ella y, para alejarla de las iras de su padre y hermanos, huyó llevándola “hasta lo más occidental del mundo, que es España y tomando puerto en esta región, la llevó a esconder en lo más inculto, oculto y enriscado de su Reyno Septentrional… que fue el escondrijo de la hermosísima Infanta Europa, y la concha marina que en sí encerró la más preciosa y cándida perla del mundo. En cuyo perpetuo testimonio se llaman hasta oy las Peñas de Europa, unas encumbradísimas rocas blancas, que por la parte norte son gibadas en trecho de tres leguas y caen inmediatamente sobre el Pais baxo, y Costa de mar de Asturias… y por la parte de medio día hazen muralla a Liébana, tan engreída que se erigen azia el Cielo.
(…) y porque en todo el resto de esta tercera parte del orbe, no se halla, ni se sabe que aya Reyno, Provincia, Ciudad, Villa, Lugar ni territorio particular que se llame, ni jamás se aya llamado con nombre de Europa, sino tan solamente aquellas peñas… inexpugnables muros de altísimos cerros, empinados montes y enriscadas montañas de peñas intratables>>”.
Y es que la mayor parte del tiempo, nosotros en la actualidad sobrevolamos peligrosos precipicios sin protección alguna.
Pues bien, el príncipe Astur se enamoró de Europa,
la raptó nuevamente (recordemos que antes ya lo hizo el dios Zeus) y la trajo a las espectaculares cretas de su monte Vindius (el monte blanco), que desde entonces pasó ya a nombrarse como “Picos de Europa”.
La leyenda del Cares
ha sido atestiguada por Fray Francisco de la Sota, monje habitante del monasterio de Santo Toribio de Liébana, quien escribió en 1681 la “Crónica de los Príncipes de Asturias y Cantabria“.
La tradición lebaniega no es cuestión de poca relevancia. Coincide con todo detalle con la versión que un poco más al norte nos ofrecen los habitantes de Cabrales y dice así:
“Por tradición y conjeturas no del todo despreciables, se tiene por fundador de dicho concejo (de Cabrales) al Príncipe Astur quando trajo robada de fenicia la Reyna Europa, sentando su residencia en este término, tomando por castillo, muro o defensa (para librarse de las diligencias, que por hallarla hicieron los hermanos de esta Reyna) las precitadas Peñas de Europa, denominándolas con el nombre desta Reyna”.
La siguiente evocación musical nos llena el alma de energía positiva. El título: El beso de una rosa, de George Deuter (un verdadero tesoro de sonidos), en su álbum «Jardín de dioses», bien puede expresar lo que sentimos en estos momentos:
Coronados Los Collaos del Cares,
el punto de máxima altura de la ruta, nos recreamos fotografiando el paisaje que hemos dejado atrás. Estamos a unos 3 km de Poncebos. Formulamos mentalmente un adiós agradecido a la madre naturaleza por habernos ofrecido tanta belleza. Lanzamos la última mirada a la divina Garganta.
Este tramo es todo él descendente y te lleva, en la bajada desde Los Collaos, hasta una zona con árboles y escalones que queda a la altura del canal.
Imagen pura de una gesta, una batalla silenciosa contra los elementos
Siguiendo el camino del Cares, toscamente empedrado en algunos tramos, pasamos junto a unos barracones y alcanzamos un punto donde la pendiente se vuelve más pronunciada.
Un poco más de sufrimiento y llegamos al puente medieval de la Jaya, de estilo románico, y alabado final del camino.
Este puente cruza al otro lado de la montaña y toma el camino que asciende hasta Bulnes por la Canal del Tejo.
Cuando llegas a Poncebos tras la ruta del Cares
es cuando te das cuenta de que el Canal del Cares es una obra de captación y conducción de agua. Nace en la presa de Caín de Valdeón (1916-1921) y discurre hasta la central hidroeléctrica de Camarmeña-Poncebos.
Su misión es movilizar mediante turbinas el agua disponible en el momento, según la capacidad de la potencia instalada.
Dicen que durante el trayecto junto al Cares se ven cabras por aquí, la verdad es que nosotros no las vimos. Ya nos conformamos con sacar fotos del extraordinario panorama de la bellísima garganta del Cares. Según hemos descrito, la ruta produce un asombro permanente e invita a observarlo todo con de forma serena. Lo cual habríamos deseado hacer si no lleváramos ya más de 8 horas de caminata por peñas, riscos y valles desde que salimos a las 10 de la mañana del lago Ercina en Covadonga.
Es necesario reseñarlo, puede parecer fácil de indicar en un par de palabras
Pero en nuestro caso no. La entrega y dedicación plena dedicada a esta ruta la hace singular. Es una sanísima terapia contra la rutina. Aquí disfrutamos de instantes irrepetibles, a voluntad, sin depender de nada más. Nos entregamos al río Cares y a su leyenda.
Impresionante pieza musical,
absolutamente acorde con estos instantes de inspiración poética. En ellos me siento integrado al máximo. Con los riscos que nos rodean, con la pureza del aire montañés, en la envolvente de los jirones de nubes que se asoman sobre el camino con un mensaje de paz. Parecen decirnos: no os preocupéis, el clima será benigno, no hay tormentas que temer… Amar la creación divina que nos rodea, disfrutar de estos dones… es lo más maravilloso y feliz que he vivido jamás.
La ruta del Cares representa una esencia ancestral perfecta,
perfectamente encontrada, respirada, sentida. Es la gran experiencia del descubrimiento que alimenta el espíritu en sus profundidades insondables y nos acompaña en el trayecto.
¿Cómo hacer entender tanta belleza? No es transmisible con palabras. Si cada uno de los seres humanos que habitan el planeta tuviera la capacidad de infundir este sentimiento único e irrepetible, nos conmovería de tal modo que seríamos incapaces de resistirlo sin llorar a lágrima viva.
En la senda del Cares
resulta fácil desprenderte de lo material, lo elemental, lo primario. Abrazar la infinitud de un paisaje como el asturiano-cántabro-leonés que nos rodea es, justamente, un sentimiento de plenitud.
Por fin llega el muy merecido descanso. Una vez alojados en el Hostal de Poncebos, ese edificio color rosa-salmón tan benefactor junto al embalsamiento de aguas del río Cares. Allí pudimos rememorar los momentos duros del camino, pero conscientes de que un poso de admiración hacia tanta belleza superaba con creces cualquier fatiga.
La degustación de unos platos de cecina de la zona, exquisito manjar, junto al queso más famoso de la región de Cabrales sirvieron para reponer mucha energía junto a unas cuantas cervezas servidas en jarra helada.
No es sencillo evocar las sensaciones que nos embargan cuando degustamos estos platos, esos líquidos espirituosos, la sin par recompensa ante el esfuerzo denodado.
Hay junto a nosotros un farallón rocoso gigantesco, del que nos percatamos en estos momentos de reposo meditativo. Nos deleitamos contemplando su silueta de recortes agudos perfilando las cimas altas.
Es el MOMENTO, el INSTANTE de admiración
Son minutos de gloria, de reflexión, de entendimiento con nuestro entorno más benigno, con la pureza de la madre naturaleza que protege al caminante. Y bien es cierto que nos hemos visto protegidos, amparados por la cobertura edificante de un paisaje inenarrable, de una dimensión profunda. Nos sentimos hermanados con la montaña, la agradable y espiritual montaña, que tanta satisfacción nos ha deparado. Es ahora cuando todo cobra sentido. Tu espíritu se encuentra satisfecho, hemos logrado el objetivo.
Y el fin es la conquista
de una nueva percepción de la belleza y del entendimiento con la naturaleza salvaje. Esa madre que, si utilizas el raciocinio y la sensatez, en ella acabas reconociendo que el ser humano está bendecido por grandes satisfacciones. Tan sólo hay que identificarlas, y asociarlas a momentos concretos de gozo. Sin vanidad, ni grandes pretensiones.
Desde aquí os invitamos a realizar al menos algún tramo de estas sendas mágicas por los Picos de Europa que a nosotros tantos sueños y evocación positiva nos han traído.
Para más información os recomendamos CENTRO DE RECEPCIÓN DE VISITANTES DEL PARQUE NACIONAL DE PICOS DE EUROPA CASA DAGO. Os atenderán de maravilla personas como Toni, guía experto de los PIcos.
El teléfono de contacto de Casa Dago es: 985 848 614
Correo electrónico: gpicos@oapn.es
<<”Beati qui ad cœnam magnam adtende matrem suam naturam”>>, es decir:
“Benditos sean los que acuden a la gran fiesta de la madre naturaleza”.
Salud y hasta la próxima, amigos!!.
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Visita el siguiente artículo sobre el Cares.
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