05 Nov La montaña del silencio
La montaña del silencio
Edelmiro disfrutaba de la montaña más que nadie. Había conseguido en su vida coronar muchas de ellas, no necesariamente las más elevadas sino aquellas que le atraían a él en particular. Tenía una especie de don consistente en detectar un flujo de energía procedente de la masa rocosa que le empujaba a acampar en el lugar y estudiarlo durante días.
Desde hacía años, registraba sus experiencias en una especie de libro de viajes que ya acumulaba más de cuatrocientas páginas.
–“Algún día lo publicaré –pensaba ilusionado–. Lo que he escrito merece ser conocido por la gente. Nadie sabe lo que yo sobre lo que me susurra la naturaleza”.
Así pues, Edelmiro ha establecido una vía de comunicación mental única para hermanarse con el entorno agreste de las montañas. No sabe que ese sentido tan especial le conducirá a una experiencia que no olvidará jamás.
Sus anotaciones eran del tipo:
–“Este robledal es probablemente milenario porque los más jóvenes crecen dispersos y los de más edad lo hacen en grupos separados, como familias que viven cada una en su hogar. El color de las hojas también varía. Los tonos anaranjados revelan mucho. No son solo propios del otoño, sino que los ejemplares más viejos lucen un tono más oscuro, a veces es un rojo corinto”.
En estos pensamientos se dispersaba la mente de Edelmiro de forma habitual. Junto a los arroyos que fluían desde las cumbres donde nacen los manantiales de aguas puras, él escribía sentado sobre una piedra o apoyado en cualquier tronco plácido. Un sauce si ello era posible. Los sauces representaban para él una fuente de inspiración y no sabía por qué. Le transmitían fuerza mental y una capacidad insospechada para que las palabras fluyeran ágilmente de su mano.
Su relación con los animales que habitaban esos lugares recónditos del monte era muy discreta pues no deseaba interferir en la vida de las especies, tanto terrestres como acuáticas. Él no pescaba ni cazaba. Para su sustento bajaba a un pueblo cercano y allí hacía el acopio necesario. Apreciaba el buen talante de los habitantes de las zonas rurales, con quienes se entendía mejor que con los urbanitas. Hay de todo en la viña del Señor, pero encontraba nobleza y buenos sentimientos en los aldeanos, con quienes intercambiaba impresiones con total transparencia.
Cada vez que Edelmiro necesitaba llenar su despensa, acudía a la panadería, la carnicería o al mercado de turno para darse un baño de sociedad y recargar un tipo de energía que le venía bien para aguantar la soledad de la montaña.
En realidad, nuestro protagonista se parece más a un explorador entusiasta de la naturaleza que a un ermitaño.
En ocasiones debía atender a senderistas extraviados que buscaban un río con cascadas, a pescadores que se acercaban con sus hijos como aprendices del deporte que tanto gustaba a sus padres o parejas de enamorados que hacían una escapada con tienda de campaña. Con todos entablaba conversaciones animadas y les ofrecía té, café y algún que otro refrigerio.
En los parajes que Edelmiro había frecuentado hasta entonces, el graznido de las aves como el Milano Real, el Buitre negro o el Águila calzada, llenaban el espacio circundante con sus notas características.
Eran notas de vida. Como las procedentes de la ardilla, el rebeco, la cabra montesa, zorros y comadrejas. Pajaritos como el jilguero, el zorzal o el verderón amenizaban la vida de nuestro aventurero de forma habitual. A él le encantaba procesar en su mente esos sonidos y los tenía clasificados de forma que casi siempre adivinaba la especie que los emitía.
Su afán por añadir conocimiento a su vida le había llevado a viajar por el mundo en una campaña de visitación de lugares insólitos. Algunos de ellos habían sido hollados anteriormente por personas inquietas; otros no. Y en éstos es donde más vinculación encuentra Edelmiro con el entorno: roca, hierba, arboleda, aguas cantarinas, sauces habladores y bosques coloreados, propagando una musicalidad de la naturaleza que solo él conocía.
Sin embargo, ese son que le transmite la vida feraz del bosque y la montaña, dejó de percibirlo al llegar a un hábitat donde nunca antes había estado. Se trataba de un paraje donde resultaba chocante la ausencia de aves y animalillos propios del praderío o la montaña. Sobre todo para alguien como nuestro protagonista, pleno de experiencias sensitivas en cada una de sus incursiones.
–Esto es inusual –decía para sí– y debe ser por la proximidad de una buena tormenta eléctrica. Las aves abandonan el vuelo para guarecerse en sus nidos, al igual que los animales que habitualmente danzan por ahí. En fin, yo también debo resguardarme.
Así pues, Edelmiro buscó una elevación del terreno en previsión de que una torrentera provocada por la inminente tormenta inundase la zona; montó su resistente tienda de campaña anclando bien las sujeciones al suelo y afianzó con cuerdas la amplia techumbre atando los cabos a las ramas de un pino próximo.
Buscó en su mochila de montañero un cazo y el hornillo y lo dispuso todo para elaborar una deliciosa taza de café de Colombia.
–A ver qué me depara ahora esta borrasca –pensaba, absorto en la llama titilante que su bombona de camping-gas producía –. La última vez tuve que trepar a ese gran sauce… –. En ese momento se echó a reír con una carcajada que resonó en los alrededores. Tal era el silencio imperante.
–Cuatro horas esperando allá arriba a que amainara la lluvia, calado hasta el tuétano.
Cuando se le pasó la risa, empezó a escuchar el tintineo de las primeras gotas de lluvia, que presagiaban un chaparrón considerable.
–Suenan fuerte estas gotas, eso no es bueno.
Él sabía que era el anuncio de un aguacero abundante.
Una curiosa sensación a medio camino entre inquietud y alarma le atravesó el pensamiento.
Pasaron dos horas y la tormenta se retiró tan rápidamente como se presentó. Edelmiro comprobó que no había peligro de torrenteras ni barro que dificultase el desplazamiento por la zona y decidió caminar un buen trecho exploratorio para comprobar dónde demonios se encontraba realmente. Su GPS dejó de mostrar su ubicación mucho antes de que él alcanzara el lugar nombrado en el buscador como “Altos de Imbrium”. Imbrium significa “Mar de la lluvia” referido a la luna. Es el segundo mayor mar lunar (antiguamente se pensaba que era un mar cuando resulta ser un cráter relleno de lava).
–Nunca me había enfrentado a una montaña así. Es que no he visto ni los insectos revoloteando entre la jara y el brezo. Por aquí habían de estar las abejas haciendo sus trabajos, las libélulas yendo y viniendo hacia los humedales del río… Ahora mismo es pronto quizá para que los seres de este entorno salgan tras la tormenta. Veremos qué pasa después.
De hecho, la senda que guiaba los pasos de Edelmiro acababa bruscamente unos cien metros antes de entrar en el jaral, cuando su GPS perdió la señal. Él decidió entonces seguir la estela visual de las copas de los pinos que se abrían a su paso hacia las alturas buscando el norte.
Se había extraviado en varias ocasiones, pero como poseía olfato de lobo estepario siempre conseguía reencontrarse con la ruta marcada. No en vano había contabilizado más de doscientos viajes a paisajes montañosos de medio mundo.
Pero para Edelmiro nada era comparable con el paisaje español, con su gente rural sobre todo, tan cercana o tan uraña, lo cual no era sino un primitivo mecanismo de defensa de algunos lugareños poco dados al trato fácil, pero que al cabo de unos días de saludarles por el pueblo acababan reconociendo en Edelmiro a una persona cordial y segura.
De repente se detuvo sobre un roquedal elevado y divisó su alrededor. Masas de pinos y robles poblaban el área circundante, con el río caudaloso empujando las aguas en cascadas escalonadas que ofrecían a la vista un deleite incomparable. Parecía como si la naturaleza hubiera organizado allí una orquesta que interpretara una sinfonía de imágenes bucólicas, bajo un cielo que recuperaba el azulado propio de la primavera, tan intenso e inspirador.
Pero faltaba algo. Eran los sonidos de la vida pululando tanto en el aire como por los matorrales que cubrían la ladera. Edelmiro seguía echando de menos ese ritmo sonoro tras la tormenta.
–Hace dos horas que terminó el aguacero –pensaba–. Demasiado plazo para que el silencio siga imperando en estos pagos. Es curioso, estoy en una especie de meseta limpia de vegetación, es como… una plataforma natural quizá demasiado lisa y plana.
El aventurero decidió explorar el hallazgo más a fondo y al cabo de unos minutos localizó una especie de abertura entre las rocas que daba paso a una galería subterránea. Descendía despacio, agarrándose a las paredes, pero enseguida localizó algo insólito que le invitó a continuar: una escalera labrada en la piedra.
Un puzle de ideas agitaba su mente, intentando centrarse en dónde estaba, qué sentido tendría esa galería, el silencio que lo rodeaba todo…
Unos cincuenta metros más allá de la entrada del pasadizo creyó divisar un foco de luz tenue difuminada en la distancia. Caminó un minuto más por el corredor, cuyas paredes se hallaban humedecidas por la filtración del aguacero reciente.
Al doblar un recodo, vio ante sus ojos algo insólito, tan inesperado que pensó que era debido a la falta de oxígeno que había percibido desde la entrada a la galería.
–No es… posible –dijo para sus adentros mientras intentaba mantenerse en pie–. ¿Qué demonios es esto? ¿Un cónclave para montañeros perdidos?
Edelmiro se permitió soltar el sarcasmo de forma inconsciente, porque se vio rodeado de una docena de personas muy peculiares. Unos iban vestidos como de gala de cine, otros parecían rostros conocidos del mundo del espectáculo sin serlo, y en otros podía adivinarse un rasgo común que dotaba a sus rostros de un matiz artificial e inquietante.
–Hemos captado tu ironía, querido Edelmiro. Y es comprensible que reacciones así –Dijo uno de los miembros del grupo de bienvenida. Su aspecto recordaba al icono del cine de los años cincuenta James Dean–.
–Seguro que estás pensando en una alucinación producto de lo pobre en oxígeno que es aquí el aire –continuó, repasando su tupé con un peine de concha–. Yo te digo que no somos ninguna alucinación. Y el aire en esta cámara se recicla sin problema mediante nuestra tecnología.
–¿Vuestra tecnología? ¿Qué pasa, que no sois de este mundo?
Una estruendosa y unánime carcajada recorrió el grupo que formaba aquella especie de comité de recepción.
–Te estábamos esperando, Edelmiro, porque nosotros conocemos todo lo que se mueve y lo que respira en todo este planeta, tan bonito, por cierto, al que llamáis Tierra. Procedemos de un planeta casi gemelo del vuestro que orbita en torno al núcleo del Cúmulo Globular M4, también dentro de la Vía Láctea.
Cuando nuestro amigo consiguió encontrar palabras para expresarse suspiró profundamente primero.
–Vamos a ver –dijo– ¿Cómo podéis demostrarme que no sois un grupo de senderistas que me queréis tomar el pelo? Porque tenéis un aspecto de terrícolas muy corrientito ¿no os parece?
Otro de los presentes, una mujer cuyo rostro recordaba a Meryl Streep, tomó la palabra mientras señalaba hacia una parte de la sala donde un enorme holograma acababa de tomar forma.
–Ese que ves ahí es vuestro sistema solar. La imagen contigua es nuestro cúmulo globular. Los cúmulos globulares orbitan la Vía Láctea a distancias medias habituales de 40 kiloparsecs, unos 130. 000 años luz.
La voz de la mujer resonaba extrañamente entre las paredes de roca. A Edelmiro le pareció escalofriante porque no transmitía los matices conocidos en un ser humano, sino que parecían palabras acompañadas de un arco eléctrico. Es lo único que su mente había conseguido procesar con un mínimo de cordura.
–Comparado con nuestro cúmulo de estrellas, vuestro sistema solar es casi insignificante, por tamaño y por tiempo de formación. En pocas palabras, los cumularios estamos vivos en el universo desde mucho antes que vosotros.
–Por eso hemos desarrollado una tecnología que en la Tierra no se habría conocido nunca –intervino un cumulario de cara aniñada y frente despejada–. Y este es el motivo de haberte traído hasta aquí, apreciado Edelmiro.
–¿Por qué me tratáis con tanta familiaridad, como si me conocierais sobradamente?
–Porque nosotros conocemos todo lo que se mueve y vive en La Tierra en cada instante. Esa es la tecnología que queremos mostrarte, amigo –comentó el que se parecía a James Dean.
–Pero ¿Qué narices represento yo para vosotros? Si soy una persona corriente, insignificante.
–No eres nada corriente, Edelmiro –indicó un anciano cumulario de elevada estatura mientras descendía por una especie de escalinata labrada en la roca–. Participas en cuerpo y alma de tus incursiones en plena naturaleza, recorres montañas, bosques y lagos con una entrega que pocos tienen. Tu espíritu es puro y noble. Créeme, de eso sabemos mucho –. Y con un gesto de una mano señaló hacia el holograma abierto en mitad de la sala.
De allí surgió un mosaico de imágenes que parecían estar siendo emitidas en tiempo real, a juzgar por el reloj que desgranaba el tiempo en segundos según el país de procedencia. Había señales de al menos una cincuentena de lugares de nuestro mundo. Unos reflejaban una sala de reuniones con personas trajeadas; en otros quedaban registradas conversaciones en muy distintos escenarios: una tienda militar de campaña en pleno frente de batalla o los pasillos de Parlamentos de todo el mundo que estaban siendo filmados en tiempo real. Los vídeos quedaban grabados con una absoluta calidad de sonido e imagen. Primeros planos de personas se alternaban en escenarios muy diferentes, pero siempre relacionados con reuniones secretas de alto nivel.
–¡Más peliculero imposible! –criticó con sorna Edelmiro–. Vamos, que porque conocéis la técnica de los hologramas tengo que creeros a pies juntillas ¿no? ¿Me tenéis por un estúpido? Mirad, si deseáis que sea vuestro conejillo de indias para no sé qué videos de realitys de Instagram o Tik Tok pues decídmelo y acabamos con esta farsa ¿vale?
Con su largo y huesudo dedo índice, el anciano cumulario hizo una señal a Edelmiro para que observara el holograma. De este acababa de surgir una escena que transcurría en un despacho del edificio de un Parlamento europeo. Tres políticos intervenían en una relajada conversación.
–Bien, ya hemos acabado la última campaña de propaganda en medios para aprobar las nuevas leyes de la agenda 3000 –apuntaba el político nº1–. El ciudadano debe percibir que lo mejor de los tiempos modernos es esa agenda: bien estructurada en los puntos que les gusta oír, como lo del cuidado del planeta, los horrores del cambio climático, de los incendios brutales de bosques, el deshielo de los casquetes polares…
–… las especies protegidas de toda clase que, por el contrario, están asolando a otras más indefensas –intervino el político nº2 con una franca sonrisa–. Las críticas despiadadas hacia el poder del neoliberalismo y los peligros de una sociedad de mercado…
–… el miedo a salir de esa imaginaria zona de confort que se marca la masa trabajadora como objetivo en la vida –terció el político nº3 con sarcasmo.
–Exacto, eso ya lo hemos logrado, y no es poco. Pero ahora debemos contentar a quienes nos apoyan desde la cúpula del verdadero poder –dijo el nº1.
–Los «sin nombre» –añadió el nº2.
Podía escucharse el discurrir de las láminas de agua filtrada hacia el subsuelo a través de las paredes de la cueva. Los asistentes a la retransmisión holográfica guardaban absoluto silencio, lo que aumentaba el efecto de estar participando directamente en la reunión de aquellos parlamentarios europeos. El anciano cumulario se puso en pie desde la grada que ocupaba tallada en la piedra.
–Llevamos mucho tiempo ocultándonos en esta guarida, de la que solo conoces esta sala. En el interior más profundo existen otras dependencias. En una de ellas están los conocidos conectores de ondas electromagnéticas que utilizáis en vuestra vida diaria en la Tierra. Han servido para acercarnos a vuestro sistema de telecomunicaciones y evitar interferencias con el nuestro, que es completamente diferente. Son ondas de choque planas. Te lo explicará nuestra experta divulgadora en pocas palabras para que lo entiendas.
Una mujer joven ataviada con una vestimenta y un peinado que le daba el aspecto de una patricia romana, tomó la palabra.
-Las ondas de choque planas pueden transmitirse a lo largo de toda la superficie terrestre en las tres direcciones del espacio y siguiendo además la curvatura de la Tierra. No se dispersan en el espacio limitando su radio de acción porque vuelven a la superficie debido al campo magnético terrestre. Este actúa como un imán y las atrae continuamente manteniendo un radio de acción total alrededor de vuestro planeta.
Edelmiro asentía con la cabeza mientras escuchaba a la divulgadora, sorprendiéndose por estar entendiendo el discurso.
–Nosotros hemos traído a tu planeta las soluciones para hacer de él, y no te burles por esto, un mundo mejor –intervino el anciano–. No somos una especie extraterrestre beligerante que devora cadáveres de terrícolas espantados, ni queremos sacar provecho alguno de vuestros recursos naturales, nada de eso –. El tono del anciano sonaba claramente conciliador y por primera vez Edelmiro notó que había un toque de sinceridad en lo que decían los cumularios.
–El sistema de ondas que te han resumido consigue detectar también la actividad de cualquier organismo que se mueva por todo el planeta, como ya te comentamos. Debido a eso y a que antes de detectar tu presencia ya habíamos decidido nuestro plan de acción, convinimos en comunicarlo a un terrestre en particular para que nos conozca y sepa la verdad de nuestro proyecto. Alguien especial que tendrá el privilegio o llámalo como desees, de entender de dónde ha partido toda la convulsión que nuestro sistema de vigilancia va a producir en tu mundo, donde la mentira y el afán por conseguir el poder destrozarán vuestra civilización en tan solo unas pocas décadas.
–Entonces queréis cambiar nuestro mundo de cabo a rabo, pero ¿Quién tomará las riendas de todo después? ¿Habéis escogido candidatos a gobernar cargados de buenas intenciones y sanos de espíritu? –inquirió Edelmiro volviendo a su tono irónico.
–No es así. Existen cumularios repartidos por toda la Tierra infiltrados en todos los despachos, los de hombres y mujeres que son primeros ministros, presidentes de grandes multinacionales, directores de corporaciones financieras, de Unidades Económicas centralizadas europeas, orientales o americanas. En fin, cubrimos todo el espectro.
–Pero lo que me estás contando es el retrato de una invasión, una conquista de nuestros centros de poder para ocuparlos vosotros.
–De ningún modo –continuó el anciano–. No ocuparemos esos puestos para ejercer poder absoluto sino para restablecer a los orígenes los conceptos de democracia parlamentaria, equidad social, igualdad de oportunidades, y también para recompensar el esfuerzo y las capacidades personales, acabando por la integración de todas las razas y credos.
–Suena de maravilla, sí, sí –consiguió comentar Edelmiro con una gran duda que iba creciendo en su mente–. Es de esperar que, idealmente, toda esa ensoñación lleve a buen puerto a este mundo, pero me pregunto qué ofreceréis vosotros a cambio ¿Se van a conformar los políticos de aquí con retirarse de sus poltronas de poder con el rabo entre las patas?
–Un intercambio. Todos ellos sin excepción vendrán a nuestro mundo para conocer cómo funcionan las cosas cuando se dirigen naciones sin ánimo de lucro personal, ni rivalidades, guerras, pandemias provocadas, intrigas permanentes para obtener beneficio ilimitado en lo económico o político… En el Cúmulo Globular M4 no hay políticos, ni presidentes o directores generales de nada. Formamos una conciencia común planetaria porque en nuestros genes existe un código que transmite la percepción global, un conocimiento que permite entender y aceptar el devenir de los acontecimientos para adaptarnos a ellos y reaccionar siempre en común, sin intereses personales.
El rostro de Edelmiro reflejaba una mezcla de asombro, confusión y un retazo de deseo de que todo aquello se convirtiera en una grata realidad.
–No hay división entre ricos y pobres –continuó el cumulario de más edad–, las naciones son autónomas sin depender de otras o de poderes ocultos que las gobiernen. Nunca hemos entrado en guerra. Es por eso que al detectar la existencia de vuestro planeta decidimos ver cómo es vuestra vida en él y nos sorprendió la corrupción de todas vuestras instituciones, corporaciones y gobiernos. Intentamos servir la paz y la concordia allá donde podamos. Hasta ahora hay dos exoplanetas donde lo hemos conseguido y, con grata sorpresa por nuestra parte dada la belleza incomparable de la Tierra, también en esta. Al descubrir a una persona como tú, tan entregado a amar el medio natural y lo que disfrutas con tus retiros en él, vimos en ti a un candidato de alma pura en quien confiar nuestro secreto. No hay otra intención, créeme.
–Así pues, iniciaréis un éxodo a vuestro planeta acompañados de todas esas figuras indeseadas de los centros de poder terrestres. Pero ¿Y sus familiares o amigos? ¿Qué harán cuando descubran que ya no están?
–Hemos reducido esa incidencia al mínimo mediante la incorporación de todos los familiares y amigos más cercanos –observó el cumulario que se parecía a James Dean–. Formarán parte del pasaje que trasladaremos a nuestro Cúmulo.
–Ten en cuenta, Edelmiro –apuntó la copia de Meryl Streep–, que la gente más poderosa no es la que más amigos tiene. Lo que cultivan y mucho son los contactos, pero la mayor parte de las veces hablan a través de medios de comunicación a distancia y no mantienen trato de amistad real. Si se echan de menos será por falta de los resultados esperados en sus negocios.
–Por cuentas pendientes, saldos que cumplir y tantas intrigas que al final va a resultar que les estamos haciendo el favor de apartarles de todo ese maremágnum tan empantanado que nunca habrían podido salir de él –remató el cumulario anciano.
–¿Y los medios de comunicación terrestres? ¿También los controláis?
–En efecto, la misma labor de purga se ha hecho en ellos. Los organigramas están siendo sustituidos en bloque y sin escándalo alguno porque los cumularios tenemos el don de la persuasión y como ese don no obedece a intereses rastreros, quien nos escucha nos cree.
–Bueno, supongo que ese será también mi caso. Os agradezco la revelación y la confianza que habéis puesto en mí. Supongo que entenderéis que no olvidaré jamás este encuentro y que aún necesitaré tiempo para asimilarlo, así que si no tenéis inconveniente prefiero continuar mi camino, adorar mis sauces, abrazar la naturaleza como a mí me gusta y seguir escribiendo mi libro de viajes. Es junto a mi familia lo que más me importa en la vida.
Bueno, esto es todo, amigos. Os invito a comentar este relato y os hago una pregunta ¿Creéis que son realmente buenas las intenciones de los cumularios? ¿Qué os parece?
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¡Salud y suerte en la vida!
Las imágenes que aparecen en este post, excepto las correspondientes a imágenes reales, han sido generadas por la IA Leonardo
Miguel Ángel Sánchez Gárate
Posted at 19:01h, 14 octubreSi hubiera más hombres como Edelmiro todo sería distinto y otro gallo cantaría. Pero está claro que esa llamada de atención por la salud de nuestro planeta y por ende, nuestro futuro, es un hecho al que se tendría que reaccionar de una forma más drástica y consecuente. Nuestra forma de vida autodestructiva y con venda de ciegos nos lleva de lleno a un callejón sin salida que está a la vuelta de la esquina, y como no le damos suficiente importancia, vivimos con orejeras de burros, embebidos en nuestras propias miserias y problemas personales, y seguimos ajenos a los que se nos viene encima. Esa es nuestra condición de humanos ignorantes de lo que generamos a nuestro alrededor de forma inconsciente y también consciente.
marcosplanet
Posted at 09:59h, 15 octubrePues si, Miguel Ángel, hay cosas lamentables que el ser humano no deja de hacer tropezando siempre en las mismas piedras. Habrá que tener la esperanza de que en algún momento conseguiremos dominar la tendencia destructiva de esta especie a la que pertenecemos y dotar así a nuestro entorno de los cuidados necesarios.
Muchas gracias por tu aportación.
Un abrazo.
Froi
Posted at 20:23h, 11 abrilEn principio, y no es peloteo, esto me suena a mi rutera Shaila y es cuando me inicio en la lectura, que me lleva a seguir adelante.
Preciosas imágenes, que también te invitan a continuar.
Todo ese ánimo que le envuelve a Edelmiro e incluso las dudas que le atenazan cuando surge lo imprevisto, también me suena de los post de mi colaboradora. Ya más adelante, el encuentro con individuos de otra galaxia pues no le resta emoción. En fin, que he disfrutado un rato.
marcosplanet
Posted at 10:17h, 13 abrilMe alegro mucho que hayas disfrutado del relato, Froilán y de que aportes tu valiosa opinión. No sé si he leído algo de Shaila pero imagino que lo habré comentado.
Saludos
Jorge Roland
Posted at 15:05h, 05 diciembreNo me esperaba ese giro jajaja Buen relato.
Saludos
ARENAS
Posted at 19:02h, 04 diciembreEstupendo y sugerente relato, que deja con ganas de más.
Me ha llamado mucho la atención que el GPS de Edelmiro dejase de mostrar su ubicación antes de alcanzar los “Altos de Imbrium”, en referencia a la Luna. Me parece toda una señal que los cumularios, espejo mejorado de nuestra civilización humana, anduviesen agazapados por allí. Y te voy a explicar por qué.
Me encanta observar la Luna. Es uno de los mayores espectáculos a nuestro alcance. Y si lo haces con un pequeño telescopio, puede llegar a ser toda una aventura descubrir sus mares, sus cráteres, sus cadenas montañosas…
A veces fantaseo pensando que, en lugar de la Luna, existiese un satélite diferente.
Un satélite de un tamaño enorme, cuatro veces mayor que la Luna. Y que en vez del color grisáceo y triste de esta, tuviese un intenso y alegre color azulado.
Un satélite en el que se distinguiesen a simple vista cuatro o cinco formaciones de color terroso con aspecto de continentes. Y pienso que sería una verdadera gozada mirar por el telescopio y descubrir enormes selvas verde esmeralda, desiertos resplandecientes como el oro y cientos de ríos de agua cristalina surcando los continentes de norte a sur.
Quizás mi pequeño telescopio no diese para tanto, pero tal vez con uno de mayor potencia se podría descubrir lo que sin duda serian signos evidentes de vida en ese maravilloso satélite. Vida floreciendo por todas partes e inundándolo todo.
Sí, en ocasiones me da por pensar en ese precioso e imaginario mundo paralelo. Y me apena que no exista. O quizás sí, y de la casualidad de que Edelmiro y tú lo hayáis descubierto por fin.
George
Posted at 02:12h, 15 noviembreEn Argentina hay un lugar mundialmente famoso que es El CHALTEN. Allí estan unos de los montes mas difíciles de escalar que son el Monte Fitz Roy y el Torre. Por eso se lo llama al lugar «la capital nacional del trekking».
Obviamente es muy hermoso, pero es solo para aquellos que les gusta la montaña, las sendas y trepar senderos.
Solo el que disfruta de tal cosa, puede captar quizás todo lo que cuentas en tu historia, cosa que dificilmente le guste a alguien que disfruta de las playas del Caribe, o el bullicio de las grandes ciudades.
marcosplanet
Posted at 22:10h, 15 noviembreMuchas gracias, George. Tus palabras me animan mucho.
Un cordial saludo.
Rosa Fernanda
Posted at 08:03h, 12 noviembreIntenso, imaginativo, conmovedor y sorprendente…
Gracias Marcos
marcosplanet
Posted at 12:20h, 12 noviembreMuchas gracias por tan bonitas palabras, Rosa.
Un cordial saludo.
Anónimo
Posted at 17:35h, 09 noviembreMuy bueno Marcos, un relato que encierra y abarca muchas cosas en él, que lleva a reflexionar, a sentir, a cuestionar, y al estar en ese silencio por momentos abrumador, abrazo grande
marcosplanet
Posted at 19:01h, 09 noviembreMuchas gracias por detallar tu opinión, desearía saber quién eres.
Saludos.
Maty Marín
Posted at 09:31h, 08 noviembre¡Hola Marcos! Tú debes ser tremendo conversador. La experiencia estupenda de Edelmiro, siento que lo acompañé antes del extraño encuentro. Me encantó su forma de vivir ese andar, ese café colombiano, ese tomar notas dondequiera… Y el final, en dónde decide seguir fusionándose con todo lo que le llena.
En verdad el futuro de nuestro mundo preocupa demasiado. La existencia de otros mundos también nos pone a pensar, y a veces a pensar de más. Si me permites, me tomo otro cafecito con Edelmiro en el final de su relato sin pensar en más. Hoy, al menos hoy.
De tu forma de escribir, me repetiría. Tienes muchas sorpresas guardadas y es lindo que las compartas.
Un abrazo Marcos!
marcosplanet
Posted at 19:57h, 08 noviembreTus palabras siempre son bienvenidas Maty, y las valoro mucho como bien sabes.
Un fuerte abrazo para ti también!
Federico
Posted at 21:49h, 07 noviembreSeguro que hay alguna inteligencia extraterrestre que nos vigila.. Saludos
marcosplanet
Posted at 22:23h, 07 noviembreNo me cabe duda, Federico.
Gracias por pasarte y comentar.
Saludos.
Carmen en su tinta
Posted at 21:26h, 07 noviembreHola, Marcos. Me dejas una vez más elogiando tu creatividad. Y también admiro tu capacidad para comunicar con estilos diferentes. Cuando te visito siempre sé que alguna sorpresita lectora me llevaré. En este caso has vuelto a hacerlo, y lo que más disfruto es que con todos tus relatos me dejas reflexionando. Gracias.
marcosplanet
Posted at 22:24h, 07 noviembreMe alegra mucho que me digas eso. Sois personas como tu, con vuestros comentarios, quienes me animáis a hacerlo.
Muchas gracias a ti.
Nuria de Espinosa
Posted at 12:25h, 07 noviembreEdelmiro era todo un aventurero. Su experiencia no le quito las ganas de seguir fusionándose con mente y alma con la naturaleza. Un relato refrescante, conmovedor y que te atrapa desde el inicio. Me encantó. Te aplaudo. Un abrazo
marcosplanet
Posted at 12:37h, 07 noviembreTu opinión es siempre mas que bienvenida. Aportas algo nuevo y positivo cada vez.
Muchas gracias Nuria.
Otro abrazo para ti.
Ric
Posted at 09:10h, 07 noviembreBueno compañero Marcos, se trata de toda una declaración de intenciones, disfrutas de la naturaleza y te preocupan los problemas mundanos como a mi, el relato es excelente, como siempre, y sería fantástico que algo así ocurriera, creo que hace mucha falta.
Ahora bien, si vinieran extraterrestres a nuestro mundo pueden pasar dos cosas, que salgan corriendo de este mundo o que algún necio los maltratara y estropeara sus buenas intenciones, hay películas que hablan de esto y quizás por esta razón es por la que personalmente yo he perdido la esperanza en la especie humana.
Quedan pocos seres altruistas y los que lo son, acaban perdiéndose entre la multitud para no ser avergonzados por los poderosos, estos, seguro que harían lo posible para mantenerse en la poltrona, así es nuestra especia y difícilmente aprenderán, en mi opinión, estamos condenados al fracaso y tarde o temprano la extinción.
¡Saludos amigo!
marcosplanet
Posted at 12:42h, 07 noviembreEstoy de acuerdo contigo, lo más probable es que un ET con buenas intenciones acabe colgado de la picota más alta en la plaza del pueblo.
Muchas gracias por tu aportación, Ric.
¡Saludos!
Ardilla Roja
Posted at 17:31h, 05 noviembreJolines, menuda experiencia. Me has hecho pasar por todo tipo de emociones La de la paz mas absoluta pisando tierra y piedra entre arboles,, rocas y animales diversos. Se nota que te gusta el medio natural y la montaña y sabes de qué hablas!,
La inquietud frente a ese silencio, que aunque buscado en ese tipo de lugares, puede dar miedo también. La sorpresa de encontrar esa «gente» venida de un punto lejano de nuestro planeta y la revelación que le hacen, La risa con esos dobles de Meryl Streep y James Dean. Y la tranquilidad de nuevo, cuando Edelmiro les dice que si, que muy bien, pero que él prefiere quedarse aquí con sus montañas, su entorno natural y sus seres queridos.
Marcos, hijo, ¿Tú qué comes para tener esa imaginación tan tremenda? ja ja