La vividora. Cuento de Año Nuevo

 

La vividora. Cuento de Año Nuevo

 

Hemos llegado a un punto en esta sociedad de engañabobos y aspirantes a serlo, en que ya no hay vuelta atrás. Los conocidos como “Inspiradores de pena” se dedican a sacar renta de su eterno dilema, del drama permanente que amenaza sus vidas. Siempre encuentran excusa para agarrarse a un clavo ardiendo y así justificar que necesitan tanto dinero, que están muy enfermos y no pueden hacerse cargo del abuelo, que siguen estando enfermos y no pueden hacerse cargo de sus hijos en el turno que les corresponde por decisión de un tribunal tras su divorcio (encárgate tú Pepita en estos días que me es imposible con esta gripe).

La lista de excusas puede ser interminable, todo lo que dé de sí la imaginación del señorito o señorita.

Porque eso sí, los afectados por este síndrome no se privan de nada; ropas de marca, viajes fantásticos, un crucero de placer… Cuando conocen a alguien para formar pareja es normal que la relación no sea duradera, probablemente porque la otra media naranja no necesite mucho tiempo para descubrir la condición de rata de alcantarilla del conviviente.

El despliegue de habilidades puede ser portentoso, el listillo o listilla es capaz de esgrimir oposición tanto al propio jefe como a un amigo del alma o incluso a sus enemigos. El simulador de penas consigue transmitir compasión inmediata, reunir reconocimiento instantáneo y vivir del cuento con enorme facilidad. Al menos durante un tiempo.

Cuando la gente consigue calarle subsiste en medio de profundos baches que le apartan del foco del escenario por tiempo indefinido y nadie consigue verle un pelo hasta que decide que ha llegado el momento de volver.

Es el caso de Liliana, una gran fabuladora que comenzó su carrera sangrando a los padres, y después se adhirió como una segunda piel a su amigo del alma. Pero este no quiso estirar más su cuenta bancaria por haberse dado cuenta de con quien se estaba jugando los cuartos a cambio de una convivencia con derecho a roce en un piso propiedad de él. Y fue cuando ella escenificó un drama épico para intentar aferrarse con garras a esa situación tan favorable de vivir exprimiendo a un incauto.

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Pero un tropezón no significa nada para Liliana, pues en su proyecto de vida solo entra aprovecharse de los demás, de modo que nunca le faltarán candidatos a ser estafados. Llega el momento en que la necesidad de dinero le apremia y vuelve al escenario, si puede ser acompañada por todo tipo de fuegos de artificio.

Esa era la tesitura cuando conoció a Gustavo. Ella se alegró mucho, acababa de llegar el relevo para seguir aprovechándose del prójimo. Pero lo que descubrió Liliana con sorpresa fue que algo saltó como un resorte entre ambos, como si hubieran sido uña y carne durante toda la vida. Iban juntos a todas partes, practicaban senderismo, visitaban países atractivos de la geografía mundial … Y llegó un momento en que él vio oportuno proponerle un negocio.

–Mira, Liliana, tengo un amigo que conoce a otro que… digamos, mueve mucha pasta de acá para allá y necesita que alguien se encargue de introducir un cargamento en Ciudad del Cabo. Para ello seremos contratados temporalmente y figuraremos como empleados de su empresa de importaciones. Estaremos presentes en el momento de descargar la mercancía, que no es droga ni nada parecido, como consignatarios de la operación. Pagan muy bien por ello.

Liliana le miró con ojos divertidos, como si nada de lo que estaba escuchando fuese en serio.

–Vamos a ver, querido, ¿de verdad quieres que te siga como un perrito sin saber nada acerca de la mercancía, de quién es tu amigo ni la empresa que dirige? Ya estás dándome detalles como un lorito. Y aun así…

Liliana había disfrutado mucho de esas picardías y engaños que la habían llevado hasta donde se encontraba ahora, nunca había traspasado la línea de la legalidad ni le había hecho falta. Si bien era cierto que igual era este el momento en que debía cambiar para… avanzar más rápido y acrecentar su cuenta corriente.

–No tienes que preocuparte de nada, Liliana –comentaba Gustavo todo serio–. Buscamos el nombre de la empresa en internet en un momento para que veas quiénes son y por supuesto que llamaremos a mi amigo. Además, firmaremos un contrato con él ¿De verdad crees que te estoy metiendo en algo turbio?

Los ojos de Gustavo se humedecieron. Un sollozo salió de sus pulmones, su voz se quebraba por momentos.

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–A ver, amor, llevamos juntos lo suficiente para que confíe en ti –apuntó ella–, pero debo protegerte de quien quiera aprovecharse de ti. Porque te conozco y sé que tienes tendencia a confiar en los demás sin hacer muchas preguntas y eso es un arma de doble filo ¿no crees?

–Yo a ti no te pondría jamás en ningún aprieto, amor mío, no me lo perdonaría nunca.

La mirada de agonía que desprendía Gustavo atravesó el corazón de Liliana, quien se abrazó a él como si fueran a despedirse para una larga separación.

–No te preocupes, cariño –dijo ella conmovida–, estaremos siempre juntos en todo. Pero es bueno que nos cercioremos antes de unos cuantos detalles ¿Por qué no llamas ya a tu amigo?

En menos de un par de horas todo quedó claro para Liliana. Era una buena oportunidad de hacer dinero rápido y firmaron un documento en archivo digital que les vinculaba a la empresa del amigo de Gustavo.

Antes de lo esperado, ya estaban volando a Ciudad del Cabo en primera clase. Al pie de un buque de carga en el puerto marítimo de Table Bay, un señor de tez muy morena tocado con una gorra con amplia visera les esperaba.

–En este buque de mercancías está consignado un cargamento de instrumentos científicos de medida para laboratorio –anunció el individuo–. Aquí tenéis el manifiesto de carga.

Liliana revisó el manifiesto donde figuraban treinta paquetes de cien kilos con espectrómetros de luz infrarroja. Tan solo tenían que firmar en calidad de consignatarios del pedido hasta que el comprador se hiciera cargo.

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–Así que ¿debemos esperar aquí hasta que llegue el comprador y eso es todo? –preguntó Liliana con cara de sorpresa.

–Eso es, querida –afirmó Gustavo. A continuación se despidió del individuo de la gorra con un Arrivederci–. Mira Liliana, voy a esa oficina de allá a que me sellen la entrega. Tú quédate mientras tanto por aquí por si aparece el comprador.

A los diez minutos de espera, Liliana llamó al móvil de Gustavo. Nadie contestó al otro lado. Impaciente, se acercó a la oficina donde se había dirigido él pero allí no había ni un rastro suyo.

Volvió a hacer media docena de llamadas sin obtener respuesta.

Al darse media vuelta para salir de la oficina, tres policías de aduanas le cerraron el paso.

–Identifíquese –le exigió el que más galones llevaba.

Aturdida por la sorpresa, ella mostró su pasaporte pero no lo entregó. Tenía que pensar deprisa. En su cabeza de timadora experta había ideado un plan de fuga. Con la velocidad que otorgan unas piernas acostumbradas a todo tipo de ejercicios aeróbicos, Liliana consiguió abrirse paso entre contenedores y las muchas personas que circulaban por el puerto en esos instantes. Un grupo de tres autobuses de turistas acababa de descargarles hacía unos minutos. A Liliana le vino de maravilla para subirse a uno de los vehículos y esperar a que arrancasen para volver a su base.

–Esta me la pagarás, Gustavito del alma, ya verás de lo que soy capaz –pensaba la estafadora estafada.

Antes de ocultarse en el maletero de uno de los autobuses, se asomó con cuidado a una ventanilla. Por unos segundos creyó ver a su amado Gustavo subiendo a un automóvil de alta gama. La mirada furtiva que lanzó a su alrededor aquel hombre antes de introducirse en el vehículo confirmó de quién se trataba.

Liliana tomó nota de la matrícula y salió rauda del interior del autobús. Una vez dentro del maletero abrió en su teléfono móvil una aplicación de búsqueda que le consiguió aquel policía a quien estuvo tan unida hasta que lo dejó sin blanca.

–Vaya, vaya, Gustavín, así que ese coche es de tu amigo con el que firmamos el contrato… ¿Por qué sigues sin responder a mis llamadas?

 


 

Bueno, aquí lo dejamos por el momento. Dejar vuestro comentario y un like no cuesta nada y yo lo valoro mucho.

Muchas gracias y ¡FELIZ 2025!

6 Comentarios
  • Rosa Fernanda Sánchez
    Posted at 09:18h, 06 enero Responder

    Me has dejado en ascuas!.
    Liliana, tenía un modo de vida, que en algunas ocasiones, da resultado, uno de los elementos importantes, es hacerse la víctima, y dar la vuelta a las cosas, en su propio beneficio, fórmula que ,cada vez con mas frecuencia, utilizan nuestros politicos

    • marcosplanet
      Posted at 10:31h, 07 enero Responder

      Pues sí, Rosita, muchos hay que viven muy bien de ese modo.
      Besitos.

  • eliom
    Posted at 19:26h, 05 enero Responder

    Eso no se hace Marcos!! jajajaj me dejas con la espina!!!! muy bueno, un abrazo enorme

  • Nuria de Espinosa
    Posted at 21:42h, 04 enero Responder

    Veremos por dónde sale Liliana. Este tipo de personas tan embaucadoras y estafadoras son muy vengativas. Feliz año nuevo.
    Un abrazo

  • Miguel Ángel Díaz Díaz
    Posted at 16:55h, 03 enero Responder

    Hola, Marcos.
    El cuento del cazador cazado, o la historia al revés de lo que esperábamos al comenzar a leerla..
    Feliz año y un fuerte abrazo 🙂

    • marcosplanet
      Posted at 14:19h, 04 enero Responder

      Feliz año, Miguel. Así es, la tramposa entrampada, a ver cómo sale de esta…

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