24 Nov Papá Bermejo
Papá, hoy hace diecisiete años que subiste al cielo. Me gustaría tanto poder charlar contigo, como cuando lo hacíamos al amparo de aquel árbol de sombra que tanto refrescaba bajo su copa. El tilo junto a la casita del campo fue en ocasiones nuestro guardián de confidencias y emociones. Nos cobijábamos junto a él rodeados del canto de las aves y veíamos anidar a esas cigüeñas que ponían todo su empeño en construir su hogar sobre el depósito del agua. Por cierto, la torre que lo sostiene sigue ahí, inalterada por el tiempo, soportando inclemencias, siendo testigo de la evolución de la vida a su alrededor. Como son testigos las paredes que cercan el corralón rodeando la casa, tan encalada que reluce en medio de la preciosa tierra agreste que la rodea.
Cuando hablabas con tus cultas palabras acerca de ese entorno privilegiado que nos rodeaba te referías a “esa vegetación de monte bajo, “enormemente feraz” y esa expresión quedó para mi grabada a fuego para siempre. Yo escuchaba un relato sobre tu vida, como tantos otros tan entretenidos para nosotros, tus cuatro hijos. Sí, eran palabras sabias que desgranabas bajo el tilo de la parte de atrás, junto al banco verde de hierro.
El tilo, la higuera, el majestuoso pino piñonero, los eucaliptos, el puentecillo romano… todos han sobrevivido mientras tú te quedabas allá arriba, en el mundo paralelo donde los justos, las personas de buen corazón y las almas nobles habitan hasta el fin de los tiempos. Pero ningún árbol, puente o torre ha dejado con su presencia la profunda huella que mis hermanos y yo sentimos en nuestra memoria cada vez que oigo las palabras de mi padre explicándome la verdad del mundo, el porqué de las cosas, sus anécdotas de juventud o sus opiniones ricas en matices de todo tipo, ampliando el conocimiento de todos, traspasando el umbral del tiempo, esa especie de instrumento bipolar que como Jano, el mítico “dios” romano del tránsito, los comienzos y los finales, preside todas las entradas y salidas, porque cada puerta mira en dos direcciones.
Mi padre era como un mar de la tranquilidad que se encrespaba solo cuando afrontaba situaciones que requerían de todo su ímpetu y su fuerza para resolverlas. Como cuando se producía el corte de un cable coaxial para comunicaciones, que debido a su trabajo en Telefónica estaba en el ámbito de sus expertas competencias resolverlo.
Mi padre no cedía ante las adversidades y cuando decidía que algún conflicto estaba solucionado era porque lo estaba al mil por mil. Y si surgía algún obstáculo en el camino que habían emprendido sus hijos, allí estaba él como caballero legendario enarbolando el estandarte de la justicia.
Como bien recuerda mi hermana Rosi, cuando aún ni había llegado a la adolescencia, mi padre decidió personarse en el instituto donde ella estudiaba para hablar con la profesora de arte porque ésta aseguraba que mi hermana no había sido la autora de unos magníficos dibujos que había presentado para la evaluación de la asignatura. Rosi tiene desde siempre el don de dibujar y pintar cuadros como la enorme artista que es, por lo que la profesora no contaba con esa extraordinaria cualidad tan destacada en una de sus alumnas. Su ceguera desapareció tras la visita de mi padre.
Mi padre hizo acto de presencia en el aula con su aspecto de persona seria, responsable y a la vez dotada de una afabilidad en el trato social que conseguía iluminar el lugar por donde pasaba, fuera quien fuese su interlocutor.
La intervención de aquel señor trajeado fue tan breve como el tiempo que necesitó la profesora para, tras las aclaraciones de mi padre, darse cuenta de que de verdad Rosi tenía un talento muy especial. Desde aquel momento, papá Bermejo contó con una admiradora más y su hija sintió que era el mejor padre del mundo.
Los compañeros de trabajo, el equipo que dependía de él en Telefónica, le demostraban día a día su lealtad colaborando para sacar adelante los trabajos como si se tratara de una familia. Habían creado un vínculo con él de esos que no rompe nunca el tiempo ni la adversidad.
Cuando había algún problema en una estación de Transmisión y Radio, de esas que se encuentran en lo alto de un monte escarpado y que algunos llaman “antenas”, al final de la jornada solían preparar sabrosas viandas como una buena caldereta, unas típicas gachas manchegas o migas del pastor con todo su aderezo.
En una ocasión inolvidable, celebramos un cumpleaños de mi padre en la casita del campo junto a las personas que en aquel momento formaban su equipo. Preparamos varias mesas debajo del pino gigantesco que lleva más de cien años cubriendo la zona con una preciosa sombra.
Más de treinta personas disfrutamos de aquel homenaje sentido y sincero que esa otra familia le rindió sintiéndolo desde lo más hondo del corazón. Puede sonar exagerado o excesivamente meloso, pero esa era la magnitud del aprecio que todos sentían hacia él y así me lo contaron varios de los comensales.
–«Tu padre es muy querido por todos, por eso le llamamos papá Bermejo».
Al final del evento le hicieron un regalo precioso que me abstengo de comentar, pero del que diré que reflejaba la luz del sol con brillos de plata.
El ahínco que puso el señor Bermejo en sacar adelante a su familia es proverbial. Como tantos padres han hecho en el mundo, pero yo estoy hablando del mío. Él salió de la nada y consiguió aprobar el examen técnico y el de la vida en general con creces.
Este padre figura en lo más alto de la escala de personas buenas de verdad, sin adornos ni presunciones, sin otro ánimo que el de ejercer de padre ejemplar y habitar en las almas de sus hijos para siempre.
Estoy contemplando un amanecer. Miro hacia el horizonte, donde una capa de nubes extiende su sombra a rachas grises y blancas. La luz limpia ya de grises se está abriendo paso entre ellas. Hay un mar embravecido de fondo que acoge la panorámica con su fuerza desatada. El oleaje me traslada muy cerca del horizonte, donde las aguas se funden con la claridad del cielo donde se encuentra papá Bermejo saludando a todos los suyos, feliz de tenernos a su alcance cada vez que se asoma desde su atalaya azulada para contemplar cómo nos va la vida.
Él se sentía el hombre más feliz de la Tierra en nuestra compañía, con mis hermanos y nuestra madre, que ahora se encuentra tan postrada, apagándose. Charlábamos fantaseábamos con temas de conversación que contenían grandes dosis de imaginación, esa virtud que él tenía tan arraigada y que nos engrandecía a todos.
Eran esos momentos en los que le preguntabas:
–¿Qué tal, papá? ¿Cómo te encuentras?
Y él contestaba:
–«Pues aquí tan feliz, rodeado de todos mis hijos».
Mi padre se sentía orgulloso de todos nosotros. Fuera lo que fuese lo que cada uno hubiese sido capaz de lograr en su vida, a él le daba igual con tal de saber que salíamos adelante y que formábamos nuestra propia familia, con sus nietos correteando por ahí.
Hoy veo con más claridad ese horizonte tras el amanecer. Y puedo llegar a traspasarlo hasta dar con ese lugar donde la memoria te acerca recuerdos cálidos, entrañables, de un hombre de paz que todo lo que tocaba lo convertía en arte, pues él era el artesano de la palabra, mensajero de la honestidad y la persona más noble que he conocido.
Mamá estará muy feliz cuando vuelva a verte, «allá lejos», como solía decir él en una de sus ocurrencias llenas de graciosa ironía.
Os queremos, papá y mamá, os queremos hasta el cielo, las estrellas y más allá.
Tracyvorrecaminos
Posted at 09:21h, 05 diciembreMarcos, te envío mi enlace y mi agradecimiento por dirigirnos.
Abrazos.
http://tracycorrecaminos.blogspot.com/
marcosplanet
Posted at 10:19h, 05 diciembreMuchas gracias Tracy. Ya he subido tu relato al blog.
Abrazos.
Arenas
Posted at 19:52h, 26 noviembreDe papá Bermejo recuerdo las tardes que nos llevaba al instituto en su ¿Seat 131?
Su comportamiento conmigo era serio, lo cual era lógico en aquella época. Tratándose del amigo de su hijo, debía dar ese toque de distancia e imprescindible carga de responsabilidad. Pero yo percibía en él, a pesar de eso, una gran calidez. Sus comentarios eran siempre amables, muy respetuosos, educadísimos, midiendo el verbo hasta lo exquisito. Nos trataba como si fuéramos mayores de lo que éramos, en realidad unos mocosos de 15 años.
Aquella bendita generación de nuestros padres, a pesar de todo lo que se ha hablado de ella, no ha sido reconocida como era de merecer.
Nosotros, en los setenta/ochenta, ya estábamos encarrilados hacia nuestro posterior futuro. Solo teníamos que seguir el sendero y papá y mamá se ocuparían de lo demás.
¿Pero y ellos? Llegaron hasta donde llegaron, que fui muy lejos, sin senderos ni carriles previamente construidos, los tuvieron que allanar ellos.
Lo de «se hace camino al andar» fue siempre su divisa. Y llegaron tan lejos que cuando a nosotros nos tocó empezar a caminar, nos resultó mucho más fácil todo.
Se inventaron a sí mismos desde la nada, o casi, y luego nos dejaron un legado tan maravilloso, que por muchos años que pasen nunca olvidaremos nada de lo que tenga que ver con ellos. Todo lo contrario.
Honor y gloria a Papá Bermejo y a todos los de su generación, que tanto nos dieron sin pedir nada a cambio. Solo amor..
Marcos Manuel
Posted at 22:23h, 26 noviembre¿Qué puedo decirte amigo del alma? Eran así, tal como lo cuentas, mi padre y la época en que ejerció como tal. Sacrificando muchas cosas para darnos lo que necesitábamos, pero no nos lo daban todo con creces, evitando convertirnos en atolondrados mimados como hay tantos ahora. Mi padre nos daba lo justo para que apreciáramos que las cosas buenas no las regalan, que se consiguen a pulso. Eso sí, ellos nos lo hicieron más fácil sin duda.
Oscar
Posted at 13:10h, 25 noviembreMuy emocionante y precioso homenaje a tu padre , querido amigo, seguro que tu padre desde el cielo estará muy orgulloso de todo lo que haces, un fuerte abrazo.
marcosplanet
Posted at 13:42h, 25 noviembreMuchísimas gracias Oscar. Valoro mucho lo que dices.
Otro abrazo fuerte para ti.
Neogeminis
Posted at 12:59h, 25 noviembreEllos se van, es natural. Pero quedan en nuestro recuerdo, en nuestra manera de ser, de hablar, en lo que nos enseñaron. Viven aún en nosotros mismos si hemos tenido la suerte de haber vivido una infancia feliz. Emotivo recuerdo. Un abrazo
P.D.: ¿Participaras con tu foto en la tarjeta navideña que armo cada año? Hay tiempo hasta el 30.
marcosplanet
Posted at 13:43h, 25 noviembreMuchas gracias por tu sensibilidad, Neo. por supuesto que participaré con mi foto. Te la mando por email…
Un fuerte abrazo.
Viajantes
Posted at 12:35h, 25 noviembreQue bellísimo relato Marcos! 😉 como nos identificamos con él…nos has traído recuerdos de los nuestros que también se fueron pero que siempre están con nosotros!! Un abrazo!! 🙋♂️🙋♀️
marcosplanet
Posted at 13:45h, 25 noviembreTu sensibilidad y tus palabras me emocionan. Muchas gracias.
Un abrazo fuerte.
🤗🤗
Rosa Fernanda Sánchez
Posted at 21:01h, 24 noviembreQuerido hermano, vuelves a emocionarme con tu relato, lleno de amor y de verdad, qué bien haces en manifestar públicamente tus sentimientos hacia nuestro querido padre..
Si señor!!.deberíamos compartir más nuestros recuerdos y emociones,..Es lo que nos mantiene conectados, es…como una especie de bálsamo que alivia la sensación de que no todo está perdido, a pesar del empeño que ponen algunos en quitarnos ese.derecho.
Muchas gracias !!
Te quiero
marcosplanet
Posted at 21:33h, 24 noviembre¡Un abrazo muy fuerte, hermana!
💙💙💙