Planes ocultos. El Primer clon cap-20

Tras la conferencia del doctor Cóndom en Madrid, este y Hache se entrevistan en el Gran Hotel. Hache Solo le propone algo revolucionario para la clonación humana.  (Ver capítulo anterior)

 

–Quiero que me aclares una cosa –repuso Cóndom pensativo–. Tu propuesta no suena del todo descabellada, pero has de considerar que yo mismo podría tener otras… alternativas para aplicar mi teoría ¿Qué mejor manera de hacerlo que partiendo de un clon de mí mismo, por ejemplo? Así yo también conseguiría “arreglar” mi vida con una finalidad de justicia y todo eso. Me dedicaría sólo a aquello que me apeteciese, sin atosigarme con la tensión que me produce mi apretada agenda ¿no te parece?

–No se lo discuto. Cualquiera tiene derecho a pensar lo mismo. Pero ¿cuántos hay que se lo hayan propuesto?

–Eres el primero, no lo dudes… Lo que deseo que veas es que estás pidiéndome que dedique el esfuerzo personal y los medios que de otra manera podría estar utilizando en mi propio proyecto.

– ¿Y no es este el detonante que quizá estaba usted esperando? Hasta ahora no ha intentado la vía rápida de forma experimental con humanos.

–En efecto, pero deberías entender que yo quisiera establecer las pautas a seguir y, entre otras cosas, elegir el original más apropiado.

Hache encajó aquello como un golpe inesperado.

–Sí, doctor –consiguió decir con un incipiente nudo en la garganta–. Reconozco que quizá le estoy exigiendo demasiado –tragó saliva y se detuvo un instante antes de continuar. Por un momento vio desvanecerse sus ilusiones como espirales de humo. Con un hilo de voz prosiguió–. Cuando conseguí que me concediera esta entrevista casi no podía creerlo. He tenido la gran suerte de contar con el apoyo de mi mujer, sin cuya intervención usted y yo no estaríamos ahora manteniendo esta conversación. Me he dejado llevar por el apasionamiento ante una idea que resultaría impensable para cualquiera. Lamento que mi atrevimiento le haya hecho perder el tiempo, doctor.

–No hay que lamentar nada, Hache–. Te confesaré que no albergaba aún ningún plan en mi cabeza. A veces es necesario que venga de fuera alguien como tú que me haga abrir los ojos.

 

Tan rápido como vino, el sentimiento de decepción que embargaba a Hache comenzó a disolverse. El entusiasmo se abría paso de nuevo desde su interior como si acabara de recuperarse de un desvanecimiento. A continuación apuró el contenido de la taza sorbiendo con un empeño que resultó algo ruidoso. Tras disculparse inquirió:

– ¿Se da cuenta de las posibilidades que ofrece llevar adelante lo que le estoy pidiendo? ¿Qué importa que el original sea yo u otro? Si el resultado es exitoso, la sociedad podría beneficiarse de ello en todos los ámbitos. Tampoco hay que olvidar que sería la primera clonación reproductiva que se llevase a la práctica ¿no es así doctor?

–Te refieres a que debemos considerarlo como un ensayo. Que por algún lado hay que empezar y no tiene sentido demorarlo…

–A no ser que esté a punto de experimentar algún método revolucionario que yo no conozca. Lo cual no es difícil pues no soy más que un simple aficionado –indicó Hache.

Planes ocultos. El Primer clon cap. 20

 

–Considero que las conclusiones a las que has llegado tras el estudio de mis teorías se deben a alguien que entiende la ciencia genética en un grado suficiente. Ten por seguro que no caerá en saco roto. En cuanto a tu propuesta sobre clonación con un objetivo tan personalizado, bueno…  creo que intentar la vía de clonación rápida constituye un fin en sí mismo sin importar quienes son los padres biológicos. Si tenemos éxito y el clon sale adelante, cualquier misión que pueda cumplir es un valor añadido; y me parece correcto que lo haga desenvolviéndose en la sociedad como uno más.

Hache miró a Cóndom esperanzado:

–Eso significa que… está de acuerdo.

–Bien, no alarguemos más esto. Quiero que vengas a verme mañana al Centro de Biología Molecular, donde trabaja parte de mi equipo desde hace tiempo. Es el lugar apropiado para continuar esta charla. Podríamos quedar a la hora que más te convenga.

–Puedo salir de la oficina a las cinco de la tarde ¿Nos vemos a las seis?

–Es nuestra hora para las entrevistas –comentó con sorna el doctor.

Ambos se levantaron de la mesa y estrecharon las manos.

–Nos reuniremos en mi despacho para que nadie nos moleste –indicó Condón–. Lo que mañana voy a explicarte requiere que le prestemos toda la atención.

 

 

El despertador castigó el oído de Hache a las siete en punto de la mañana. Solía reaccionar de forma rápida, poniéndose en pie sin pensarlo mucho. No debía fichar para entrar a trabajar y aunque solía terminar mucho más tarde de la hora de salida, la experiencia le había enseñado que los retrasos constituían un arma arrojadiza que otros usarían con placer. Sus superiores sancionaban esas debilidades en silencio. Dejaban flotar en el ambiente una sensación de reprobación alimentada por gestos sutiles o actitudes como la de hacer que no le veían cuando se aproximaba a ellos. Alguno aprovechaba para pasarle una nota manuscrita como: “en mi despacho en cinco minutos”. Luego resultaba que la reunión se debía a cualquier motivo peregrino, pero él ya llevaba consigo un desasosiego que le ponía en desventaja ante cualquier eventualidad.

Esa mañana Hache sentía que lo tenía todo controlado. Eligió una corbata de un color naranja vivo, la misma que llevó en el último aniversario de boda, cuando invitó a Claudia a aquel restaurante de las afueras que parecía una casita tirolesa.

Tomó un vaso de café cargado, dio un beso a Claudia y al niño, que aún dormían, y cruzó el umbral de la puerta que daba al exterior.

–“Hoy conoceré el secreto de esa técnica que el doctor guarda tan celosamente –pensó antes de cerrar –. Empieza la cuenta atrás”.

Planes ocultos. El Primer clon cap. 20

 

Hache aparcó en el garaje del edificio Rodas, un bloque de veintidós plantas propiedad de la Corporación que semejaba un enorme cilindro de cristal.

Introdujo una tarjeta metálica del tamaño de un sello de correos en la ranura situada en el interior del ascensor y este subió hasta la planta quinta. Atravesó una primera puerta de acceso y recorrió un corto pasillo, uno de cuyos lados daba a la sala del café. Saludó a dos compañeras que casi se quemaban los labios intentando probar líquidos estimulantes expendidos por la máquina. Una de ellas, que atendía al nombre de Lola, exclamó:

– ¡Qué moreno estás! Parece que te ha sentado bien el viajecito ¿dónde era? – dudó un momento.

– ¿No te acuerdas? –repuso la otra–. Se fue a la República Dominicana. Yo estuve allí de luna de miel.

–Vaya memorión. Tiene mérito que lo recuerdes –bromeó Lola, no sin cierta malicia.

–Encantado de veros chicas. Pero os aseguro que me encontraba mejor hace una semana –Con un gesto de la mano se despidió poniendo rumbo hacia un pasillo más largo que se abría a la derecha. Al final se accedía a una gran sala donde le esperaba su mesa de trabajo.

–“Habrá cerros de papeles aguardando sin piedad”–se dijo.

Su sorpresa fue mayúscula cuando observó que la mesa estaba casi vacía. Un par de revistas de economía y algunos impresos de fax eran todo lo que había por allí –“Y el ordenador sin un solo post-it en la pantalla. Increíble”.

Su compañero de mesa, al que todos conocían como Juancar, se acercó por detrás y le dio una palmadita en el hombro.

–Bienvenido a la oficina ecológica, donde no se amontonan los papeles tras largas ausencias…

Era un joven muy alto, rubicundo y bastante locuaz – ¿Qué cómo lo he hecho? Anda, pregúntalo, no te cortes.

– ¿Algún truco de magia?

–No. Esta maravilla se debe a… la última ordenanza del departamento de auditoria –proclamó en tono pomposo–. Han hecho instalar cajas de seguridad en el Archivo para guardar allí todo documento que no sea relevante.

–Así que te has encargado de seleccionar los asuntos urgentes. Te lo agradezco –indicó Hache con una mano sobre su hombro–. Y ahora dime. ¿Algún cambio de interés en la organización durante mis vacaciones?

–Bah, nada del otro mundo. A Moncho lo trasladaron a inversiones regionales. Pero no pienses que es una promoción. Si acaso se verá más agobiado por su nuevo jefe.

– ¿Algo más?

–Nuestro apreciado jefe está de baja. Algo de alergia, me parece.

–Me da la sensación de que aprovechará todo lo que pueda para prolongar su ausencia–. Juancar se encogió de hombros.

–Bueno, voy a intentar ponerme al día con lo mío –concluyó Hache–. Debo tener un centenar de mensajes en el correo electrónico. Gracias por tu ayuda.

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Planes ocultos. El Primer clon cap. 20

 

Casi al término de la jornada, Hache dejó a un lado los asuntos del día y se tomó un respiro para reflexionar. Esa tarde a las seis vería al doctor Cóndom en el Centro de Biología Molecular. Y no pensaba salir de allí sin conocer la forma exacta de conseguir un clon de su propia especie. Un clon de sí mismo.

Fue puntual. A la hora señalada aparcaba delante del edificio. La sobriedad del mismo fue lo primero en llamar su atención. Nunca había estado allí.

Miró el directorio de la entrada principal. En el gran panel se indicaba con letras adhesivas: “Dpto. de Genética Aplicada, 3ª planta”.

Un bedel se hallaba sentado tras su mesa vacía plastificada en blanco.

–Buenos días ¿Adonde se dirige? –preguntó con una sonrisa.

–Al despacho del doctor Cóndom –aclaró Hache.

– ¿Tiene cita con él? Este señor sólo recibe con cita previa –añadió el empleado, como si para aquel visitante en vaqueros y camisa a cuadros que tenía delante aquello constituyera una posibilidad remota. Si Hache hubiese acudido vestido con bata blanca y una abultada carpeta bajo el brazo, habría ganado puntos en la clasificación de individuos que a juicio del empleado tenían aspecto de haber sido citados por el doctor.

La sonrisa permanecía inalterada en el rostro del bedel, surcando de lado a lado su cara colorada. En realidad se trataba de un rictus con el que había nacido. Era de ese tipo de personas que presentan siempre la misma expresión risueña, como que todo lo que oyen o ven les divierte, aunque les comuniquen que un asteroide va a pulverizar el planeta o estén presenciando un atraco.

Entregó a Hache una tarjeta magnética de identificación y presionó un pulsador. El avisador del buscapersonas de Cóndom indicó que tenía una visita.

–Tome el ascensor hasta la tercera planta –indicó el sonriente–. Allí verá un pasillo central. Es la cuarta puerta a la derecha.

–Gracias por la información.

 

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Hache recorrió unos cincuenta metros hasta un lateral de la entrada donde se hallaban los ascensores. Saludó a una mujer morena ataviada con una bata blanca impecable. En su placa de identificación se podía leer: “Dra.Keller”. Esta devolvió el saludo a Hache con marcado acento norteamericano. Ambos tomaron el ascensor de subida.

– ¿Adónde va usted senior?–preguntó sonriendo con su carita aniñada.

–Tercera planta. Voy a ver al doctor Cóndom.

–Yo bajo en la segunda –el ascensor se puso en marcha–. Aquí todos conocen a Mr. Cóndom, aunque él está mucho en los Estados Unidos.

–O dando conferencias por el mundo –añadió Hache.

Sonó un timbre. –“Segunda planta”– anunció una voz grabada.

–Hasta la vista –dijo la morenita con gesto simpático.

Al llegar al tercer piso, Hache vio al doctor a pocos pasos frente a él. Firmaba un documento que le había entregado un colaborador del Centro. Este recogió el impreso y se despidió.

–Bienvenido Hache. Recibí el aviso en el buscapersonas. Eres puntual. Ven conmigo, te acompañaré al laboratorio.

Anduvieron por un largo pasillo flanqueado por diversas puertas, alguna de las cuales permitía ver a través de un cristal parte del interior, donde varias personas manejaban ordenadores o trabajaban con los brazos enguantados introducidos en una vitrina aséptica.

La clonación reproductiva tiene como objetivo lograr embriones humanos con el mismo ADN de otra persona para conseguir un recién nacido idéntico a ella en sus genes. Imagen

 

Cóndom se detuvo ante una doble puerta de metal. Marcó una clave numérica en el codificador de entradas y la puerta se abrió al instante. Dos operarios sentados ante una consola de control de un espectrofotómetro saludaron al doctor, quien se dirigió hasta una discreta sala de reuniones e invitó a Hache a entrar.

–Aquí no nos molestarán –dijo Cóndom mientras accionaba un dispositivo que bajaba una cortina, cubriendo la ventana junto a la entrada.

– ¿Es tu primera visita al Centro, Hache?

–Así es. Nunca he tenido ocasión de hacerlo, aunque mi mujer realizó aquí su trabajo de licenciatura. Ella es bióloga.

–Aja. Y puedo saber sobre qué tema…

–Investigó sobre sustancias que actuaban como intermediarios en la obtención de anticancerígenos –resumió Hache.

–Interesante. Si tu mujer quisiera… continuar trabajando en ese campo, estaría encantado de poder ayudarla –indicó con naturalidad el doctor–. Tengo buenos amigos que…

–Se lo agradezco. Aunque hace tiempo que Claudia se decidió por la docencia.

–Pero nunca es tarde para entregarse a la ciencia amigo mío.

Hache asintió mientras se acomodaba en una silla giratoria con ruedas. El doctor tomó la palabra.

–Bien, es el momento de iniciar mi exposición. Espero que de esta reunión salga algo constructivo… para ambos –acto seguido tomó asiento y continuó.

–La clonación humana no tardará demasiado en legalizarse definitivamente para cualquier fin, de eso estoy convencido; pero en el momento en que vivimos la situación aún es delicada como para utilizar la técnica con fines reproductivos.

El doctor manipulaba un ordenador portátil conectado al proyector de imágenes. Hache apuntó:

–Y si a eso añadimos que gracias a la clonación rápida se puede conseguir que un clon sea adulto física y mentalmente en dieciocho meses, se destaparía la caja de los truenos.

–Por eso espero que seas consciente de la absoluta confidencialidad con que debemos afrontar esto ¿Entiendes?

–Desde luego, doctor. No pienso jugar con mi futuro.

Cóndom hizo aparecer en la pantalla un esquema en el que se veía dibujada una célula con su núcleo. A continuación, se apreciaba el detalle de los cromosomas. Una imagen de fragmentos de la cadena de ADN señalados como genes fue ampliada en un instante.

–Fíjate –comentó el americano con voz ronca. Hay genes que deben ser activados o desactivados según las necesidades de la célula. La señal de activación puede venir del exterior, como es el caso de la hormona de crecimiento de las ratas. Otra cosa es la destreza para aislar un gen en un tubo de ensayo, modificar su estructura y devolverlo al organismo de origen, o la habilidad para transferir por ejemplo los genes de la luminiscencia de la luciérnaga a una planta, con la finalidad de que esta reluzca en la oscuridad. Igualmente, existen plantas que resisten el frío, por haber recibido genes de peces que confieren propiedades anticongelantes.

–O ratones gigantes que están expresando genes de la hormona de crecimiento de las ratas –intervino Hache.

–Cierto. La activación que produce la hormona de crecimiento de las ratas en genes de ratones, hace que se estimule la síntesis de la hormona del crecimiento de aquellas en el propio ratón. Es aquí donde pensé que podía haber una relación con la estimulación del desarrollo en el ser humano. Si consiguiéramos hallar la hormona de una especie cuyo período de crecimiento sea más rápido que el nuestro y que activase genes en el hombre capaces de producir la hormona del crecimiento de ese animal, se conseguiría una evolución mucho más rápida del cuerpo. Someter a un bebé-clon a ese tratamiento sería el siguiente paso.

 

Bien amigos, hasta aquí el capítulo 20. En breve veréis la continuación.

Muchas gracias por dar un like o suscribiros!

7 Comentarios
  • Jerónimo
    Posted at 16:49h, 21 febrero Responder

    Que interesante publicación Marcos, un placer leerte amigo. Saludos de antigüedades del mundo.

  • Doctor Krapp
    Posted at 13:07h, 21 febrero Responder

    ¿Los clones nos harían mejores o terminarían por reemplazarlos al estar hechos con materiales más resistentes a las circunstancias?
    Sugestiva historia que me sugiere muchas cosas.

    Saludos

    • marcosplanet
      Posted at 15:30h, 21 febrero Responder

      Creo que un clon de un ser humano empezaría a resultar peligroso a partir del momento en que exponga su libre albedrío.
      Gracias por comentar.
      Saludos.

  • Froilán
    Posted at 20:55h, 20 febrero Responder

    Es una forma de dar s conocer una historia que si fuera otro el mercado, podríamos encontrsr en cualquier librería. Pero agradecerte el darlo a conocer de esta manera, que puede ser tan válida para pasar un buen rato. Un abrazo.

    • marcosplanet
      Posted at 15:29h, 21 febrero Responder

      Estoy de acuerdo. El éxito editorial en España está muy restringido.
      Saludos.

  • Federico
    Posted at 11:17h, 18 febrero Responder

    Una historia muy interesante, que te hace meditar sobre un tema muy sensible.

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