Planeta amigo. Aventura en el valle de Liébana

Santiago Almonte y Estrella Luján son un matrimonio con tres hijos que deciden irse a vivir al bosque de hayas de Igüedri en el Valle de Liébana en Santander, donde los invernales de los pastores salpican la zona con sus construcciones de piedra y techados clásicos de teja.

Los invernales, al contrario de lo que parece por su nombre, son majadas o cabañas ganaderas construidas en los prados de altura que tan sólo se utilizan en verano, pero están cada vez más en desuso y mal conservados.

Al retirarse la nieve, cuando los pastos florecen allá en lo alto, los cuidadores conducen al ganado montaña arriba para que de cuenta del rico alimento que brota en laderas y praderías. Después del  banquete, dirigen a los animales hacia los invernales. Otras cabañas en otras zonas han sido aprovechadas y transformadas en auténticas viviendas.

La familia Almonte Luján tomó la decisión de trasladarse a vivir en plena naturaleza por el descenso en calidad de vida que notaban en la ciudad, donde estaban afincados desde hacía décadas. Cada vez se veían sometidos a más regulaciones, normas y mandatos por parte del Estado, en su actitud persistente de comportarse como un régimen totalitario.

Las escuelas, institutos y universidades, incluso las inocentes guarderías, educaban a sus alumnos en una especie de mantra donde solo parecían tener cabida multitud de manías y complejos adquiridos por los que ahora estaban en el poder. Esos que en el pasado habían disfrutado de una era de buen vivir, donde el único esfuerzo que se vieron obligados a hacer fue el de terminar unos estudios pagados por sus padres, viviendo con sus padres y siendo cuidados por sus padres.

Planeta amigo

 

Quizá la vida cómoda había traído como consecuencia inesperada la crianza de personas que acabaron rechazando esos valores tradicionales para adoptar todo un conjunto de ideas reaccionarias que les parecían fenomenales en sus reuniones de amigos y tertulias, acompañados de mesas bien servidas.

Por el simple hecho de darle la vuelta a todo lo establecido, por sus propias inseguridades e insatisfacciones, esas personas que alcanzaron la gloria pagana de encabezar el gobierno de todo un Estado, habían conducido a este a un callejón sin salida.

El pueblo, ese término manido y desgastado por los ávidos de poder y al que han llegado a manipular hasta la saciedad, estaba cansado de las continuas contradicciones, errores inconcebibles incluso en la redacción de leyes, mentiras e indignidades como las cometidas por sus gobernantes en viajes, estancias o banquetes en lugares donde el lujo es la única forma de vida.

La forma de comunicarse con el pueblo era a través de medios totalmente entregados a la causa gobernante, en los que la ética profesional no brillaba por parte alguna, donde los dineros recibidos por emitir publicidad institucional disfrazaban una clara subvención a esos medios por someterse a los mandatos oficiales.

El problema educativo preocupaba especialmente a Santiago y Estrella, tan atentos como eran con sus tres hijos a quienes siempre habían transmitido un mensaje amable de paz y buen entendimiento del mundo que les rodeaba. Los tres eran buenos estudiantes y habían desarrollado, cada uno en su franja de edad (nueve, catorce y dieciocho años) una forma de entender la vida con un criterio limpio de cualquier contaminación procedente del mantra oficial difundido por el régimen.

 

Los miembros del crisol de partidos políticos que dirigían el país, estaban empeñados en crear una sociedad entregada en cuerpo y alma a los intereses prioritarios que se fundían en esa vasija candente rebosante de avaricia, egocentrismo y falsedad.

La sociedad que habían conseguido hasta el momento, se hallaba sumergida en una especie de estanque oscuro del que solo de vez en cuando conseguía emerger para atisbar el horizonte por encima del nivel del agua. Asomar la cabeza fuera del estanque conseguía dos efectos contrarios. Había quienes pensaban que estaban mejor sumergidos en las profundidades, donde imperaba una especie de anestesia colectiva que tenía la virtud de mantener a todos como individuos de idéntico pensamiento, palabra y obra.

La otra parte de la sociedad la conformaban quienes sacaban la cabeza fuera del estanque y aspiraban a huir de él para adentrarse en el mundo de luz y color que rodeaba aquella especie de laguna Estigia.

Estos voluntariosos y cada vez más perseguidos ciudadanos habían conseguido elaborar un criterio propio a base de leer, informarse de varias fuentes que no recibían subvención oficial alguna y podrían considerarse independientes, comunicarse verbalmente con sus semejantes y no a través de dispositivos electrónicos como parecía ser la manera imperante de hacerlo; en fin, eran un abigarrado grupo de personas a quienes no parecía afectar el medicamento psicotrópico que el gobierno no cesaba de administrar a través de distintos medios informativos y redes sociales virtuales.

Dentro del grupo de los “no anestesiados”, Santiago y Estrella eran de los que habían encontrado otra vía, una senda de esperanza labrada hacia otro lugar y sembrada con un proyecto ilusionante: mejorar su percepción del entorno rodeándose de naturaleza, cambiando de actividades, realizando trabajos propios del campo, manualidades para decorar la que sería su nueva casa o explorando parajes circundantes.

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No se trataba de una renuncia total a la vida urbana, con todos los aspectos positivos que se pueden decir de ella. Los aparatos electrónicos ayudan en las necesidades diarias sin duda. El frigorífico y las cocinas de gas o de inducción son una maravilla. Y no se puede obviar la importancia de los servicios generales que prestan las ciudades. La atención sanitaria, farmacias, supermercados o medios de transporte no iban a estar al alcance de los colonos de Igüedri. Pero los Almonte Luján no podían seguir exactamente con los mismos hábitos pues habían comprado una casa rústica en medio de un bosque de hayas.

Así pues, Santiago y Estrella quieren construir una nueva vida prescindiendo de lo que para muchos son comodidades, pero sabiendo que hay alternativas si se piensa un poco.

–Una cocina de carbón puede sustituir perfectamente a cualquier otra alimentada con corriente eléctrica –apuntaba Santiago cuando planeaba con su mujer todo ese lío de transformar sus vidas–. Su aspecto de ejecutivo bien afeitado y vestido adecuadamente para cada situación, le daba una imagen de persona elitista que no tenía en absoluto que ver con su talante real. Tan solo era una fachada que la gente interpretaba en un primer vistazo. En cuanto hablaban con él descubrían a alguien apasionado por la cultura, muy bien informado y sobre todo comprometido y preocupado por los problemas que asolaban el país.

–También podemos usar una cocina de gas –apuntó Estrella con su suave voz de narradora de cuentos. Le gustaba hacer de cuentacuentos no solo con sus hijos sino con los de otros, acudiendo a guarderías y colegios en el poco tiempo libre que le dejaba su trabajo en el laboratorio de Bioquímica donde trabajaba.

Cualquiera que observara a Estrella por primera vez sacaba la conclusión de que era una buena persona, sin disfraces ni imposturas. Su naturaleza era limpia como el agua de manantial. Por eso había creado a su alrededor una especie de red de amigos incondicionales que la apreciaban sobremanera y con quienes mantenía una continua relación.

–Claro que siempre podremos recurrir a comer en la ciudad y disfrutar de espectáculos y fiestas –ironizaba Santiago.

El cambio les iba a suponer adaptarse a unas condiciones totalmente desconocidas para ellos, que no sabían gran cosa de la vida en el campo o la montaña. Sin embargo, el medio natural no les había resultado ajeno pues los padres de Estrella poseían una propiedad rural a las afueras de un pueblo situado entre valle y montaña, por donde discurría un río de caudal variable que llegaba a secarse en el verano; pero en temporada húmeda, su superficie brillaba con tintes anaranjados al acercarse el crepúsculo vespertino.

–No será tan difícil –puntualizaba ella–. En la finca de mis padres hemos aprendido cosas que seguro nos serán de utilidad –. Su pelo castaño flambeaba bajo el sol de una mañana de sábado, sentados en la terraza de su piso afincado en la zona norte de la urbe.

–Bueno, no sé si ese aprendizaje será suficiente para manejarnos solos en medio de un bosque de hayas. Iremos aprendiendo cada día.

–De eso no te quepa duda. Y los niños nos ayudarán mucho, ya lo verás.

–Qué mayores son ya, Estrella. El tiempo nos ha pasado por encima como un tsunami.

–Sí, pero me preocupa la educación que recibirán a partir de ahora. Ya sé que piensas que los colegios y la universidad en Santander están a la altura más que de sobra. También pienso así. Pero temo que el adoctrinamiento en las aulas haya llegado también hasta allí. Es que no puedo con esa manipulación que hacen los estamentos oficiales impartiendo a los alumnos unas ideas que no debían nunca haber salido de mente alguna.

–Te refieres a leyes sobre cambios de sexo, identidad sexual, igualdad de género…

–Por supuesto. Pero es que la igualdad de género siempre ha estado presente en mi familia, porque hemos sido personas “normales”, al estilo “clásico”, y me refiero simplemente a esa forma de ser que tolera a quien venga del extranjero con intención de formar aquí una nueva vida, a quien resulta diferente por su orientación sexual, a quien tiene diferente tendencia política, a quien defiende a la mujer o al hombre maltratados, a quien se opone al acoso escolar y confía en que los profesores le apoyarán para que el colegio tome medidas…

–Pero quienes manejan los hilos que controlan la sociedad –apunta Santiago– desean a toda costa eliminar esa forma de pensar y cambiarla por algo tan indefinido que al final nadie sabrá qué sexo tiene, ni el que quiere tener, ni nombrará los colores para no ser tachado de racista, ni criticará jamás una decisión del gobierno, sino que apoyará ciegamente al mismo. Como uno que escribía en una red social que “aunque les falte el pan a mis hijos seguiré votando a los de siempre”.

 

 

La tez morena y limpia de barba de Santiago mostraba un tono anaranjado por ese sol de septiembre que anunciaba un día excelente para hacer una buena ruta de senderismo o conocer pueblos de la España mágica.

–Bueno Santiago –intervino Estrella enseñándole su teléfono móvil–. Aquí tenemos escrito todo el plan. Ve pasándolo al ordenador que siempre será más cómodo para…

–¿Ves? –la interrumpió él–. Ya estás con los medios de artificio para todo. Tenemos que ir sustituyéndolos por papel por ejemplo ¿no te parece?

–Bien, pero eso todavía está por suceder, porque aún no vivimos en medio de un bosque de hayas.

–Ah, si. Hay grandes ejemplares de hayas y también de robles. Pisaremos estrechos caminos alfombrados de hojas, sendas que nunca se pierden porque el valle donde estaremos asciende hacia la ruta principal que lleva a Espinama. Qué delicioso pueblo montañés. Alojado en una hondonada rodeada por los Picos de Europa.

–Me encanta la perspectiva, Santiago. No puedo estar más convencida de que hacemos bien en cambiar. Además, no estaremos solos.

–Pues eso creo. Porque hasta ahora se han apuntado ¿Cuántas familias? ¿Quince, dieciséis?

Espera que te los nombro.

Estrella echa mano de su agenda y lee.

–Esther, Lucía, Manolo, Concha, Montse, Josema, Félix, Mario, Lidia… hay un total de dieciséis, eso es. Más… ocho que van sin pareja.

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Un bello rincón en el valle de Liébana

 

Desde la bella localidad montañesa de Espinama situada a seis kilómetros, se llega a los invernales de Igüedri por una senda bajo la esbelta cumbre del monte Valdecoro. Es un camino de hadas que rodea este monte para dirigirse hacia el teleférico de Fuente De.

Pues bien, pasadas las Portillas del Boquerón junto a un corto desfiladero, se entra en la parte baja de los puertos de Áliva. A continuación, y en dirección a Espinama, doblas un recodo del camino y ahí están.

Los invernales de Igüedri impresionan por su encanto antiguo, aunque de aspecto abandonado. La realidad es que la mayoría de la veintena que existen está en desuso. Esto hizo que Santiago y Estrella, conocedores de la zona por una ruta de senderismo que les llevó por esos pagos, tuvieran la idea de afincarse por allí.

Era un momento especial en la vida que compartían pues llevaban tiempo dándole vueltas a la posibilidad de abandonar la ciudad y dirigir el timón hacia un horizonte más sano y motivador que sirviera para enriquecer su espíritu.Planeta-amigo

 

En su casa del norte de la ciudad, Santiago y Estrella convocaban la cuarta reunión que habían bautizado como “Planeta amigo”. Habían conseguido reunir a una treintena de partidarios en la primera convocatoria que tuvo lugar un año antes. Con el tiempo fueron retirándose del proyecto aproximadamente la mitad, eso sin contar los otros cien que habían descartado la propuesta de nueva experiencia vital desde el principio.

La gran cantidad de contactos de Estrella la apreciaban de forma abierta al tratarse de una persona tan accesible y amistosa. Podía haber sido elegida maestra de ceremonias permanente de cualquier organización benéfica.

Santiago contaba con bastantes apoyos, pero no eran tantos. El caso es que la cuarta reunión había congregado a doce parejas y ocho personas que iban por libre.

–Ahora mismo hay disponibles una veintena de invernales en Igüedri –anunciaba Estrella con su voz bien timbrada–. Están libres de cargas fiscales o inmobiliarias y sus dueños dispuestos a vender a bajo precio pues algunas se encuentran mal conservadas. Hay dos propietarios que poseen doce casas y otros cuatro las restantes.

–Será más sencillo llegar a un acuerdo –comentó Santiago. Además, los habitantes de esa zona suelen ser gente amistosa. Al menos es lo que comprobamos Estrella y yo en nuestras excursiones por allí.

Algunos de los presentes expusieron dudas acerca de papeleos como el gasto en la reconstrucción de las cabañas, gestiones de empadronamiento, registro de la propiedad, contratos y demás, pero lo que preocupaba a otros era la cuestión de la adaptación al nuevo medio. Todos estos asuntos habían sido el tema recurrente que había acompañado a todas las reuniones y alguno de ellos había sido motivo de abandono para muchos de los interesados en “Planeta amigo”.

Estrella y Santiago aceptaban con muy buen talante las discrepancias de criterio, pero eran buenos observadores del comportamiento humano y no insistían demasiado en disuadir o intentar provocar cambios de opinión. Su interés no era otro que el de formar una pequeña colonia de nuevos vecinos de la localidad de Espinama, afincados en uno de los hayedos más espectaculares de Europa.

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El bosque de robles y hayas de Igüedri es un tipo de bosque atlántico que se extiende profusamente por la Sierra de Carielda. Se sube a él desde Espinama por la pista forestal que conduce a los puertos de Áliva. Al kilómetro y medio de paseo aproximadamente, tomas un camino que se interna en lo más frondoso del bosque y puedes recorrerlo a pie o en bici. Las dos opciones son lo más aconsejable, pues si quieres usar un vehículo motorizado tendría que valer para salvar irregularidades del terreno más bien difíciles.

El premio lo ofrecen los fabulosos colores de las hojas de haya tornasolando del rojo al amarillo vivo, pasando por una rica variedad de anaranjados. Al caer las hojas en el otoño, tapizan de un bello manto multicolor la superficie del bosque.

Sorprendentemente, había suministro de agua potable canalizada desde el manantial de Igüedri hasta Espinama por un acuerdo de la confederación hidrográfica denominado “Servidumbre de acueducto para captación del manantial de Igüedri con la finalidad de abastecer de agua a Espinama”. El manantial daba un caudal de 1,14 litros por segundo procedente del arroyo Nevandi. Espinama es término municipal de Camaleño (Cantabria) y Camaleño es uno de los siete municipios que forman la comarca de Liébana.

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Los principales rasgos del municipio a nivel general son unos inviernos suaves y veranos frescos, sin cambios bruscos estacionales. El aire es húmedo con abundante nubosidad y las precipitaciones son frecuentes en todas las estaciones del año, más hacia la zona de los puertos de Áliva. Estos son unas inmensas praderías situadas entre el Macizo Central y el Macizo Oriental de los Picos de Europa, entre las que nace el rio Duje, que desciende hacia la zona de Sotres para fundirse con el río Cares en Puente Poncebos.

En esa última reunión en casa de los Almonte Luján, Estrella daba las pinceladas finales sobre su conocimiento de los suministros básicos con los que podían contar los nuevos inquilinos del hayedo de Igüedri.

–Ya sabéis desde hace tiempo que con el agua no va a haber problema gracias a la canalización del manantial del arroyo Nevandi. Aparte, disponemos de arroyos por la abundante agua de lluvia que cae en la zona y podemos utilizar sin problema esas aguas como complemento.

–Eso sí, la calefacción y la corriente eléctrica tendremos que suplirlas con gas, leña o carbón. No creo que eso nos dé problemas ¿Qué pensáis?

Los presentes aportaron una gran diversidad de opiniones, aunque finalmente se aclararon las dudas o al menos parecía que todos estaban de acuerdo en iniciar la aventura.

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Una vez hubieron saludado a todos sus amigos en la despedida de la reunión y solos ante el fuego de la chimenea pues los niños dormían desde hacía un buen rato, Estrella y Santiago intercambiaban las últimas impresiones.

–Han pasado veinticinco meses desde que hicimos nuestra propuesta y mira, al final seremos doce familias y ocho personas más sin parejas –comentaba Santiago mientras sostenía su taza de té casi vacía–. Algunos son padres o madres con algún hijo. Creo que hay dos… digamos, ermitaños –en este punto, Santiago sonríe– que son… Faustino y Olga ¿verdad?

–Sí, eso es. A mí siempre me han parecido los más convencidos desde el principio. Claro, si vas con toda la familia es más probable que haya discrepancias. Eso demuestra el enorme trabajo que llevamos detrás de “Planeta amigo”.

–¿Y qué te parece el balance riesgo/beneficio? No sé a qué nos enfrentamos, te lo juro Estrella. Es emocionante, enervante y a la vez me impone mucho respeto.

–Es todo un reto, lo reconozco, pero el riesgo creo que bien merece la pena –apuntó ella.

Santiago expresa sus últimos pensamientos antes de irse a dormir.

–¿Y cuánto durará la gente llevando ese tipo de vida? ¿Realmente están convencidos de hacer el cambio? ¿Están preparados?


 

Bueno pues, aquí termina esta nueva historia que he escrito para ver si os parece interesante darle continuidad o no. Vuestra opinión es siempre bien recibida pues me ayuda a mejorar. Dejad un comentario si tenéis un minuto.

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PLANETA AMIGO. Segunda parte. Subamos al tren

 

 

 

16 Comentarios
  • Cerca o Lejos
    Posted at 16:44h, 25 marzo Responder

    Muy bien explicado lo de los invernales.

  • Arenas
    Posted at 14:19h, 07 diciembre Responder

    Uno de mis sueños de siempre es el de irnos a vivir a un pueblo abandonado de la España del norte, dejando atrás el ruido y la mala vida civilizada. Pero jamás he tenido el valor de cumplirlo.
    Espinama y el Valle de Liébana son para mí, en ese sentido, el lugar ideal. En un viaje iniciático que hice en 1986 conocí aquellos parajes, y vuelvo allí siempre que puedo en busca de la paz perdida. Como turista, claro. La última vez este pasado verano. Así que ya podrás imaginar que has dado con este relato tuyo en un punto muy sensible de mi alma. Y que, por tanto, deseo fervientemente que continúes esta saga para disfrutar con Santiago y Estrella de todo aquello que yo no he podido vivir. De momento….

  • Ardilla Roja
    Posted at 13:37h, 23 noviembre Responder

    Hola Marcos.
    Aprovechando un momento de calma en mi trabajo, he leído este relato enmarcado en el precioso valle de Liébana.

    Me crie en zona rural y siempre he vivido a pocos kilómetros de ciudades, pero lejos del ruido. Me encanta el campo, sus gentes y su manera de pensar y ver la vida Porque tal como describes en tu relato, la gente que se aleja de la Laguna Estigia, al respirar mejor, oxigena bien la sangre y por lo tanto piensa mejor; o cuando menos piensa; algo que brilla mucho por su ausencia en una sociedad aborregada.
    Ojalá cada vez más gente elija para vivir lugares como el que describes. Que esa España vaciada se recupere y se puedan reabrir colegios rurales de nuevo, Que los niños caminen a diario sobre tierra y hierba, no sobre asfalto, que vean in situ el crecimiento de plantas, la vida de insectos y animales.

    Interesante relato, muy interesante.
    Un abrazo fuerte, Marcos.

    • marcosplanet
      Posted at 14:57h, 23 noviembre Responder

      Me gusta mucho tu aportación, y lo tendré en cuenta para dar continuidad a esta nueva serie.
      Un fuerte abrazo.

  • Federico
    Posted at 16:37h, 22 noviembre Responder

    Hay que buscar la forma de volver a ocupar la España despoblada. Saludos

    • marcosplanet
      Posted at 20:48h, 22 noviembre Responder

      Desde luego que sí, Federico.
      Saludos cordiales.

    • marcosplanet
      Posted at 10:03h, 25 noviembre Responder

      Por supuesto, Federico, no hay duda de que es una necesidad.
      Gracias por tu aportación.
      saludos!

  • Rosa Boschetti
    Posted at 11:13h, 22 noviembre Responder

    Hola Marcos, que interesante relato. Me encantó cómo describiste la administración del «medicamento» a través de distintos medios informativos y redes sociales virtuales. Un abrazo (sin «paticas»)

    • marcosplanet
      Posted at 13:52h, 22 noviembre Responder

      Muchísimas gracias, Rosa, por tu tiempo y tu opinión.
      Otro abrazo para ti.

  • María Pilar
    Posted at 15:55h, 21 noviembre Responder

    Preciosa localización, un paraíso natural para emprender una nueva vida junto con tu familia. Santiago y Estrella lo lograrán, han estudiado los pros y los contras y se les ve muy decididos, encantados. Podrán disfrutar de la vida elegida aunque tengan que volver a la estufa de carbón. Es posible, ya lo creo. Ya hay experiencia similares. En mi ciudad, una comunidad que lleva diez años y los que forman la comunidad no viven en una paraje tan paradisiaco. Empezaron como okupas en una barriada abandonada y ahí siguen, de manera silenciosa, evolucionando, mejorando la habitabilidad del lugar.
    Un abrazo, Marcos.
    https://www.gasteizhoy.com/errekaleor-10-anos-okupacion/

  • eliom
    Posted at 13:51h, 21 noviembre Responder

    Pura realidad, yo me apunto a un proyecto de estas características sin duda alguna.

    • marcosplanet
      Posted at 16:09h, 21 noviembre Responder

      Muchas gracias Eliom. Pues veremos si prosperaría una idea como la que planteo…
      Saludos!

  • Ric
    Posted at 12:14h, 21 noviembre Responder

    Felicidades Marcos, ¡me encanta!

    La tendencia actual de muchas personas es trasladarse a pueblos de la España profunda, hacia la naturaleza, lástima no haberse dado cuenta antes.
    La búsqueda de ser auto suficiente es importante, no solamente por cuidar el planeta, sino para no depender de otras cosas, me parece una opción maravillosa, lástima no ser más «manitas», en este tipo de vida se requiere serlo.

    ¡Saludos!

  • Nuria de Espinosa
    Posted at 02:10h, 21 noviembre Responder

    Que buen recorrido hicisteis. Sin duda merece la pena. Las imágenes son atractivas. Y te invitan a viajar por esos Valles.
    Excelentes consejos y recomendaciones. Un abrazo

  • Froi
    Posted at 20:30h, 20 noviembre Responder

    Nací pocos pasos de ese universo que nencionas. Y alli quiero volver en un breve plazo, para quedarme. Gracias, Marcos. Un abrazo.

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