Sangre azulada. La mirada del abismo

Sangre azulada. La mirada del abismo

 

Marisa Cano había sido asesinada con saña, pero quienquiera que hubiera sido el agresor, puso buen cuidado en evitar la presencia de pruebas. Excepto que el arma del crimen fuera encontrada por la policía junto a al cadáver. Ver capítulo anterior

–Se trata de un ablandador de carne, metálico, con mango de madera –describía el subinspector Lázaro, ayudante de Draco Sotres, inspector jefe –. La superficie del impacto está perfectamente limpia. Ni una brizna de tejido, al igual que el mango.

Se encontraban en el camarote de la víctima junto a varios agentes de la Policía Nacional. El cuerpo inerte de Marisa yacía desmadejado sobre un sillón giratorio.

–Parece que el criminal ha querido que conociéramos el arma de su elección para recalcar su odio por la víctima. Golpear así a alguien es como compararle con un animal ¡Malditos tarados! –apostilló el inspector Draco.

–¿Tiempo transcurrido desde la defunción? –continuó mientras mascaba desesperadamente una bola de chicle.

–Algo menos de tres horas, según la lividez y rigidez de los miembros –apuntó Lázaro mientras consultaba sus notas en una libreta de papel.

–¿Cuándo descubrirás las tablets, amigo mío? –susurró el inspector como pensando en voz alta–. Por cierto ¿dónde está el forense?

–Su mujer está de parto. Tuvo que salir pitando para la clínica.

–Vaya, un tío listo que no utiliza la sanidad pública –se limitó a comentar Draco Sotres mientras observaba el cadáver de la directora de seguridad del magnate Julián Botero.

–El forense ha dicho que nos enviará el informe completo esta noche tras la autopsia –indicó el subinspector Lázaro–. Lo cierto es que le han dejado la cabeza destrozada. Menudo salvaje…

–El agresor o agresora la conocía muy bien. La violencia de los golpes indica algún tipo de pasión desatada. Lo típico de las almas no recompensadas –apuntó Draco mientras sujetaba en su mano enguantada la maza del criminal.

Sangre azulada. La mirada del abismo

 

Doménico Escalante llevaba cinco años trabajando como administrador financiero de los negocios de Julián Botero. Conocido como Dom para los amigos, su labor consistía en mantener a flote los dieciséis hoteles y una cadena de restaurantes, aparte de maquillar el origen de algunas fuentes de financiación para aclararles el color.

Dom amaba la buena vida y la abundancia de bienes, como todo hijo de vecino y por eso se mantenía en las filas de asalariados de Julián. Sin embargo, había presionado a este más de la cuenta en las últimas reuniones del consejo de administración, lo que disgustaba a Julián y también a la difunta directora de seguridad Marisa Cano.

Días antes de su muerte, ella, Dom y Julián hablaban en el despacho de este, un escaparate al mar mediterráneo por los cuatro costados.

–A ver Doménico ¿de verdad te preocupa el millón de euros gastados en recomponer la seguridad de Costa Blanca 1? –preguntaba Julián mientras se servía un antiácido efervescente.

–Por supuesto que sí. No podemos aguantar esa carga de gastos en un momento en que Costa Blanca 2 deja de ser un proyecto para empezar a construirse el mes que viene.

–¿Y no puedes contabilizarlo como inversión en activos? No sé, activo inmobiliario, bienes de equipo… Conozco a un par de empresarios que podrían preparar las facturas necesarias como proveedores.

–Eso no es tan fácil y siempre deja rastro fiscal, Julen. Cada vez pone más celo el gobierno en detectar estas cosas. –Dom se levantó del cómodo sillón de piel y señaló con un dedo hacia el amplio mar abierto–. Tenemos cinco hoteles mirando a ese mar en esta franja costera. Costa Blanca 1 se ha sostenido gracias a un ajuste contable sin precedentes. Costa Blanca 2 está lastrado antes de haber nacido.

–¿Y yo soy culpable de haberme dado cuenta de los fallos en la seguridad que arrastraba el proyecto? –intervino Marisa indignada. Su largo y sedoso pelo negro azabache brillaba como nunca tras el amplio ventanal.

–No me puedo creer que no supieras eso al estudiar los planos –apuntó Doménico con forzado escepticismo.

–No lo entiendes porque ignoras que hay que hacer un estudio de campo antes de ponerlo en un plano con cuatro rayas. Yo te lo sugerí y lo discutimos, pero, como siempre, te saliste con la tuya.

–Nadie te obligó a firmar.

–Sabes de sobra que hacer un estudio in situ de puntos débiles habría supuesto aplazar más unas obras que ya acumulaban retrasos ¡No seas cínico!

–Pero firmaste –insistió Doménico con sonrisa burlona.

–¡Ya está bien! –sentenció Julián dejando bruscamente el vaso del antiácido sobre la mesa.

–No sirve de nada que volváis a enredaros con ese asunto –continuó–. Dom, encárgate de pasar el millón de euros como inversión en bienes de equipo. Hablaré con mis contactos y te harán llegar las facturas necesarias. Cierra la puerta al salir.

Dom ardía por dentro. Le faltaba muy poco para empezar a bufar, de modo que optó por dar media vuelta y obedecer. En su interior llevaba tiempo tomando forma una pequeña venganza que pondría en marcha antes de que esos dos lo sospecharan siquiera.

Julián esperó la salida de Dom para dirigirse a Marisa en tono conciliador.

–Discúlpale. Lleva los números en la cabeza. Es un sesudo contable con una mente brillante pero demasiado fiel a las matemáticas.

–No lo soporto. Es… ¡es un soberbio inaguantable!

–¿Una copita de Verdejo? –inquirió él sonriendo? –es la hora del aperitivo. Pensaba tomarlo en el Danaikos. Anímate y me haces compañía. Quería hacer unas llamadas y salir por la costa un par de horas ¿Qué te parece?

Ella lo pensó unos segundos antes de contestar.

–Sí, me vendrá bien.

Marisa siempre encontraba en él unas palabras de aliento. Le reconfortaba su presencia. Había sido así desde sus tiempos de escolares en La Salle, donde formaban un trío indestructible junto a su amigo Joseph. Sí, el mismo Joseph que la ayudaba ahora a localizar a gente mala que pudiera dañar a Julián. Un amigo de la infancia que Julián había reclutado al mismo tiempo que a ella para encargarse de la ciberseguridad.

Sangre azulada. La mirada del abismo

 

Marisa había renunciado a compartir su día a día con una pareja estable. Sin limitaciones en lo personal, pudo desenvolverse como pez en el agua en sus cinco años como directora de seguridad. Sin frontera económica, podía disfrutar de un estatus social envidiable para la mayoría. Aunque ella no le daba importancia. Sin embargo, una persona que arrastraba un pasado poblado de rencores no lo veía así. Y ese ser inhumano fue quien acabó con su vida.

 

Anika redactó el comunicado de prensa para transmitirlo en los noticiarios de televisión y publicaciones digitales.

–Nada de fotógrafos y preguntas insidiosas en esta rueda de prensa –ordenó Julián–. Si no podemos evitarlas con el paso del tiempo, ya convocaremos otra rueda cuando proceda ¿Cómo crees que afectará esto a la corporación? ¿Qué dicen los nuestros?

–Pues dicen que de momento no hay cancelaciones de reservas fuera de lo normal. Los restaurantes tampoco acusan nada. Veremos dentro de unos días.

–Todo depende de lo pesados que se pongan los medios y de cuánto canalla ande suelto en sus nóminas. Ten controlado todo eso por favor.

Anika asintió pensando en su querido Yan Sotomonte, un entusiasta de la vida y la personalidad de Julián Botero, Julen para los amigos. Yan no era periodista, pero había desarrollado un olfato especial para detectar sombras en casos como este, donde el barco de un magnate hotelero había sido escenario de un asesinato. Carnaza fácil.

En su apartamento recién reformado del centro de la ciudad, Anika hablaba por teléfono con Yan, tres días después del asesinato.

–Acabo de terminar el artículo de fondo sobre el crimen –decía Yan por teléfono, muy optimista–. Escuché tu escueto comunicado de prensa por cierto. Muy correcto.

Anika se tomó unos segundos antes de responder.

–¿Correcto? Desde luego, incorrecto no vale como alternativa –replicó ella indignándose–. Vaya forma de calificar mi trabajo.

–No te equivoques, me refiero a que se nota la influencia de Julián por el contenido tan frío y conciso del comunicado.

–¡Pues claro! Sigo instrucciones de mi jefe ¿Qué pasa? ¿Tú no tienes jefes? Ah, claro, eres el freelance más solicitado del país…

Esta vez fue él quien guardó silencio. Esperaba que ella se calmara un poco.

–Sé lo mucho que apreciabas a Marisa, tu buena amiga. Disculpa si te he hecho enfadar. Es que no estoy acostumbrado a tragedias que me tocan tan de cerca.

–¿Cómo? ¿No estás acostumbrado? –inquirió Anika con la voz quebrada–. ¡Pues mírate un tutorial en Youtube a ver si aprendes! –exclamó mientras dirigía su ira hacia la pantalla del móvil.

–Pero, no te comprendo –balbuceó Yan sinceramente desconcertado–. No eres tú, Anika ¿por qué te afecta tanto?

–Sabes que estuvimos juntas hace tiempo ¿verdad? Y que nos vimos forzadas a cortar la relación por culpa de nuestros trabajos. Luego apareciste tú y eso contribuyó a sobrellevarlo.

–Pero llevabais tiempo volviéndolo a intentar ¿no es cierto?

Ella enmudeció unos instantes, lo suficiente para recuperar algo de entereza.

–Así que tú lo sabías.

–Claro, soy un tío perspicaz, ante todo. Un freelance muy solicitado –argumentó él en un tono gélido que sorprendió a Anika.

Y sin más, Yan Sotomonte cortó la llamada.

 

El inspector Draco y el subinspector Lázaro interrogaban a Julián Botero, Julen para los amigos, en el ático de uno de sus hoteles junto a la playa. Costa Blanca refulgía de vida, con un turismo al alza que generaba muchos ingresos a la corporación dirigida por Julián. Ingresos que sin embargo no serían suficientes para costear el proyecto Costa Blanca 2.

–Está usted instalado en lo más alto del mundo empresarial, señor Botero. Es envidiable comprobar dónde ha llegado.

Julen miró a su interlocutor y después al tal Lázaro. Para él significaban solo un trámite a resolver con la mayor urgencia. Debía tapar cuanto antes las bocas de los mandamases de algunos medios de comunicación que insistían demasiado en dar detalles sobre su vida y negocios.

–Me gusta vivir bien, señor… Draco. Bueno, ¿por dónde quiere empezar?

–Ah, le gusta ir al meollo de la cuestión. Sí, eso es bueno. A nosotros también ¿verdad Lázaro?

El interpelado asintió mientras abría su libreta de papel con tapas negras deslustradas.

–¿Sabe que transcurrieron tres horas desde la muerte de la víctima? –inquirió Draco Sotres. Su nariz afilada añadía un aire inquisitorial a su rostro de ave rapaz.

–¿Qué quiere decir?

Sangre azulada. La mirada del abismo

 

–Pues que es extraño que nadie echara de menos a Marisa Cano ¿no le parece?

–Mire, inspector Draco, éramos unas cien personas a bordo y yo ejercía de relaciones públicas, de modo que no pude estar al tanto de los movimientos de ella.

–Ni usted ni nadie, por lo que he comprobado. Hemos interrogado a todos los presentes sin excepción.

–Y ninguno supo dar cuenta de a dónde podría haberse dirigido la víctima –apuntó el subinspector Lázaro con sorpresa para todos.

–Está claro que se hallaba en su camarote –comentó Julián.

–Y algo la llevó a dirigirse allí –apuntó Draco–. Un dolor de cabeza, un poco de cansancio, acidez de estómago… Claro, es difícil deducir nada si había pasado desapercibida.

–¿Y no han mirado ustedes en su ordenador de trabajo? –preguntó el magnate–. Marisa siempre lo lleva…, lo llevaba consigo, aunque estuviera en plena fiesta. Era su herramienta imprescindible.

–Lo cierto es que hay un cable de ordenador conectado a la red. Debía estar cargando el portátil. Pero lamentablemente no hay rastro de este.

–Pues tendrán que investigar su teléfono móvil ¿O también ha desaparecido?

–No nos hace falta para rastrear llamadas –aclaró el inspector Draco mientras se levantaba de un confortable sillón italiano–. Con el duplicado de la tarjeta SIM que nos ha proporcionado la operadora de telefonía estamos investigando sus últimos contactos.

–¿Y qué han averiguado? –inquirió Julián con sumo interés.

–Eso no lo podemos revelar –explicó el subinspector Lázaro en su segunda y última intervención. Su pelo rizado y su rostro rubicundo lo hacían parecer un angelote entrado en años.

–Bueno, ¿necesitan algo más de mí? –preguntó Julián derrochando cordialidad.

–Nada más por el momento– dijo Draco Sotres al tiempo que señalaba las impresionantes vistas del Cabo San Antonio–. Esto no lo veo yo todos los días. Y mire que llevo viviendo aquí más de veinte años.

–Si le interesa puede consultar las ofertas de apartamentos en la zona. MI inmobiliaria puede ofrecerle opciones interesantes.

–Eh, quizá en otro momento y otras circunstancias –indicó Draco dirigiéndose hacia la puerta del despacho–. Ruego que permanezca localizable y no salga de esta localidad hasta que hayamos finalizado la investigación ¿de acuerdo?

Julián Botero asintió y les despidió con un cortés gesto de una mano.

 

La glorieta de acceso a la entrada principal del Gran Hotel Botero del que salían los dos policías, mostraba un movimiento constante de coches de gama alta y alguna limousine, como le gustaba decir al subinspector Lázaro.

–Mire esa limousine, jefe. Menudo nivel hay por aquí. Los clientes del señor Botero parecen muy distinguidos.

–Tú y tus palabras españolizadas. Aquí decimos limusina y no palabros italianos.

–No es italiano señor. Es un término francés que viene de una prenda de vestir en forma de capucha que utilizan los pastores para protegerse de la lluvia y el frío.

–¿Y eso qué tiene que ver con…? –Bueno, no quiero saberlo. Vamos al grano, Lázaro. Persigue a los analistas de telefonía para ver si han dado con la lista de llamadas y me la envías al móvil. Estoy seguro de que entre esos usuarios hay al menos uno que nos puede dar una clave para avanzar en este caso. Yo miraré el dossier de los interrogatorios a los asistentes a la fiesta de Botero, a ver si saco algo en claro.

–Quisiera comentarle una… observación que he hecho cuando estábamos arriba con el señor Botero –expuso Lázaro frunciendo el ceño.

–Soy todo oídos –dijo su jefe mientras exhalaba una profunda calada de su vapeador.

En ese instante, la conductora de un deportivo color azul eléctrico salía a toda velocidad de la glorieta del hotel. Tuvo que frenar estrepitosamente para no toparse con los dos policías que conversaban en medio de la calzada.

–¡Oigan! Ahí no pueden estar. Es zona de tráfico ¿no lo ven? –La mujer morena que conducía aquel Bentley tan azul como el cielo que cubría el mediterráneo se quitó sus gafas de Dolce&Gabbana y los miró desde un bello rostro caribeño que reflejaba sorpresa–. Apártense ya, venga –. Les invitó a hacerlo con un gesto presuroso de sus brazos y a continuación dio un acelerón al vehículo que dejó marcados sobre el asfalto los neumáticos de 5000 dólares la unidad.

–Esta gente no sabe que hay un mundo real debajo de su satélite de fantasía o lo que sea –masculló el inspector Draco–.

–Bien, he observado sin embargo que no le quitaba usted los ojos de encima, jefe– afirmó Lázaro desde su cara de ángel madurito.

–Ibas a observarme otra cuestión ¿no? Antes de que nos interrumpiera la dama esbelta y ricachona.

–Sí, jefe. Mientras hablaba usted con Julián Botero en el ático, cloné su teléfono móvil y obtuve toda su agenda de contactos, incluyendo los confidenciales archivados en carpeta protegida.

–¿En serio? –dijo su jefe en tono burlón– ¿Te has atrevido a recabar información de forma ilegal? No tenemos ninguna orden.

-Jefe, esta lista es un tesoro que debemos abrir cuanto antes ¿cómo quiere llegar si no hasta el final de este caso? Necesitamos fijar objetivos de personas concretas y los interrogatorios ayudan poco. Seguro que hay referencias valiosas en la agenda de Julián que nos conducen a algo bueno.

El inspector Draco Sotres no pudo ocultar que estaba de acuerdo con su subordinado. Este le proporcionaba a veces fuentes de luz muy útiles, algo que le costaba reconocer.

–Bien, a ver qué sale de todo eso. No lo consultes con nadie más. Extrae los contactos que te suenen por estar fichados o que hayan salido en medios de comunicación por lo que sea. Habrá muchos.

–Y haremos un interrogatorio más selectivo. Gracias jefe.

El inspector se sentía obligado a reconocer que Lázaro era un valor en alza, a pesar de que nadie diera nunca un duro por él; un hombre discreto bañado de humildad casi angelical.

Draco se dirigió a su coche utilitario Marca Dacia de 90 caballos de potencia y 25 años de antigüedad.

–Qué cosas –pensaba mientras abría la oxidada puerta del Dacia–. Circulamos por el mismo asfalto, pero ese cochazo azul cuesta más que dos casas como la mía, y esa mujer… el prototipo de modo de vida en las costas del lujo. Me pregunto a qué se dedicará.

 

Claudia, la conductora del deportivo color azul eléctrico, se dirigía a toda velocidad por la autopista del mediterráneo, apremiada por la reunión que le esperaba en la cercana ciudad costera de Calpe. Como hija del alto cargo de la República Dominicana estaba al tanto de muchos tejemanejes de su padre en el ámbito internacional que la convertían en una eficaz intermediaria en esas operaciones en las que el turco andaba siempre liado y que podían financiar abiertamente el proyecto de Julián que habían dado en llamar “Costa Blanca 2”.

En un momento dado, Claudia disminuyó considerablemente la velocidad y accionó un sensor para bajar el techo y transformar el vehículo en un descapotable con mucho encanto. Tenía conectado el manos libres de su móvil y llamaba a alguien que le saludó con acento procedente del Oriente Próximo.

–¿Cómo está mi chica Bond favorita? ¿Te ha dado mucho la lata la policía? Los españoles son extremadamente eficientes en sacar el jugo a un ladrillo.

–Ahmet, sabes que para mí sortear a la poli es pan comido. Mi papá me enseñó mucho acerca de eso allá en Santo Domingo.

–Bien, bien, sé que sabes defenderte Sevgi ––afirmó Ahmet con una sonrisa que cruzaba su orondo rostro. El Turco llevaba un par de años gobernando sus asuntos desde la costa española, donde había encontrado el lugar ideal para disfrutar de la vida: Calpe.

–Nos vemos en media hora, amigo mío –Claudia terminó la llamada y pisó fuerte el acelerador de su bólido azul eléctrico. El sol destellaba sobre la carrocería al tiempo que producía sequedad y malestar en la boca y los ojos de un escalador que, provisto de muchos metros de cuerda, mosquetones, pies de gato, arnés, casco y cabo de anclaje, deseaba a toda costa superar su prueba de ese día. Consistía en escalar el Monumental Peñón de Ifach por la ruta Syldavia.

No es una vía fácil de las muchas que suben al Peñón, por eso mismo Heidrun Mäkinen, intermediaria de comercio en las operaciones de El Turco, había tomado esa opción.

–Enfrentar lo complejo nos acerca al éxito –era su máxima. Llevaba cinco años organizando para Ahmet partidas de tierras raras como el Lantano y el Neodimio para pantallas LED y cables de fibra óptica. Ella clasificaba la carga en puertos de mar turcos con permisos pagados en sobreprecio y descargaba a lo largo de la costa mediterránea desde donde se distribuían a los fabricantes del producto final. Con los pagos extra de El Turco, todos los intermediarios ahorraban tiempo y formalismos burocráticos que disminuirían su margen comercial.

–Heidrun alcanzó su objetivo de tocar cima en el Peñón a las 12:40 del mediodía. Su rostro perlado de sudor reflejaba esfuerzo y satisfacción.

–Ahora vamos a hablar de algo importante, amiga Claudia –dijo para sí misma, y al cabo de una ducha y de ajustarse un vestido de lino color turquesa, cogió su monovolumen eléctrico y puso rumbo al lugar donde Claudia y Ahmet tomaban un té helado.

Era una estancia tapizada casi por entero con alfombras y killims en tonos anaranjados y rojizos. El colorido daba la sensación de estar en medio de un sol. Ahmet hacía los honores de servir el té con una finura adquirida por los años.

–Es té negro en polvo y debe ser servido en vaso “de cintura delgada” como lo llamamos nosotros –explicaba El Turco a Claudia mientras le servía un vasito.

–Tomarlo helado no cumple con el canon turco ¿verdad? –comentó la hija del alto cargo dominicano.

–Así es; se trata de una pequeña concesión que hacemos a los amigos españoles, Arkadasim

Una voz algo grave para provenir de una garganta femenina se hizo presente en la sala.

Arkadasim significa “amiga mia” en turco. Ahmet es muy cortés, como sabes.

–Querida Heidrun –dijo Ahmet el turco con efusividad algo forzada–, estamos encantados de recibirte. Siéntate a mi lado y participa de la ceremonia del té.

La finlandesa observaba a Claudia mientras tomaba asiento. Siempre le había fascinado el rostro y la figura de aquella mujer dominicana que en un par de ocasiones la había sacado del atolladero. En las américas hay asuntos que sólo resuelven los muy arraigados a esas tierras. Y si eres hija de un alto diplomático… terreno abonado.

–La carga de Neodimio está lista para el desembarque en Valencia –afirmó Heidrun–, pero igual te interesaba hacerlo en Castellón, más cerca de su destino. Nos ahorraríamos mucho transporte por carretera.

Hayatim, querida, amo tu dedicación, siempre mirando por el negocio. Pero en Valencia estará bien. El pagador nos esperaba allí, en el paseo ecológico Príncipe de Asturias, tras la roca de los escaladores.

–¿Esperaba? ¿Qué ha pasado? ¿Habéis podido cobrar? –inquirió la nórdica llena de dudas.

–Nuestra belle femme Claudia ha recogido el pago sin incidencias, no te preocupes.

Un gesto de sorpresa cruzó el rostro de Heidrun.

–Bien, no sabía que lo haríais así –replicó sin alterarse. Yo me habría podido encargar de lo mismo. Acababa de bajar de una escalada justo al lado.

–Me gusta tener un refuerzo fantasma de última hora. En caso de que uno no pueda, el otro lo hará –el rostro de El Turco cambió del semblante de póker al de una amplia sonrisa que agrandaba sus rasgos carnosos. Puso música en un reproductor sonoro con aspecto de megáfono y se lanzó a danzar en medio de la sala. El aire que desplazaba su túnica alrededor levantó varios papeles de la mesa central y cayeron al suelo. En uno de ellos había un informe con la imagen de Doménico Escalante, el financiero del empresario hostelero Julián Botero.

Heidrun recogió el documento y simuló devolverlo a la mesa, pero se lo guardó en un pliegue del vestido.

El bailoteo se prolongó durante varias copas de Raki, el destilado de uva y anís tan apreciado por los turcos. A ritmo de Mai, la música que les gusta, transcurrieron danzas y gestos sensuales. De pronto entró en escena un reducido grupo de bailarines.

Heidrun gozaba de la mini bacanal mientras pensaba en el beneficio que podría sacar del informe sobre Doménico.

 

Doménico Escalante hablaba con su hijo mientras practicaban squash en el espacio deportivo del Gran Hotel Botero. El hijo dominaba el encuentro con facilidad.

–Vamos, padre, que no se diga que me sacas treinta años. No lo aparentas.

–Te vas a enterar, pavito real –. En un último esfuerzo, el padre perdió el punto.

–Vaya, me has distraído con la charla y claro, pasa lo que pasa –bromeaba Doménico.

Mientras recuperaban fuerzas con una bebida isotónica, el padre tomó la palabra.

–Sabes que ese impresentable de Botero te arrebató el puesto de Director de seguridad del complejo hotelero a nivel internacional; además de los nuevos hoteles de Renania y Colonia. Y todo por dárselo a su queridísima Marisa Cano, ¡maldita sea! –el final iracundo de la frase no gustó nada al joven.

–Ella no tuvo culpa alguna y lo que es más triste, ya no puede defenderse. Por cierto, papá ¿sabes cómo van las investigaciones? ¿Cogerán a ese malnacido?

–Malnacido o no, ha dejado un hueco libre para que seas tú el nuevo director de seguridad. Sólo tengo que jugar una baza que guardo para usarla contra él. Ese magnate de vida fácil no se merece otra cosa –. Súbitamente, agarró la raqueta y soltó un golpe tan potente a la bola que esta rebotó en las tres paredes y el techo.

–Papá, eres su director financiero ¿no te basta eso? ¿Tan importante es que yo llegue a sentarme en la mesa del Consejo?

–Es que conozco un agujero negro en los negocios de Julián Botero que es de película de gánsteres. Tan turbio que no tendrá más remedio que concederme lo que le pida. Lo tengo a mi merced.

–Me tienes preocupado. Que lo sepas –dijo el joven Escalante por toda respuesta.

 

Las oficinas de la comisaría provincial eran un hervidero de agentes, uniformados o de paisano. Esa mañana estaba resultando muy movida y los funcionarios policiales atendían más incidencias de lo habitual. Con varios vasos de café sobre la mesa dificultando el uso de los ordenadores, dos investigadores de la unidad central de criminalística intentaban hacerse oír el uno al otro.

–Bueno ¿y qué revelan las listas de llamadas telefónicas del teléfono que clonaste a Julián Botero? –preguntó el inspector Draco a su subordinado Lázaro mientras atendía una llamada a su móvil. El aparato no paraba de zumbar.

–Me fijé primero en los de la carpeta de contactos protegidos con clave de acceso. Los de telemática me ayudaron. Hay más de 20 llamadas a un número local que destacan entre las demás. Aparte de aquellas hay tres grupos; he asignado un grupo a cada número. El 1 pertenece a una tal Claudia Gonsalves, hija de un alto cargo de la República dominicana; el dos corresponde a una tal Heidrun Mäkinen, relacionada con el comercio internacional y el grupo 3 lo he asignado a Doménico Escalante, director financiero del imperio Botero.

Su interlocutor acababa de colgar la llamada telefónica visiblemente molesto.

–¡Esta oficina es una jaula de locos! –protestó– muy airado– ¿No podéis bajar el tono, por favor? –preguntó a los cuatro vientos gritando. Cuando se atenuó el ruido de fondo, intervino el subinspector Lázaro.

–Siguiendo el hilo de las 20 llamadas del número que analicé aparte, sale una localización en el pueblo de Jávea, a pocos kilómetros de aquí.

–Mandaré una patrulla a inspeccionar esa dirección –apuntó el inspector Draco.

–Mejor mandar a una brigada de paisano, señor. De los de la unidad de élite. No podemos arriesgarnos… –el discurso de Lázaro se vio interrumpido por un irritado Draco a quien poco faltaba por estallarle una vena en la sien.

–Pues claro, hombre listo, no iba a mandar una patrulla con las bombillitas de feria encendidas y la sirenita zumbona –. A continuación, puso la cara entre sus manos y dio un profundo suspiro.

–Venga, hay mucho que hacer. Esta tela de araña tiene que quebrarse por algún lado.

 

Julián Botero apreciaba más que nadie el imperio que había levantado. Sus hoteles gozaban de prestigio en todo el Viejo Continente y preparaba su salto a las américas con la ilusión de un adolescente. Hablaba de necesidades financieras con Doménico Escalante, un economista que le había sido fiel desde el principio hasta que… una extraña forma de conducirse le había mostrado ante el magnate más como un pendenciero lleno de celos que como un asesor.

Ambos navegaban en el Danaikos recorriendo la costa alicantina sin prisa, tan solo para centrarse en los pasos a seguir para enderezar las cuentas del proyecto Costa Blanca 2. Doménico Escalante y Julen compartían una mesa cerca de popa en medio de un mar calmado de fragancia salada, con efluvios de pino y jazmín.

–Esperaba más de tu ingeniería financiera, Dom –le hablaba Julián acercándole una copa de whisky Lagavulin Special Release de 26 años.

–¿Mi ingeniería financiera? A ver, Julen, ¿cuánto crees que cuesta esta botella de whisky?

–Si me importara una cosa así no podría estar dirigiendo el imperio que dirijo, Dom ¿A qué viene eso? –inquirió Julen dando un largo sorbo a aquel néctar de más de 2000 € la botella.

–El precio es de 2.467,18 € impuestos Incluidos –aclaró el contable–. Lo que pasa es que a ti te cuesta la mitad porque cada mes encargamos unas 70 cajas de 12 botellas, solo para los cinco hoteles de Costa Blanca 1.

–Tu mente es una calculadora y eso lo respeto como bien sabes, Dom. Por eso te contraté hace años. Pero debes abandonar esa actitud de niño celoso. Tu comportamiento con la pobre Marisa no tiene disculpa, sobre todo ahora que ella ya no está en este mundo.

Navegaban a unas 5 millas náuticas de la costa, surcando un mediterráneo de un azul que destellaba en la superficie. Sobre ella, varios peces voladores ejecutaban sus saltos a decenas de metros. Julen se puso rápidamente en pie junto a la mesa para fotografiar la escena.

Acto seguido, Doménico se irguió permaneciendo muy tieso ante Julen a dos palmos de la cara del magnate. Dom era un palmo más alto que el ya de por sí espigado empresario.

–Tengo algo que te compromete, Julen, algo que deberías haber controlado hace tiempo, pero que, como todo lo que se aleja de tus amadísimas relaciones sociales y fiestas, no te importa nada –. Doménico sacó su teléfono móvil del bolsillo dispuesto a enseñarle algo.

–¿Qué tal si damos un paseo por cubierta? –preguntó Julián sin más. Debo dar credenciales al puerto deportivo desde la cabina del capitán.

Mientras caminaban, Julen frunció el ceño al observar la grabación que le mostraba su interlocutor, donde se veía perfectamente al empresario hablando con un hombre orondo y de baja estatura con marcado acento arábigo.

Los siguientes seis minutos de audio revelaron a Julen que una de sus operaciones de mayor calado con El Turco había sido espiada y registrada en todos sus pasos, también con cámaras de video.

–Los audios e imágenes fueron grabados en el interior de un barco carguero que transportaba Coltan desde el puerto turco de Izmir hasta Córcega ¿te resulta familiar? –inquirió con sorna Doménico.

Julen lo miró desconcertado, con los ojos desorbitados –. Pero ¿qué te da derecho a chantajearme de esta manera? Estás jugando en un terreno que no conoces en absoluto, Dom. Te lo digo por tu bien.

Ambos acababan de llegar a la cabina del capitán. Este les saludó asintiendo con un gesto de cabeza. Julián aprovechaba a veces sus conocimientos como patrón de yate para comunicarse en persona con la estación costera en transmisiones de rutina. Eso le relajaba.

–Aquí EA3554 –dijo Julen un instante antes de dar la posición de su embarcación a la estación costera –. Le recibo por el Canal 9 –contestó la estación.

–EA3554, manténgase a la escucha en el Canal 16.

–Cambio al canal 16. Mi velocidad actual es de 14 nudos. Cielo despejado.

–¿Alguna observación desde su posición?

–SIERRA MIKE. Estoy efectuando pruebas de velocidad. Nada a destacar. Cambio y corto.

Salieron de la cabina despidiéndose del capitán. Julen se acodó sobre la borda del barco dispuesto a zanjar la conversación con el contable.

–Bueno Dom ¿Qué piensas hacer con esa información? ¿Traicionarme con algo perverso? ¿Entregarme a las autoridades? Tengo una legión de abogados expertos en deshacerse de sabandijas como tú. Ahí tienes poco recorrido.

–Ya, pero cuento con contactos en los medios de comunicación que no te imaginas. Aunque no me interesa destruirte. Me gusta mi trabajo en tu corporación. Tan solo tengo una exigencia y has de cumplirla a rajatabla.

Julen apuró su copa y la tiró por la borda con un gesto de hastío.

–Suéltalo ya, ¡vamos!

–Mi hijo ha de sentarse a la mesa del Consejo en calidad de nuevo Director General de Seguridad ¿Estamos?

 

La discreta villa que vigilaban los dos agentes de la unidad de élite de la Policía Nacional, estaba iluminada en todo su perímetro. El chalet disponía de tres plantas y un enorme garaje cubierto que hacía las veces de taller mecánico. El calor de la noche agobiaba a los dos policías que, con las ventanillas del Nissan Patrol bajadas, atisbaban con prismáticos el interior del edificio.

–No soporto estos mosquitos tigre o lo que sean. Estas villas de montaña serán muy caras pero las picaduras de esos bichos descartan que me venga a vivir aquí –decía uno de ellos. El otro lo miró con sonrisa burlona.

–Claro –exclamó–, el millón que cuesta una de estas no importa. Son los bichos.

En un momento dado, una esbelta silueta femenina quedó recortada tras un ventanal del piso superior. Era el primer ser humano que detectaban en casi tres horas de vigilancia.

–¿Qué te parece si entramos ya, sargento?

Ambos se personaban en la entrada a la villa cuando la puerta principal se abrió. Tras esta, una mujer de indiscutible aspecto nórdico les dio las buenas noches.

–¿Qué deseaban, agentes? –continuó con una sonrisa.

Las caras de los policías abandonaron su sorpresa inicial. Le mostraron sus credenciales.

–Sí, señora, somos agentes de policía y realizamos una investigación en la que esta casa aparece como destinataria de un número de teléfono. Más de 20 llamadas en menos de un mes.

–¿No será un número de esos de Call Center que te llaman para vender cualquier cosa? Me tienen frita, la verdad.

–¿Podemos pasar?

–Sí, adelante, ahí fuera te comen los mosquitos.

El vestíbulo de la casa mostraba elementos de alpinismo decorando las paredes, cuadros multicolor que enmarcaban fotos de gente escalando y en general una decoración muy sobria.

–Bueno ¿soy sospechosa de algo en particular? ¿Quién está detrás de esas llamadas?

–Un tal Doménico Escalante –dijo el sargento mientras enseñaba una foto del personaje– –¿Le conoce?

–Ella no se inmutó y negó con la cabeza –. Ni idea de quién es. Pero díganme ¿estoy metida en algún lío?

–No lo sé –¿Vive alguien con usted?

–Estoy sola aquí, ya sé que parece una casa muy grande pero una amiga me la cede en el verano. Como habrán visto, me gusta la escalada y paso aquí mis vacaciones.

–¿Vive en el extranjero?

–En Helsinki, pero viajo bastante.

–¿A qué se dedica? –inquirió el sargento pausadamente. No saldría de allí sin gastar todas las preguntas.

–Gracias a mi familia, la verdad es que no lo necesito. Tengo un buen dinero para no tener que pensar en ello.

–Y recibirá aquí a los amigos, con alguna fiesta de vez en cuándo ¿no?

–Muy de vez en cuando.

–Permítame su identificación por favor.

Heidrun Mäkinen obedeció y al cabo de un minuto los agentes habían desaparecido. Dio un resoplido y tomó del botellero un Oporto categoría Tawny servido en copa de balón que degustó de un solo trago.

Acto seguido, sacó de un cajón un móvil de prepago y llamó al Turco.

–Ahmet, han estado aquí dos agentes preguntando por ese Doménico… Escalante. Identificaron sus llamadas cuando te alojaste en esta villa

–Localizaron la torre repetidora de señal, claro –dijo el Turco pensativo–. Bien, debo evitar que esos videos lleguen a los medios.

–Pero él tiene copias que saldrán a la luz si le pasa algo. No puedes liquidarlo así sin más.

–¿Quién te ha dicho que vaya a librarme de él? Puedo llegar a ser mucho más imaginativo.

Después finalizó la llamada.

 

Yan Sotomonte conducía felizmente su Volvo descapotable de los años noventa. Esa reliquia motorizada llenaba sus horas de ocio cuando en el garaje de su chalet en Calpe ponía a punto cualquier detalle que necesitara revisar del vehículo. A su lado, Anika protagonizaba una escena de película de Grace Kelly, con un pañuelo en la cabeza ondeando al viento.

–Eres su vivo retrato –dijo él muy sonriente.

–¿De Grace Kelly? –gracias querido, pero me temo que la antigua princesa de Mónaco tenía más estilo –. Ella forzaba la voz para hacerse oír entre las ráfagas de aire.

Yan estaba contento. Había conseguido que le publicaran el artículo de investigación de su vida sobre «El crimen del Danaikos”, como era conocido en todas partes. Sin embargo, Yan no quería sacar el tema pues ella detestaba que la muerte de su amiga Marisa Cano hubiera servido para su éxito personal.

Sorprendentemente, fue Anika quien mencionó el caso tras unos minutos de disfrute circulando en el descapotable.

–Por cierto, enhorabuena por el artículo. Hiciste lo que debías y ya está. No quiero hacerte sentir mal por tratarse de Marisa.

Él espero unos segundos antes de intervenir. El viento sobre su cara y el rugido del motor no invitaban a continuar la conversación.

–Bueno, Anika, lo que debe preocuparnos es que la policía resuelva el caso y encuentren al canalla que lo hizo.

 

Los investigadores Draco y Lázaro se encontraban en el despacho del jefe de la unidad central de criminalística. Estaban en plena videoconferencia con Jules Mertens, de la oficina de la Interpol en Bruselas. Los cuatro conferenciantes hablaban en español, por méritos del interlocutor belga.

–Es sorprendente la influencia de El Turco en todo el mediterráneo. No hay manera de cogerle a pesar del seguimiento que hacemos de sus barcos. Pero les he llamado porque ahora disponemos de una información insólita, un auténtico golpe de suerte –indicaba Jules Mertens con no mucho acento.

–Se trata –continuó– de unas imágenes registradas por cámaras fijas del carguero “Lusitania”, que llevaba un cargamento de Coltan y otras cosas organizado por ese turco escurridizo. Hay dos grabaciones que muestran a una mujer morena instalando dispositivos en el camarote de nuestro amigo. Se ve que alguien quería espiarle. Ella se llama Claudia Gonsalves y se trata de la hija de un diplomático dominicano. Aquí hay varios cabos sueltos que debemos atar –Jules dio un par de caladas a su vapeador mientras mostraba a la videocámara unas fotos de la mujer.

El subinspector Lázaro se quedó pensativo unos segundos y a continuación interrumpió a Jules.

–Yo he visto a esa mujer. Y usted también, Draco –comentó sobresaltado.

–Sí, eso es –confirmó Draco–. La vimos cuando salíamos del hotel tras hablar con Julián Botero. Esa tal Claudia casi nos arrolla con su deportivo azul.

–Estaba invitada a la fiesta del Danaikos y fue interrogada por un agente en dependencias policiales –añadió Lázaro–. El trabajo fue algo tremendo. Esa noche y el día posterior hubo más de cien personas interrogadas incluida la tripulación.

–En su declaración, Claudia reveló que tenía trato con Julián Botero para establecer hoteles en República Dominicana. Es hija de un diplomático dominicano. De ahí que…

El jefe de ambos policías intervino entonces.

–Veamos, es muy importante poner orden en todo esto ¿Es solo casualidad que esa mujer se topara con vosotros después de entrevistaros con el magnate en cuyo yate asesinaron a su directora de seguridad?

–Casualidad o no, me temo que hay una relación entre El Turco y todo lo demás –intervino el subinspector Lázaro–. Tengo preparado un resumen con el perfil de las personas del entorno de la víctima. Lo llevo en un pendrive para proyectarlo si me lo permiten.

Todos aceptaron la propuesta muy complacidos. El inspector Draco no daba crédito al buen hacer de su subordinado. Aunque con cierto recelo.

Lázaro mostró una lista con varios nombres y unas líneas junto a cada uno. Empezó a leerlas en voz alta.

*Marisa Cano-. Directora de seguridad de las empresas de Julián Botero. Asesinada con objeto contundente en un camarote del Danaikos. Compañera de estudios de Botero desde la infancia hasta que empezó la universidad.

*Joseph Kovalski-. Emigrante polaco residente en Madrid desde los cuatro años. Antiguo funcionario del estado español en instituciones penitenciarias. Actual asesor de Botero en ciberseguridad. Compañero de este y de Marisa Cano desde la infancia. Los tres estudiaron en el Colegio La Salle de Madrid.

*Anika Torres-. Jefa de prensa de Botero. En el interrogatorio rompió a llorar varias veces. Parecía muy unida a Marisa Cano. No llegó a comentarlo, pero es probable que haya mantenido una relación sentimental con la víctima.

*Yan Sotomonte-. Colaborador freelance de varias revistas digitales. De origen chino, vive en España desde muy temprana edad. Ha publicado un extenso artículo sobre la vida de lujo que lleva Botero con mucho detalle.

–Esto me hizo pensar –añadió Lázaro–, que tomar declaración a Yan podría arrojar algo de luz a la investigación. Cuando terminó de declarar, abandonó las dependencias policiales en compañía de Anika Torres –. Lázaro dijo esto señalando con el puntero el resumen sobre Anika escrito en la pantalla. Se le notaba seguro y parecía encontrarse en su elemento, sabiendo que de su intervención podría surgir una buena evaluación de sus superiores.

–¿Y ha servido de algo interrogar al señor Sotomonte? –inquirió el jefe de criminalística.

–Yan reveló que hubo problemas de seguridad en las instalaciones del primer proyecto “Costa Blanca 1”. Marisa, víctima y directora de seguridad, lo había supervisado. Al parecer, esta confesó ese fallo a Anika, la gran amiga de ambos, quien parece no tener secretos para Yan el reportero.

Draco suspiró profundamente ante el enredo que rodeaba la vida de Julián Botero.

–Madre mía, Lázaro, esto hay que digerirlo despacio –comentó mientras se servía una taza de café sin azúcar–. Entonces, ¿qué sacamos en claro del problema de seguridad?

–No he terminado, jefe. La víctima comentó a Anika que estaba harta del director financiero de Julián Botero. Un tal Doménico. Este culpaba a la víctima de las pérdidas de un millón de euros por renovar el fallido sistema de seguridad.

–Y Anika se lo contó a Yan –remató Draco.

El jefe de la unidad de criminalística intervino para confirmar que el de la Interpol en Bruselas no había perdido el hilo.

–¿Alguna duda sobre toda esta trama, señor Mertens?

–¿Qué supone un millón de pérdidas para el imperio de Julián Botero? –preguntó el agente de la Interpol ¿Acaso arrastraba otros problemas financieros?

–Exactamente –indicó Lázaro. Y eso nos lleva a hablar de dos personajes más en esta historia. El financiero Doménico y nuestro amigo El Turco.

El policía regresó a su exposición sobre la pantalla.

*Doménico Escalante-. Cinco años trabajando para Botero. Hombre de confianza. Tiene un hijo trabajando en el departamento de ciberseguridad. Conflicto de intereses.

*Ahmet Yilmaz, conocido como El Turco-. Opera por todo el mediterráneo con sus cargueros transportando minerales esenciales para componentes electrónicos, piedras semipreciosas y Coltan, entre otras mercancías. Muchos contactos en los controles aduaneros. Nunca ha sido acusado en un juicio. Siempre ha evitado su implicación en transacciones turbias pero su ficha revela su nombre en más de media docena de casos investigados por la Interpol.

–Sí, aquí es bien conocido. Bueno, ¿Qué tal si rematamos la lista? –convino el belga.

–Acabo de añadir a la mujer que instaló cámaras en el camarote de El Turco –apuntó Lázaro.

*Claudia Gonsalves-. Invitada a la fiesta del yate Danaikos donde ocurrió el crimen. En su declaración reveló que tenía trato con Julián Botero para establecer hoteles en República Dominicana. Es hija de un diplomático de dicho país.

–Y no hace falta decir mucho más sobre Julián Botero –apuntó Draco–. Dueño de una cadena de 16 hoteles y varios restaurantes. Conoce al Turco desde hace tiempo. Lo invita a fiestas en el yate Danaikos. Toda la investigación que hay en marcha gira en torno a él.

El jefe de la unidad de criminalística de la policía nacional intervino para dar por zanjada la reunión.

–Bien, señores, estudiaremos a fondo toda esta información y volveremos a vernos en dos semanas ¿Les parece bien?

 

La costa mediterránea rebosa belleza, un colorido y una vitalidad que la convierten en un entorno idílico. Navegar por sus aguas, practicar deportes acuáticos, bucear entre peces de mil especies, pasear por las maravillosas playas o por las calas de la Marina Alta en concreto, convierten este vergel en un trozo de paraíso.

Sobre un acantilado bien conocido en la zona, la figura de un hombre corriente, de mediana estatura, ataviado con ropa deportiva, se inclinaba peligrosamente al borde del abismo. Llevaba largo tiempo mirando por encima de la línea del horizonte, con los hombros caídos y una expresión bovina en su rostro. Parecía buscar con la mirada un punto indeterminado entre el mar y el cielo. Las rocas sobre las que aún se erguía desprendían fragmentos debido al peso de su cuerpo.

Dos segundos más tarde, el hombre corriente saltó hacia adelante como un Ícaro sin alas, estampándose con un ruido sordo sobre las rocas del fondo. Su figura quedó reducida a un sanguinolento muñeco de trapo atrapado en una postura incompatible con la anatomía humana.

A la mañana siguiente, un buceador descubrió el cadáver desfigurado de Joseph Kovalski. Había quedado enganchado entre las algas de Posidonia, como si estas quisieran retenerlo para que su sacrificio no permaneciera en el olvido.


 

Bien, amigos, este no es el final, por lo que os invito a leer el próximo capítulo de Sangre Azulada, que verá la luz en breve.

¡Os espero!

Dadle un like al corazón de más abajo si os ha gustado esta historia.

Salud y suerte.

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15 Comentarios
  • Arenas
    Posted at 15:55h, 23 septiembre Responder

    «Su figura quedó reducida a un sanguinolento muñeco de trapo atrapado en una postura incompatible con la anatomía humana.»
    Me encanta cómo escribes, chaval.
    Este relato está lleno de matices, rendijas, recovecos…
    De una manera enormemente fluida has desarrollado la intrigante trama.
    Has construido unos personajes de carne y hueso, que respiran y de los que deseamos conocer más.
    Me encanta la forma en que los vas describiendo, poco a poco, aprovechando las apostillas a los diálogos para introducir un detalle aquí, una perla allá.
    Supongo que la cantidad de trabajos en los que te has ido enzarzando te impidieron en su momento continuar esta historia.
    Nunca es tarde para retomarla. Esta, y el resto, porque con tu buen hacer conviertes en especial y distinto cualquiera de tus interesantes e imaginativas aventuras.

    • marcosplanet
      Posted at 18:09h, 23 septiembre Responder

      Cómo agradezco la forma en que comentas mis relatos, Antonio. es un placer leerte y deseo poder seguir haciéndolo durante mucho mucho tiempo.
      Un abrazo, amigo mío.

  • Miguelángel Díaz
    Posted at 22:08h, 01 noviembre Responder

    Enhorabuena, Marcos.
    Esta continuación no pierde la fuerza, tensión e interés que la primera parte. Estoy deseando seguir leyendo.
    Un fuerte abrazo 🙂

    • marcosplanet
      Posted at 23:03h, 01 noviembre Responder

      Muchas gracias por darme ánimos para continuar con la historia.
      Tengo muy en cuenta tu opinión.
      Un abrazo.

  • eliom
    Posted at 13:26h, 01 octubre Responder

    Entiendo tu enfoque y aprecio tu explicación. Es genial que estés planeando una continuación semanal para desarrollar la trama gradualmente. Mantener la complejidad emocional bajo control al principio puede ser efectivo para la trama. Un saludo.

  • Rosa Fernanda Sánchez Sanchez
    Posted at 09:56h, 29 septiembre Responder

    Bravo Marcos!. Buen relato, al más puro estilo policíaco…. Me encanta sobretodo la exposición de los hechos y la descripción de los personajes, y como siempre un lenguaje impecable

    • marcosplanet
      Posted at 11:03h, 29 septiembre Responder

      Muchas gracias Rosa por tus palabras. Me animan a continuar «fabricando» intrigas.
      Saludos!

  • María Pilar
    Posted at 21:58h, 28 septiembre Responder

    El relato muestra todas las características de una novela policiaca: la trama se basa en el crimen de Marisa Cano que es el hecho en torno al que gira toda la historia. Por los agentes de la Policía Nacional: Lázaro y Draco Sotres conocemos el escenario del crimen y todo el entramado de personajes que pueden estar relacionados con él. Entre ellos nadie se fía de nadie y todos están dispuestos a lo que sea para sacar beneficio particular. Está la trama turca, la de Santo Domingo, la intermediaria finlandesa, y todas unidas a la del financiero Julián Botero, dueño de hoteles de lujo en la Costa Blanca a base de negocios turbios.
    El exceso de personajes dispersa mucho la acción en un relato de este tipo, más parece tratarse de el guión de una novela. Le falta narrativa emocional que es lo que siempre atrapa a un lector. Lo mejor de todo, lo bien perfilados que están los personajes, sus características físicas y psicológicas, indumentaria, el papel que tienen destinado en la trama…
    Me ha decepcionado el final. Sorprendente sí es, pero he pensado ese refrán que dice: «Para este viaje no se necesitaban alforjas”.
    Sabemos quién era el del pasado poblado de rencores, pero hemos conocido en el camino a tanto villano que no parece justo que se vayan de rositas.
    Si me he pasado en mi análisis, perdona mi atrevimiento y no lo tengas en cuenta, Marcos.
    Saludos.

    • marcosplanet
      Posted at 11:09h, 29 septiembre Responder

      Agradezco mucho el análisis y tomo nota. Lo que pasa con el final es que no es el final. Hay una continuación de la historia que, en efecto, bien podría tratarse de una novela. Decidí publicar un nuevo episodio (digámoslo así) cada semana. Prefiero escribir contenidos de largo recorrido porque es mi manera de entender las historias que invento. La parte emocional la reservo precisamente para evitar introducir demasiada complejidad al texto. Iré introduciendo elementos emocionales a medida que avance en esta intriga. El número de personajes tiene sentido porque se trata de una historia que no acaba aquí.
      Un abrazo.

      Marcos

  • Federico
    Posted at 19:19h, 28 septiembre Responder

    Me ha gustado mucho. De joven me leía las novelas policíacas que pillaba. Saludos

  • Nuria de Espinosa
    Posted at 13:36h, 28 septiembre Responder

    Ya he aprendido a compartir la entrada desde aquí a Twitter, queda mucho mejor. Saludos

  • Nuria de Espinosa
    Posted at 13:30h, 28 septiembre Responder

    Al más puro estilo policíaco. Buen relato. Un poco largo, pero me gustó.. Saludos

    • marcosplanet
      Posted at 11:11h, 29 septiembre Responder

      Gracias por tu aportación, Nuria.
      Saludos cordiales.

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