Trasgoazul y la batalla del desfiladero

EPISODIO 3. Trasgoazul y la batalla del desfiladero. Ver Episodio 2. Piedras Doradas

 

Resumen

 

El río Espuma transporta en su caudal pepitas de oro que quedan depositadas en su lecho y que las Mouras recolectan sabiamente como habían aprendido a hacer cientos de años atrás, en tiempos de la Primera Maestra.

El rey elfo exige que las Mouras le den una parte de ese tesoro porque las pepitas proceden de su Montaña Dorada.

La batalla entre los elfos del rey Ronnio y Las Mouras está a punto de comenzar al pie del desfiladero.

La Maestra moura reúne al Consejo para organizar un plan de defensa cuando les sorprende una incursión de elfos desde el desfiladero.

 


 

–Mi rey, el destacamento que enviamos al desfiladero está ya en el lecho del río –anunció el capitán de los elfos–. La entrada a los bancales estará muy vigilada, así que hemos dispuesto oteadores a ambos lados que harán de avanzadilla.

–¿Cuántos elfos forman el destacamento?

–Son unos doscientos Vániros armados hasta los dientes. Los mejor preparados para el asalto.

–Los Vániros, la única formación élfica que entrena todo el año para el combate ¿no es así? Los más hábiles y osados…

–Eh, sí, mi rey, por supuesto –contesta el capitán cada vez más apurado.

–¿Has pensado en las consecuencias si sufren una emboscada nada más entrar en las galerías? Acabarían con todos ellos en media hora.

–Eso no sucederá, mi rey. Precisamente los Hobgoblins llegarán de un momento a otro para reforzar esa entrada y buscarán las cuevas secretas que permiten el acceso a Nim por los laterales. Lo hemos previsto todo.

Ronnio dirigió una mirada sarcástica al capitán que llenó de inquietud el corazón del soldado.

 

Trasgoazul hizo acto de presencia en las dependencias de Katia ubicadas en una de las torres del castillo de Nim. Le había llevado casi cuatro horas desplazarse cambiando de lobo como montura en dos ocasiones.

–Querida Katia, he procurado estar aquí lo antes posible, sobre todo porque la Ondina del estanque me anunció que tropas élficas descendían por el desfiladero en dirección a Nim.

–Me ha pillado por sorpresa –añadió–. Todo se ha precipitado en cuestión de horas.

–Lo hemos precipitado Las Mouras –aseguró Katia señalando por la ventana de su torre al montón de cadáveres que yacían en una pira veinte metros más abajo.

–Son los emisarios que el rey elfo ha enviado a Nim esta mañana. Nos amenazaba con atacar sin más en caso de no haber llegado al acuerdo de regalarle tres cuartas partes del oro de nuestros bancales.

–Y decidiste ser drástica con eso –apuntó Trasgoazul–. Intuyo que el rey Ronnio había previsto que no aceptaríais el trato y estará buscando la entrada por la garganta rocosa. Debe haber elegido a los Vániros, sus soldados de vanguardia más entrenados.

–Nosotros tenemos ventaja en el interior de las galerías. Las conocemos como la palma de la mano –aclara Katia–. Esos elfos no podrán avanzar mucho por los túneles pues estos solo dejan espacio para que se crucen tres personas cargadas con sacos o para que pase un devorador kroto.

 

Trasgoazul se estremeció al oír el nombre de las bestias de carga carnívoras que usaban Los Mauros en sus tareas.

–Me inquieta que los elfos encuentren las entradas laterales –indicó el goblin–. Están muy bien ocultas, pero en cuanto infiltren una columna de arqueros pueden hacer estragos. Para evitar males mayores es por lo que he conseguido la colaboración de los gnomos, Katia. Os ayudaron en la última confrontación de hace cuatro décadas, cuando mi bisabuelo Trasgorojo reunió a tribus de varias razas para vencer al rey elfo de entonces.

–¿Y se ofrecerán sin recibir nada a cambio? Ya nos cobran lo suyo por hacer de vigilantes de los bancales –concluyó Katia mientras observaba cómo incineraban la pila de cadáveres élficos sobre el patio del castillo.

–Como embajador de Los Mouros que soy, me permití la licencia de aceptar aumentarles la cuota de venta de las elaboraciones de orfebrería que salgan de las fronteras de Aquirón.

Katia esbozó una sonrisa y puso una mano en el hombro de Trasgoazul.

–Amigo mío, siempre he confiado en ti y seguiré haciéndolo. Pero tenemos que estar muy alerta para que no nos traicionen, ni los gnomos ni ninguna otra raza.

–He de añadir que un gnomo de la tribu que habita al pie de las Tierras Altas con el que me he cruzado viniendo hacia aquí, es mi amigo desde la infancia. Me ha dicho que los elfos han cerrado un acuerdo con los hobgoblins para que estos les ayuden a entrar en vuestra ciudad. Podemos intentar comprar su lealtad y animarles a largarse de aquí por el mismo sitio que han venido.

–Pero los elfos son también muy ricos y es seguro que han saciado ya la avaricia de esos hobgoblins –apuntó Katia con inquietud.

–De momento contamos con el apoyo de todos los gnomos de Aguas Albas, Katia. Están avisados para prevenir los saqueos de vuestros tesoros y os defenderán.

–Eso siempre será mejor que lo que ellos se llevan de nuestras arcas por su propia mano.

En ese instante, una silueta queda recortada bajo el umbral de la puerta. El Decano de los Mouros se anuncia antes de acceder a la habitación.

–Mi señora Katia, me hiciste llamar ¿En qué puedo serte útil?

El Decano es una figura ilustre entre Los Mouros, pero de menor rango que la Maestra. Está ahí para crear consenso en las situaciones de conflicto y calmar las aguas aportando racionalidad y buen juicio, al menos en teoría.

–Decano, tu y yo hablábamos a primera hora de hoy sobre esta visita –dijo ella apuntando hacia Trasgoazul con un dedo–. Este amigo de Las Mouras fue decisivo en tiempos pasados… –su discurso quedó interrumpido por la voz serena del Decano.

–Le conozco, es el goblin Trasgoazul, uno de nuestros embajadores –añadió con un cortés gesto de cabeza–. No sé qué hubiéramos hecho sin su intervención antes de la batalla del río Espuma hace ¿cuántos? ¿cuarenta años?

–Así es, Decano. –convino Trasgoazul con recelo–. No acababa de encajar con aquel tipo que vestía una capa con una capucha sobredimensionada, como si el hecho de ir embozado añadiera un misterio necesario que debía acompañar a su persona.

–La verdad es que de los pieles verdes nunca se han oído cosas del todo buenas, excepto de este trasgo, amigo incondicional.

 

–¿Y qué cosas malas has oído de los pieles verdes, Decano? –quiso indagar el goblin–.

–Pues que suelen asediar a sus contrarios en gran número, pero cuando están en minoría son cobardes y huyen; prefieren atacar al enemigo por la espalda, cuando está ya herido o dormido y entre ellos mismos hay continuas disputas.

–Vaya carta de presentación–ironizó Trasgoazul–. Te equivocas. Estás describiendo a los hobgoblins. Conseguirás que Katia desconfíe de mi… ¿No será ese tu objetivo?

Antes de que Katia interviniera para calmar las aguas, un movimiento de soldados Mouros cubrió todo el patio de armas de la fortaleza. Se desplazaban hacia las entradas laterales de Nim, por donde los oficiales Mouros suponían que iban a intentar acceder elfos y hobgoblins.

–Bien, antes de ponerme en marcha, necesito noticias de la garganta rocosa ¡Tolko, Tolko!

El convocado, uno de los miembros de la guardia personal de Katia, acudió casi de inmediato.

–Sí, ama Katia ¿Qué necesitáis?

–¿Cómo va en el desfiladero?

–Hay un centenar de elfos que quieren entrar por ahí y algunos hobgoblins empiezan a sumarse. Son pocos de momento y nuestros vigías del bosque no han detectado aún movimientos invasores desde ningún otro punto.

–Dile al general Lomba que refuerce la vigilancia del bosque con doscientos Mouros más ¿Nuestros soldados han tomado posiciones en las galerías?

–Así es, señora –contestó Tolko–. Avisaré al general.

 

La Ondina del estanque guardaba las aguas del río Espuma desde innumerables generaciones. Los habitantes del río le trasladaban noticias procedentes de los lugares más alejados, allende las Montañas Doradas, por lo que ella era capaz de conocer cualquier rumor o hecho que se produjera dentro y fuera del bosque.

En ese momento preciso, la bella ninfa acuática escuchaba los comentarios de los salmones que remontaban el río contracorriente.

–Una amenaza se ha desatado en Aguas Albas y puede extenderse por todo Aquirón, mi dama.

–Sí, lo sé. Los elfos del perverso Ronnio no dan tregua.

–Pero la alianza con el hobgoblin Cazador no es lo peor. Hay evidencia de que Ronnio ha conseguido el apoyo de los elfos del Este y sus bestias reptantes.

 


 

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Salud y mucha suerte en la vida.

 

 

4 Comentarios
  • Federico
    Posted at 14:16h, 04 marzo Responder

    Es muy inteligente haber mezclado el mito de las Mouras con las de los Elfos. En general, los elfos no son hostiles, pero al creerse superiores tiene lógica que reclamen su parte del oro. Muy buen relato. Lo dicho conoces bien lo relacionado con este tema. Saludos

    • marcosplanet
      Posted at 10:05h, 05 marzo Responder

      Muchas gracias por tus comentarios, que aprecio mucho. Pues si, decidí envolver la historia con los personajes élficos y mouros para ver si combinando la idiosincrasia de cada grupo podía extraer una historia coherente.
      Un abrazo.

  • Nuria de Espinosa
    Posted at 02:37h, 01 marzo Responder

    A ver cómo surge la alianza y si no es un problema la gestión de Ronnio al conseguir el apoyo de los elfos del Este y sus bestias reptantes. Esperemos como fluye. Un abrazo

    • marcosplanet
      Posted at 06:52h, 01 marzo Responder

      Muchas gracias Nuria. Espero que esté publicada la continuación durante el día de hoy…
      Un abrazo.

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