La habitación iluminada con luz cálida de bajo consumo ofrece un sinnúmero de objetos de diverso origen.
Algunos están dispuestos en estanterías, otros colgados de las paredes. Me gusta la diversidad de estilos. Una imagen de la Virgen María besando al Niño Jesús cuelga junto a un cuadro de la gran artista Rosa Fernanda, que muestra un bosque en la noche. Dentro de la imagen que representa parece haber otra realidad bajo una luna llena plateada. Su luz ilumina los troncos de un conjunto de árboles robustos, cuyas ramas yermas son como los dedos huesudos de un esqueleto.
Colgada del techo junto a una de las esquinas hay una nave espacial caza estelar Ala-X, típica de las tropas de la “Alianza Rebelde” en Star Wars. El artefacto incluye escudos deflectores, un hipermotor, un robot astromecánico R2 y un complemento de torpedos de protones. Sobre las estanterías contiguas encontramos una colección de jarras de cerveza de no menos de un litro de capacidad procedentes de varios países del mundo.
A unos palmos de esas estanterías hay dos grabados sobre los trabajos de Hércules: “Hércules vence y se lleva muertos a Bergión y Albión” y “Hércules alcanza al ciervo de los pies de bronce y astas de oro”, dibujados por José del Castillo y grabados por Nicolás Barsanti.
Más de 1000 libros llenan las estanterías de la pared de enfrente. No sé si por una excesiva sesión de lectura o qué, pero esa noche me acuesto pensando en el cuadro del bosque. La oscuridad azulada que reina en la habitación se debe al piloto indicador de que la impresora está conectada, la mínima expresión de una luz.
Me revuelvo en la cama sin encontrar la postura que me permita conciliar el sueño. Me inquieta mucho pensar justo ahora en presencias de otro mundo que puedan visitarme, quizá influenciado por ese libro de H.P. Lovecraft recién leído.
Hay un momento en que decido abrir los ojos, sin más. No me preocupa ningún ser, ente o lo que sea… pero ¿Qué veo? Una forma borrosa parece definirse en la oscuridad. Me froto los ojos y sigo contemplándola. Un espantajo de sombra que insinúa una silueta humanoide se perfila en un color negro intenso, que en principio permanece inmóvil.
Me recuesto sobre el colchón apoyándome en la cadera y compruebo con pasmo que aquello se mueve, flota sutilmente en el éter y se aproxima a mí. Pensé en los grabados de Hércules y si sería posible que el héroe de la antigüedad me ayudara a eliminar aquella quimera de mi campo visual.
Tras unos segundos más de inmovilización forzada por el horror que me observaba impasible, vi que se desplazaba lentamente hacia atrás, alejándose de mi. En un instante, la figura informe es succionada por el cuadro del bosque nocturno.
No quiero creerme lo que he visto. Es probable que mis lecturas de historias de terror me estén afectando más allá de lo razonable. Abandonaré por un tiempo las lecturas tenebrosas.
Espero tu comentario, para mi es muy valioso.
Esta es mi aportación al reto literario de los jueves, «Cada jueves un relato», que en esta ocasión organiza Nuria de Espinosa.
Resumiendo, la propuesta de Nuria es la siguiente:
«Deja que el terror forme parte de esta bonita noche»
Nuria nos invita a crear un relato que no supere las 350 palabras, inspirado en una situación de miedo, pánico, o terror. Ese miedo ante la oscuridad que nos envuelve, o acecha, o en algunas ocasiones nuestra propia imaginación cree ver.
Las condiciones del reto están aquí.