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El final de una Era

 

El final de una Era

 

El momento había llegado, el instante preciso para dar el gran paso.

Hasta ahora, mis experimentos me habían arrastrado hacia un deseo loco de amasar una fortuna. Once años trabajando en la farmacéutica me habían vaciado el alma, pero al fin había conseguido la fórmula. Deseaba tenerla entre mis manos con vehemencia desatada. Sin embargo, el ansia de poseerla y utilizarla en mi programa de justicia social era insuperable por ninguna otra pasión.

Me hallaba en la cocina de mi cómoda casa, semiescondida en una zona residencial al norte de la capital. No estaba mal mi nivel de vida. Me iba de maravilla, sin compromiso matrimonial ni complejos de pareja inestable. La vida sonríe a los que perseveran y se dejan de chorradas. Al grano y a disfrutar. Tanto trabajo merecía el reconocimiento que me habían concedido. Iba disparado hacia la cúpula de la corporación.

Eso pensaba hasta que mi mente recibió un fogonazo de clarividencia.

La tele desgranaba una vez más su inmisericorde dictado diario de noticias prefabricadas, cocinadas después en las redacciones de los programas. Todos los canales decían lo mismo.

Cada día se producían más incendios por causas no naturales en cualquier punto del planeta, aumento de la criminalidad, guerras cruentas que multiplicaban los beneficios de los poderosos y el número de muertes en todo el planeta; los precios de alimentos básicos inflados por la especulación oportunista, dificultad extrema en el acceso a la vivienda, carencia de futuro en las nuevas generaciones; en suma, precariedad en el modo de vida de muchas familias allá donde antes imperaba la prosperidad y la esperanza.

Demasiados factores negativos, demasiada agresividad y decisiones incontroladas debido a la avaricia, la megalomanía, la ira y la revancha.

Pero he encontrado la sustancia clave que regula el control de estas conductas. Actúa sobre la zona del cerebro principalmente asociada con la gestión de la agresividad que es la amígdala, que junto con el hipotálamo y la corteza prefrontal regulan la ira y los impulsos incontrolados.

Mañana será noticia que una nueva vacuna está siendo inoculada a los ciudadanos de determinadas ciudades por brotes de una variedad letal de la fiebre del heno. Esas ciudades coincidirán, casualmente, con los núcleos clave de cada país donde se ubican los centros de poder de todo el mundo.

Llegarán acuerdos, cesarán conflictos mortales, acabarán las hambrunas…

La sustancia será anunciada como vacuna contra el nuevo mal del heno, pero hará el efecto deseado sobre las personas indicadas. Si todo va bien, daremos gracias a una fórmula muy particular y, por mi parte especialmente, a mi amigo del alma, director de la Confederación Mundial de la Salud.

 

©Marcos Manuel Sánchez Sánchez


 

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Esta es mi aportación al reto literario de los jueves, que en esta ocasión organizan Rosana y Patricia en el magnífico blog Somosartesanosdelapalabra.

Se trata de relatar:

«Una experiencia que toca vivir, puede ser positiva o negativa, pero que impacta de tal manera que produce un estallido interior, modificando ideas y preconceptos, que modifica todos los cánones con los cuales se ha vivido hasta ese momento. Algo ocurre en la mente, en ese espacio surrealista.

Ya no se es la misma persona.

La historia puede ser real o inventada, que no supere las 350 palabras, que pueda ser leída por todos, incluyendo menores.

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