Esta es mi aportación al concurso del Tintero de Oro, 46ª EDICIÓN (Abril 2025): MOMO de Michael Ende. Se trata de escribir una historia en no más de 900 palabras donde se prodigue la imaginación y que contenga un acertijo.
Allá va.
Los engranajes del tiempo
Era el momento que Reinaldo había elegido para tomar sus vacaciones de Semana Santa. Lo había dispuesto todo para establecerse en la casa de su pueblo, allá por la tercera provincia más extensa de España.
En la ciudad, el día había amanecido más cálido que de costumbre en aquellos primeros días de julio, pero una vez hubo desembarcado en el pueblo, Reinaldo pudo comprobar el efecto de los montes de Toledo que guardaban un microclima más fresco y húmedo entre fértiles laderas, bosques profundos y vegetación de ribera. El río fluía lleno, impetuoso, imparable en su raudo discurrir desde el pantano.
Estaba atardeciendo cuando el recién llegado a ese valle repleto de vida decidió sentarse en un banco de la cocina rústica donde cientos de veces su madre había preparado los guisos y platos más deliciosos.
Acababa de terminar su cena a base de huevos fritos con sobrasada y miel cuando sonó su teléfono móvil.
—¡Hola Bertino! ¿Cómo te va, hermano? Mira, estoy en la casita. Acabo de llegar de la ciudad. He pensado pasar aquí unos días vacaciones.
—Bueno, conociéndote, seguro que has preparado un programa completo de ejercicios, bicicrós, subidas a las cimas de todos los montes posibles…
—Si, no te quepa duda. Debo cuidarme, ya lo sabes.
—A ver cuándo decides echarte pareja, Roni. ¡Mira que irte sin más a la casita como un lobo solitario!
—Sabes que soy muy celoso de mi espacio, Bertino. Necesito detener el tiempo.
Tras unas palabras más, las últimas que esperaba intercambiar Reinaldo con el mundo, recogió como pudo y se fue a dormir. El cansancio del día había ocupado hasta el último rincón de su cuerpo y pronto entró en un profundo sueño. En él, se vio a sí mismo flotando entre las arboledas circundantes, pero ahora formaba parte de un inmenso engranaje que también flotaba con él.
De forma inusitada, una voz que parecía proceder de todas partes inundó sus oídos. Su percepción del entorno cambió. Ya no le rodeaban el valle y el río que atravesaba el bosque. Se hallaba subido a una de las ruedas que engranaban entre sí como el mecanismo de un reloj gigantesco.
La voz le habló en un tono entre sarcástico y preocupado.
—Muy bien, Reinaldo, ya estás aquí, nada ni nadie te molestarán para cumplir con tu programa de actividades solitarias.
—Sé que esto es un sueño, así que no intentes asustarme porque en cuanto despierte…
—¡No es un sueño! Es una forma de aviso para aquellos que necesitan, digamos, un empujoncito.
—¿Qué pretendes, amigo de los relojes?
—Me presentaré, soy Tempus Fugit, vienen llamándome así desde tiempo inmemorial. Soy un guardián del tiempo, para que tú me entiendas. Aparecemos de vez en cuando por los sueños de personas especiales, que requieren de cambios importantes en sus vidas. Y tú, ¿qué cambios necesitas?
—Pues ya que estamos, te confieso que no me gusta nada envejecer, lo detesto. Por eso recurro a practicar una vida lo más sana posible, y para ello nada puede perturbarme, ni una pareja, ni compartir con nadie mi precioso tiempo, mi tesoro dorado.
—Sí, claro, ya sabía yo algo de eso. Pues bien, vas a tener lo que quieres….
La rueda dentada sobre la que se hallaba Reinaldo empezó a girar y lo hizo ruidosamente, entre quejidos que parecían salir de las profundidades de una sima infinita.
El amante de la vida sana se tambaleó mientras su soporte giraba sin parar.
—A partir de ahora vas a poder ir hacia atrás en el tiempo, sanar heridas emocionales, enmendar errores, transformar momentos malos en buenos, en fin, y todo eso con el reloj del tiempo anclado en un momento determinado que elijas de tu vida. Dime hasta dónde te llevo y allí te dejo.
Cada noche, Tempus Fugit se presentaba ante él y este cambiaba cosas que no le habían gustado, experiencias vividas que debían ser perfectas.
—He descubierto algo que no me gusta, guardián del tiempo, y es que no puedo avanzar hacia el presente de inmediato. Me quedo atrapado en la fecha elegida y parto de ahí mientras el tiempo pasa segundo a segundo. Lo que quiero es llegar al presente enseguida, con menos años y más experiencia.
—Me temo que eso no va a ser posible, Reinaldo. Ya está bien, debes reflexionar para poder cambiar. Y el único modo es adivinando un acertijo. Así, tal cual. Para eso deberás pensar de la forma más humilde posible, abandonando el peso enorme de tu ego. Es el ego el que os impide a los humanos encontrar la felicidad. Este es el acertijo:
“Ve un pastor en su cabaña
lo que el rey no ve en España,
ni el pontífice a sus pies
ni Dios, con ser Dios, lo ve”.
Al cabo de varios encuentros con Tempus, Reinaldo contestó.
—Lo que puede ver un pastor en su cabaña es… a otro pastor. No existen dos papas en activo, ni dos reyes del mismo país, ni dos dioses de la misma religión…
Cuando despertó, comprobó que se hallaba en el mundo real, con las imperfecciones y errores con los que todos debemos cargar, pero libre para enfrentar el futuro.
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¡Salud y suerte en la vida!