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Rincones del alma. Microrrelato de los jueves

 

Rincones del alma

 

La pareja se halla ante la cancela de entrada a la antigua iglesia y ella recela. Le parece que nunca debía haber aceptado la propuesta de Adán. Abren la vetusta puerta sostenida por añosas bisagras, de esas que abrazan cada hoja de un portón. El ruinoso edificio de estilo románico muestra su cruz latina en la construcción, con el brazo largo de la nave cruzado en su parte final por un transepto donde una enorme cantidad de telas de araña extienden su manto. En sus buenos tiempos, la prestancia debió presidir todos los rincones de esa estancia, debido a lo importante que tuvo que ser aquel escenario de celebración del rito cristiano en toda la región.

La dureza de las guerras que dejaron huella en esa construcción justifica la pobreza de sus muros descarnados, devorados por el tiempo. Adán y Mariela entran allí con paso decidido, Adán suspira; en su corazón una luz de esperanza reposa al pensar que próximamente, ella sería su esposa.

Pero un temor alcanza el interior de ambos y el recuerdo del pasado se clava en su memoria como una lanza.

La pareja recuerda con devoción las historias de sus abuelos, ambos fallecidos en la Guerra Civil Española, cada uno en un bando de los contendientes. Familias enteras se vieron involucradas contra su voluntad.

—Hermanos contra hermanos, si —comenta Adán como pensando en voz alta.

—Dos bandos condenados por otros a no entenderse durante años y a la vez deseosos de empezar a hacerlo —opinó Mariela.

—El relato que nos ofrece la historia debió haber sido escrito por los supervivientes de la brutal contienda, como el testimonio de aquel mulato que vivía apaciblemente en la comarca del Sobrarbe cuidando ganado ¿Recuerdas, Mariela?: “De repente las bombas cayeron por toda la vaquería. En pocos segundos aquello quedó devastado y yo medio muerto”.

—El poder pretende siempre echar el postigo para que los simples mortales recibamos el castigo, no importa cuál sea la pena. El miedo guarda la viña, querido Adán.

—Recuerdo la imagen de un tierno infante a lomos de un pequeño elefante. Lo vi en televisión hace poco. El niño lucía una sonrisa que brillaba con luz propia. Pero las guerras borran todas las sonrisas. Ese es un factor que amenaza a la población y tira de nosotros como un brazo tractor que nos conduce sin piedad hacia una auténtica pesadilla.

—He llegado a la conclusión de que es urgente enfocar el panorama de conflictos mundiales no como si yo fuera el regente de un país encogido por el temor sino como el ciudadano que tiene claro que pisar la calle y alzar la voz por la justicia es lo más eficaz y provechoso para todos.

—Bueno, mi precioso Adán, el sol de poniente agita mi corazón que late como una ascua bien caliente. Ven, tómalo.

Y ambos se funden en un beso que les transporta por tiempo indefinido a un rincón de sus almas donde no existen los miedos, los malos recuerdos ni las falsas esperanzas.

©Marcos Manuel Sánchez Sánchez

 


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Esta es mi aportación al reto literario de cada jueves. En esta ocasión lo organiza Neogéminis en su fabuloso blog.

Se trata de utilizar todos o algunos de los siguientes pares de vocablos parecidos, agrupados por caprichosa cercanía fonética. Cada par de vocablos deberá, en la medida de lo posible, ser utilizado dentro de la misma oración y resaltado adecuadamente para evidenciarlo. Los pares están en en la siguiente  imagen:

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