Hola a tod@s. Como cada semana, escribo un microrrelato participando en el reto de los jueves. En esta ocasión convoca el reto La trastienda del pecado, un blog que te recomiendo especialmente.
El relato está inspirado en la frase «No todos los que vagan están perdidos», ‘El Hobbit’ de J.R.R. Tolkien

La mirada perdida
Daniela detiene su lectura en un instante dado, como si una punzada hubiera penetrado su pecho. Ha encontrado un lugar en su memoria que la traslada a un mar de dudas pues sabe que debe escoger un camino y solo uno. Pero la vida incipiente que se abre ante ella, tan joven, le ofrece demasiadas opciones y no sabe qué resorte activar para que, como el premio que da una máquina de feria, quede al descubierto la que debe escoger como única salida.
Su padre encontró un camino cómodo pues su familia pudo costearle unos estudios y estos lo convirtieron en un empleado bien pagado. Era un padre que la quería a su manera, pero sin aportar solidez a los cimientos que necesitaba para afianzar su personalidad.
Nada animaba mucho la vida de aquel hombre de sanas costumbres que siempre tenía una palabra amable, aunque fútil, para Daniela. Incluso podía ser amable con la madre de Daniela, una mujer desgraciada sumergida en su alcoholismo.
En el instante en que recibió la punzada leyendo aquel libro cuya portada invitaba a la evocación de un paisaje dorado por un sol de invierno, Daniela pensaba en lo dura que fue la convivencia en esa familia desnortada, donde nunca había encontrado su hueco.
Su hermano mayor, sin embargo, había descubierto en la escritura un bálsamo para poder arrinconarse y calmar su ansiedad; un espacio neutro aislado en el tiempo donde poder evadirse. Pero ella no, al menos no todavía.
La madre gritaba, rompía, protestaba, increpaba a todos y ahora residía en una institución psiquiátrica rodeada de jardines donde las petunias y las hortensias salpicaban de color una vistosa rosaleda.
Cada mes acudía Daniela a la cita pautada por los médicos. Su estado no permitía a la madre permanecer tranquila como no estuviera sedada y así no era posible intercambiar impresiones sobre nada.
Cuánto habría deseado Daniela poder oír de labios de su madre cualquier consejo, palabras de ánimo, una ayuda moral para orientar si quiera un poquito su vida. Porque Daniela necesitaba amor y también un motivo por el que luchar para encontrar esa salida que la conduciría a un buen futuro.
Su hermano no le servía como inspiración o ejemplo a seguir, según los cánones idealistas que todo joven tiene. Eso la decepcionaba.
Cada vez que entraba en su cuarto siempre contemplaba el mismo escenario. Su hermano de espaldas a la entrada, inclinada la cerviz sobre una mesa enorme dominada por columnas de libros apilados de cualquier manera, como si pudieran cobrar vida propia y cambiaran de posición por propia voluntad.
Pero no siempre habían sido así las cosas. Hubo unos años de la infancia que Daniela recuerda grabados a fuego en su memoria. Momentos de juegos, esperanzas e ilusiones que ahora se agolpaban en su mente para ayudarla a encontrar su camino.
Pues sí, acaba de verlo con claridad meridiana. Ella ha decidido ser escritora, pero sin encerrarse en mundos ajenos sino viviendo el suyo con total intensidad, experimentando sensaciones cargadas de vida y rebosante de ilusión. Viviría la vida a granel, trabajando, experimentando… y luego lo cantaría al mundo repartiendo su esperanza por los cuatro puntos cardinales.
Pues bien, esta es mi aportación al reto de este jueves 23 de noviembre. Espero vuestros comentarios como agua de mayo. Para mi son muy valiosos.
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Salud y suerte en la vida.
Las imágenes que aparecen en este post, excepto la primera, correspondiente al reto, han sido generadas por la IA Leonardo