Interrogatorio en la sala doce

Interrogatorio en la sala doce

 

Interrogatorio en la sala doce

 

La sala mantenía el termostato a 28 grados centígrados, lo que era mucha temperatura tanto para los interrogadores como para el detenido.

Tanto Basilio, el inspector jefe, como David, el oficial al cargo del caso, habían iniciado el interrogatorio hacía más o menos una hora. La mirada de Basilio se encontraba una y otra vez con la de su compañero y ambos escenificaban la misma figura de polis malos.

—Pero Germán, no te estamos dando ninguna oportunidad de negociar porque no-te-creemos —soltó David, enfatizando las últimas tres palabras—. Para mi eres un paria venido a más, un psicópata sangriento que mutila a sus víctimas sin mirar edad ni sexo; material de desecho en definitiva.

Un goteo incesante procedente del renqueante aparato del aire acondicionado golpeaba el suelo de la sala doce, con un repicar arrítmico duplicado, como dos compases repetidos en un pentagrama.

—¿Sabes, amigo? —inquirió Basilio acercándose al interrogado a un palmo de su rostro—, podemos dejarte retenido hasta 48 horas en la celda más mugrienta de esta comisaría, pero no lo vamos a hacer, no. Prolongaremos esta charla tan amigable hasta el último minuto. Nosotros somos dos y nos turnaremos. En algún momento tendrás que caer.

La mente de Germán permanecía estoicamente apartada de aquellas amenazas simplonas para su cociente intelectual instalado en un puntaje de ciento ochenta y cinco.

—No vas a salir impune de esta, infame asesino —espetó David—. Quince muertes violentas incluyendo cuatro niños, cinco ancianos y seis mujeres te van a llevar a saborear la cadena perpetua.

—No se merece menos —remató el inspector mientras volvía a encender un purito marca Moods sabor vainilla. Había decidido dejarlo “si lograba llevar a la cárcel para siempre a ese sujeto”.

Se abrió la puerta y una poli con cara de pocos amigos entró a la sala y dejó un papel sobre la mesa. Se retiró lanzando una mirada de desprecio hacia el interrogado que helaría las venas a cualquiera.

—Gracias, agente López. ¡Vaya!, esto sí que es bueno —ironizó el inspector—. Mira por dónde, acaban de entregarme cinco fotos más de unos cadáveres encontrados en un vertedero del Green River. Te mola mucho eso de que vayamos descubriendo restos de tus víctimas ¿no es así? Ya hacen una veintena. No te mereces salir de aquí de una pieza.

interrogatorio-en-la-sala-doce

Había una humedad palpable en el ambiente, esa humedad pegajosa típica de las ciudades de montaña, que en verano concentran el calor en los lugares pequeños, como esa ratonera. El calor reinante en aquel habitáculo ponía en jaque a los interrogadores, pero conseguía su efecto en todos los interrogados.

—No soy culpable de nada de lo que dicen —afirmó Germán pronunciando las palabras al ralentí, con voz atenuada por haber sido el mantra que llevaba casi dos horas repitiendo.

El detenido mantenía la mirada perdida en un punto de la habitación fijado en el bolsillo de David. Este llevaba tiempo percibiéndolo y el pequeño vaso de su paciencia estaba a punto de desbordarse.

—A ver ¿por qué miras tan fijamente mi camisa? ¿Te gusta? ¿Sí?, pues me temo que no vas a dar la talla, jajaja, ya ves que estoy hecho un fenómeno de ciento treinta kilos. ¡A mi lado eres un dulce infante! Mira, Basilio, como este tipo no deje de mirarme le voy a dar una buena. Apaguemos la cámara…

—No va a hacer falta, hay que ser algo más sutiles. Este estúpido tendrá sed en algún momento, ¿verdad? Este calor húmedo… pero yo saciaré bien mi sed —En ese instante el inspector extrajo una lata de Cola de la neverita que había en un rincón de la sala.

—Toma David, sé que a ti te van más las de limón, mmm…, igual me bebo yo una después,  ¿Qué dices a eso, Germán? ¿Nos acompañarías, quizás? Puedo ver un brillo en tus ojos.

La cabeza de Germán había girado sesenta grados a la izquierda, hacia la figura del policía que guardaba la estancia en la oscuridad del rincón, junto a la puerta.

—No tenéis pruebas, ninguna en absoluto. Tan solo ese testimonio incierto de una testigo que dijo haberme identificado en aquella rueda de reconocimiento. Pura nada para un tribunal.

—Debo corregirte, Germán —afirmó Basilio con gesto amenazante—, te han reconocido tres mujeres que aseguran haberte visto cerca de tres de los crímenes. Y están dispuestas a testificar. Además, está lo de ese ADN…

El interrogado esbozó una sonrisa.

—Con menos del cuarenta por ciento de coincidencia, nada concluyente ante un tribunal. ¡Pero yo no hice nada y lo sabéis, malditos!

—Apaga la cámara —ordenó Basilio al agente que custodiaba la puerta.

—Pero… escuche, no puede ejercer la violencia en este recinto.

—No te preocupes, Allan, sé lo que tengo entre manos.

El agente manifestó un gesto de disgusto pero obedeció.

Ya sin grabación de imagen, el inspector decidió asestar un fuerte golpe lata llena en mano, sobre el estómago del declarante. Uno, dos, tres golpes consecutivos en el mismo lugar, con gran precisión. El agente de la puerta alzó las manos acercándose al inspector.

—No, no, señor, no puede hacer eso, esto lo reportaré…

—Des-gra-ciado —balbuceó Germán entre punzadas de un dolor agudo que le hizo toser varias veces y quedarse casi sin respiración.

—¿De qué te quejas?, esto se nos da muy bien ¿sabes? Llevamos… ¿cuánto, David? ¿Cuatro horas de interrogatorio? Pues quedan veinte más para que confieses de una vez.

—Si tanto confiáis en las pruebas —intervino el detenido jadeando— ¿Por qué queréis mi confesión? Suena …ridículo ¿no?

—Es que queremos prepararte para el infierno que vas a vivir en la cárcel, psicópata de masas —declaró el inspector mientras secaba los restos del refresco contenido en la lata, que habían salpicado por todas partes.

—Anda, llama a la agente López para que vengan a limpiar esta basura.

interrogatorio-en-la-sala-doce

La agente dirigió de nuevo una aviesa mirada a Germán al volver a hacer acto de presencia en aquel rincón del infierno donde el aire acondicionado apenas servía para bajar un grado o dos la temperatura. El ronroneo que producía el cacharro había conseguido desquiciar a Germán.

Al cabo de un rato se presentó allí un hombre alto y desgarbado que procedió con lentitud tántrica a despejar las salpicaduras. Unas tijeras asomaban por un bolsillo trasero de su pantalón. Hubo un momento en que su trasero rozó el rostro de Germán, pero este no protestó.

A los pocos minutos ya habían desaparecido de allí la agente López y el limpiador. El calor acumulado en la sala doce de interrogatorios estaba pesando demasiado a los presentes. El agente que guardaba la puerta desde el interior rogaba a Dios que tuviera la oportunidad de salir de allí.

—A ver, amigo Germán, cuéntanos cómo descuartizaste a esa pobre anciana después de abusar de ella, venga, tenemos entradas en primera fila ¿eh? —dijo Basilio al subinspector.

—Sii, este capullo se cargó así a varias víctimas. Sabrá bien cómo contarlo. ¿Verdad?

—Sois lo peor del departamento de policía, me da igual lo que digáis o hagáis. Sé que soy inocente y lo defenderé con mi abogado ante el tribunal.

—Tu no vas a defender ¡nada! ¡¿Me oyes?! —bramó el subinspector David ante Germán, salpicando de saliva su cara.

—Mi abogado se encargará de demandaros, lo sabéis tan bien como yo.

Acto seguido, Germán se levantó de un salto, extrajo el lápiz del bolsillo de la camisa de David y se lo hincó a este con saña en un ojo. Después agarró las tijeras que había sustraído al limpiador y las clavó en un ojo de Basilio con tanta fuerza que le atravesó un lóbulo cerebral. Murió al instante.

La sangre empezó a salpicar por todas partes mientras Germán cogía un par de latas de refresco de la nevera. Con una velocidad pasmosa lanzó ambas a la cara del poli que guardaba la puerta acertando de pleno en su frente. Se acercó a él de un salto y le arrebató la pistola y el intercomunicador. El agente estaba seminconsciente, tirado en el suelo. Basilio era un trozo de carne sin vida.

Gritando de dolor, David se debatía entre sacar el lapicero de su ojo o mantenerlo ahí para no desangrarse. Germán aprovechó para terminar de estamparle el lápiz en el ojo con un golpe seco de la palma de la mano. Tan solo asomaba la gomita del otro extremo del instrumento de escritura. David cayó fulminado.

Germán consiguió salir del habitáculo de los horrores y nada más hacerlo se encontró con la agente López, que se disponía a apuntarle con una pistola. Dos disparos certeros con la pistola robada al otro agente acabaron con la vida de la mujer que tanto le odiaba.

Las vacaciones veraniegas habían vaciado prácticamente la comisaría. Por el camino hacia los ascensores no encontró ningún agente, tan solo al limpiador desgarbado que le miraba con un miedo atroz.

—En la sala doce encontrarás tus tijeras, amigo —le dijo con una sonrisa forzada.

Pero tres cabezas asomaban por encima de una mesa, ya en su recta final hacia uno de los ascensores. Los empleados salieron de su refugio temblando, con las manos en alto.

—¡Vaya!, sois administrativos sin armas. Una suerte. No os preocupéis, ya me largo.

Germán fue engullido por las puertas del ascensor. Ya en la planta baja, tuvo que realizar varios disparos al aire para amedrentar al único agente de guardia que enseguida depositó su arma en el suelo.

—Dale una patada fuerte, por favor, y me la envías con cariño ¿eh, majete?

Con las dos armas en su poder y convenientemente ocultas, Germán salió a la calle y llamó a un taxi.

—Ni que lo hubiera planeado todo desde el principio, oye, qué suerte —dijo para sí mismo, como si hablara con otra persona.

Una vez dentro del taxi, reflexionaba sonriendo.

“Bueno, es lo que me diagnosticó aquel loquero la primera vez que me juzgaron por violencia callejera: desdoblamiento de personalidad y trastorno inflexible del comportamiento”.

Por último, suspiró profundamente.

—Lléveme a la zona de Green River Way, por favor. Al 541 de Pleasant Street.

—¡Vaya, amigo! Esa es la zona más caliente, por donde anda el asesino en serie ese que está de moda.

—Ah, ¿sí? Ajá…

“Necesito una satisfacción más. He tenido que aguantar mucho maltrato ahí dentro. Debo recompensarme con un par de cuerpos…”.

 


© 2025 Marcos Manuel Sánchez. Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción, distribución o modificación sin el permiso expreso del titular.


Y esto es todo por el momento. ¿Qué te ha parecido esta historia? Si quieres puedes dejar tu opinión en la sección de comentarios si eres tan amable.

¡Saludos!

8 Comentarios
  • Arenusio
    Posted at 10:48h, 03 junio Responder

    Este relato tuyo se sorbe con el mismo gusto que un buen trago de agua fresa.
    Tiene una garra fantástica. Dejas pegado al lector a lo que está sucediendo con limpia y clara maestría. Midiendo los tiempos y la tensión de forma perfecta.
    Nos introduces en la sala 12 y ya no salimos de allí hasta que lo hace el psicokiller Germán.
    Relato cinematográfico pero nada artificioso, todo en él respira una inquietante verdad, gracias al cuidado y mimo de los pequeños detalles.
    Hay que quitarse ante ti el sombrero, y hasta las gafas. Esperando, eso sí, que no llegue tu protagonista y nos clave vaya usted a saber qué en el ojo.

    • marcosplanet
      Posted at 07:45h, 04 junio Responder

      Muchas gracias, amigo mío, tus palabras reconfortan del esfuerzo de juntar palabras e hilar historias. Me alegra mucho que lo hayas interpretado así, con la sinceridad que te caracteriza y que esa sinceridad coincida con la intención que yo tenía al escribirlo.
      Un abrazo, querido compañero de escritura.

  • finil
    Posted at 13:32h, 30 mayo Responder

    Buenas Marcos!!
    La escapada de Germán me ha dejado tan loca como a él. Esos apuñalamientos con esa precisión y esa furia y sobre todo el remate terminando de clavarle el lápiz…vamos me he quedado con los brazos colgando. ipso facto, un par de ojos menos y dos agentes fuera de combate. Brutal. Un poco sangriento para mí, que me lo imagino todo, pero Brutal
    Y ese colofón de ir a su «zona de confort» para «saldar cuentas» con el mundo, perturbador por decirlo suave. Me he quedado con la sensación de que lo peor de ese personaje apenas empieza y eso…ha estado muuuuy bien!!
    Saludos comandante

    • marcosplanet
      Posted at 20:59h, 30 mayo Responder

      Pues si, esa zona de confort para el asesino era su refugio personal, su mundo limitado y oscuro: el área del Green River. Me alegra que hayas recibido el impacto de esa zozobra que se extiende por la sala doce…
      Saludos, artista de las palabras.

  • Themis
    Posted at 20:07h, 29 mayo Responder

    ¡Vaya psicópata!, tan claro y preciso, siempre atento a salir de la que se encuentre, buscando las distracciones de los otros, para llevar adelante sus planes. La historia te atrapa, esa calma y repetición constante que sostiene, es como el ritmo que marca, constante sin sobresalto, al contrario de quienes lo interrogaban que van perdiendo sus fuerzas y solo se centran en su objetivo sin prestar atención a los rápidos movimientos que ejecuta. Muy bueno, abrazo grande Marcos

    • marcosplanet
      Posted at 10:06h, 30 mayo Responder

      ¡Muchas gracias Themis! Valoro mucho tus palabras y me agrada que te haya gustado. Si, es lo que tienen las personas así (por llamrlas de algún modo).
      Abrazo fuerte.

  • Tarkion
    Posted at 15:00h, 24 mayo Responder

    ¡Marcos!
    Qué barbaridad de relato, compañero. Tiene ritmo, tensión, escenas muy bien medidas y un cierre redondo que conecta con lo más oscuro del personaje sin necesidad de explicarlo todo. En lo narrativo, está muy bien construido: sabes dosificar la información y subir la presión poco a poco, casi sin que el lector se dé cuenta de que le estás apretando las tuercas.

    El personaje de Germán es una bomba de relojería, pero no se limita al típico psicópata: tiene estrategia, calma y una mente que va varios pasos por delante. Me ha gustado ese punto de ambigüedad final, entre la sonrisa y la amenaza, entre lo que el lector imagina… y lo que no se dice. Ese apunte final sobre la doble personalidad cierra perfecto la jugada: da sentido a todo sin tener que subrayarlo.

    Me lo he leído del tirón, sin pestañear.

    ¡Un fuerte abrazo!

    • marcosplanet
      Posted at 06:52h, 27 mayo Responder

      Me alegra mucho que te haya gustado, Miguel, me encanta el análisis que has hecho sin perderte un detalle de esta historia.
      Un fuerte abrazo para ti también.

Publica un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Translate »
Share This

Share This

Share this post with your friends!

MARCOSPLANET | Descubre la magia de leer y viajar
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.

Obtén más información sobre materia legal en:

×