Bienvenidos al reto del relato del jueves. Se trata de escribir un texto, intentando no superar las 350 palabras, en prosa o verso, en el que el tema gire en torno a uno de los 4 elementos: Tierra, Agua, Fuego y Aire. Se pueden combinar los cuatro en un mismo texto o bien que uno solo sea el protagonista.

Si queréis leer más historias de quienes participan en este reto las encontraréis en: en el blog >>> Marifelita
He tardado un poco en participar, pero quería compartir con vosotros mi pequeña historia. Espero vuestros comentarios. Siempre serán bienvenidos. Ahí va.
EL NAVEGANTE
Los cuatro elementos habían desatado su furia. Soplaban vientos del norte, los más temibles por su fuerza huracanada capaz de tumbar naves enteras y escorarlas hasta provocar su hundimiento. Nuestro navegante asía firmemente el timón bajo la escasa protección de una cabina de mando perteneciente a una modesta embarcación pesquera.
La necesidad obligó a César a lanzarse al embravecido mar sabiendo que su tarea estaría dificultada por los elementos. El nivel del agua que rodeaba su nave crecía encrespándose a su alrededor y era sacudida en revueltas de espuma por un viento incesante dispuesto a empujar o incluso tumbar la embarcación del pescador. Por su parte, el fuego eléctrico de los relámpagos rajando el cielo añadía una estampa que habría hecho retroceder a los más osados.
César soñaba desde niño con ser “el César de los mares” que era el nombre de la humilde barca de su padre.
–Hijo, cuando aprendas a navegar recuerda que no debes permitir que ningún viento, agua o fuego celeste sea capaz de tumbar tu barco, para poder regresar a la tierra.
–Seré un buen navegante, papá, ya lo verás.
–Esa categoría solo sabrás si la has alcanzado cuando te hayas enfrentado a los cuatro elementos a la vez.
–¿Y cuáles son?
–Agua, fuego, tierra y aire. La suma de esas cuatro fuerzas llega a ser indestructible. Debes respetar su poder o de lo contrario no lo contarás.
Éste diálogo cruza por la cabeza de César ahora, cuando se ha dado cuenta de la furia con la que los cuatro elementos azotan su nave.
Pero el navegante ha de cumplir con su tarea de ese día: recoger redadas de jureles, ese pescado azul que se alimenta de peces pequeños y crustáceos, a 200 metros de profundidad.
Y las redes han de llenarse, porque es el sueldo de dos meses lo que está en juego.
De repente, una bofetada que parecía provenir de la mano gigantesca del dios Eolo sacudió el lado de babor y César se vio proyectado hacia la popa del barco con enorme violencia. Tras haber permanecido inconsciente durante un período de tiempo que no supo determinar, contemplo la boca gigantesca de un ojo de tormenta huracanada atravesado por decenas de rayos proyectados desde un cielo negro invadido por toneladas de agua de lluvia que anegaban la cubierta de la nave.
–“Vuelve a tierra, vuelve a tierra”– decía César para sus adentros.
Gracias a esa maniobra de regreso in extremis y a su pericia, César eludió la batalla contra los elementos y alcanzó la preciosa orilla del Mediterráneo que bañaba su pueblo natal.
–“Mañana será otro día. Creo que hoy he aprendido a ser navegante”.
¡Al fin en tierra!
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