Los prejuicios. Juegos de niños

 

Los prejuicios. Juegos de niños

 

«Los prejuicios, el morbo y la hipocresía se dan la mano en un mundo donde la apariencia importa más que la verdad.»

∞Anónimo∞

 

Ocho de la mañana, suena el timbre de mi casa. Miro por la mirilla y veo a mi vecina con cara sonriente. Lleva semanas preparando su mudanza porque se traslada lejos de aquí. Observo que va cargada con una caja que parece pesada. Me imagino que es alguna ocurrencia diabólica por su parte relacionada con encasquetarme algo que lamentaré y me pondrá ante algún compromiso.

—Hola buenas. Perdona por las horas, sé que luego te irás a trabajar y aprovecho para…

—No te disculpes, Ainara, tengo un par de minutos, dime.

La otra esgrime una sonrisa reluciente y planta la caja misteriosa ante mi.

—Son unos juguetes de mis hijas que yo guardaba desde hace… lo puedes imaginar. Mis nietas también los han usado y como ya son más mayorcitas, pues nada, que antes de tirarlos al punto limpio he creído que vosotros les daríais utilidad, una segunda vida ¿Qué te parece?

Yo dudaba entre el “no” rotundo y el acobardado “bueno, le echo un vistazo y lo comentaré con mi mujer por si…”. Un sudor de baja temperatura se adueñó de mis sienes.

—Trae, si, déjalo aquí y ya lo revisaré cuando vuelva del trabajo.

Cobardía y repulsa ante mi actitud de hincar la rodilla y claudicar era lo que sentía en mi interior atormentado.

Antes de retirarse del todo, mi vecina anunció una parte que faltaba de su atento ofrecimiento.

—Por cierto, hay dos cajas más con unos cuentos. Te las traeré esta tarde. Algunos están en inglés pero no veo que haya problema. Todos los niños de tres años para arriba están familiarizados con…

Arremetí contra aquella novedad de la manera más parecida a que encajaba la lamentable noticia con educación.

—Bien, pues, muchas gracias, Ainara, es todo un detalle.

Tras una despedida fugaz, decidí ponerme la chaqueta del traje, dar el último sorbo de café y salir pitando para no llegar tarde al trabajo.

Pero antes no pude evitar dejar pasar la mirada por los juegos que dejaba ver la famosa caja. Algunos aparentaban ser verdaderas reliquias de los años ochenta y noventa.

Ya por la tarde, y viéndolo todo con mi mujer, descubrimos un muestrario de puzles, juegos de mesa, libros de cuentos y pasatiempos perfectamente conservados, algo que es difícil de creer por la experiencia que yo tenía en esas cosas usadas de tiempo atrás.

Al día siguiente vinieron mis nietos a verme y les enseñé el obsequio de la vecina. Disfrutaron tanto descubriendo las maravillas de aquel tesoro que no dejaron de jugar con él en ningún momento.

Esto me dio que pensar, y mucho, hasta ahora mismo que escribo mi pequeña historia en la que, una vez más, la buena cara de la realidad se opone a cualquier prejuicio malintencionado.

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Y esto es todo, amigos. Comenta qué te ha parecido esta historia o reflexión, llámalo como te parezca más apropiado. Tu opinión es bienvenida.

 

18 Comentarios
  • Federico Agüera Cañavate
    Posted at 17:00h, 20 julio Responder

    Cosas positivas te pueden venir de quien menos te lo espera. Un buen relato con moraleja. Saludos

    • marcosplanet
      Posted at 11:21h, 21 julio Responder

      Gracias por pasarte, Federico. Me parece que lo más acertado es morderse la lengua y no dejarse llevar por lo primero que se te pasa por la cabeza.
      Saludos

  • Miguel Ángel Díaz Díaz
    Posted at 19:42h, 19 julio Responder

    Hola, Marcos.
    Un relato que podías haber dirigido en cualquier dirección, pero donde nos muestras la importancia de las relaciones sencillas y naturales, el valor del cuidado de los objetos -juegos en este caso- y la importancia de éstos para la creación de relaciones y el desarrollo de los niños. Encontrar personas que tienen juegos y los comparten frente a los dispositivos móviles es todo un lujo. Tu relato es todo un regalo.
    Un fuerte abrazo 🙂

    • marcosplanet
      Posted at 11:33h, 21 julio Responder

      Me alegra mucho que te haya gustado la historia, es bastante común, creo yo, a la naturaleza humana el adoptar actitudes de recelo ante situaciones como esa. Pero la verdad es que si aguantamos por un momento podemos cambiar a mejor el discurrir de una situación como la narrada.
      Otro fuerte abrazo para ti.🤗

  • Themis
    Posted at 17:07h, 13 julio Responder

    Llenos de prejuicios estamos y llenos de ellos caminamos por el mundo sin detenernos un segundo a observarnos y darnos cuenta quien actúa por uno mismo, si el verdadero ser o el que piensa con su bagaje de creencias. Muy bueno el momento en que los niños descubren ese tesoro que viene de tiempos remotos y les abre a una nueva experiencia, vivencia, a poder hundirse en el verdadero juego, el que en si mismo es parte fundamental de él y no el que a través de una pantallita nos quieren someter a jugar los juegos de otros. Abrazo grande, muy bueno atrapa con claridad y muestra la luz.

    • marcosplanet
      Posted at 18:28h, 14 julio Responder

      Gracias Themis. Me alegra mucho que te haya gustado. En efecto, los niños descubrieron un verdadero tesoro en esos juguetes y por lo tanto seguirían siendo útiles para otra nueva generación.
      Otro abrazo gigante para ti.🤗

  • Nuria de Espinosa
    Posted at 14:17h, 27 junio Responder

    Hola Marcos, me gusta tu relato porque es como un grito de atención a estos padres que entretienen a sus hijos con móviles y tablets, sin recordar la delicia de hacer un puzzle, los típicos juegos creativos y educativos de madera o plástico que hacen que el niño desarrolle su imaginación y creatividad. Es una pena que no se den cuenta de la importancia que tiene que la tecnología un ratito está bien, pero en exceso no es nada sana.
    Una narrativa que deja entrever con mucha delicadeza este tema, al menos a mí me lo parece. Un abrazo

  • Tarkion
    Posted at 13:46h, 26 junio Responder

    Marcos, qué bueno cuando un relato sencillo te deja pensando un buen rato.

    Me ha gustado mucho cómo planteas ese momento tan cotidiano: una caja, una vecina, y esa vocecilla interior que empieza a levantar sospechas como si estuviéramos ante una trampa letal. He sonreído con la reacción del protagonista —esa mezcla de educación, incomodidad y diplomacia— porque es demasiado real. A todos nos ha pasado.

    Y justo por eso funciona tan bien: no es solo la historia de una caja con juguetes, es el retrato de cómo los prejuicios se cuelan incluso en gestos aparentemente inofensivos. Y lo cuentas con un humor suave, y es que… ¡es tal cual!

    El cierre con los nietos disfrutando del “tesoro” es perfecto. Redondea la historia y deja una sensación cálida, sin caer en el azúcar. Es un texto que habla de algo muy importante. De los prejuicios, sí, pero también de esa pereza ante lo que nos rodea, porque damos por sentadas tantas cosas…

    Y tras eso hay mucho más. Esta sociedad tan compleja, tan polarizada, tan deshumanizada por la prisa, el dolor y las experiencias que a veces nos dejan cicatrices de las que muchas veces ni siquiera somos conscientes. Pienso muchas veces que el desengaño puede llevarnos a actitudes injustas, defensivas… y no siempre nos damos cuenta.

    En fin, mucho de lo que hablar, y lo has expresado en muy pocas palabras. Me ha gustado mucho cómo lo has planteado.

    ¡Un fuerte abrazo, compañero!

    • marcosplanet
      Posted at 21:20h, 26 junio Responder

      Como siempre tus comentarios tienen mucho de didácticos y eso me ayuda enormemente. Muchas gracias Miguel, con la maestría de tus palabras consigues aportar buen contenido al blog.
      ¡Un fuerte abrazo para ti también!

  • finil
    Posted at 09:57h, 26 junio Responder

    Bueno Marcos, yo a una caja de reliquias no le haría nunca ascos. Siempre hay tiempo para deshacerse de lo que no quieres.. pero con las personas no debería ser tan fácil..
    A veces vamos tan rápido que no nos paramos a mirar ni «lo que hay en la caja» ni «quién la deja», y claro, luego nos sorprenden.
    Igual habría que revisar más los prejuicios que los trastos
    Un abrazo comandante

  • Josep Maria Panades Lopez
    Posted at 09:31h, 26 junio Responder

    A veces, no todo es lo que parece. Los prejuicios nos hacen comportarnos equivocadamente. Si tu protagonista hubiera rechazado la oferta de su vecina, sus nietos no habrían podido disfrutar de esos juguetes regalados generosamente. De hecho, es un error, tirar juguetes y cuentos una vez utilizados, pues hay muchos niños (entre ellos nuestros propios nietos) que pueden aprovecharlos perfectamente. Y si mucho me apuras, te diré que los juguetes y cuentos «antiguos» muchas veces son mejores y más ilustrativos que los de hoy día, que, entre otras cosas, no duran tanto, sobre todo los fabricados en China, que son la gran mayoría, je, je.
    Un abrazo..

    • marcosplanet
      Posted at 23:57h, 26 junio Responder

      Totalmente de acuerdo con que los juguetes antiguos eran más ilustrativos y fabricados en materiales de mayor calidad. Desde luego los de la vecina del protagonista proceden de los años ochenta y noventa nada menos y están impecables.
      Los regalos desinteresados y útiles es mejor aceptarlos, sin duda alguna.
      Gracias por tu aportación, Josep.
      Un abrazo.

  • Idalia H. Payano T.
    Posted at 03:40h, 26 junio Responder

    Hola, Marcos, el relato me ha parecido muy edificante y con moraleja.
    A pesar de que deja ver que el protagonista no tragaba mucho a la vecina, pues esperaba lo peor de ese detalle, demuestra educación y receptividad además de agradecimiento, aunque solo fuera «de la boca para afuera», como decimos acá.
    Pensó que detrás de la intención de esta, que de seguro era aligerar sus cargas en la mudanza y qué mejor forma que ofrecersela al vecino más cercano. y así dejar un buen recuerdo de su estancia allí.
    Pero más tarde se dio cuenta de que quizás estaba equivocado al juzgarla y en realidad le estaba obsequiando algo que consideraba muy valioso para dejarlo tirado a su suerte. Ay, los prejuicios, que dañinos son…
    A veces no conocemos a las personas y nos hacemos un perfil mental por lo que aparentan o por lo que nos hacen sentir, a causa de algún mal recuerdo o un prejuicio por su forma de ser o comportarse, o peor aún, por lo que alguien nos comentó de esa persona, y lamentablemente nos damos cuenta tarde, de que perdimos la oportunidad de conocer y tratar a alguien genial.

    La moraleja que nos dejas al final me ha gustado mucho, Lo has narrado con claridad, con las palabras exactas y bastante visual. Buen hacer de letras Marcos, Que estés pasando bien estos días.

    • marcosplanet
      Posted at 00:03h, 27 junio Responder

      Muchas gracias por tu reflexión tan interesante sobre mi relato. Los prejuicios, las apariencias y la hipocresía son los peores aliados de la ignorancia.
      Un fuerte abrazo, idalia.

  • Buscador
    Posted at 18:08h, 25 junio Responder

    La vecina tuvo un buen detalle pero el día a día de los acontecimientos hace que las personas desconfíen hasta que por sus ojos no ven el buen detalle que algunas personas tienen.

    • marcosplanet
      Posted at 00:07h, 27 junio Responder

      Así es, Buscador. La desconfianza nos hace recelar y eso lleva esencialmente al fracaso de las relaciones sociales si no se sabe enmendar.

  • Ana Piera
    Posted at 15:28h, 25 junio Responder

    Hola Marcos, un relato muy bueno, el protagonista se da cuenta que no es bueno juzgar de antemano algo. A menudo de las cosas que menos esperamos algo surgen verdaderos tesoros, y lo mismo se puede decir de las personas. Me ha gustado mucho el mensaje y la forma en la que lo has transmitido. Muy buenas imágenes también. Saludos.

    • marcosplanet
      Posted at 00:10h, 27 junio Responder

      Muchas gracias por tu comentario tan constructivo, Ana. Hay tesoros tanto entre objetos cotidianos que descubrimos un día cualquiera como en el comportamiento inesperado de personas cercanas que siempre han pasado desapercibidas por el tipo de vida que llevamos, plagado de prisas artificiales y prejuicios.
      Saludos.

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