
28 Jun Tambores y truenos vibran en lo profundo
Tambores y truenos vibran en lo profundo
La oscuridad se adueña del día y nos observa desde el último rincón del horizonte. El fragor del viento en la noche envuelve todo con sonidos de arrastre y rozamiento. Es la misma sensación que estar junto a la orilla del mar cuando todo es una sombra negra en torno a una tímida luna en cuarto menguante.
Pero ahora estoy prestando atención con el oído, porque allá en la lejanía puedo sentirlo. Sí, escucho un murmullo grave, como una voz gutural, ominosa, que traspasa las barreras de la coherencia. No es una tormenta, no es una tempestad marina o como piensas que debe sonar un tifón en la noche. Ni es la imaginación desplazándote hasta alta mar y dejándote flotar en medio de una ola gigantesca, sin saber lo que te espera más abajo. No lo es… porque se trata de un ritmo que retumba tierra adentro, una composición de tambores pausada pero imparable, muy alejada de la mar océana. Nada que ver con los dominios de Poseidón, ni con la épica del marino ávido de relatar vivencias difíciles en un mar desatado.
Lo que escucho como un ritmo retumbante es algo que estoy viviendo desde el salón de mi casa, mientras mi familia y yo convivimos en grata compañía.
Es la compañía de costumbres que no por una y mil veces practicadas son menos entrañables. Ahora acuesto a los niños, ahora me tomo un helado, después me quedo pensando junto a la figura de mi esposa que ha encontrado el sueño en un sofá.
Y es justo el momento en que empiezo a ser consciente de lo que en principio es un rumor a mucha distancia, aunque progresivo en su ritmo de bramido desacompasado.
Los impactos luminosos y los sonoros parecen jugar a algo perverso, ideado por esas sombras ignotas de la noche descarnada donde parece habitar la figura de un monstruo de energía interminable. Vuelvo a pensar en la metáfora y veo claro que estoy muy cerca de la verdad.
El hipotético monstruo se convierte en clara amenaza cuando los cristales tiemblan. Estos entran en resonancia con el trueno que ya oficia en mi imaginación como manifestación clara de bombas cercanas. ¿Aniquilarán estas la cara de una ciudad demasiado entregada a disfrutar de su bienestar?
Esto es peor que la imagen de encontrarme en medio de alta mar sin un asidero al que aferrarme, desconociendo qué puede ocultar la inmensidad oceánica bajo mis piernas, que pugnan por mantenerme a flote. Y es peor porque no he querido asomarme a la ventana. No he tenido aún el valor de descorrer las cortinas y mirar por el frágil cristal que ya está a punto de desmoronarse.
La tentación puede más que cualquiera de mis sentidos y decido mirar. Recorre mi cuerpo un escalofrío tan intenso como el que se adueña de tu espina dorsal cuando te sumerges en agua helada. Estoy contemplando a un ser de tamaño colosal, formado por una enorme descarga de energía que actúa de forma constante. Parece que engrosa su volumen por momentos, acrecentando su poder; se me eriza el pelo por la corriente y el miedo.
Explosiones y descargas eléctricas sin fin se suceden ahora mismo allá afuera ¿De dónde vienen? ¿Nos invade alguna potencia enemiga?
La respuesta es ¡no!, pues el peligro viene desde dentro.
La corriente atraviesa cada célula de mi ser y vivo una metamorfosis completa. Ya no me siento humano, soy parte de una bola de energía inconmensurable, en cuyo interior puedo contemplar las formas de edificios, parques, ¡la ciudad entera! y sobre todo a miles de personas que, como yo, contribuyen a formar parte de este todo que nos aprieta como canicas eléctricas enlatadas en un contorno de luz poderosa. Sus ondas electromagnéticas se transmiten a muy alta frecuencia. Son las ondas que conectan las cadenas de televisión con los hogares de los ciudadanos hora tras hora, día tras día, influyendo en su consciente o subconsciente con retransmisiones interesadas de lo que ocurre en el mundo.
Somos autómatas obedientes acostumbrados a acumular noticias sin cesar. Nos las cuentan como quien descarga toneladas de arena de un camión.
La bola inmensa se propaga cada vez a mayor velocidad, sin tener en cuenta los pensamientos, los proyectos personales o las ilusiones de millones de ciudadanos que, con su lucha diaria para intentar sobrevivir a este mundo, no son capaces de evitar someterse al monstruo que los devora día a día, ese que tan poderoso uso hace de las armas de control de masas.
Y eso es todo, amigos. Déjanos tu comentario, es algo que siempre valoramos mucho.
Federico Agüera Cañavate
Posted at 22:18h, 22 julioUn relato como la metamorfosis de Kafka pero actualizado a esta nueva realidad. Saludos
marcosplanet
Posted at 15:24h, 23 julioMe alegra que lo compares así, aunque en el caso de Kafka estás hablando de un genio y yo… pues yo no soy nada.
Miguel Ángel Díaz Díaz
Posted at 17:41h, 21 julioHola, Marcos.
Has creado un monstruo.
No lo digo en vano, ya que has dado forma a este ser que es una entelequia donde se une todo lo virtual que está comenzando a formar parte de lo real haciéndonos unos quijotes que vivimos fuera de esa realidad tangible. Si nos afecta como al protagonista o de otra forma, asustándonos con su poder o hipnotizándonos con sus cantos de sirena es una cuestión diferente para cada uno de nosotros.
Un fuerte abrazo 🙂
marcosplanet
Posted at 01:21h, 22 julioTe repito la respuesta que publiqué en Bloguers a tu valioso comentario:
Me encantan tus palabras, Miguel, dicho en el sentido literal, porque es todo un hechizo el que se desprende de ellas, al pensar en lo que cada uno lleva sobre sus hombros en este mundo que camina entre lo virtual y la pérdida de valores.
Otro fuerte abrazo para ti.🤗
Rosa Fernanda Sánchez Sánchez
Posted at 07:47h, 30 junioComo siempre, logras que el lector forme parte de esa atmósfera, que tú describes como nadie.
Como siempre en la historia de la humanidad, el miedo es el arma más letal, con la que se han despachado a gusto, lo mismo gobiernos, religión, y ahora, medios se comunicación.
Aunque es difícil blindarse, y procurar vivir el día a día empeñados en disfrutar de lo que nos rodea, y es cercano, yo lo intento continuamente.
Gracias, por tu generosidad.
marcosplanet
Posted at 07:52h, 01 julioEl miedo guarda la viña, como buen proverbio, lo dice todo. Muchas gracias por tus palabras, tan acertadas como siempre, Rosita.
Tarkion
Posted at 10:55h, 29 junioMarcos, este texto suena.
Y no me refiero solo al ritmo, sino a esa vibración profunda que va creciendo a medida que avanzas, como un trueno que se te mete en el pecho antes de estallar. Has construido una pieza que arranca como una escena costumbrista —casi doméstica— y de pronto empieza a tensarse, a oscurecerse, a deslizarse hacia una alegoría eléctrica que sacude por dentro.
La metáfora del monstruo invisible que retumba por dentro, esa energía que nos transforma y conecta como terminales de un sistema de control, me parece de una potencia brutal. Y muy tuya. Esa mirada lúcida que mezcla lo íntimo con lo estructural, lo sensorial con lo político.
Me gusta cómo juegas con la tormenta como imagen de lo externo e interno, de lo real y lo simbólico. Porque al final, el miedo no está en lo que hay fuera… sino en lo que dejamos entrar, sin filtros, sin cuestionamientos, dejándonos moldear por un flujo incesante de “información” que ni digerimos ni elegimos.
Un texto que se transforma ante tus ojos, como quien abre la ventana y ve algo que ya no puede dejar de verlo.
¡Un fuerte abrazo, compañero!
marcosplanet
Posted at 12:42h, 29 junioMe encanta cómo describes tus impresiones sobre el texto, con esa finura y agudeza que te caracterizan. Me gusta especialmente esto: «esa energía que nos transforma y conecta como terminales de un sistema de control». Coincido con esa visión plenamente.
Un fuerte abrazo, Miguel.
Ana Piera
Posted at 15:50h, 28 junioHola Marcos, un relato muy actual, muy pertinente por todo lo que estamos viviendo a nivel global. Has descrito muy bien la angustia que se siente, pero sobre todo, has puesto énfasis en algo muy importante: la influencia nociva de los medios, que dependiendo del dueño, jalan para un lado o para otro. También, creo que en el relato se manifiesta el hecho de que si te dejas dominar por esas fuerzas desinformadoras, te vuelves un autómata, un esclavo de ellas, un replicante de mentiras. Nada mejor que tener prudencia y ser dialéctico, si vas a leer la tesis, hay que leer la antítesis, solo así podemos acercanos un poco más a la verdad o a un punto medio. Estamos inmersos en la desinformación dirigida y controlada por intereses. Muy bueno el relato, imágenes muy poderosas. La ilustración, excelente. Saludos.
marcosplanet
Posted at 13:27h, 29 junioMuchas gracias, Ana. Lo descibes perfectamente: «si te dejas dominar por esas fuerzas desinformadoras, te vuelves un autómata, un esclavo de ellas, un replicante de mentiras». Lo de volverse un replicante de mentiras me lo guardo como título para un relato. Si vas a leer la tesis, hay que leer la antítesis…
Saludos.