Todos los niños merecen poder sonreír siempre

Todos los niños merecen poder sonreír siempre

 

El día había amanecido claro y despejado. Romualdo estaba de vacaciones y quiso probar la invitación de una página web a hacer “El viaje de tu vida”. Desde Conforta Plus aseguraban que nunca habrías imaginado una clínica de control del sueño tan completa, “¿Problemas de sueño? Entra y mejora tu vida”.

Así que Romu pidió cita hacía unos días y acababa de llegar el día acordado. Emprendió el recorrido hasta la cercana clínica a pie, estaba a no más de cinco manzanas. Quería respirar profundamente y sentir cómo el frescor de la mañana reconfortaba todo su cuerpo. Romu creía en el ser humano y su capacidad para crear buenas obras, con la ayuda de la ingeniería hasta la medicina pasando por todas las ramas de la ciencia y de las letras. Era un lector acérrimo, que alimentaba su ansia lectora a razón de tres libros por semana, tuvieran la extensión que tuviesen.

Pero nuestro protagonista sufría a diario con los noticiarios televisados y las tertulias políticas, que siempre convocaban a los mismos participantes, todos parcialmente orientados hacia sus afinidades particulares, dirigidos por los partidos de los que formaban parte.

La ecuanimidad en las opiniones era una cualidad imposible de sostener en esas reuniones de cabezas parlantes que la población entera llevaba décadas sufriendo sin parar.

Ráfagas de noticias desagradables poblaban las pantallas televisivas, cada vez con más prisa, con más frecuencia. De ese modo era fácil no enterarse prácticamente de nada. La confusión reinaba en las mentes de los ciudadanos y Romu no era una excepción. Las imágenes habían dejado de ser secuencias para ser fotogramas de un segundo de duración. Que si el conflicto de esta parte de Oriente Próximo, que si este otro en Oriente Medio, que ahora toca una guerra horrible que lleva tres años en activo y que lamentablemente hemos asimilado como parte del programa de entretenimiento en que se habían convertido los servicios televisados de noticias…

La confusión reinaba, si, entre la población, y la confusión lleva al miedo. Y cuando los ciudadanos están medio paralizados, anestesiados por el miedo, recluidos en sus casas porque no se atreven a protestar en la calle, entonces sale el gobierno en las pantallas anunciándose como la única esperanza.

—Tu enemigo tendiéndote la mano ¿no? Pues si se la das estás perdido —comentaba Romualdo a un vecino de su misma tendencia de opinión.

—Ya no hay ideologías, amigo mío. Estamos en medio de un pantano que el poder ha preparado para sumergir nuestro libre pensamiento, el criterio, la capacidad de discernir lo que me conviene y lo que no.

Romu iba dándole vueltas a estos razonamientos cuando se dio cuenta de que ya había llegado a su destino.

Una vez le hubieron hecho la ficha de cliente, le pasaron a un despacho donde se hallaba sentada una amable mujer. Tendría unos treinta años, de pelo rubio casi blanco y una sonrisa inabarcable. Con ella iluminaba la estancia como si el rayo de sol más atrevido hubiese tomado posesión del espacio.

—Buenos días, doctora Morán. Le advierto que vengo aquí bastante despistado. No sé si mi problema de insomnio será tratable en esta clínica. Llevo mucho tiempo con él a cuestas y ya le digo que…

La mujer le interrumpió con mucha educación. Una voz suave contribuyó instantáneamente a aportar paz y mesura a sus emociones, que pugnaban por salir a flote con vehemencia. Sin embargo, la coherencia apaciguó sus ímpetus.

—Paso a paso, Romualdo, ¿Puedo llamarle así?

—Claro que sí, no hay problema, por supuesto.

—Cuando alguien entra aquí no sabe bien qué resultado tendrá el tratamiento. Nosotros tampoco, por lo que se abre un paréntesis de duda que nos conduce a todos a contemplar la expectativa con algo que empieza a faltar en el ser humano y es la ilusión.

—Sí, pero quisiera saber más acerca del proceso al que me voy a someter…

Una vez aclarados todos los pormenores que inquietaban al paciente, este se sometió a varios ciclos de sueño/despertar. En ellos se veía flotando entre imágenes de guerra y desesperación de mucha gente en todo el mundo. Catástrofes naturales, abusos de todo tipo, desprecio general a los seres humanos en cualquier punto del orbe terrestre.

Volaba y volaba escuchando todos los gritos, explosiones, súplicas. Pero lo que más le impactó fueron los niños solicitando ayuda. En uno de los frentes bélicos abiertos más recientes, pudo observar sobre todo eso, el sufrimiento y la imperiosa necesidad de ayuda.

Las casas, barrios enteros, habían quedado convertidos en escombreras, en las únicas trincheras donde podían encontrar refugio los que hasta hacía tan poco habían sido ciudadanos con calidad de vida y acceso a todas las modernidades del mundo. Ninguno de ellos era inferior a nadie más, en nada, en nada en absoluto. Y sin embargo, de la noche a la mañana han quedado convertidos en pobres que claman por una ayuda, por lo más esencial que es la comida, el agua no solo para saciar la sed y no morir sino para asearse como cualquiera de los habitantes de este planeta tan verde y azul, donde los humanos bienvivientes tan protectores de otras especies estamos consintiendo que a la nuestra propia le sucedan las peores tragedias.

Romualdo no necesitó más. Pidió que le desconectaran de todos los electrodos que le habían colocado y se fue de allí, no sin antes despedirse de todos quienes le habían atendido.

Ya tenía la idea: se pediría una excedencia a sí mismo, pues era su propio jefe en una pastelería y emprendería un viaje. Contrató a un ayudante para que sus dos empleados no quedaran desamparados y salió disparado a su casa para empezar un nuevo ciclo de vida.

 

Una vez hubo diseñado su primer viaje, con todo tipo de detalles acerca del destino final, alojamientos y recorridos, Romu meditó por última vez sobre las cosas que haría cuando estuviera entre los escombros.

Eso sucedería al cabo de dos días, uno dedicado a viajar y otro para conseguir permisos, visados definitivos en lugar de provisionales o cruzar por pasos vigilados tan solo por la codicia, donde el dinero era un arma que no garantizaba la subida de una barrera con un único pago. Había que superar las pegas que artificialmente ponían en todas partes. Al final tuvo que recurrir a Hassan, un buen guía, como pudo comprobar. Y además no muy caro.

—Esto es desastroso, Hassan ¿cómo podéis desplazaros, vivir el día a día? ¿Hay alguna ayuda del gobierno para vosotros?

El guía soltó una carcajada sincera, salida del alma, un gesto producto del conocimiento de una realidad incuestionable.

—Aquí no hay día a día. A veces no sabes en qué día estas. Los calendarios de papel ya no sirven. Se acabaron el año pasado, cuando llevábamos siete meses de guerra. Llegamos al año nuevo y se dejaron de imprimir por falta de medios. Por supuesto, imposible conectarse a internet para encontrar versiones digitales.

Resultaba un placer escuchar a Hassan. Dominaba el español por todas las ocasiones en que había ido de vacaciones con su mujer y sus hijos a la costa valenciana.

Pues sí, pensaba Romualdo. Este señor tiene o tenía una familia, podía disfrutar del tiempo libre, viajar, conocer otros países… exactamente igual que cualquier ciudadano del mundo, con su cultura, religión y costumbres propias, tan respetables como las de los demás.

—Mira, aquí puedes decir que empieza tu recorrido, Romu. Esto que ves era una ciudad próspera, con sus oficinas para multitud de servicios, bibliotecas, locales de ocio, tiendas de todo tipo y restaurantes. Míralo ahora.

Pero en ese instante algo iluminó a Romualdo. Una ilusión, una esperanza de verlo todo recompuesto y con todos los habitantes del país recuperados para continuar sus vidas. Ese algo lo impulsó a caminar junto a una fila de ruinas. Entró en una de ellas. Varios niños y niñas le abordaron con las manos extendidas. Sacó las monedas que Hassan le había recomendado llevar encima y empezó a repartir parte de ellas. Las había metido en una mochila porque sumaban una cantidad considerable.

Cada una de esas criaturas llevaba a sus espaldas cargas que era mejor ignorar. Romu se propuso hablar con esos niños y niñas tan desconocidos para el mundo que los mantenía olvidados, salvo cinco minutos al guía, multiplicados por tres telediarios diarios igual a quince minutos diarios de noticia de última hora.

—Dice que se llama Abdul —tradujo Hassan—, que antes estudiaba en la escuela del barrio, le gustaba escribir y dibujar. En su casa habían enmarcado sus cuadros.

Una niña preciosa se acercó a ellos y respondió a la pregunta de qué estudios tenía.

—Yasira cuenta —continuó el guía— que en el instituto había ganado medallas como corredora de larga distancia y tenía colgadas de su habitación todas ellas, incluso dos oros de una competición a nivel nacional y otra en el país vecino, que ahora bombardeaba el suyo.

Más de una docena de niños conversaron con Romu, cada uno con su historia. Todas ellas quedaron grabadas en la mente del visitante.

Un joven de unos veintitantos años que se había quedado a escuchar, se dirigió a Romu en español, ante la sorpresa de este.

—Yo enseñaba lengua española en el Instituto que desapareció hace meses. La mayoría de los niños y jóvenes que ves por aquí se han reconvertido en recolectores de esperanza. Ya no son los de antes. Ahora intentan labrar su camino, pero literalmente, no en sentido poético. Me refiero a hacer caminos entre las ruinas, eso les lleva muchas horas. No importa que los destruyan poco después con nuevas bombas. Chicas, chicos, mujeres y hombres colaboran juntos en sacar todo adelante. A veces nos quedamos sin alimento que llevarnos a la boca. Entonces racionamos el esfuerzo físico y bajamos el ritmo. Otras veces algunos dan rienda suelta a alguna afición y juegan al futbol en los espacios libres de escombros. Siempre con la dicha de no pensar en la guerra.

—Entonces, las monedas que me han pedido ¿para qué les sirven?

Hassan, que había permanecido escuchando al joven profesor, sonrió con gesto de saber algo más que Romualdo desconocía.

—Ah, que nos sabes que pagamos por los alimentos de la ayuda internacional… Pues sí, las mafias que trapichean con los alimentos y el agua tienen a todos sometidos a sus órdenes. Si no hay dinero no hay piedad. Pero también hay trueque, y cualquier cosa puede ser el equivalente a un saco de harina. Un ordenador roto, teléfonos móviles estropeados, no digamos lo que los valoran si además funcionan. Todo lo que quieras imaginar es válido aquí, en la bendita tierra que nos vio nacer.

Días después, tras haber visitado al menos una docena de lugares por donde pudo ver a bastantes niños correteando entre bloques de hormigón desgajados de sus lugares de origen, Romualdo llevó a cabo la idea que le había llevado hasta allí. Un día reunió a muchos de los niños, niñas y jóvenes que había conocido en sus visitas y a otros que espontáneamente se unieron a él en la convocatoria. Romu apareció disfrazado de payaso y empezó a realizar malabarismos como todo un profesional. Siempre se le habían dado bien esas habilidades.

En su primera función, el éxito fue rotundo. El público le aplaudía a rabiar en un número que incluía payasadas que no necesitaban traducción. Un lenguaje universal que les haría reír casi sin parar. Ese tiempo fue para Romu su sueño hecho realidad.

La confianza, la ilusión, compartir una fantasía de actuaciones sin palabras, gestos que transmitían sentimientos… Romualdo había conseguido enriquecer el tesoro que ya llevaban aquellos niños y niñas en su interior. El gran tesoro de la esperanza y el despertar a una vida nueva.

Tras esa actuación, Romualdo se desplazó a otras ciudades arrasadas y en ellas obtuvo el mismo logro, que las sonrisas de los niños iluminaran el discurrir de sus vidas.

La visita a la clínica de los sueños había dado un fruto inesperado. Romu había cambiado y eso era lo mejor que podía haberle pasado jamás.

 


 

Y hasta aquí hemos llegado. Deja tu comentario si te parece bien. Tu opinión es bienvenida.

 

Este relato participa en el Vadereto del mes de Junio titulado «Optimismo»

 

Nuestro amigo José Antonio Sánchez nos ha preparado este reto con una premisa. La palabra Optimismo debería infundirnos nuestros mejores ánimos e, incluso, sacarnos una animosa sonrisa.

Así que, nuestro relato tendrá que inspirarse en la fotografía y dejarnos con un buen sabor de boca y un halo de esperanza.

32 Comentarios
  • Maite
    Posted at 11:10h, 03 julio Responder

    ¡Hola, Marcos!
    Tu aporte al reto del mes pasado es precioso… Realmente despierta una sonrisa.
    Has penetrado en la herida del ser humano; la más grande: la de los niños que sufren.
    Una infancia robada, cuando no aniquilada, y el dolor en sus rostros es la más terrible pesadilla que tenemos.
    No es extraño que Ronualdo no pudiera dormir. Algo le decía que tenía que actuar (me encanta la idea de la clínica del sueño, y la descripción de la mujer).
    Su transformación en payaso fue felicidad para otros y para sí mismo. Porque hacer felices a los demás nos hace felices a nosotros mismos.
    Precioso. Una gota de esperanza en el océano… Pero no menos valiosa.
    Un abrazo grande!
    Maite-Volarela

    • marcosplanet
      Posted at 21:38h, 03 julio Responder

      Muchas gracias, Maite. Tus palabras son valiosas para mi. Lo de Romualdo fue una auténtica llamada para cambiar su vida. Conmueve tan solo imaginar a esos niños con vidas rotas, como las de todos los afectados por cualquiera de las muchas guerras que asolan el planeta sin que el resto del mundo les dedique más que unos minutos del telediario.
      ¡Otro abrazo enorme para ti!

  • Mercedes Soriano Trapero
    Posted at 18:43h, 29 junio Responder

    Hola, Marcos, qué cruel es la vida a veces, por suerte tu relato nos trae la cara más amable de la sociedad. Tu protagonista, por un cambio en su vida, va a hacer feliz a miles de niños y va a intentar ayudar en todo lo posible. Un relato lleno de optimismo y esperanza. Gran enseñanza la que transmite y, sobre todo, la sonrisa y felicidad de los más pequeños, que nunca merecen lo que les sucede.
    Un abrazo. 🙂

    • marcosplanet
      Posted at 03:21h, 30 junio Responder

      Muchas gracias por tus palabras, me alegra mucho verte por aquí después de tanto tiempo. Pues si, los pequeños del mundo conviven en muy distintas situaciones y escenarios y los hay casi tan terribles como una guerra, pues tienen al enemigo o enemigos en casa, en el colegio… Por eso lo mejor que les puede pasar es que una sonrisa les llene el alma.
      Un abrazo 😊

  • Dakota
    Posted at 20:00h, 21 junio Responder

    Hola Marcos, un relato que cumple muy bien el tema del optimismo.
    No hay nada más esperanzador que la sonrisa de un niño a pesar de la catástrofe.
    Hace falta más humanidad en este mundo.
    En ocasiones los niños dan grandes lecciones.
    Un abrazo Marcos.

    • marcosplanet
      Posted at 21:01h, 22 junio Responder

      Y tanto que dan buenas lecciones, completamente de acuerdo, Dakota.
      Otro abrazo para ti.

  • Anónimo
    Posted at 11:26h, 16 junio Responder

    Hola Marcos, el protagonista reflexiona sobre la realidad de un mundo confuso y en conflicto, a la par que muestra como hasta en los peores escenarios pueden sobrevivir la empatía y ciertas dosis de optimismo. En general transmite una gran esperanza. Buena aportación. Saludos»

    • marcosplanet
      Posted at 07:23h, 17 junio Responder

      Gracias por pasarte y comentar. Intenta acordarte para el próximo comentario de hacerlo con tu nombre. No sé quién eres.
      Saludos.

  • Themis
    Posted at 16:56h, 15 junio Responder

    Hola Marcos muy bello relato con mucha sensibilidad en la narración y esa realidad que muestras de los niños que se encuentran en esas situaciones y que a pesar de todo no dejan de sonreír, de ser, de buscar salidas o de crear esos caminos para abrir posibilidades y el protagonista tan humano que es capaz de entender y volcarse a colaborar en esa trágica situación. Muy bueno, un gusto leerlo, abrazo grande

    • marcosplanet
      Posted at 07:28h, 17 junio Responder

      Muchas gracias por tus palabras, Themis. Me animan mucho a la hora de escribir mis historias. En este caso es una basada en una realidad persistente a lo largo de décadas de enfrentamiento entre personas que no se conocen bajo las órdenes e intereses políticos de otras que operan en la sombra. Pero todo eso tiene unas consecuencias, y no son cualquier cosa sino las vidas de muchos miles de inocentes que ya forman parte además de una especie de macabro relato de los telediarios.

  • Raquel Del Valle Peña Peinado
    Posted at 16:45h, 15 junio Responder

    El relato «Todos los niños merecen poder sonreír siempre» es una conmovedora reflexión sobre la esperanza en medio de la adversidad. A través de Romualdo, el protagonista, la historia nos muestra cómo la empatía y el optimismo pueden transformar vidas, incluso en los escenarios más devastadores. Su viaje desde la confusión ante el bombardeo mediático hasta su decisión de llevar alegría a niños en zonas de guerra evidencia el poder de los pequeños actos de humanidad. Con un estilo sensible y directo, el relato resalta que la resiliencia no solo reside en quienes sufren, sino también en quienes eligen actuar. La imagen de los niños como «recolectores de esperanza» es especialmente poderosa, recordándonos que, en medio de la destrucción, la risa sigue siendo un acto de resistencia. Bravo por ti Marcos, excelente llamado a la reflexión.

  • Marlen
    Posted at 13:03h, 13 junio Responder

    Hola Marcos
    Leo en tu entrada: «Ráfagas de noticias desagradables poblaban las pantallas televisivas, cada vez con más prisa, con más frecuencia. De ese modo era fácil no enterarse prácticamente de nada. La confusión reinaba en las mentes de los ciudadanos y Romu no era una excepción.» Y yo, como tantos de nosotros, no somos excepción, porque nos duele tanto lo que vemos que ya nos negamos a seguir el juego de la realidad miserable y apagamos la televisión preguntándonos qué hacer para paliar la angustia y el horror de tantos seres que viven en ese infierno, sobre todo de los niños y los ancianos, las dos puntas del camino, los más indefensos. La solución de Romu me parece genial, Lograr por unos minutos infundir esperanza en esas vidas, que las sonrisas de los niños iluminen el discurrir de sus trayectos. ¡Nada más! y ¡Nada menos! Inventemos formas de llegar a esos»recolectores de esperanzas».
    Me encantó tu relato. Un abrazo fuerte.
    Marlen

  • Nuria de Espinosa
    Posted at 01:12h, 13 junio Responder

    Hola Marcos, cuántas cosas podrían contar los niños si los mirásemos directamente o con más atención.
    Romualdo, reflexiona sobre la confusión y el miedo que genera el mundo actual, dominado por noticias fragmentadas y una realidad social manipulada. Lo que empieza como una búsqueda de solución a su insomnio se transforma en un despertar profundo ante las injusticias humanas. Me asombró su viaje a una zona en guerra, donde los niños y sus historias reflejan tanto sufrimiento como dignidad. Lo que más me gustó fue cómo Romualdo decide actuar, dejando la comodidad atrás para llevar alegría y esperanza con pequeños gestos. Me recordó que, incluso en medio de la devastación, la humanidad y la empatía pueden marcar una gran diferencia.
    Un relato con un final emotivo y optimista.
    Excelente aporte al VadeReto, original y muy bien gestionado.
    Un abrazo

    • marcosplanet
      Posted at 13:01h, 13 junio Responder

      Muchas gracias por tus palabras, Nuria, sabes que las aprecio mucho. Los niños sufren especialmente las guerras pues psicológicamente tienen mucho más tiempo para acarrear consigo los traumas producidos y presumiblemente no los asimilarán de la misma forma que los adultos.
      Un abrazo.

  • Héctor García / Islas Viajeras
    Posted at 11:01h, 11 junio Responder

    ¡Marcos, qué maravilla de artículo! “Todos los niños merecen poder sonreír siempre” no solo es un relato conmovedor y necesario, sino un verdadero ejercicio de empatía y humanidad. Has conseguido que acompañemos a Romu no solo en su viaje físico, sino también en su transformación interior. Con una narrativa que fluye entre lo onírico, lo cotidiano y lo trágicamente real, lograste iluminar, con sensibilidad y sin sensiblería, una verdad que demasiadas veces ignoramos: que la infancia sigue siendo la mayor víctima de las miserias del mundo.
    Gracias por recordarnos —con arte y sin estridencias— que aún podemos hacer algo, aunque sea repartir monedas, malabares o, simplemente, dignidad.

    • marcosplanet
      Posted at 13:37h, 11 junio Responder

      Muy agradecido por tu análisis, sincero ante todo, a mi modo de ver.
      Un abrazo, Héctor.

  • Josep Maria Panades Lopez
    Posted at 10:48h, 11 junio Responder

    Hola, Marcos.
    Siempre me ha llamado la atención esas imágenes en las que entre escombros, muerte y desolación, se ve a niños sonrientes mirando a la cámara, Y me pregunto ¿cómo pueden sonreir entre tanta desgracia? Debe ser porque se han acostumbrado a esa vida que no es vida o que, a pesar de todo, no han perdido la esperanza de un futuro mejor.
    Hacer reir a un niño, ya esté enfermo o viviendo en la pobreza, es un hito excepcional que merece ser aplaudido. No osbtante, no por ello debemos diluir nuestra indignacion por tal injusticia. Lo malo es que quienes deberían luchar contra ella no lo hacen y el resto de ciudadanos del mundo tenemos que contemplar, indignados, la falta de respuesta internacional.
    Al menos, a tu protagonista, la clínica del sueño le ayudó a despertar a la realidad.
    Me ha encantado tu relato.
    Un abrazo.

    • marcosplanet
      Posted at 13:38h, 11 junio Responder

      Estoy totalmente de acuerdo, Josep. Muchas gracias por tu análisis.
      Un abrazo.

  • Jose Antonio Sánchez Cano
    Posted at 12:54h, 10 junio Responder

    Hola, Marcos.
    Un relato precioso que muestra la triste realidad que asola muchos rincones de nuestro planeta.
    El título del relato ya es toda una promesa. Deberíamos mirar a la cara de los niños y, soportando el peso de todo el castigo que la vergüenza debería darnos, decidirnos a cambiar el mundo. No por nosotros, por ellos.
    Es evidente que hay corazones tan negros que ni un viaje como el de tu personaje los haría cambiar su mezquindad. Pero, tal vez, las futuras generaciones deberían emprender una aventura como esta, para conocer in situ las carencias y penalidades de NUESTROS hermanos.
    Tu cuento rebosa emotividad y contagia esa necesidad de empatía hacia los demás, sobre todo, los más desfavorecidos. No deberíamos de olvidarnos que su situación solo nos distancia de ellos, el haber nacido unos kilómetros más lejos o un tiempo más favorable. TODOS podríamos vernos en esa situación. Pero ni por eso se ablandan los corazones y se abren las mentes.
    Gracias por este bellísimo relato. La actitud de tu personaje nos permite cierto optimismo y esperanza.
    Pásame la dirección de Conforta Plus que yo también padezco de insomnio y falta de descanso. 😉
    Muchas gracias por el regalo para el VadeReto.
    Abrazo Grande.

    • marcosplanet
      Posted at 20:47h, 10 junio Responder

      Muchas gracias a ti por la reflexión. En efecto, somos de lo que no hay, permitiendo que la situación de los más desfavorecidos se estropee día a día y no encontremos medios para combatirla. Porque nos asaltan con noticias que solo pretenden crear alarmismo sin que venga ninguna propuesta gubernamental para intentar calmar la demanda de esa pobre gente. Se supone que hay una «ayuda internacional» que proporciona alimentos a esas zonas en guerra, pero ocurre que las mafias que se han formado alrededor controlan la distribución y, además de luchar contra los efectos con que la guerra les azote, deben afrontar la realidad de las mafias. Increíble.
      Me temo que la dirección de Conforta Plus no está en mi mano. La extravié mientras escribía esta historia.
      Un fuerte abrazo, José Antonio.

  • Marta Navarro
    Posted at 11:43h, 10 junio Responder

    Estupendo, Marcos. Un relato que es todo un revulsivo contra la indiferencia en que parecemos instalados. No reaccionamos apenas ante tanta tragedia. Lo sentimos todo muy lejano, quizá, y tu historia muestra muy bien que no es así, que el horror golpea en cualquier lugar y en cualquier momento y la vida entera se derrumba en un instante. Has mostrado muy bien la evolución del personaje y cómo encuentra finalmente su lugar en el mundo en esa dedicación a los niños y a poner un punto de esperanza donde parecía no haberlo. Emotivo sin excesos y muy profundo. Me ha gustado mucho.

    • marcosplanet
      Posted at 20:50h, 10 junio Responder

      Muchas gracias por tus palabras, Marta. La realidad de esa pobre gente que en circunstancias normales llevan una vida como la de cualquiera, debería enfrentarnos a la situación de asimilar al menos una parte ínfima de lo que sufren en lugar de dejarnos prácticamente indiferentes.
      Es un tema complejo, que da para debatir y buscar soluciones. Lo que parece mentira bes que los gobiernos que están detrás de las guerras siguen maquinando sus planes y se forran con los conflictos.

  • Idalia H. Payano T.
    Posted at 06:36h, 10 junio Responder

    Hola, Marcos, Me ha encantado leer este relato tan humano y sobre todo bien llevado a un terreno peligroso y a la vez muy emotivo, los niños y la necesidad de salvaguardarlos y al menos regalarles motivos para que sus sonrisas no desaparezcan nunca, hermoso y lleno de naturalidad.
    En Romualdo has reunido a todos aquellos seres cuya bondad de alma no los puede destruir del todo, y los motiva a buscar soluciones a problemas que todos ven pero nadie quiere involucrarse en ellos ni en una mediana solución.
    Y como todo en la vida, lo que va, viene, es seguro que el cambio en su vida le dio la gracia de poder dormir tranquilo, pues la ilusión reapareció y vaya con cuánta entrega pudo dar lo mejor de sí, y pasar del pesimismo a un optimismo vital muy valioso.
    Te felicito por el tema escogido para cumplir con la palabra del reto. Un gusto leerte Marcos, un abrazo.

    • marcosplanet
      Posted at 20:55h, 10 junio Responder

      Muchas gracias, Idalia por tu reflexión sobre mi relato. Es verdad, no queremos y no podemos involucrarnos, por otro lado, porque no tebemos los medios necesarios y porque todo «viene de arriba», de los poderes fácticos.
      Con el la política hemos topado.
      Un abrazo.

  • Ana Piera
    Posted at 04:01h, 10 junio Responder

    Hola Marcos, un relato que cumple perfecto la premisa de José Antonio. Creo que Romualdo tiene un arco interesante, primero su actitud es de desconcierto y temor ante las noticias que llueven de todos lados teniendo detrás oscuros intereses que buscan manipular la opinión pública. Después Romualdo hace algo por la situación, va a esa clínica de sueño donde encuentra la inspiración que necesita para llevar un poco de alegría y esperanza a los que sufren. Me parece que esa decisión de cambio en él es muy importante y la clave para desestresarnos: ayudar a otros, intentar preocuparnos por alguien más que nosotros mismos. Enhorabuena. Te dejo abrazos.

    • marcosplanet
      Posted at 20:57h, 10 junio Responder

      Muchas gracias por aportar tu opinión, Ana. Has expresado muy bien los pasos que quise que diera el protagonista. El espíritu del cambio estaba en lo más profundo de él.
      Abrazos.

  • finil
    Posted at 21:51h, 09 junio Responder

    Buenas marcos!
    Te leo y pienso: ojalá más gente decidiera de vez en cuando dar un volantazo hacia lo humano y no solo hacia lo rentable.
    Aunque a veces, parece que haga falta estar al borde del colapso existencial o hundidos en las miserias para «recordar» que hay niños en guerra y vidas rotas. Supongo que el mundo funciona así.
    En cualquier caso, el que decida usar su tiempo para aliviar el mal de otros ya me parece admirable, porque aunque esto no cambie el sistema, ya vale más que los grandes discursos que oímos…y no sirven para nada…
    Ojalá dirigiéramos el mundo los de a pie..
    Un abrazo!

    • marcosplanet
      Posted at 21:40h, 10 junio Responder

      Ojalá, Finil, ojalá. Muchas gracias por aportar tu visión sobre este tema tan sujeto a debate y reflexión. Pero las palabras o discursos, como bien dices, no valen un pimiento, así que es necesario actuar y eso tiene una fórmula para llevarlo a cabo que desconozco.
      Un fuerte abrazo.

  • Cabrónidas
    Posted at 13:03h, 09 junio Responder

    Muy de acuerdo con el título. Ahora solo falta ser optimista y que los adultos sepamos llevarlo a la realidad. 😉

  • Tarkion
    Posted at 09:46h, 09 junio Responder

    ¡Marcos!

    Qué gran relato te has marcado, compañero. Me ha encantado cómo logras equilibrar una realidad tan cruda con ese halo de esperanza que proponía el reto, sin caer en el dramatismo fácil ni en el optimismo forzado. Algo realemnte complicado de lograr en un tema tan crudo como este.

    Romualdo es un personaje muy humano: empieza como muchos de nosotros, agobiado por el ruido de un mundo que parece irse al garete, pero incapaz de encontrar su sitio. La manera en que lo llevas desde el confort de su día a día hasta ponerse literalmente a caminar entre escombros y sonrisas me parece muy bien construida y, sobre todo, muy creíble.

    Me ha impresionado mucho la imagen de los niños como “recolectores de esperanza”, ese tipo de frases que no solo se leen, sino que se quedan resonando. Y qué bien cerrada la historia con esa escena final, ese gesto simple y poderoso de devolver la risa. Un pequeño acto de rebeldía contra todo el horror.

    Un relato que no solo cumple con el espíritu de “Optimismo” sino que lo lleva a un nivel más profundo: porque la sonrisa de un niño en medio de la destrucción no es solo un símbolo de esperanza, es un recordatorio de todo lo que merece la pena proteger.

    ¡Un fuerte abrazo y enhorabuena por este texto tan lleno de humanidad!

    • marcosplanet
      Posted at 21:49h, 10 junio Responder

      Son preciosas tus palabras, Miguel. Confieso que durante la elaboración del relato me asaltaban las lágrimas tan solo al pensar que esos niños jugaban estudiaban y amaban a sus padres como cualesquiera otros en el mundo y de repente todo eso cambia y les fuerza a sufrir una realidad que no sabemos cuánto durará. Porque las guerras son un desastre muy bien calculado. Ya no son los conflictos al estilo de las guerras de lo primeros años del siglo XX, Ahora están controladas por los amos de las armas y del poder geopolítico.
      Otro abrazo fuerte para ti.

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