La voz de quién sabe dónde

La voz de quién sabe dónde

 

La voz de quién sabe dónde

 

Belinda Carter estaba visitando a su mejor amiga, Flora del Castillo, en la pastelería que esta regenta en pleno centro de la ciudad. En Terrabona nunca habían disfrutado de dulces semejantes. Flora los elaboraba para el deleite de todo el que quisiera tomarse un café acompañado de Estrellas de Sara, Globitos de Amanda o Perlas de Lucinda.

Una docena de variedades, cada una con un llamativo nombre, adornaban los mostradores de la pastelería para que los visitantes ensalivaran de placer al tiempo que se dejaban invadir por los aromas a café de Colombia, café natural Lavazza Crema e Gusto Classico, la variedad arábica, la variedad Robusta… En fin, una serie de gozos para el olfato que nadie podía resistir sin probar.

–Pues yo creo que el mejor de tus colombianos es el Caturra, para mí que no hay comparación entre todos los de la variedad arábica –apunta Belinda Carter mientras engulle una perla de Lucinda.

–Mira, Belinda, el agua es tan importante como el café para obtener una buena infusión. Yo uso agua embotellada y la sitúo a una temperatura entre 90° y 95°, es decir, justo antes de romper a hervir. Gracias a esto se consigue extraer mayor cantidad de componentes del café, y eso se traduce en una infusión más sabrosa. Ten en cuenta también que el agua, cuanto más hierve más ácida es y eso afecta  a la forma en que se detecta la infusión en el paladar.

–Umm, cómo está este pastelito, Flora; derrama por toda la boca ese regusto a Menta Piperita que hasta me recuerda a la hierbabuena. Una maravilla, lástima que se pegue a las caderas con tanto descaro.

–Cómo no te va a recordar a la hierbabuena si la piperita es un híbrido estéril obtenido del cruce de la menta acuática y la hierbabuena…

 

–¡Vaya!, te salió la vena sabihonda una vez más –apunta Belinda con su tono sarcástico característico–. Es como una marca de fábrica, querida.

Inconscientemente, Belinda Carter se lleva una mano a la cicatriz que cruza una de sus mejillas. Los dedos permanecen ahí durante unos segundos.

–Venga, Beli, sé que te encanta aprender de mis sabias palabras. Y deja de sobarte la cicatriz, que igual se hace más grande.

Cualquiera que las oyera creería que se estaban lanzando puyas todo el rato, pero esa era una forma de manifestar una estrecha amistad.

–Y bien, Beli ¿Qué noticias me traes a estas horas de la tarde? Hoy te toca desembuchar. Has estado toda una semana fuera de órbita. Algo nuevo tendrá que haber entre esas neuronas tan enrevesadas que tienes.

–Amiga mía, nos conocemos como si fuéramos hermanas, y por eso acudo a ti. Estoy muy preocupada.

Ambas toman asiento ante una de las mesas estilo Luis XIV que imitan muy bien el esplendor de aquella época. Como el resto del local, ambientado en sus paredes con frescos de escenas de antiguas partidas de caza y cuadros imitando a pintores prerrafaelitas.

Belinda permanece en silencio y Flora queda desconcertada, preguntándose con qué la sorprendería esta vez su amiga del alma.

–Vamos Beli, me tienes sobre ascuas ¿es por tu salud?

Belinda Carter sollozó antes de volver a tomar la palabra. Las lágrimas pugnan por dejar ver su cualidad cristalina temblando en sus ojos.

–No es nada de eso Flora. Estoy… estoy angustiada porque… esto… es que…

–Venga hermana, déjate llevar. Llora si quieres, pero no retengas mucho más tiempo esa revelación que quieres compartir –añadió Flora con un tono de inquietud que ya no podía disimular. Algo en su interior activó en ella una alarma.

–No es, no es para ignorarlo y dejarlo pasar. Se trata de que… bueno, estoy oyendo… una voz.

–Ah ¿sí? –consiguió decir la dueña de la pastelería disimulando el sobresalto que le produjo la noticia–. Pues sigo sobre ascuas, Beli. ¿Cuándo la oyes?

 

–De noche, en el momento en que me voy a ir a la cama la oigo, es imposible hacerla callar, así que solo me queda esperar a que deje de hablar.

–Es de un tono ronco, profundo y estremecedor, pero parece resonar dentro de una cueva –explica Flora intentando parecer serena–, te recuerda que tu vida está incompleta y que debes… compartir tu secreto y ya no vuelve a molestarte hasta el día siguiente a la misma hora.

Belinda Carter ha escuchado a su amiga con la boca abierta por la sorpresa y está llena de consternación. Extiende un brazo sobre la mesa y toma la mano de Flora muy emocionada.

–¡Tú también oyes esa voz! Es increíble, Flora. Todo ocurre como tú dices, punto por punto ¿Qué nos está pasando, amiga mía?

–Bueno, reconocerás que desde que Alfred abandonó este mundo, nada es igual. Vienes por la cafetería, hablamos, nos reímos, pero las cosas han cambiado.

La televisión estaba retransmitiendo el recordatorio de un programa antiguo de los años noventa titulado ¿Quién sabe dónde?. El presentador, Paco Lobatón, hablaba de desapariciones de personas y con la ayuda de su equipo de profesionales y de los propios telespectadores emprendía la búsqueda de las mismas con distinto resultado.

En ese momento uno de los clientes de la pastelería-cafetería, una joven de unos veintitantos, se acercó a Flora y le formuló una pregunta que la dejó paralizada.

–Perdona, pero quería saber por qué habéis puesto esos nombres tan curiosos a los pasteles. Globitos de Amanda, Estrellas de Sara y Perlas de Lucinda. Los demás tienen también nombres curiosos, pero esos tres son los únicos con nombres propios de mujer.

Flora la miró con ojos tiernos al principio, que al cabo de un momento se tornaron en dos dardos vidriosos que taladraban el rostro rubicundo de la preguntona.

–Bueno, se trata de mis hermanas. Perdieron a sus maridos de forma… repentina.

Belinda interviene con una mueca de angustia, su rostro muestra a plena luz la mejilla surcada por la larga cicatriz.

–Mire, la historia no es agradable, así que, si es tan amable…

–No importa, Beli –interrumpe Flora con cara de resignación–. No es la primera vez ni la última que me preguntan por eso. Ellos sufrieron una extraña enfermedad, por la misma época los tres. Eran parejas muy unidas y ellas no pudieron hacer nada.

–¿Sí? –inquiere la joven clienta con marcado interés morboso–. ¿Y por qué no los pudieron salvar? ¿Fue algún virus de esos que nunca sabremos de dónde vienen?

–¡Ya basta! –grita Belinda enfrentándose a la joven–. Por favor váyase.

 

La clienta parece no dar crédito a la escena que acaba de vivir y accede a dar media vuelta, marchándose con un gesto de desdén y una insaciable avidez por conocer hasta la última coma de la tragedia.

Cuando las aguas se calmaron, Flora se recoloca el sombrerito de época que completa su ‘look’ de francesa acomodada de la época del rey Sol. Su cara, coronada por una peluca que imita el típico peinado a la Fontange, parece haber recuperado el tono tras haber enrojecido por la situación. Su vestido de encajes con terciopelos, sederías y cintas, llama la atención de los visitantes del local que la miran hipnotizados, y eso le gusta una barbaridad.

–Ha sido un momento muy desagradable, Flora. Pobrecita, no sé si fue un acierto por tu parte poner esos nombres, llega un momento en que la gente te pregunta, si, y no es la primera vez que yo también estoy en medio.

–Sabes de sobra que no puedo cambiarlos, los nombres están ahí por lo que están, y no hay más.

–Bueno Flora, siguiendo con lo de la voz que ambas estamos oyendo ¿Tendremos que ir al psicólogo? ¿O al psiquiatra? La última vez la voz me advirtió de que debía desvelar la verdad, que yo tenía una misión que cumplir. Al parecer, debo redimirme de mi… supuesta mala conducta. Bueno, ya sabes, aquello sobre la muerte de mi marido.

–Lo de que debo expiar mi culpa también lo he escuchado. Esa maldita voz ronca del demonio me lo soltó también a mí, querida Beli, palabra por palabra. Pero no debes asustarte sino esperar a que se siga manifestando. Es evidente que algo tiene que comunicarnos, no sé el qué, pero nos trae un mensaje. Creo que nos está preparando para cuando nos diga qué debemos hacer ante tal o cual mandato suyo.

–Pareces tenerlo muy claro, Flora –comentó Beli mientras se servía la segunda taza de té. La tensión creada por la joven clienta aún se aferraba a sus sentidos–. Yo, sin embargo, estoy cagada de miedo, disculpa la expresión. Me entran escalofríos cada vez que la voz me habla ¿Es que tú no sientes lo mismo?

–Que no te preocupes, hermana, tan solo has de tener paciencia ¿Me entiendes?

–Es curioso, nos llamamos hermanas sin serlo, pero yo también llevo muy dentro ese concepto. Ahora… ahora voy a hacerte una pregunta que no tienes por qué responder. Es por tus hermanas. De tus sobrinos sí me hablas, pero sobre ellas… Siempre me dices que están bien, pero quiero saber si han rehecho sus vidas, no sé, nunca me lo has contado.

 

Belinda Carter se atusa el pelo mientras habla. El peinado de su pelo rubio no es tan esplendoroso como el de su amiga del alma, pero también refleja un estilo muy particular, terminado en un doble moño dorado.

–Acepto que aproveches la ocasión para salir de dudas –dijo Flora–. Esa joven impertinente nos ha puesto las pilas ¿no es así?

Flora se coloca uno de los pliegues del amplio vestido de época y se toma de un trago el chupito de menta con anís que tanto le gusta.

–Has dado en el clavo, Beli. Todo este tiempo te he ocultado una serie de aspectos sobre la muerte de mis tres cuñados que por todos los medios has intentado sonsacarme disfrazándolo con el interés de una buena amiga por ayudarme, pobrecita yo. Ven conmigo al obrador. Quiero contártelo todo.

Belinda sigue a la disfrazada con el vestido versallesco como un lacayo que debiera atender a su amo. El amargor del té verde permanece en su paladar como un inquilino okupa. Entran en el obrador.

–Cuidado, Flora, aquí se manchará ese pedazo de vestido. Te habrá costado una fortuna.

Flora del Castillo se retocó la peluca y se volvió de repente hacia Belinda como impulsada por un resorte.

–Amiga mía, aquí en la soledad del obrador que ahora está fuera de servicio, disponemos de la intimidad que requiere esta cuestión. Por fin vas a saber la verdad sobre esas muertes. Ya iba siendo hora.

Belinda miraba a Flora con devoción, como si en ese momento su amiga fuera un ser superior a quien debía rendir pleitesía.

–Bueno, lo primero que has de saber es que yo estaba más que harta de mis tres cuñados. Nunca los soporté. Sus bromas de mal gusto, su juerga interminable tomando cerveza sin parar, sus comentarios hirientes medio borrachos sobre mi vida sin pareja, haciéndome ver que moriría más sola que la una. Era insufrible convivir en las casas de mis hermanas cuando me invitaban a pasar una temporada con cada una de ellas.

Una sombra extraña cubre el rostro de Flora, que continúa su discurso con un gesto que a Belinda le resulta amenazador.

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–Así que, al cabo de los años de soportar esa angustia, decidí actuar. Estuve pendiente de que siempre hubiera una dosis adecuada de anticongelante de coches en las comidas que yo misma ayudaba a preparar a mis hermanas. Ya sabes que se me dan muy bien los cocinados.

–Pero, pero Flora ¿Cómo fuiste capaz de esa…? ¡Qué atrocidad Dios mío! ¿Y no sentiste… nada? Eres, eres… un ser despreciable, cómo pudiste… no puedo soportarlo.

Flora mantiene una expresión compasiva todo el tiempo. Su rostro expresa un dolor escondido durante años, un recuerdo de regusto rancio se apodera de su mente.

–¿Que cómo he podido cometer ese tremendo crimen? Mira, entre sus bromas horribles, mis detestables cuñados intentaron más de una vez aprovecharse de mí. De hecho, uno de ellos me arrastró hasta su cama un día en que Amanda había salido a hacer la compra. Sentí su bocaza apestosa en contacto con la mía y me pareció tan repugnante como una serpiente con su lengua bífida intentando besarme. ¿Esa vejación no merece venganza?

En ese momento afloran unas lágrimas en los ojos de Flora, reflejando en su expresión las cicatrices de un corazón destrozado que ha intentado recomponer desde hace tanto tiempo. Sin éxito.

–No lo he superado, amiga mía. Hasta hoy. Has conseguido cerrar el círculo.

–¿Qué? ¿Te has vuelto loca? ¿Qué círculo ni qué narices?

El obrador permanece como testigo mudo de la conversación. Flora había dejado que su memoria ocultara su secreto durante años entre las paredes de aquel local.

–Hablo de que ambas hemos tenido una experiencia extrasensorial o llámala como quieras. Hemos escuchado esa voz que parece salida de la garganta de un dragón y las dos hemos oído lo mismo. Ahora te haré yo otra pregunta, amiga Beli –la voz de Flora bajó muchos tonos hasta adquirir un sonido gutural–. ¿Te cargaste de verdad a tu marido?

Belinda miró a su amiga con una expresión de sorpresa. Pronto transformó el gesto en una pequeña sonrisa.

–Bueno, únete si quieres a quienes desean verme en la cárcel. Un caso tan mediático como el mío dio mucho que hablar y ya sabes que los cotilleos…

Flora la interrumpió extendiendo un brazo con la mano abierta casi rozándole la cara.

–No me vengas con tonterías y ve al grano. Mataste a tu marido ¿eh, Beli?

–Sabes que me maltrataba físicamente y que me propinaba al menos una paliza diaria, Esta cicatriz… ¡pero yo no habría sido capaz de acabar con su vida!

–Claro que conozco el origen de tu cicatriz. Tu preciosa cara ha quedado marcada para siempre, pero esa no es la cuestión. No fue él el responsable de estrellarse con su coche cuando conducía alcoholizado –la voz de Flora había subido muchos tonos y ahora era casi un grito desgarrador–. Tú le obligaste a beberse una botella de whisky amenazándole tal vez con un arma y después te montaste con él en el coche, parasteis junto al acantilado y mientras se debatía intentando quitarse ese cinturón de seguridad que siempre se atascaba, empujaste el vehículo hasta que se despeñó cien metros más abajo ¿Fue así, Beli? ¿¡Fue así!?

Al terminar su encendida alocución, Flora se queda mirando en silencio a Belinda casi pegada a su cara y adopta una actitud desconocida para su amiga.

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–Hemos tenido una experiencia donde alguien se ha manifestado a través de una voz, pero lo que quería ese ente era que anunciáramos la verdad. Yo he cumplido, así que quedas tu para poder estar libres de esa presencia y de nuestro dolor para siempre ¿a ti qué te parece?

Las palabras de Flora parecían enredarse en los oídos de Beli, que ya no sabía quién era esa desconocida que tenía delante.

–Me parece tan grande la crueldad que has demostrado a lo largo de estos años de amistad, Flora… Hemos compartido todas, o casi, nuestras más íntimas pasiones, nos lo hemos contado todo, o casi. Yo ya no sé con quién estoy hablando.

–Que sepas que de esa misma voz que tú escuchas, he oído esta mañana una curiosa revelación. Pensaba que solo aparecía por las noches y tal, pero a eso de las ocho, la voz me indicó lo que debía hacer con mi vida. Y eso lo tengo más que claro. Tiene toda la razón y lo haré.

Flora extrae de sus amplios ropajes un cuchillo montañés con dientes de sierra que empuña con destreza ante Belinda. Se lo incrusta entre las costillas próximas al corazón esperando que su amiga del alma no expire aún.

–La voz me ha abierto el camino. Acabando con tu vida mataré dos pájaros de un tiro. El ente me dijo que es un mensajero enviado por el espíritu de tu difunto marido y por los de mis queridos cuñados. Yo debía acabar con un remordimiento, por mis pobres hermanas, que duraría hasta mi muerte si no revelaba la verdad a alguien, la verdad de cómo murieron esos tíos.

» A ti te correspondería revelar que acabaste con la vida de tu marido y así te librabas de toda culpa. Eran las dos condiciones. Pero ¿sabes? –dijo Flora rematando a su víctima con la cuchillada más profunda que fue capaz de dar–. He decidido que, si acabo contigo primero, me libro de tus famosas indecisiones. Te conozco porque hemos sido uña y carne y sé que no habrías sido capaz de revelarlo nunca. Pero la voz ha sido clara y te ha señalado. Y ¿sabes qué? Yo creo a pies juntillas en las experiencias extrasensoriales.

 


Bueno, hasta aquí ha llegado esta historia. Deja por favor tu opinión en los comentarios. Para mi es muy valiosa y me ayuda a mejorar.

¡Ah!, el corazoncito está para hacer click wen él si te ha gustado este relato.

¡Salud y suerte en la vida!

 

14 Comentarios
  • Federico Agüera Cañavate
    Posted at 21:28h, 18 marzo Responder

    Los espíritus no descansan hasta que se haya resuelto la causa que los mantiene atados a este mundo. Muy buen relato. Saludos

  • Miguel Ángel Díaz Díaz
    Posted at 20:07h, 02 marzo Responder

    ¡Qué relato, Marcos! Cómo ha ido subiendo la tensión desde un inicio tranquilo, sereno y tan dulce hasta ir escalando en dureza y terminar con ese giro sorprendente.
    Un fuerte abrazo 🙂

    • marcosplanet
      Posted at 12:01h, 03 marzo Responder

      Gracias Miguel, me encanta haber logrado esa tensión creciente y que te haya sorprendido el final.
      Un fuerte abrazo también para ti.

  • Arenas
    Posted at 19:11h, 09 febrero Responder

    Excelente relato, muy bien dosificado, que apela a lo más oscuro de cada uno de nosotros.
    La ambientación es estupenda. Original la idea de esa pastelería luminosa que realmente es una casa de los horrores. Me ha recordado esa historias del asesino del museo de cera, que ocultaba sus cadáveres dentro de inquietantes figuras inanimadas. En este caso tú lo has sustituido de alguna manera por esos deliciosos pasteles de preciosos nombres. Enhorabuena, me ha encantado.

    • marcosplanet
      Posted at 19:22h, 09 febrero Responder

      Muchas gracias, amigo Arenas. Veo en la comparación con las historias del asesino del museo de cera una recompensa por mi trabajo en este relato. A mi me encantó aquella película del año 1953 «Los crímenes del museo de cera», con Vincent Price como protagonista.
      Gracias por recordármela.

  • Rosa Fernanda Sánchez
    Posted at 07:59h, 08 febrero Responder

    Sorprendente final, logras mantener la emoción y extraordinaria puesta en escena, con ese ambiente de cafetería exclusiva …Me ha encantado!
    ..
    .

    • marcosplanet
      Posted at 13:20h, 08 febrero Responder

      Muchas gracias de nuevo, Rosita. Tus palabras me animan mucho.

  • Miguel Ángel Sánchez Gárate
    Posted at 16:44h, 06 febrero Responder

    Sin duda el giro que da el relato en su recta final es como el trompo de un coche, que descoloca y lleva a un final de lo más inesperado. Una narración en sintonía con las de Miguel Ángel Segura, donde lo extrasensorial y paranormal tejen magistralmente una historia de intrigas ocultas con un ritmo en el que no aflojan la tensión y el misterio. ¡Bravo!

    • marcosplanet
      Posted at 13:33h, 08 febrero Responder

      Me alegra mucho que el relato haya sido de tu agrado, Miguel Ángel. He visto la web de Miguel Ángel Segura y la verdad es que es todo un fenómeno, con su propia editorial y todo. Gracias por la comparación.

  • Celia Martín
    Posted at 22:59h, 05 febrero Responder

    Acabo de terminar de leer y me ha encantado. La ambientación está súper lograda, y te transporta directamente a esa pastelería con sus aromas, sus pasteles con nombres curiosos y ese toque elegante del mobiliario. Me ha gustado mucho cómo construyes la relación entre Belinda y Flora, esa amistad cargada de secretos oscuros que poco a poco van saliendo a la luz. El giro final me dejó con la boca abierta. No me lo esperaba para nada, y eso es lo que más me ha gustado: cómo pasamos de una conversación aparentemente trivial a un descenso directo a lo más perturbador. La tensión está muy bien dosificada, y la voz misteriosa le da un toque inquietante que mantiene el suspense hasta el final. ¡Tiene una atmósfera genial, personajes muy bien construidos y un ritmo que atrapa!

    • marcosplanet
      Posted at 12:32h, 06 febrero Responder

      Qué bien se te da comentar, Celia, me alegra mucho que hayas indagado en profundidad en la historia. Describes perfectamente mi intención al escribir esta historia, de conducir al lector hasta un final inesperado.
      Muchas gracias por tus palabras, Celia, sabes que me encanta verte por el blog. A ver si puede ser más a menudo. Tu opinión es muy valiosa para mí y aprendo de ella.

  • Io
    Posted at 12:35h, 05 febrero Responder

    Querido Marcos
    Cómo siempre me dejan perpleja los giros tan inesperados que dan tus relatos.
    Está mañana mientras te leía, estaba saboreando un café bastante normalito de esos de máquina y con tu narrativa sobre el café arábico conseguiste que me supiera bastante mejor jajaja .
    El giro inesperado entre las voces, crímenes y posterior asesinato de Belinda, su hermana /amiga del alma, me ha sorprendido muchísimo,……
    La verdad es que tú imaginación es sorprendente y me cautiva.
    Un abrazo muy grande y enhorabuena

    • marcosplanet
      Posted at 16:49h, 05 febrero Responder

      Me agradan mucho tus palabras, Io, como podrás imaginar. Un abrazo grande.

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