Misterio en el huerto urbano

Tiempo de lectura nueve minutos.

 

Un huerto urbano está siendo construido cerca de su casa. Él observa cada vez que pasa por la obra que ésta va adquiriendo una proporción que no le parece normal. Se están empleando a fondo con un número demasiado grande de máquinas, como si se tratara de algo de mucha mayor enjundia.

Cada día avanzaban con mayor rapidez o eso le parecía a él. Teodoro Barbate estaba familiarizado con la ejecución de obras inmobiliarias por su antiguo trabajo como proveedor de algunas de las más importantes.

–El movimiento de tierras que están desarrollando no encaja con el volumen que necesita un huerto urbano, Matilde –comentaba a su esposa en el salón del piso. Vivían a un par de manzanas de la obra y ésta protagonizaba con facilidad las conversaciones que mantenían en la cocina durante la hora del aperitivo.

–No creo que un simple huerto deba preocuparte, Teodoro. Vamos, que desde que te jubilaste estás muy susceptible a esas conspiraciones que tanto te gusta describir en tus novelas.

–Bueno, querida, permíteme que pueda evadirme de mi rutina cuando me viene a la cabeza alguna idea para mis historias. Y este huerto me produce una inquietud… auténtica.

–Anda, toma un poco de este paté de ciervo que adoras –dice ella pasándole una rebanada coronada con lonchas de aceituna–. Es el que trajimos de nuestro viaje a Potes.

–Y también probaré esos ibéricos que me están llamando a gritos –continúa él mientras Matilde repone las copas con un vino manchego que dejaba recuerdos a nuez y cereza en boca.

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José Borrero, el capataz de la obra del huerto, hablaba por su móvil mientras se dirigía al módulo de oficina desmontable donde se hallaba su despacho.

–Sí, espera, Laureano, que están por aquí las máquinas de perforación rotativa. Entro en el barracón.

El capataz se sirve un café frío como la temperatura ambiente.

–Entonces, en unas dos semanas habremos perforado los veinte metros prefijados –dice, intentando desenvolver un dulce de leche.

–Así es –afirma Laureano–. El informe del Instituto Geológico es favorable. Lo que no me gusta es que ninguno de sus técnicos se haya dignado en pasar por aquí. Hay que estar en el tajo, si no ¿Cómo demonios han obtenido las imágenes de escáner?

José Borrero espera unos segundos antes de contestar. Su colega desconocía la confidencialidad con la que se estaban llevando a cabo los análisis previos y también todo el proceso de contratación de proveedores y maquinaria.

–Esos técnicos del Instituto estuvieron aquí la semana pasada pero no me avisaron. Yo estaba entonces visitando al departamento de obras del ayuntamiento.

–Escogieron bien el momento, sí –apunta Laureano con un retintín receloso–. Sigo sin entender por qué pasaron por aquí como si fueran fantasmas.

–Bueno, amigo mío, no le des más importancia. El caso es que todo es favorable para perforar a dos turnos, así que, manos a la obra.

 

Cada vez que Teodoro pasaba junto a las dos enormes perforadoras que extraían toneladas de tierra de aquel subsuelo, aumentaba su sospecha acerca de que allí estaban empleando unos medios muy superiores a los que realmente necesitaba la construcción de un sencillo huerto urbano.

Por lo que había leído sobre el tema y lo visto antes de jubilarse como proveedor de una obra para construir uno, el huerto debe tener definidos en la parcela los parterres de cultivo y los pasillos, un suministro de tierra vegetal de buena calidad, y la instalación del riego. Aparte de detalles técnicos como la estructura de drenaje y elementos complementarios como el vallado. Pero nada de eso exigía el despliegue que allí había.

La zona de compostaje no debía abarcar mucho más de 100 metros cuadrados y por lo demás, las parcelas de cultivo se extienden sobre terreno llano, nada de perforar túneles.

–Así que todas esas máquinas te hacen desconfiar –comenta la mujer de Teodoro. Paseaban junto a la obra al cabo de casi un año desde aquel aperitivo acompañado de paté de ciervo. La mañana de este lunes es especialmente fría.

–Esos obreros parecen muy entregados a la labor a pesar de estar helados –continúa Matilde–. Es más, parece que todos vayan acelerados. La empresa debe premiar la eficiencia.

–Igual les tienen presionados con los plazos de terminación –apunta Teodoro frotándose las manos por el frío–. Créeme, yo sé algo de eso.

En ese momento ven entrar en la caseta de oficinas a un grupo no inferior a diez personas. Ninguno iba uniformado como obrero, lo que atrajo aún más su atención.

–¿Qué me dices de eso? –dijo Teodoro. Matilde dejó que la pregunta flotara en el aire.

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Dos inspectores del servicio especial de investigación criminal del CNI (Centro Nacional de inteligencia), se hallaban junto al cadáver de una mujer de unos cincuenta años que yacía junto a la caja fuerte abierta en el lujoso salón de su casa.

–Se llamaba Camille Chevalier, una ejecutiva que debía ganar mucha pasta. Según el forense, murió hacia las cuatro de esta madrugada por desangramiento –indicaba el inspector Murillo a su compañero recién llegado al escenario del crimen.

–¿Estaba abierta la caja fuerte?

–Así es, Damián, y en su interior hallamos esto.

El inspector Murillo señaló a su compañero tres objetos dispuestos en fila sobre una de las mesas de caoba repujadas en plata que adornaban la estancia.

-Un tablero de ajedrez con su caja de fichas, un manuscrito… parece una novela. Y ¿eso qué es? ¿un cómic? –preguntó con los ojos muy abiertos.

–Si Damián, un comic de la colección “El Jabato Color”, no sé si te resulta conocido pues se publicó hace décadas.

–Lo he reconocido al instante. Mi hermano mayor coleccionaba las aventuras de “El Capitán Trueno” afirmó Damián–, publicadas por la misma editorial de “El Jabato”. Yo estaba enganchado a esta última. El personaje protagonizó varias colecciones desde el año 1958 en que apareció la primera con casi cuatrocientos episodios en blanco y negro. Pero este ejemplar es en color y pertenece a una saga de los años setenta.

El inspector Murillo observaba a Damián con la boca abierta.

–Eres una fuente de conocimiento, compañero. Si consigues relacionar ese cómic con el motivo del asesinato te darán una medalla –bromeó.

–No tiene por qué haber relación. Si te fijas, se trata del primer ejemplar de la primera edición, el nº1 titulado “Esclavos de Roma”. Yo también lo tengo. Puede ser que lo guardaran en una caja fuerte simplemente por eso.

–No lo creo ¿tanto valor puede tener en el mercado del coleccionismo?

–Bueno, tenemos también el manuscrito y el ajedrez –dijo Damián con un encogimiento de hombros.

–Échale un vistazo al manuscrito. Yo llevaré al laboratorio el ajedrez, a ver qué misterios ocultos nos revela.

–Claro, yo soy el friqui de la lectura –ironizó Damián.

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La tarjeta de entrada al control del edificio “Crucero” avisaba a la máquina que había caducado.

El capataz de las obras del huerto urbano la renueva en el mostrador de recepción.

–Soy José Borrero y tengo cita con Dirección General.

La señorita que le atiende coloca sus gafas sobre el puente nasal con un dedo.

–¿Y con quién se ha citado? –pregunta. A José le da la sensación de que la chica dudaba de que realmente hubiese una cita.

–Me espera el Director del CNI, Francisco Somiedo.

Enarcando las cejas, la mujer introduce el dato en el programa y este le da luz verde.

–Suba a la planta siete. Despacho 222.

 

Francisco Somiedo le recibe con cordialidad. Es un hombre robusto, de baja estatura y en su rostro enmarcado por un denso bigote se dibuja una expresión afable.

–Hola, Borrero. Sé que estás empleado a fondo en la obra, pero hay temas que tratar. Siéntate.

La cordialidad da paso en un segundo a lo práctico, y Francisco es un compendio de eficiencia basada en muchas cualidades. La autoridad manaba por sus poros.

–El búnker debe estar terminado dentro de dos semanas exactamente ¿Cumplirás?

–No lo dude, señor Somiedo. La agenda no se va a modificar.

–¿Cuándo recibirás los equipos?

–Llegarán en camiones de una empresa de mudanzas inexistente, a razón de un camión cada ocho horas. La descarga del material más sensible se hará en el huerto pasada la medianoche.

–¿Y cuándo estarán instalados?

–A las 48 horas de haber descargado el último módulo empezarán las pruebas de funcionamiento que, salvo imprevistos, habrán finalizado al día siguiente.

Francisco conocía de antemano todas las respuestas. Solo había iniciado el ritual que debía cumplir por protocolos del CNI: el control de la información.

–Bien, Borrero, procura que tras la instalación de cada nuevo equipo que bajen al búnker empiecen el test de prueba. No debemos perder tiempo ¿de acuerdo?

–Sí señor, avisaré al equipo de técnicos asignado a cada módulo para que actúen de ese modo.

–¿Qué tal te llevas con el alcalde? –dice el director del CNI acariciando su bigote. La respuesta la conoce desde meses antes, a medida que ha ido recibiendo los mensajes de seguimiento del equipo de vigilancia Bravo 7.

–El alcalde y yo somos amigos –dijo José sin dudar ni un momento.

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El coleccionista Orlando Gras contempla las vistas desde el parisino apartamento donde vive en los Campos Elíseos, es el distrito dieciséis, la zona más cara de la ciudad de la luz.

Su amigo y socio Jean Paul Marinier le ha cedido el privilegiado alojamiento hasta que su amigo Orlando decida adquirir cualquier propiedad inmobiliaria. La actividad empresarial que ambos socios llevan a cabo se extiende a varios mercados por todo el mundo. Entre sus múltiples éxitos financieros está el que iniciaron dos años antes mediante un negocio de compra y venta de gemas que les ha reportado beneficios multimillonarios y les ha permitido lanzar una nueva criptomoneda llamada “Pureza”.

Orlando negoció con un fondo de inversión saudí la adquisición de un laboratorio de análisis y certificación de gemas, operación que fue clave para crear una cadena de Blockchain que dio origen a la nueva criptomoneda. Es un sistema descentralizado, también conocido como cadena de bloques, donde cada agente de la red garantiza las transacciones, alejándose de los bancos centrales tradicionales.

La fortuna acumulada por Orlando ya era considerable antes de crear “Pureza”, pero en los días que corren es de un valor incalculable.

–Te gusta esta panorámica de Le Champs Elysées, ¿verdad amigo? –comenta Jean Paul ofreciendo a Orlando una copa de champán Armand de Brignac.

–Es una obra de arte expuesta en la mayor galería de arte del mundo. –comenta el coleccionista ensimismado.

–Por cierto ¿para cuándo tendrás lista la nueva exposición de joyas Fabergé, Orlando? La prensa ha publicado noticias dispersas y por lo que se ve en las redes sociales el público espera el evento con ganas.

–Sabes que me gusta preparar hasta el último detalle y eso aún no está listo.

–¿Alguna sorpresa de última hora que vaya a ser noticia?

–Mi colección de autómatas.

Jean Paul asiente con un gesto que pretende ser simpático, pues aquellos dispositivos mecánicos habían sido el motivo para que su socio emprendiera una alocada estrategia de reclutamiento de artistas de la robótica con el fin de conseguir obras únicas.

Orlando había preparado entonces una especie de concurso un tanto escabroso que le llevó a obtener la pieza más preciada entre sus autómatas: la realizada por el propietario de “La casa del diamantista”, ubicada junto al río Tajo, allá en la imperial ciudad de Toledo. El dueño de la hacienda era un funcionario retirado gracias a haber heredado la casa y una pequeña fortuna. El método empleado por Orlando para que aquel le ofreciese la más valiosa de sus miniaturas móviles quedaría grabado en la memoria del artista como un tumor permanente.

–Bueno Jean Paul, cambiando de tercio, tenemos un frente abierto en Madrid con ese asunto que no debe conocer nadie más que nosotros y el CNI ¿Cuándo tendremos el material?

–Los primeros camiones llegarán al huerto urbano dentro de quince días. El búnker empezará a funcionar el mes que viene.


 

Bueno, pues hasta aquí la primera parte de esta historia. En la siguiente terminaremos de conocer los entresijos del asesinato de madame Camille Chevalier y su relación con esta trama, donde los personajes de Orlando Gras y Jean Paul os habrán resultado familiares. Son los protagonistas de otra saga, la de “El coleccionista implacable”, con la que he decidido fundir el argumento de “Misterio en el huerto urbano”.

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¡Salud y suerte en la vida, amig@s!

Nota: todas las imágenes de este post pertenecen a la página Deviantart.

12 Comentarios
  • Arenas
    Posted at 09:41h, 13 enero Responder

    Estupendo final de entrega, con el protagonista de otra saga apareciendo de improviso, dando un inesperado giro a la trama. Como ya comenté en otra ocasión, eres un jabato con muchos colores.

  • Io
    Posted at 23:19h, 10 enero Responder

    Querido Marcos,
    Me has dejado con la miel en los labios y muerta de curiosidad por saber el desenlace, así que manos a la obra! y no me refiero a que te pongas a trabajar en el huerto urbano ????,….tengo curiosidad por atar todos los cabos de esta trama.

    • marcosplanet
      Posted at 15:20h, 11 enero Responder

      Pues mañana tengo pensado publicar esa continuación que esperas.
      No temas, lo de trabajar en el huerto no entra en mis planes, jeje…
      Un abrazo fuerte fuerte.

  • Miguelángel Díaz
    Posted at 21:38h, 09 enero Responder

    Hola, Marcos.
    Un buen comienzo de relato que va insinuando y mostrando los hilos de los que vas a ir tirando en esta historia.
    Un fuerte abrazo 🙂

    • marcosplanet
      Posted at 07:29h, 10 enero Responder

      Así es. La segunda parte está a punto de salir del horno…
      Un fuerte abrazo para ti también, Miguel.

  • Federico
    Posted at 15:25h, 08 enero Responder

    Una muy buena obra de suspense. Espero el siguiente capítulo. Saludos

  • Nuria de Espinosa
    Posted at 02:26h, 06 enero Responder

    Un comic de la colección “El Jabato Color”, no sé si te resulta conocido pues se edito hace décadas…
    Esto es un puntazo en la historia.

    Orlando había preparado entonces una especie de concurso un tanto escabroso que le llevó a obtener la pieza más preciada entre sus autómatas.

    La historia está tomando extraños derroteros.
    Un abrazo

    • marcosplanet
      Posted at 16:51h, 06 enero Responder

      He querido enlazarla con un personaje poderoso y Orlando se ha presentado enseguida como el que considero más afín, por su posición de rico hombre de negocios influyente (joven, eso si) y con muchos recursos para conseguir todo lo que quiere. El trasfondo o el derrotero que va a seguir la historia aún creo que te sorprenderá un poco más.
      Gracias Nuria por dedicar tiempo a mis relatos.

  • Rosa Fernanda
    Posted at 13:28h, 04 enero Responder

    Inquietante historia…muy hábil tejiendo la trama sobre la urdimbre de la especulacion y corrupción, tan común en nuestra sociedad.
    Por cierto, no he podido evitar sonreír,, cuando mencionas la colección de El Jabato,, de la que tu has sido ferviente admirador, hermano…

    • marcosplanet
      Posted at 15:20h, 04 enero Responder

      Sii, era una colección única que pocos tenían porque les atraían más El capitán Trueno y otras sagas.
      Muchos besos!

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