La Torre de los Sabios

Una torre costera descomunal apunta al cielo desde su base anclada a pocos metros de la orilla de Mare Néctaris, un bravísimo mar cuyas aguas batían constantemente los abruptos acantilados de Hermogania, la ciudad prohibida. La llamaban así por ser receptora en régimen de prisión indefinida de todo aquel individuo considerado como una amenaza para el régimen establecido. Las autoridades prohíben la lectura o el debate sobre toda aquella información que traspase mínimamente los límites de la versión oficial.

La torre cuenta con una anchura de cien metros en su anclaje al terreno y mantiene sesenta metros en esa dimensión en su nivel más elevado. El aspecto es formidable. Como una fortaleza empinada que pretendiera tocar el cielo desde sus seiscientos metros de altura.

Las acometidas del mar llevaban casi cien años cebándose sobre el lado norte de la Torre de los Sabios. Esta erosión apenas la había deteriorado, pues sus paredes habían sido elaboradas con capas de un material aglomerante perfecto para aguantar las peores inclemencias producidas por el paso del tiempo. Había sido descubierto por uno de aquellos sabios precisamente; un ingeniero afín al conocimiento que se había atrevido a opinar que mientras ese gobierno estuviera en el poder, el grado de desarrollo de la nación de Néctaris retrocedería cien años.

 

Habían transcurrido veinte desde que puso los pies en la torre el primer preso de la conciencia, como les gustaba calificar a los guardianes represores de la palabra. El poder de un gobierno obsesionado con el dominio de lo hablado y lo escrito se manifestaba a través de órganos de control de la información que actuaban como brazos pseudópodos, es decir, al igual que estructuras temporales capaces de arrastrar el cuerpo de un protozoo en una determinada dirección. Los pseudópodos también facilitan el encierro de materia para la fagocitosis.

El aparato del Estado fagocitaba a los que desviaban su conducta de la línea marcada a fuego por el Programa de Mando impuesto por el Partido Oblator, máxima autoridad en la jerarquía imperante en la nación de Néctaris.

Ese programa consistía en un completo protocolo de vigilancia de los individuos mediante cámaras IP conectadas a redes inalámbricas de acceso directo. La Mesa de Control operaba desde un búnker situado en medio del océano donde terminaba el mar de Néctaris. Ese punto era vital para mantener las comunicaciones entre la capital Hermogania y cada rincón del país.

En la sede del Partido Oblator, delegados de veinte ciudades de la nación se reunían esa mañana en torno al Tótem. Este consistía en una estructura acorazada de cinco metros de altura que albergaba la Antena receptora de señales emitidas desde el búnker de vigilancia. La conexión con la Mesa de Control ubicada en medio del océano no podía quedar interrumpida y toda Néctaris incluido el órgano de gobierno Oblator sabía que debían desprenderse de esa dependencia.

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–Toma la palabra el ilustre ministro de seguridad Martino. Silencio por favor –solicita el maestro de ceremonias.

Un hombre alto, de abundante pelo rizado que descansaba sobre sus hombros, se dirige al estrado. Sus movimientos parsimoniosos son deliberados.

–Nos encontramos en un punto límite. Los miembros de esta cámara debemos ser conscientes del grado de compromiso al que estamos obligados con nuestro sistema de comunicaciones. Esta Antena electromagnética protegida por el Tótem está adaptada para canalizar la potencia en una dirección y no interferir con otros servicios como son las antenas entre estaciones de radioenlaces. Estas son vitales para mantener la emisión en tiempo real que nos permite vigilar los movimientos de la gente.

Para cualquier ciudadano perseguido en la nación de Néctaris, la palabra “gente” pertenecía a la lista oficial de términos despectivos empleados por Oblator. Había que mantener el equilibrio forzado, la irracionalidad más profunda, el despropósito de masajear el cerebro de los individuos hasta convertirlo en una masa informe entregada al Pacto. Este era una especie de acuerdo claramente unilateral, y Oblator conseguía mantenerlo firmemente atado a los principios de represión que reinaban en el país.

–A la gente no hay que permitirle un momento de respiro –continúa Martino con vehemencia–pues puede darles el antojo de ejercer aquello que conocen como “libre albedrío”, una plaga del conocimiento que conduce al fracaso de nuestro régimen.

Uno de los asistentes pide la palabra. Una mujer de bello rostro ambarino que sugiere un origen oriental, se levanta de su sillón y adopta una postura que refleja estar familiarizada con la oratoria en público.

–Sí, dama Wetissa ¿Cuál es su duda?

–¿Cómo pensáis garantizar la seguridad de las conexiones entre la Antena y el Tótem?

–Llevamos tiempo analizando opciones. Las últimas tormentas eléctricas han causado desviaciones en el flujo de ondas, pero nuestro tubo de descarga se ha encargado de corregirlas. El problema es que el tubo tiene limitaciones de rango de frecuencia, es decir, si la tormenta excede el rango de distorsión estaremos expuestos ante un grave peligro.

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–¿Quiere que explique de nuevo de qué clase de peligro hablo? –añade el ministro con cierta sorna.

–Ya lo anunció en la última Asamblea, señor Martino –aclara Wetissa–, pero como fue de asistencia restringida debo decir que se hace muy necesario que usted lo vuelva a comentar ahora.

–Pues bien, miembros de esta cámara, desde que se alcanzó el grado cinco por primera vez, hemos investigado las repercusiones que podría tener ese tipo de tormenta electromagnética si afectara a todo el país. No solo impediría la vigilancia ciudadana. El resultado sería una catástrofe incontrolada de consecuencias imprevisibles. Todas las conexiones eléctricas quedarían anuladas permitiendo que la gente encarcelada por cualquier delito, ya sea ideológico o no, quedase libre de inmediato. Tengan en cuenta que cada prisión encierra mediante controles electrónicos a un mínimo de diez mil elementos y los guardias asignados no superan los cien por cada centro penitenciario.

–Pues hay más de diez mil prisiones en Néctaris –exclama otro de los presentes–. Una chusma desproporcionada de disidentes podría levantarse en rebeldía y atacar las sedes de Oblator ¡pondrían a sus pies a este gobierno! –protesta el diputado, tocado con una túnica que le hacía parecer un Patricio de la antigua Roma.

–Los disidentes son la mayor amenaza, desde luego. Rápidamente tomarían el control de la situación y provocarían al resto para intentar derrocar a este gobierno –dice otro miembro del gabinete.

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Cuando los conatos de protesta cesaron, Wetissa recupera el uso de la palabra.

–Hay otra cuestión que quiero traer hoy aquí, señor Martino –añade con premura– ¿Tenemos datos acerca de la eficacia de la Torre de los Sabios?

El silencio podía palparse en la sala del Tótem. Martino echa mano de su dispositivo electrónico de consulta y extrae imágenes de La Torre que proyecta en un holograma de grandes dimensiones para que pueda ser visto desde cualquier punto del habitáculo emitiendo en tiempo real.

–Wetissa quiere saber si los tres mil “sabios” allí encerrados han confesado su culpa –contesta el ministro–. Pues bien, ninguno lo ha hecho. Hay presos que arrastran veinte años de condena en La Torre, desde que tuvimos que aceptar esa maldita ley antiquísima que no pudimos nunca cambiar pues se concibió <Ad Closam>, es decir, con un grado absoluto de protección otorgado por el antiguo “gobierno de las libertades reales”. Por eso no puede aplicarse la pena de muerte en Néctaris. Y no podemos ordenar a La Guardia Nacional que incumpla esa ley pues es en la que está basado su credo de servicio al poder. Es algo único y que no podemos erradicar. La Guardia lo impediría y seríamos nosotros los condenados.

–Esa ley está protegiendo a todo aquel que no comulga con los principios del Pacto. Son mentes retorcidas que… –Wetissa se ve interrumpida por una exclamación colectiva de asombro. El holograma muestra en tiempo real la embestida de olas de tamaño colosal que sacuden violentamente las paredes redondeadas de La Torre, levantando auténticas explosiones de espuma alrededor del gigantesco fuste.

–Me preocupan estas imágenes –interviene sin pedir permiso un joven de abundante barba negra como el azabache, quien con voz profunda consigue captar la atención de la sala–. Es una señal inequívoca de que Mare Néctaris está cambiando su ciclo de mareas y va a entrar en fase cinco. Es la máxima categoría de maremoto que registramos hace dos años en la Mesa de Control del búnker.

–¿Y qué pasó aquella vez, apreciado Pablo? –pregunta el ministro Martino, buen conocedor de la respuesta.

–Como sabe, ilustre Martino, aquello remitió en el momento más crítico, justo cuando pensábamos que el grado de desviación del haz de frecuencia entre Antena y Tótem iba a ser rebasado.

–Así que a día de hoy no sabemos qué hacer aún si nos toca aguantar un grado cinco –dice Wetissa visiblemente alterada.

Un rumor sordo recorre la sala, donde algunos se remueven inquietos en sus asientos acolchados.

–Es una realidad que nos persigue desde aquella última amenaza, si –confirma Pablo, sin más.

 

Mientras tanto, en el litoral abrupto y quebrado donde se yergue La Torre, una tempestad se está levantando para batir una y otra vez aquella construcción centenaria que un día se concibió para albergar la biblioteca más completa de todo un Continente. Una colección de libros cubiertos por siglos de historia a la que poco a poco se fueron añadiendo ejemplares contemporáneos de todo el mundo. En sus estanterías tenían cabida incunables, manuscritos miniados por frailes en sus scriptorium monacales, ejemplares sobre todo tipo de temáticas y autores de todos los tiempos.

La realidad mostraba ahora un cuadro dantesco. Tres mil entusiastas de la palabra escrita y hablada moraban entre salas inmensas donde la desolación reinaba en todos los rincones. Sin posibilidad de escapar a su confinamiento, los sabios, como habían sido calificados por el aparato del Estado, transitaban por infinidad de pasillos y galerías, conversando con sus colegas de infortunio y leyendo o escribiendo sin parar. El gobierno les proporcionaba alimentos a diario de forma escrupulosa, pues la Ley <Ad Closam> suponía un compromiso ineludible que Oblator debía cumplir sin remisión. Ni pena de muerte ni de hambre.

–¿Cuánto tiempo más de gracia crees que nos queda, amigo mío? –preguntaba uno de los sabios de nombre Ligur. Su interlocutor es su compañero de desventura durante quince años llamado Alisio, como los vientos constantes que soplan del Este.

–No pueden incumplir la Ad Closam, Ligur. La Guardia Nacional se les echaría encima porque es la ley que autorizó la propia creación de La Guardia. Ningún jefe de la Guardia Nacional puede contravenir la norma pues sería destituido y encerrado en una de los miles de prisiones estatales. Incluso podría acabar recalando en esta torre por disidencia intelectual –se atrevió a bromear Alisio. Ambos habían compartido todos los recuerdos de sus vidas en esos quince años forzados a vagar por la inmensidad de una torre de cien plantas.

La construcción carecía de guardias pues no había acceso al exterior más que a través de modestas ventanas ojivales que rodeaban cada nivel del edificio a partir de los cien metros de altura. Imposible saltar. La ventana principal que hacía las veces de puerta de entrada de provisiones no se encontraba en la misma base de la fortaleza cilíndrica, sino también a cien metros de la superficie de piedras que conformaban Playa Néctaris, curioso nombre para un lugar donde la sombra del poder había llegado a extender sin piedad sus pseudópodos.

En la Torre de los sabios, sin embargo, llevaba gestándose desde hacía tiempo el germen de un cambio. Una nueva corriente de pensamiento empezaba a respirarse de un rincón a otro entre anaqueles repletos de cultura y voces intercambiadas sin complejos entre los confinados. En pocos meses, un grupo de sabios había diseñado un plan maestro para romper los grilletes que el sistema había impuesto a sus mentes.


 

Y hasta aquí hemos llegado, amigos. Si deseas que continúe esta historia por favor indícalo en los comentarios y dale un like al corazoncito de más abajo.

Os deseo salud y suerte en la vida.

 

Nota: todas las imágenes de este post han sido obtenidas de la web Deviantart.com

Ver episodio 2:

Rebelión en la Torre de los Sabios

21 Comentarios
  • Luis
    Posted at 00:26h, 16 enero Responder

    Buenas Marcos

    He estado tentado de opinar, ya con el siguiente capítulo leído, pero seguramente mi sorpresa entonces seria menor. Me ha dejado pensativo la historia, sobre un punto que no parece el principal y que sin embargo lo impregna todo. El ser humano tiene ansia de conocimiento, de explicar y de explicarse. Esta fuerza siempre se abrirá camino, por encima de la moral, la religión o el poder establecido. Esta empuje derivará siempre en un avance humanístico, moral y sobre todo tecnológico. Estos avances serán usados por el Establishment para tratar de seguir imponiendo, más ferreamente, trabas a los cambios y al avance del conocimiento.
    Una eterna lucha, avances y retrocesos, entre el poder establecido y la insaciable necesidad de conocer y de cambiar el mundo.

    • marcosplanet
      Posted at 17:46h, 16 enero Responder

      Tienes toda la razón, Luis. muchas gracias por tu tiempo y tu valioso comentario. Una buena reflexión sin duda.
      Saludos

  • Cristina Rubio
    Posted at 14:33h, 30 diciembre Responder

    Hola, Marcos!! Te felicito por esta historia, que está muy bien escrita y es realmente interesante. Me gusta mucho la idea y la descripción que haces de la Torre de los Sabios y el temor que sienten los integrantes del régimen totalitario ante la posible liberación de los Sabios. Los diálogos son muy fluidos y dan una personalidad característica a cada personaje. Solo puedo decirte que me ha enganchado, así que voy a leer la segunda parte. Un abrazo!!

    • marcosplanet
      Posted at 17:16h, 30 diciembre Responder

      Agradezco mucho tu opinión tan positiva, Cristina. Me animas a continuar esta saga a la que tengo mucho apego.
      Un fuerte abrazo.

  • Ramón Martín
    Posted at 07:04h, 24 diciembre Responder

    Por supuesto que no tenía por menos que leer tu relato. Cierto que es un relato de ficción muy bien llevado por tu parte, ya que consigue que el lector tenga interés en los acontecimientos, tanto que yo te pediría que lo continues.
    Un fuerte abrazo y mis felicitaciones sinceras.

    • marcosplanet
      Posted at 14:27h, 24 diciembre Responder

      Ya está publicada «Rebelión en la Torre de los sabios», si deseas leerla.
      Otro fuerte abrazo para ti, Ramón y FELICES FIESTAS.

  • Jose A. Sánchez
    Posted at 15:09h, 23 diciembre Responder

    Hola, Marcos.
    Por fin pude acercarme a tu rinconcito. ¡Más vale tarde…!
    Me ha gustado mucho la forma en que has empezado este relato al que le veo y deseo una gran continuidad.
    He notado muchas mejoras en tu narración, desde mi nivel de lectura y atención, por supuesto. En aspectos profesionales no me hallo en condiciones de enjuiciar nada.
    Me lo he leído de un tirón y ha captado toda mi atención e interés. Algo fundamental en una novela.
    Has descrito extraordinariamente los aspectos técnicos, pero sin perderte en demasiados detalles que nos harían divagar. Podemos «ver» perfectamente en nuestra imaginación esa torre y, lo más difícil, la atmosfera que se respira tanto dentro como fuera de ella.
    La trama principal de represión y control ciudadano, y la consecuente rebeldía y posible revolución de los sometidos, es un tema que da para mucha aventuras. No por mucho contado deja de perder interés. De hecho, en muchos aspectos, lo volvemos a vivir en nuestras carnes, en la realidad.
    Aunque evoca a 1984, Un Mundo Feliz, El Dador o Nosotros, por poner algunos ejemplos clásicos, creo que tú puedes darle un toque mucho más personal y renovado. Ojalá también más optimista y esperanzador, pero esta es tu historia y tú decides sus términos.
    Nos dejas con mucha intriga e interés. En cuanto pueda, me paso a leer el segundo capítulo.
    Enhorabuena y gracias por compartir tus preciosas aventuras. Ya sabes que muchos las vivimos a través de lo escrito.
    Un Abrazo.

    • marcosplanet
      Posted at 19:44h, 23 diciembre Responder

      Muchísimas gracias José Antonio por tu valioso comentario que me tomo al pie de la letra. Que digas que puedo dar un toque más personal y renovado a los clásicos que citas me llena de motivación.
      Seguiré compartiendo las aventuras de mis historias, no tengas duda.
      Otro abrazo para tí.

  • Vicente Ramírez
    Posted at 11:08h, 23 diciembre Responder

    La comunicación facilita la coordinación y fluidez en las relaciones humanas. De tal modo, sin comunicación puede decirse que no hay nada.
    La democracia de las naciones no puede ni debe ser reprimida callando las voces de quienes puedan pensar diferente.
    Un interesante relato que manifiesta figuradamente lo nefasto que puede ser el autoritarismo y la sumisión.

    • marcosplanet
      Posted at 12:00h, 23 diciembre Responder

      Agradezco de verdad la sinceridad de tus palabras, que comparto al cien por cien. Vivimos tiempos convulsos que hacen germinar historias convulsas en la imaginación.
      Muchas gracias de nuevo Vicente.

  • Federico
    Posted at 14:04h, 18 diciembre Responder

    Me recuerda a 1984 de George Orwell. Espero que no se llegue a un futuro como ese. Saludos.

    • marcosplanet
      Posted at 22:28h, 18 diciembre Responder

      Eso espero yo también, amigo Federico.
      Salud y suerte en la vida!

  • Eva Blázquez
    Posted at 18:31h, 17 diciembre Responder

    ¡Hola!
    Muy buen relato, tengo curiosidad por cuál es el plan que tienen en mente los sabios y el cómo pueden responder a ello los altos cargos políticos, que se notaba que no les gusta mucho que los sabios no puedan ser condenados tanto como quisieran.
    Ya tienes mi like por el post que está genial escrito y te traslada a donde sucede a la perfección.
    Nos vemos en el siguiente. Saludos!

    • marcosplanet
      Posted at 22:49h, 17 diciembre Responder

      Muchísimas gracias por tu opinión y por tu tiempo, Eva.
      Un cordial saludo.

  • froi
    Posted at 16:22h, 16 diciembre Responder

    Ciertamente, viajamos con la imaginación a la ciudad prohibida. Lo que nos anuncian, lo que vemos, la realidad que nos lleva a desconfiar de todo y de todos.
    Sin duda, amigo Marcos, parece más bien un anuncio de lo que va a pasar. Una descripción del futuro inmediato.

    • marcosplanet
      Posted at 00:29h, 17 diciembre Responder

      Pues esa puede ser la intención que está detrás de esta historia amigo froi. Muchas gracias por leerme y aportar tu valiosa opinión.
      Un cordial saludo.

  • Ric
    Posted at 13:02h, 16 diciembre Responder

    Tus relatos apocalípticos me producen cierta desazón Marcos, aún así, quedo a la espera de la continuación para ver como, finalmente, el pueblo se impone a la oligarquía del poder, mil prisiones en un país indica el grado de decadencia de una sociedad

    ¡Felicidades Marcos y a por ello!

    • marcosplanet
      Posted at 00:29h, 17 diciembre Responder

      Muchísimas gracias, Ric por leerme y aportar tus siempre interesantes reflexiones.
      Un abrazo!

  • Anónimo
    Posted at 12:44h, 16 diciembre Responder

    Excelente relato. Quedamos a la espera de la continuación. Un saludo!

  • Arenas
    Posted at 11:21h, 16 diciembre Responder

    Impresionante inicio de lo que sin duda será una saga.
    En pocas líneas has creado un mundo, entre onírico y real, que subyuga y aterra a partes iguales.
    Excelentes descripciones de la Torre, convertida desde ya en la cárcel más descomunal y siniestra jamás imaginada.
    Deseoso de recibir la segunda entrega y conocer los planes de los sabios par revertir su amarga suerte.
    La lucha entre el Mito y el Logos no ha hecho más que comenzar….

    • marcosplanet
      Posted at 12:13h, 16 diciembre Responder

      Me llenas de ilusión con tus comentarios, amigo. Pues si, empezaré esta historia como una nueva saga.
      Un fuerte abrazo.

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