14 Nov Draguis, la princesa y la dama de honor
Resumen de la primera parte
La dama de honor de la princesa Ranais viaja junto al dragoncillo llamado Draguis camino del castillo. Allí encontrarán a la princesa con quien Draguis debe hablar para averiguar la causa de su tristeza. El dragón ha sido entrenado en la Academia para Dragones de Compañía para cumplir cometidos como ese. Una intriga oculta e inquietante sale a la luz. Draguis y la dama María deciden resolverla.
Segunda parte de: El dragón, la princesa y la dama de honor
–Hola Draguis ¿Qué tal te ha ido con la princesa? –pregunta María, dama de honor de la Corte. Lo hace desde una terraza que asoma al paisaje montañoso más agreste y evocador que el dragoncillo haya visto nunca. A este le recuerda vagamente a su querida Cordonia, la aldea donde había nacido y crecido junto a sus difuntos padres.
El dragón contesta desde su atalaya, de pie sobre la barandilla.
–He conseguido que vea lo que su hermano Gabriel ha intentado por todos los medios sin que ella se diese cuenta: apoderarse de la Corona de Samodia. Al parecer, el padre de ambos, el difunto rey, dispuso que la princesa Ranais sería heredera al trono siempre que se casara antes de los 21 años. A Gabriel se lo pusieron en bandeja para impedirlo a toda costa.
–Entonces Hernando, el hijo del boticario real, se apartó de ella por orden de Gabriel –comentó María sin llegar al tono de pregunta. Se quedó pensativa y en pocos segundos las lágrimas descendieron lentamente por sus mejillas anidando en la comisura de sus labios. Con un pañuelo de seda que guardaba en la bocamanga de su vestido de tul azul, apartó la humedad de su rostro.
–Tú también confiabas en Gabriel ¿verdad? Debe ser una persona de esas que los dragones de compañía llamamos “corsarios”, esos que tienen un corazón de piedra y no se paran ante nada que les impida lograr sus propósitos. Querida María, no sientas más tristeza. Bastante hay ya en este castillo –aseguró el dragón–.
Acto seguido, el animalito alza el vuelo hacia el techo adornado con artesonados de maderas nobles curiosamente entrecruzadas. A Draguis le recordaban a los laberintos que debía descifrar en la Academia de dragones de Compañía, donde “Resolver enigmas” era su asignatura favorita.
-No te preocupes Draguis, ya se me está pasando. Es que Ranais, Gabriel y yo nos hemos criado juntos y es increíble lo que has descubierto acerca de él.
–¡Preséntamelo, preséntamelo! –chilla Draguis en un arrebato de actividad que le hace sobrevolar la gran sala una y otra vez. Recorrió todos los rincones como impulsado por un afán repentino de búsqueda.
–Tendré que comprobar si Gabriel se encuentra en el castillo. Le gusta mucho la escalada y suele hacer la ruta del oso.
–¡Qué interesante! ¡qué interesante! –bramó el dragón con la misma agitación–.
–¿Te gustan las rutas de montaña? –preguntó María con gesto de sorpresa.
–Sí, sí. La asignatura de “Mapas y Rutas” es mi segunda favorita.
–¿Y la primera cuál es? –dice María con una sonrisa que llena su cara de expresividad. Es ese un gesto de dulzura que acompaña a su personalidad en todo momento.
–Soy de los mejores en “Resolver enigmas”. Sobre todo, en descubrir la salida de los laberintos.
El príncipe Gabriel destacaba en las actividades deportivas, montaba bien a caballo, la caza y la pesca no le atraían mucho, pero cobraba buenas piezas en ambas labores. También disponía de un don para embaucar a sus conocidos y convertirles en partidarios, como si de una ideología política se tratase.
Pero hoy Gabriel se ha extraviado en la montaña persiguiendo a un oso pardo y la noticia corre rápidamente hacia la estancia donde la dama María se encuentra dialogando con el dragoncillo.
–Dama María –interviene el portador de la noticia con la respiración agitada. Tenía un aspecto similar al del cazador a quien la malvada Reina del cuento de Blancanieves ordena matar a esta.
–Debo anunciarle que el príncipe Gabriel ha desaparecido en plena montaña –continuó el sirviente con pinta de Humbert, el mencionado cazador del cuento–. Por más que hemos buscado no damos con él.
–Pero ¿Cómo es posible? –inquirió María llevándose las manos a la boca–. Él es un experto conocedor de la montaña y nunca… –En ese momento interviene Draguis revoleteando alrededor con una expresión de duda que manifiesta entrecerrando uno de sus ojos.
–¿No será que ha intentado algo, como diría, atrevido, que nunca antes había hecho?
–Eh, bueno, Gabriel es ducho en rutas difíciles, por lo que… si no fuera porque hoy…
–Vamos, termina ya querido explorador, que después tengo sesión de manicura –ironizó Draguis.
El individuo no capta la broma y tarda algunos segundos más en explicarse.
–Pues, resulta que el príncipe, en fin, decidió explorar una cueva desconocida. Más bien quiso perseguir a… un oso pardo, pero este se adentró en la gruta y Gabriel fue tras él. Como se adelantó a nosotros, nos llevaba unos minutos de ventaja. Cuando nos adentramos en la cueva él ya no estaba.
–¿Y cuánto tiempo lleva extraviado? –inquirió María.
–Unas… tres horas –consigue balbucear el mensajero.
A continuación, la dama camina a paso rápido para abandonar la sala. Draguis la sigue como su sombra.
–¿Qué vas a hacer, María? –pregunta el animalito sin parar de agitar sus alas escamosas.
–Se lo diré a la princesa para que autorice la Orden Móvil.
–No sé qué es eso, María ¿me lo explicas?
–Claro, no sé si te has dado cuenta, pero en Nordalia no usamos teléfono móvil. Somos la excepción del mundo entero. En el resto de Samodia sí que lo usan. Fue este un precepto que los nordalianos estamos contentos de acatar pues nos libera de la dependencia más peligrosa de este mundo. Desde que no se usan esos artefactos, los niños han mejorado su capacidad de aprendizaje, la comprensión lectora, la capacidad de comunicarse mediante la palabra en una conversación normal entre amigos…
–Vaya que sí, dama mía. En mi vida he necesitado una cosa de esas. Más que nada, porque los dragones no podemos manejarlas. De hecho, en la Academia para Dragones de Compañía no hizo falta que lo prohibieran.
Estaban llegando a los aposentos de la reina Ranais. La enorme puerta de madera de fresno estaba entreabierta y permitía vislumbrar a la princesa cepillándose el pelo mientras asomaba su bello rostro rubicundo por el ventanal gótico. Ranais parecía estar contemplando el horizonte en un intento de traspasarlo, como si quisiera abandonar la superficie terrestre y emprender un largo vuelo.
–Perdonad mi reina –exclamó María en actitud compungida –. Debo comunicaros algo de vital importancia.
El gracioso dragoncillo intervino incapaz de dar tregua.
–Nadie sabe dónde está el príncipe –anunció Draguis a bocajarro–. No te asustes mi reina. María me ha dicho que ya está preparado un grupo de escaladores al que si me lo permites yo mismo acompañaré para el rescate.
La reina había permanecido sin mediar palabra.
–¿Cómo es que se ha perdido? Gabriel no se pierde así como así. Algo extraño ha pasado.
–Persiguió a un oso, princesa –explicó María–. Ya sabes que como Gabriel asuma un reto no lo deja pasar.
Ranais se llevó las manos a su dorada cabeza embellecida con un pasador de oro y brillantes.
–¡Que salga ya una expedición de rescate por favor! –clamó muy nerviosa.
–Primero quería que autorizases la Orden Móvil, mi reina.
Ranais camina rápidamente hacia una alacena sobre la cual reposa una caja de madera de ébano. La abre y extrae de esta un teléfono móvil. Lo activa y se lo pasa a María. Esta marca el número dos, el señalado en el protocolo para conectar con Gabriel. El número uno es el de Ranais.
La señal de llamada suena varias veces. El dragoncito se impacienta.
–Teníamos que haber salido ya los del famoso equipo de rescate, jóvenes. En mi tierra se llama a esto “estar empanao”.
–No lo estropees, Draguis, por favor –rogó la dama María –. Es el protocolo de emergencias y hay que cumplirlo. Cuando cualquiera de los hermanos decide practicar algún deporte o actividad inusual debe llevar consigo otro móvil para ser localizado.
Después de efectuar cuatro intentos, los presentes dieron por hecho que debían pasar a la acción.
–¡Vámonos! –indicó Draguis con premura mientras salía volando por la ventana gótica en dirección a la salida del castillo.
Un camino abrupto empezaba a abrirse ante el grupo de rescate al alcanzar el monte Vindio. Este se erguía como una masa de roca caliza que hubiese sido profusamente tallada por las manos de gigantes.
La senda empezaba a serpentear a medida que los caminantes iban ascendiendo. Los escaladores portaban pesadas mochilas con cordajes muy largos, mosquetones, arneses y clavos de anclaje, entre otros elementos de ayuda.
La marcha se antojaba larga y pesada. Draguis rompe el silencio.
–¡Vaya! Parece que el príncipe es un buen escalador, pero para nada un buen explorador. Como tardemos más de la cuenta se nos hará de noche.
–Ten en cuenta –dice María– que lleva tres horas extraviado y nosotros necesitaremos dos horas más para alcanzar la misteriosa cueva del oso. Eso no estaba en sus planes.
Draguis observa de reojo a la dama, en quien acaba de encontrar un atisbo de admiración hacia el príncipe. La nota queda grabada a fuego en su mente perspicaz.
Al cabo de una hora alcanzan una zona de matorrales oscuros salpicados de puntos rojos del fruto del acebo.
–Son bonitas esas bolitas coloradas –comenta Draguis– ¿A ti te gustan, dama María?
–De ninguna manera. Son venenosas, hasta pueden resultar mortales para los humanos.
–Pero hay animales que las degustan con placer, como muchas aves y… los dragones también.
El dragoncillo se posó sobre uno de los matorrales en un santiamén y comenzó a devorar las letales bolitas.
–Veo que no exagerabas, amiguito –exclamó María sonriendo.
Uno de los exploradores detuvo su marcha bruscamente.
–Atención, esta zona es tierra de osos pardos, así que mucho cuidado por favor.
Después de merendarse buena parte del matorral de acebo, Draguis decide planear sobre el terreno y descubre la entrada a la cueva que buscaban.
Cuando todos alcanzan el lugar, el dragoncillo sonríe muy ufano.
–Debo decir que lo he hecho más que bien, no es por nada –aseguró en medio de una danza aérea inesperada.
–Vamos, todos adentro, pero con cuidado –añadió Draguis–. Gabriel perseguía a un oso, recordadlo.
Tras media hora de profundizar hacia el subsuelo de la caverna oyeron un rugido seguido de otro aún mayor. Parecía que cada vez se acercaba más la fiera que profería esos bramidos.
Al cabo de unos segundos un enorme oso pardo aparece en escena. Se detiene a pocos metros del grupo, eleva todo su cuerpo sobre sus patas traseras exhibiendo dos metros y medio de altura en todo su esplendor y lanza un resoplido profundo.
–Eh, eh, dejádmelo a mí –exclama el dragoncito con decisión. Y en un alarde del lenguaje, se comunica con el oso mediante extraños gruñidos que venían a decir: “A ver lindo oso, ¿qué es lo que te preocupa?”.
En un gesto inesperado, la bestia deja caer sus enormes patas delanteras a los lados de su cuerpo, se lleva una de las garras al hocico y emite una serie de gruñidos entrecortados. Los presentes, estupefactos, son conscientes de que está entablando una especie de conversación con el dragón. Este asiente con la cabeza y emite gruñidos similares durante al menos un minuto.
A continuación, el oso se posa sobre las cuatro patas, da media vuelta y desaparece entre las sombras.
–¿Qué ha pasado, Draguis? –consigue decir María tras el impactante diálogo animal.
–Pues algo muy sencillo para un dragón como yo. Conocemos la lengua de los animales del bosque y facilitamos la comunicación entre ellos. Gracias a nosotros, los osos pueden comunicarse con otros animales y también con los humanos.
–¿Y se puede saber qué te ha dicho, dragoncillo? –preguntó uno de los escaladores.
–Al parecer, el príncipe tropezó huyendo del oso y cayó a una especie de fosa. Cerca de aquí, por cierto –apuntó con un deje irónico –. Venga, solo tenéis que seguirme.
La comitiva sigue fielmente al dragón por el interior de la caverna. Los murciélagos recorren las galerías abiertas a ambos lados cuyo final se transforma en túneles de boca negra como el carbón. Una humedad creciente impregna toda la cueva.
–¡Es aquel agujero de allí! –indica el dragón con confianza–.
Nada más llegar al orificio natural que se abría en el lecho rocoso, la voz de Gabriel resuena de forma ahogada desde el interior.
–¡Aquí, aquí! ¡Estáis justo encima! –asegura entusiasmado el príncipe.
En pocos minutos, Gabriel queda liberado. Draguis guiña uno de sus grandes ojos color corinto al darse cuenta de que María le dirigía una mirada de admiración.
–Muchas gracias Draguis. Sin ti no sé cómo… –. El dragoncillo la interrumpe con un gesto de sus garras.
–No te precipites, dama mía, que no he hecho más que comportarme como lo que soy. Los dragones disfrutamos de muchas cualidades y la de hablar con animales es una de ellas, nada más.
El tono de sus palabras era amable y distendido, dotado de un frescor casi infantil.
–¿Quién es ese bicho? –inquirió el príncipe con gesto huraño–. ¿A qué ha venido aquí? ¿Es tu mascota, María?
–Ha venido a rescatarte, Gabriel –dijo María malhumorada–. Sin él habría sido imposible encontrarte.
La afirmación contó con el apoyo del resto del grupo, que coreó al unísono un ¡Viva Draguis!
El príncipe hace caso omiso al sincero homenaje y toma una botella de agua de la mochila de María. Bebió y bebió hasta que la vació. Mientras se secaba los labios se acercó a la dama y la besó en la frente.
–Gracias, María, porque sé que has sido tu quien ha organizado todo el rescate.
A continuación, se volvió hacia el grupo de rescatadores muy animado.
–¡Vamos, muchachos! Esta noche toca fiesta en el castillo.
Al cabo de unos minutos de silencio, Draguis hace una pregunta.
–Dime, príncipe ¿Qué te parece cómo se ha recuperado la princesa? Estarás contento ¿no?
El hermano de la princesa mira al animalito con desdén.
–No pretenderás que hable con un animalejo como este, ¿verdad María?
–Es un buen amigo que elegí personalmente en la Academia de dragones y es quien ha logrado curar la depresión de Ranais –aclara María.
El príncipe mira al dragón como si fuese una distracción de feria.
–Ah, entonces quieres que te agradezca tu gran labor ¿no, pequeñin?
–No busco soflamas ni aspavientos, no desvíes el tema, Gaby –se permitió decir Draguis–. Tan solo di si la ves mejor ahora.
Gabriel decide contestar.
–Ni mejor ni peor, esa es la verdad. Mi hermana no es la misma desde la muerte de nuestro padre el rey. En cuanto dejó de recibir los halagos paternos y toda la atención que él le ofrecía se vino abajo.
María da un respingo y mira a Gabriel directamente a los ojos.
–Eso no es cierto, príncipe. Sabes que ella disfrutaba mucho de tu compañía y compartíais juegos y aventuras desde que erais, bueno, éramos, pequeños –. En este punto, ella se sonroja y pestañea nerviosamente.
–Así que la princesa se deprimió por algo muy concreto y en un momento muy concreto –dice Draguis con voz susurrante–. ¿No hay nada que te llamara la atención, mi príncipe, en un momento dado? No sé, creo que ella salía con un chico muy guapo, hijo del boticario de la Corte.
–¡Vaya! Sabes mucho tú. No sé hasta qué punto debo dirigirte la palabra. Eres un perfecto desconocido, al menos para mí, así que no tengo por qué dedicarte ni un segundo más.
–El apuesto pretendiente se llama Hernando. Supongo que lo conocerás –añadió el dragón en su mejor tono sarcástico.
–¿Adónde quieres llegar, bestiecilla? Te advierto que la paciencia no es una de mis virtudes. Así que ve al grano.
La caminata estaba resultando entretenida. Los escaladores se habían distanciado prudentemente de la dama, el príncipe y el dragón para no importunar el curso que había tomado la conversación entre los tres. Eso sí, de vez en cuando avisaban de algún accidente del terreno del que debían guardarse.
María quiso intervenir en defensa de Draguis, pero este lo impidió.
–No me afectan tus palabras de rechazo hacia mi persona, príncipe –aclaró el dragón–. Eso de bestiecilla no me lo habían dicho nunca y me resulta simpático, super-simpático –ironizó con agudeza–. Te quería decir que el chico guapo e inteligente que se llama Hernando, hijo del boticario real y candidato a príncipe consorte de la princesa Ranais, dejó de verla con una inmediatez sospechosa.
Draguis esperó a que el silencio fuese llenando el espacio alrededor de los contertulios. Ninguno de los tres abrió la boca durante un intervalo de tiempo indefinido. Gabriel no aguantó más.
–¿Príncipe consorte? ¿Ese desgraciado? –inquirió Gabriel con sorna–. Te estás pasando de la raya bestiecilla.
–No es normal que Hernando cortara de repente con tu hermana, príncipe –insistió el dragón.
–¿Y qué quieres? ¿Qué yo te informe sobre qué llevó a ese individuo a abandonar a mi hermana? Por haber ejercido con ella como drago-psicólogo o lo que seas no te creas en el derecho a interrogarme. Además, no sé qué podría aportar yo para aclarar el… misterio –dijo Gabriel en tono burlesco.
–Es normal que te pregunte, Gabriel –intervino la dama con voz suave–. Yo misma he conversado mucho con Draguis. Estuve varios meses en su Academia y lo sabes. Repito, gracias a su intervención la princesa está ahora recuperada.
–No he visto mucho a mi hermana últimamente, dragoncillo– consigue mascullar Gabriel casi entre dientes. Está irritado–. Pero si quieres que añada algo, podría decirte que solían discutir porque él pasaba mucho tiempo en la trastienda de la botica. Desconozco lo que hace allí, pero debe gustarle mucho, tanto que prefiere eso a disfrutar de la compañía de la princesa.
El dragón revolotea ruidosamente alrededor de la cabeza del príncipe.
–¡No me creo ni una palabra! ¡Ni una palabra! –repite con voz atiplada. Parece un niño a quien no han contentado regalándole un capricho repentino.
–¿Eres sincero? ¿Lo eres? –le preguntó flotando en el aire a pocos centímetros de su cara.
–Oye, gusano, no tengo por qué contestarte. Este estúpido interrogatorio ha terminado.
Si alguien podía salvar la incómoda situación en ese momento era María.
–No se trata de interrogarte, mi príncipe. Tan solo es un dragón de compañía entrenado para resolver conflictos humanos. Y lo ha conseguido con Ranais, al menos en parte.
–¿Por qué en parte? –dice Gabriel volviendo a entrar al trapo.
–Porque Ranais dice que el causante de su desdicha has sido tú.
Una quietud indefinible rodeaba a los tres interlocutores en medio de una noche estrellada. Gabriel alzó sus ojos a la bóveda celeste en un intento de asimilar o más bien digerir, el comentario de la dama. Había deducido hacía un buen rato que el dragón sabía algo que le inculpaba a él, el príncipe, de haber perjudicado el estado mental de la princesa.
Pero Gabriel no era capaz de imaginar que su hermana le hubiese inculpado ¿Por qué motivo iba a saber Ranais de sus verdaderas intenciones? “Será cosa del dragón” decía para sí. La habrá sonsacado para convencerla de que, si impido que se case antes de los 21, seré yo el rey.
Gabriel abandona el curso de sus pensamientos y mira a los ojos de María antes de hablar.
–¿Tú confías en mí? –preguntó sin desviar un milímetro la mirada.
Ella se siente incómoda, no por la pregunta sino por la excesiva cercanía del príncipe. La había tomado de las manos y acercado su torso al de ella hasta tocarla.
–No se trata de confianza, Gabriel, sino de hechos.
–Pero ¿qué hechos ni qué patrañas? Solo porque un dragoncito huérfano haya lavado el cerebro a mi hermana no tengo por qué someterme a vuestro juego ¿Qué queréis? ¿Qué confiese algún turbio plan para que el dragón quede satisfecho y tú también?
–No se trata de mi satisfacción sino de ser justos con lo que ha tenido que sufrir la princesa ¿No te da cargo de conciencia, Gabriel?
–Y dale con la culpa. No tengo por qué sentir culpa de nada, ¿me entiendes? No he hecho nada en contra de mi hermana.
Draguis había permanecido callado y decide intervenir.
–¿Qué sería lo primero que harías si fueses rey?
Gabriel queda sorprendido por la pregunta. Tiene que pensar la respuesta.
–Supongo que reformar el castillo por dentro y por fuera. Mi padre y mi madre, que en paz descansen, no tenían muy buen gusto, la verdad –comenta en un tono sarcástico bastante inadecuado.
–Así que eso de mejorar la calidad de vida de tus súbditos que con sus impuestos sufragan tu vida de príncipe a todo lujo, ¿no es un objetivo para ti si reinaras?
–Por toda respuesta, el príncipe hizo un gesto despectivo, como si el dragón estuviera hablando de simplezas.
Entonces, Draguis adoptó el tono de voz de un entusiasta locutor de radio.
–¡Y aquííí tenemos a nuestro querido príncipe sin avergonzarse lo más mínimo de su comportamiento, señoras y señores! ¡Les presentamoossss, el showww dee Gabrieeell!
El príncipe detuvo su marcha en seco sintiéndose ridículo. Una sensación que hasta ese momento nunca había experimentado. Se hallaban cerca del castillo, cuya silueta se recortaba luminosa sobre el horizonte nocturno. El fulgor de Nordalia iluminada rivalizaba con el esplendor de las luces de la fortaleza.
–¡Ya está bien de tanta tontería! –protestó Gabriel con un tono de voz que a él mismo le sonó demasiado agudo–. Parece mentira, dama María, que estés de parte de este bicho inmundo y su teoría de la conspiración. No pienso tolerarlo.
Draguis optó por zanjar la cuestión que, al igual que él, llevaba revoloteando sobre ellos durante toda la caminata.
–Gabriel, nos estás mintiendo y lo sabes.
–¡Esto es indignante, bestiecilla! Cuando lleguemos al castillo haré que te empalen en una picota y asen tu cuerpo esmirriado en una hoguera.
La reacción del dragón fue dejarse llevar por una risa profunda y gutural que le hizo parecer mucho más grande y poderoso. Era la satisfacción de haber llegado al final de todo el proceso. El final de su misión como dragón de compañía de una princesa atormentada.
–Se acabó, Gabriel –dijo la dama–. Te he apreciado mucho desde que éramos pequeños. Te admiraba y creía, incluso, que algún día encontrarías en mi algo que te hiciera sentirte… enamorado –. La dama contuvo la respiración por un instante ante esa confesión que los oídos del príncipe escuchaban por primera vez –. Te di por perdido y con razón, desde el momento en que Draguis y yo supimos la verdad.
–Pero ¿qué verdad? –inquirió el príncipe sintiendo un desasosiego que confundía su mente.
–Hernando, el hijo del boticario real, nos confirmó que le habías amenazado con inculparle de la muerte del rey por envenenamiento con una de sus pócimas. Lo tiene grabado en el vídeo de seguridad de la botica, el día en que te personaste allí. Fuiste tan arrogante y soberbio que no encargaste a nadie el trabajo.
El semblante del príncipe estaba descompuesto y expresaba derrota y abatimiento. Nunca había pensado que su plan tuviera un mal fin.
La dama María cerró el discurso con una última frase.
–Venga, entremos en el castillo. Tu hermana se alegrará de verte a salvo.
HAZ CLICK AQUÍ PARA VER LA TERCERA ENTREGA Draguis y la pócima del boticario.
Y hasta aquí hemos llegado, amigos. Dale like al corazoncito de más abajo si es que te ha gustado esta historia. Y por favor deja un comentario con tu opinión, que para mí es muy valiosa.
Salud y suerte en la vida.
Lola Romero
Posted at 13:11h, 08 diciembreHola de nuevo, me ha encantado también la segunda parte. Esa mezcla de cuento clásico y modernidad también está muy bien, además de, como te dije, muy bien escrito. Estupendo relato, enhorabuena, Marcos, un abrazo!
Anabel Sánchez
Posted at 07:47h, 06 diciembreUna historia fantástica con una imaginación desbordante. Pero te quedas con ganas de mucho más. Continúa escribiendo te lo agradecemos de corazón.
marcosplanet
Posted at 19:51h, 06 diciembre¡Muchas gracias querida Anabel! Y la saga continúa…
Jose Lezcano
Posted at 19:52h, 22 noviembrePuse nos quedamos a la espera del final de esta historia. No sé, me da la espina que tal vez el príncipe, aunque es bastante arisco, no sea el culpable de que el enamorado de la princesa la haya dejado, ¿ qué hace en su escondrijo tantas horas?
Bueno, habrá que esperar el desenlace.
Saludos
marcosplanet
Posted at 20:47h, 22 noviembreNo vas en absoluto desencaminado. Qué buen ojo tienes.
Gracias por tu aportación.
Saludos.
Rocío Cala
Posted at 13:03h, 22 noviembre¡Hola Marcos! Maravillosa segunda parte en la que nos muestras un poco más el reino de Nordalia y las pesquisas de Draguis para llegar a resolver cada uno de los misterios que se le presentan. Es un personaje con mucho potencial ese pequeño dragón y seguro que aún le queda mucho por contar.
Un saludo.
marcosplanet
Posted at 13:51h, 22 noviembreSeguro que dará mucho más de si nuestro dragoncete. Muchas gracias por tu tiempo y comentarios.
Un saludo.
eliom
Posted at 00:31h, 17 noviembreGran relato y preciosas las imágenes ! un saludo y hasta el próximo episodio.
Jose A. Sánchez
Posted at 21:16h, 16 noviembreHola, Marcos.
Gracias por aceptar la continuación de esta interesante historia.
La verdad es que has desarrollado muy bien toda la trama y le has dado al dragón un excelente protagonismo. Es inteligente, sarcástico y obstinado. A pesar de ser tan pequeño, demuestra una gran sabiduría.
Está también muy lograda esa mezcolanza entre ambientación medieval e inclusión de la tecnología. Se usan recursos útiles, pero sin controlar toda la acción. La reflexión de su uso por los niños es muy acertada.
Felicidades por esta segunda parte y, según acabo de leer en los comentarios, pendiente de la tercera.
He modificado tu entrada en el listado de participación para que quede constancia de cada parte, con su correspondiente enlace. Espero que toda la familia acervolense se dé cuenta y pueda disfrutar de tu historia al completo.
Enhorabuena también por la incorporación de esas ilustraciones que tanto embellecen el relato. Son precisas y preciosas.
Un Abrazo.
marcosplanet
Posted at 10:10h, 17 noviembreUn acierto lo de modificar la entrada para dejar constancia de cada parte. Muchas gracias por la atención, Jose.
a ver qué reto nos traes para diciembre…
Otro abrazo para ti.
David Sánchez
Posted at 23:26h, 14 noviembreGran relato Marcos. Aventura, suspense y conversaciones con connotaciones filosóficas. Me ha gustado mucho. Ánimo compañero.
marcosplanet
Posted at 00:05h, 15 noviembreMuchísimas gracias David. Tus palabras me dan mucho ánimo. Gracias por comentar.
Saludos.
ConcienciaNovel
Posted at 23:25h, 14 noviembreGran relato Marcos. Aventura, suspense y conversaciones con connotaciones filosóficas. Me ha gustado mucho. Ánimo compañero.
Estrella Pisa
Posted at 21:44h, 14 noviembre¡Què maravilla, Marcos!
Cómo se nota tu pasión por la montaña.
Me ha encantado esta segunda parte. Draguis está que se sale. Felicidades por tan buen trabajo.
Un fuerte abrazo.
marcosplanet
Posted at 00:07h, 15 noviembreEres muy amable, Estrella. Comentarios como el tuyo hacen que mi ilusión por seguir escribiendo sea cada vez mayor.
Otro abrazo para ti.
Arenas
Posted at 21:32h, 14 noviembreInefable personaje este tal Draguis. La historia crece en interés, y sí o sí ha de haber tercera puntata.
Me está gustando sobremanera tu intemporal cuento de dragones, princesas y ausencia de móviles que sí que existen. Espero con ganas los nuevos giros de guión que estén por venir..
marcosplanet
Posted at 00:08h, 15 noviembreGracias, gran amigo. Ten por seguro que la saga continúa… y la tercera entrga ya está en cocinas.
Un abrazo, Antonio.
Federico
Posted at 21:08h, 14 noviembreMuy interesante mezclar tecnología actual con una historia fantástica. El tema de los teléfonos móviles es muy educativo si la lectura la realizan los jóvenes. Saludos
marcosplanet
Posted at 00:09h, 15 noviembreGracias Federico por tu tiempo de lectura y por comentar. Espero que los más jóvenes lean también este cuento.
Saludos.
Nuria de Espinosa
Posted at 13:14h, 14 noviembreEl dragón contesta desde su atalaya tenía visión total. Draguis protege a la princesa y desconfía de Gabriel, que solo pretende ser príncipe engañándola, pero no contó con esa cámara de seguridad. Menos mal que Draguis la protege Y ahora, cómo evolucionará la historia? Un placer seguir leyendo este cuento lleno con la magia de un dragón y un reino y su castillo no menos fascinante. Un fuerte abrazo Marcos.
marcosplanet
Posted at 15:08h, 14 noviembreMuchas gracias por tu resumen, Nuria. Pretendo continuar, esta vez dando un giro a todo lo anterior. A ver qué tal.
Un cordial saludo.
Ric
Posted at 12:54h, 14 noviembreDraguis es un ejemplo, de lo que no hay en estos días, la prepotencia de los poderosos consume a los ciudadanos, este relato te lleva a la vida misma, que tristeza me da el poder
¡Excelente Marcos!
marcosplanet
Posted at 15:09h, 14 noviembrePues si, el poder corrompe, envilece y distorsiona la realidad.
Gracias por comentar, Ric.
Merche
Posted at 10:58h, 14 noviembreHola Marcos, aquí está Draguis haciendo de buscador, de psicólogo, de amigo de la princesa, de protector del reino, jeje, es un dragón que vale para todo. Estás creando todo un mundo en torno al dragoncillo.
Un abrazo. 🙂
marcosplanet
Posted at 15:10h, 14 noviembreAsí es, creo que para el siguiente episodio hay materia todavía.
Gracias por comentar, Merche.
Otro abrazo para ti.